The Project Gutenberg EBook of Escenas Montanesas, by D. Jose M. de Pereda This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: Escenas Montanesas Author: D. Jose M. de Pereda Release Date: June 15, 2004 [EBook #12627] Language: Spanish Character set encoding: ASCII *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK ESCENAS MONTANESAS *** Produced by Stan Goodman, Virginia Paque and the Online Distributed Proofreading Team. OBRAS COMPLETAS DE D. JOSE M. DE PEREDA DE LA REAL ACADEMIA ESPANOLA TOMO V ESCENAS MONTANESAS MADRID 1919 ADVERTENCIA _Ha llegado el momento de realizar el proposito anunciado en la que se estampa en el tomo I de esta coleccion de mis_ OBRAS; _y le realizo incluyendo en el presente volumen los cuadros_ Un marino, Los bailes campestres _y_ El fin de una raza, _desglosados, con este objeto, del libro rotulado_ ESBOZOS Y RASGUNOS, _en el cual apareceran, en cambio y en su dia_, Las visitas y iComo se miente!, _que hasta ahora han formado parte de las_ ESCENAS MONTANESAS. _Por lo que toca a_ La primera declaracion _y_ Los pastorcillos, _si algun lector tiene el mal gusto de echar de menos estos capitulos en cualquiera de los dos libros, entienda que he resuelto darles eterna sepultura en el fondo de mis cartapacios, y iojala pudiera tambien borrarlos de la memoria de cuantos los han conocido en las anteriores ediciones de las_ ESCENAS! _Con este trastrueque, merced al cual ganan algo indudablemente ambas obras en unidad de pensamiento y en entonacion de colorido, se hace indispensable la supresion del prologo de mi insigne padrino literario, Trueba, el cual prologo es un analisis de las_ ESCENAS, _cuadro por cuadro, y en el orden mismo en que se publicaron en la primera edicion; y suprimido este prologo, claro es que debe suprimirse tambien el mio, que le precede en la edicion de Santander y no contiene otro interes para los lectores que el engarce de unos parrafos de Menendez y Pelayo, en los cuales se ventila a la ligera una cuestion de arte que el mismo ilustre escritor trata con la extension debida en el estudio que va al frente del tomo I de estas_ OBRAS. _Y con esto, y con anadir que todos los cuadros de este libro que no lleven su fecha al pie, o alguna advertencia que indique lo contrario, son de la edicion de 1864, queda advertido cuanto tenia que advertir al publico en este lugar su muy atento y obligado amigo_, J.M. DE PEREDA. Septiembre de 1885. SANTANDER (ANTANO Y OGANO) I Las plantas del Norte se marchitan con el sol de los tropicos. La esclavizada raza de Mahoma se asfixia bajo el peso de la libertad europea. El sencillo aldeano de nuestros campos, tan risueno y expansivo entre los suyos, enmudece y se apena en medio del bullicio de la ciudad. Todo lo cual no nos priva de ensalzar las ventajas que tienen los _Carmenes_ de Granada sobre las estepas de Rusia, ni de empenarnos en que usen tirillas y fraque las kabilas de Anghera, y en que dejen sus tardas yuntas por las veloces locomotoras nuestros patriarcales campesinos.... Pero si me autoriza un tanto para reirme de esas largas disertaciones encaminadas a demostrar que los nietos de Cain no supieron lo que era felicidad hasta que vinieron los fosforos al mundo, o, mejor dicho, los fosforeros, o como si dijeramos, los hombres de ogano. Y me rio muy descuidado de la desdenosa compasion con que hoy se mira a los tiempos de nuestros padres, porque estos, en los suyos, tambien se reian de los de nuestros abuelos, que, asimismo, se rieron de los de sus antepasados; del mismo modo que nuestros hijos se reiran manana de nosotros; porque, como es publico y notorio, las generaciones, desde Adan, se vienen riendo las unas de las otras. Quien hasta hoy se haya reido con mas razon, es lo que aun no se ha podido averiguar y es probable que no se averiguee hasta que ria el ultimo; pero que cada generacion cree tener mas derechos que ninguna otra para reirse de todas las demas, es evidente. He dicho que el hombre se rie de cuanto le ha antecedido en el mundo; y he dicho mal: tambien se rie de lo que le sigue mientras le quedan mandibulas que batir. Resultado: que el hombre no halla bueno y tolerable sino aquello en que el toma parte, o en que la toman los de su lechigada. Mientras es actor en los sucesos del siglo en que nace, todo va bien; pero desde el momento en que, gastado el eje de su vida, se constituye en mero espectador, nada es de su agrado.--Abrid la historia de las pasadas sociedades; leed al filosofo critico mas reverendo, y le vereis mientras se jacta de haber dado ensanche al patrimonio ruin de la inteligencia que heredo de sus mayores, lamentarse de los locos extravios de la de sus hijos. Y cuando a los nuestros entreguemos manana el imperio del mundo, palparemos mas evidente esta verdad. Una vez apoderados ellos del cetro, vereis lo que tarda nuestra generacion, entonces caduca e impotente, en llamarlos dementes y desatentados; casi tan poco como en que ellos nos miren con lastima, y, alumbrados por el sol de la electricidad, se rian a nuestras encanecidas barbas de los resoplidos del vapor de nuestras locomotoras. Y esto ?que significa? Que la humanidad siempre es la misma bajo los distintos disfraces con que se va presentando en cada siglo. Y si el lector al llegar aqui, y en uso de su derecho, me pregunta a que conducen las anteriores perogrullescas reflexiones, le dire que ellas son lo unico que saque en limpio de mi ultima sesion con mi buen amigo don Pelegrin. Don Pelegrin Tarin es un senor fechado aun mas alla de la ultima decena del siglo XVIII, uno de esos hombres cuyo conocimiento se hace en el cafe con motivo de una jugada a las damas, o la duda de una fecha, o el relato de un episodio de la guerra de la Independencia; un senor chapado y claveteado a la antigua, y en cuyo ropaje y fachada se puede estudiar la historia civil y politica de su tiempo, del mismo modo que sobre un murallon cubierto de grietas y de musgo se estudia el caracter de la epoca en que se construyo ... y no se cuantas cosas mas, segun es fama. La verdad es, sin que importe el como, que don Pelegrin se hizo amigo mio, y que raro es el dia en que no me echa un parrafo de historia antigua, apenas entro en el cafe, su morada habitual desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche, y me siento en mi rincon preferido... Y ahora recuerdo que la coincidencia de buscar los dos el angulo mas apartado, a la vez que el sofa mas mullido del cafe, dio origen a nuestro conocimiento. Comenzo el buen senor por aburrirme muchas veces, hablandome de la guerra _del frances_, como el dice, y del Duque de Wellington. Hablabame tambien a cada paso de la politica del Rey y de los puntales del Tesoro, del pinguee resultado de los _gremios_ ... y que se yo de cuantas cosas mas; y haciendo sus aplicaciones a las modernas doctrinas y al presente sistema administrativo, sacaba las consecuencias que le daba la gana, porque yo a todo atendia menos a contradecirle. Pero comenzo un dia a hablarme del Santander de sus tiempos y de las costumbres de su juventud, y sin darme cuenta de lo que me sucedia, halleme con que me iba interesando el viejo don Pelegrin. ?Y como no interesarme si es la mejor cronica del pueblo, la unica tal vez que nos queda? Desde entonces estreche mas mi trato con el, y di en agobiarle a preguntas. Pero el bendito senor, sea efecto de sus anos o de su caracter vehemente, tiene la costumbre de comentar todo lo que dice y de meterse a filosofar y a hacer digresiones sobre la cosa mas trivial; de suerte que nunca pude obtener un cuadro exacto y bien detallado del Santander de antano, tal como yo le queria para darsele a mis lectores, seguro de que me le agradecerian como una curiosidad. Lo mas acabado que salio de su descriptivo-critico ingenio, es lo que ustedes van a leer (si tanta honra quieren dispensarme). Malo o bueno, ello es de la propiedad de don Pelegrin, y en el declino mi responsabilidad.... II Despues de un vago preambulo, exclamo asi el buen senor: --Mire usted, amigo mio: yo no estoy literalmente renido con esa batahola infernal, con ese movimiento que forma hoy la base de la sociedad en que ustedes viven, no senor: comprendo perfectamente todo lo que vale y el caudal inmenso de ilustracion que representa; pero esto no puede satisfacer las humildes ambiciones de un hombre de mis anos. Desenganese usted, yo no puedo menos de recordar con entusiasmo aquellas costumbres rancias, tan ridiculizadas por los modernos reformistas: ellas me nutrieron, entre ellas creci y a ellas debo lo poco que valgo y el fundamento de esta familia que hoy me rodea, y, aunque montada a la moderna, respeta mis _manias_, como ustedes dicen, y me permite vivir cincuenta anos mas atras que ella. No tengo inconveniente en decirlo: mis vigilias, mis anhelos, todos mis afanes materiales han sido y aun son para mis hijos; pero lo demas.... iAh!; lo demas, incluso el traje, como usted esta viendo, todo lo rindo en honor de aquellos felices tiempos de mi juventud. Dicho lo cual sin resollar y con visible emocion, don Pelegrin, como de costumbre, diserto sobre la sencillez de las costumbres de sus tiempos, afanandose por convencerme de que eran mucho mas recomendables que las nuestras, con la cual intencion, asegurandome que la historia de los hombres de entonces, socialmente considerados, era, _plus minusve_, una misma en cada categoria, trazome de la suya lo que _ad pedem literae_ voy a copiar: --A los diez y siete anos--dijo--habia terminado yo la escuela; sabia las cuentas hasta la de _cuartos-reales_, y tenia una forma de letra que, como decia mi maestro, se escapaba del papel. A los diez y ocho entre con los Padres Escolapios a estudiar latin; a los veintitres era todo un filosofo apto para emprender cualquier carrera literaria. Mi senor padre (que Dios haya), fundandose en que ya habia en la familia un fraile, un guardia y un empleado en las Covachuelas de Madrid, se empeno en que yo fuese jurisconsulto, por lo cual habia escrito a Salamanca, un ano antes de terminar yo la filosofia, en demanda de hospedaje y de recua que me condujese, en retorno de una de sus expediciones semestrales de garbanzos, juntamente con los otros dos estudiantes que, segun se murmuraba por el pueblo, debian marchar tambien con igual destino que yo.... iMe parece que fue ayer cuando, por primera vez en mi vida, sali a correr el mundo!... En el meson del _Monje_, que estaba al principio de la calle de San Francisco, monte sobre un macho cargado de azucar y campeche; despues de haber recibido la bendicion de mi senor padre que me contemplaba con sereno rostro, aunque con el alma acongojada por la idea de separarse de mi. Tambien estaban alli los padres de mis dos companeros de expedicion, los amigos de todos ellos y los curiosos que nos habian visto confesar el dia antes; medio pueblo, amigo mio, nos rodeaba en el meson; medio pueblo que nos siguio hasta el Cristo de Becedo, que estaba en el lugar que despues ocupo el Peso publico, y ultimamente esa gran casa que llaman tambien del Peso. Alli rezamos un _Credo_, postrados todos de hinojos; eche algunos cuartos en el cepillo del santuario, volvi a montar sobre el macho, y con un "buen viaje" de todos y una mirada de mi senor padre que hizo brotar las lagrimas de mis ojos, partimos mis dos amigos y yo para Salamanca, adonde llegamos sanos y salvos, despues de mil divertidos episodios, que tal vez le cuente en otra ocasion, a los diez y nueve dias, ocho horas y catorce minutos. --?Es posible--dije interrumpiendo a don Pelegrin--que solo tres estudiantes salieran de Santander en un ano? --Y era mucho salir--me contesto en tono enfatico.--Repare usted que estaba carilla la carrera de letrado. Solamente el arriero costaba al pie de quince duros aunque era de su obligacion mantenernos a su costa durante el viaje; y la estancia anual en Salamanca no nos bajaba a cada uno, con ropa limpia y derechos de Universidad, de mil quinientos a dos mil reales. --iCaspita!--exclame yo muy serio, acordandome de lo que habia gastado en los tres dias del ultimo carnaval de mi vida de estudiante.--iAhi era un grano de anis!... Pero no sabia yo, don Pelegrin, que fuese usted abogado. --Y no lo soy, ica!...; porque vera usted lo que paso. En las primeras vacaciones que me dieron, y en recompensa de la buena censura que obtuve del sinodal en el examen, me permitio mi senor padre que hiciese un viaje de recreo adonde mas me acomodase y por todo el tiempo que me pareciese prudente. Entonces estaba muy de moda entre los jovenes pudientes de aqui, irse a San Juan de Luz y a Bilbao, con motivo de unos celebres partidos de pelota que habia a cada paso entre vascongados y bayoneses. Yo elegi el ultimo punto por la comodidad con que entonces se hacia el viaje; pues habia un _paquete_ quincenal entre aquel puerto y este; un quechemarin que se ponia junto a la botica del doctor Cuesta.... ?Se admira usted? Es que entonces ni existia la plaza de la Verdura, ni en su existencia se pensaba, porque llegaba la marea muy cerca del Arco de la Reina. Pues, senor, tome pasaje en el quechemarin, cuyo capitan era conocido de mi padre; y en la confianza de que tardariamos dia y medio en llegar, como era costumbre del barco, segun decian, y por eso se llamaba el _Rapido_, hicimonos a la mar. Pero dio en soplar un vientecillo del Nordeste apenas montamos el cabo Quejo, que nos echo sobre Llanes cuando pensabamos alcanzar a Portugalete. Alli se armo un zipizape del Noroeste con tal cerrazon y tales celliscas, que al cuarto dia amanecimos mar adentro y sin ver una pizca de tierra. El capitan, segun entonces nos confeso, nunca habia navegado mas que por la costa de Vizcaya, ni conocia la altura en que nos hallabamos, ni, lo que era peor, el modo de averiguarlo: asi fue que, encomendandonos a Dios, pusimos la popa al viento, trincamos el timon, y a los siete dias de tormenta nos colamos de noche en un boquete que al capitan se le antojo Santona; mas al preguntar, cuando amanecio, al patron de un patache que teniamos al costado, en donde nos hallabamos, supimos que en Castropol. Para abreviar, amigo mio: a los diez y siete dias de nuestra salida de Santander volvimos a fondear en las Atarazanas, despues de habernos equivocado en todos los puertos de la costa, y sin poder tropezar con el que ibamos buscando. A mi familia, que en todo ese tiempo no tuvo noticias mias, figurese usted que entranas se le habrian puesto: por lo que hace a mi padre, juro que en su vida me volveria a separar de su lado, y asi sucedio.--Ahora comprendera usted por que abandone la carrera. Veinticinco anos habia cumplido cuando entre en una de las pocas casas de comercio que habia en Santander, con animo de instruirme en el ramo para poder bandearme despues por mi cuenta. iQue vida aquella, cuan diferente de la de ustedes ... y que placentera, sin embargo! Y eso que no teniamos bailes de campo en el verano, ni fondas en el Sardinero, ni trenes de recreo, como ahora. No hablemos de los dias de labor, porque en estos se daba por muy contento el que de nosotros sacaba permiso para ayudar una misa en Consolacion o para cantar un responso con los Padres de San Francisco; pero llegaba el domingo, ivalgame Dios!, y ya no nos cabia en el pueblo tan pronto como se acababa el Rosario de la Orden Tercera, durante el que (Dios me lo perdone) nunca faltaba un ratoncito que soltar entre los devotos, o alguna divisa que poner en la coleta de algun currutaco. ?Ve usted esas casas primeras de la Cuesta del Hospital? Pues en su lugar habia un prado que cogia parte de la plaza de San Francisco. Alli jugabamos al _jito_, y a la _catona_, hasta sudar la gota de medio adarme; tambien jugabamos a las _guerrillas_ y al _rodrigon_, juegos muy en uso entonces que los habia traido un salmista de Cervatos, emigrado por cierto pique que tuvo con un prebendado de aquella Colegial. Otras veces nos ibamos a echar cometas al Molino de Viento, o a chichonar grilleras a los prados de Vinas, segun las estaciones del ano, o a saltar las huertas de San Jose, que a todo haciamos, como jovenes que eramos.... Yo, sobre todo, con este genio tan francote y acomodado que Dios me dio, gozaba con todo mi corazon. Tenia dos amigos en la calle de San Francisco que parecian nacidos para mi. El uno tocaba el pifano y el otro el rabel, entrambos de aficion; pero ique tocar!... Yo tambien era aficionadillo a la musica, y punteaba en la guitarra un baile estirio y dos minuetes. Pues, senor, nos poniamos los tres al anochecer de los domingos del verano, despues de nuestra partida de _jito_, a la puerta del balcon, y dale que le das a los instrumentos, llegabamos a reunir en la calle una romeria. Personas de todas edades y condiciones, cuanta gente volvia de pasear o de la novena, se plantaba al pie del balcon hasta que nosotros nos retirabamos.... Y vea usted, que demonio: en cuanto llego a hacerse de moda en aquella calle la reunion del pueblo, nos prohibio tocar el senor Corregidor. Yo no se que se corria entonces por la ciudad sobre francmasoneria. La guerra del frances habia dejado a las gentes muy recelosas y asombradizas, y la nota de _afrancesado_ todavia quitaba el sueno a mas de cuatro espanoles. Lo cierto es que por entonces comenzaron a gastar los elegantes el _peque_ sobre el _sortut_, y las madamitas la _escofieta_ con sus _airones_ de a media vara; tambien se introdujeron en la mesa la sopa a la _ubada_, el principio de _pulpiton_ y el postre de _compota_, que de alli data el que ustedes usan...; en fin, que las senas eran fatales; que se temia una logia a cada vuelta de esquina, y que creimos muy natural la prohibicion del senor Corregidor, que temblaba, como el nos dijo, toda reunion que pasara de tres individuos. III --Pues, senor, volviendo al asunto, y en la imposibilidad de referir punto por punto toda la historia de mi juventud, porque no acabariamos hoy, le dire a usted que a los cinco anos de mi practica de comerciante, habiendo conocido perfectamente el manejo de los negocios y a una joven vecina de mi principal, monte de cuenta propia un establecimiento de generos de refino, y me case el dia mismo en que cumplia treinta y un anos; cosa que me costo mis trabajillos, porque los once meses de Salamanca me habian procurado una reputacion de calavera de todos los demonios.--Casado ya, mi vida tomo un giro enteramente diverso del de hasta entonces. Desde luego fui nombrado sindico del gremio de zapateros, procurador municipal de dos pueblos agregados a este ayuntamiento, vocal perpetuo de una junta de parroquia, tesorero de la Milicia Cristiana y asesor jurado de una comision calificadora para los delitos de sospecha de traicion a la causa del Rey. Con todos estos cargos me puse en roce con las personas mas importantes de la ciudad y me dieron entrada en _palacio_, que era todo mi anhelo ya mucho tiempo hacia, porque Su Ilustrisima era hombre de gran eco entre las gentonas de Madrid, y lo que por su conducto se averiguaba en Santander, no habia que preguntar si era el Evangelio. Tenia Su Ilustrisima tertulia diaria de ocho a nueve de la noche, y la formabamos un medico muy famoso por sus chistes, que hablaba latin _como agua_; el P. Prior de San Francisco, hombre sentencioso y de gran consejo; un abogado del Rey, caballero de Carlos III; mi humildisima persona, y un Intendente de rentas, hombre de bien, si los habia, temeroso de Dios como ninguno, servicial y placentero que no habia mas que pedir.... Por cierto que murio anos despues en Cadiz, de una disenteria cuando el sitio del frances. Estas eran las personas constantes alrededor de Su Ilustrisima; ademas habia otras muchas que alternaban cuando les parecia oportuno. --Para que usted se forme una idea del caracter del bendito senor Intendente, voy a referirle un suceso digno, por otra parte, de que se imprimiese en letras de oro. Presentose una noche en la tertulia algo mas tarde de lo acostumbrado y con aire de hondo disgusto en su fisonomia. Tratamos de averiguar la causa, y despues de mil ruegos, hasta del senor Obispo que le queria mucho, pudimos arrancarle estas palabras:--"Senores, tenemos comediantes en la ciudad"; palabras que hicieron en la tertulia una impresion desagradabilisima, porque faltaban diez y siete dias para la cuaresma, y el pueblo, con la guerra y con las ideas locas que se iban apoderando de la gente, mas que comedias necesitaba sermones. Pues, senor, tratose seriamente sobre el particular, y se autorizo al fin al Intendente para que el lo arreglara a su antojo. Y, efectivamente, al otro dia se presento al director de la compania, que ya habia arrendado una bodega en la calle de las Naranjas, diciendole que era preciso que a todo trance saliese de Santander.--El pobre hombre se quedo hecho una estatua al oir la proposicion.--"Senor, le dijo, mire V.S. que vengo desde mas alla de Becerrilejo; que traigo ocho de familia y cuatro caballerias para ellos y para los equipajes; que he pagado adelantado el alquiler de la bodega, y he gastado mucho en colocar la tramoya que V.S. esta viendo. Si me marcho sin dar media docena de funciones, me pierdo para toda la vida.--?Cuanto pueden valerle a usted las seis funciones?, le pregunto el Intendente.--Yo cuento, senor, con que no baje de quinientos reales despues de pagar la bodega, las luces y los dos tamborileros que han de tocar durante los intermedios.--Pues ahi van mil, contesto el bendito senor, dandole un cartucho de monedas que ya llevaba preparado al efecto; pero es preciso que ahora mismo desaloje usted el local, y sin perder un solo minuto salga con su gente de Santander." El comediante vio el cielo abierto, hizo lo que deseaba el Intendente, y, sin salir este de la bodega, se desarmo la tramoya, se cargaron las caballerias, montaron los comediantes ... y nadie volvio a acordarse de ellos. ?Pero usted cree que cuando el Intendente, lleno de jubilo, entro por la noche en la tertulia, hallabamos medio de hacerle tomar la parte que nos correspondia de los mil reales? iQue si quieres! Fue preciso que Su Ilustrisima se lo suplicara con mucho empeno.--"He hecho una obra buena, decia; ?que mejor aplicacion he podido dar a esa parte del caudal que el Senor me ha confiado?..." Le digo a usted que era todo un bendito de Dios el senor Intendente. Reime de veras con el sucedido de los comediantes. --?Es posible--dije a don Pelegrin--que tal idea se tuviese entre ustedes del teatro?; ?que asi le tomasen como foco de desmoralizacion? --?Y que le dire yo a usted?--me contesto:--entre nosotros no faltaba quien dijera, como ustedes hoy, que era, mas que escuela de vicios, catedra de moralidad; pero, sin embargo, yo opinaba mejor (y cuidado que no soy fanatico) con el padre Prior que decia, cuando de ello le hablaban: "Podran los devotos del teatro asistir a el como a una catedra de virtudes; pero lo cierto es que en ninguna parte se predica mas moral y mas clara que en el pulpito, y si se pusiera la entrada a dos cuartos, tal vez ni los monaguillos nos escucharan." De todos modos, el pueblo no echaba en falta esos pasatiempos: ?a que empenarnos en darselos cuando, por lo menos, le habian de crear una nueva necesidad? --Segun ese sistema--repuse,--aun estariamos como el indio Caupolican. Sepa usted, don Pelegrin, que es un deber para el nombre adoptar todo aquello que puede dar ensanche a su inteligencia. Los progresos materiales.... --Ya parecio el peine--me interrumpio con cierto despecho;--icomo si hasta que ustedes vinieron al mundo no supiera el hombre lo que era dignidad! --No se ofenda usted, don Pelegrin, y oigame con calma. En todos tiempos y en todas epocas ha habido hombres ilustres: no hago al talento ni a la dignidad patrimonio de nuestros dias; pero ?a que en los suyos echaban esos mismos hombres muchas cosas de menos?; ?a que hallaban un vacio en la sociedad, como si adivinaran algo de la gran revolucion que muy pronto iba a operarse en las costumbres? Usted mismo.... --iQue vacio ni que calabaza!--exclamo mi viejo amigo, verdaderamente sulfurado, y con unos ademanes que no me dejaban duda de que habia cometido una torpeza en tocarle este resorte, precisamente cuando necesitaba e iba yo a saber grandes cosas de la tertulia de Su Ilustrisima.--Lastima--continuo--me causan ustedes cuando les oigo hablar de esa manera. Ustedes, ustedes son, por el contrario, los que desean siempre _algo_, y este algo es precisamente lo que nosotros teniamos de sobra: la paz del espiritu. Ustedes tienen la sensibilidad encallecida, expuesta al roce de todos los sucesos del siglo en su atropellada marcha; el alma rendida de vagar por un espacio enmaranado y de atmosfera pestilente, y las ideas revolviendose en una orbita insegura y desequilibrada, que no les permite encarinarse con un objeto sin que otro nuevo venga a borrar su huella. Nosotros, merced a lo que hoy se llama ignorancia, teniamos las afecciones mas limitadas, y con la sensibilidad casi virgen, nos preocupaba el suceso mas comun en la vida de ustedes; nuestras ilusiones eran pequenas, es cierto, pero fuertes, y, sobre todo, consoladoras. Nosotros, por lo mismo que ambicionabamos poco, nos satisfaciamos al instante; pero ustedes, cuya ambicion no conoce limites, no se satisfaran jamas. Yo, unicamente, que he pasado por las dos epocas, comprendo cuanta verdad encierra lo que le estoy diciendo: para que usted lo comprendiera del mismo modo, seria preciso que tocase y palpase aquello cuyo recuerdo le merece tan desdenosa compasion; es decir, que junto a este Santander de cuarenta mil almas, con su ferrocarril, con sus monumentales muelles, con su ostentoso caserio, con sus cafes, casinos, paseos, salones, periodicos, fondas y bazares de modas, surgiese de pronto la vieja colonia de pescadores, con sus diez mil habitantes y seis casas de comercio provistas de Castilla por medio de recuas, o de _carros de violin_; la vieja Santander sin muelles, sin teatro, sin paseos, sin otro periodico propio o extrano que la _Gaceta_ del Gobierno, recibida cada tres dias. Era preciso que usted pudiese apreciar vivos estos dos cuadros para que no dudase sobre cual de ellos cernia mas el tedio sus negras alas, y que generacion vivia mas tranquila y mas risuena, si la que se cubre con el oropel de la moderna sabiduria, o la cobijada bajo los harapos de nuestra vieja ignorancia. Seguro estoy de que no serian mis contemporaneos los que en esta exposicion presentasen mas arrugas en el alma. Por lo demas, amigo mio, pobres teniamos y pobres tienen ustedes; ricos avaros existian junto a ellos, y ricos insaciables existen. Es verdad que a nuestros pobres envilecian los mismos privilegios que hacian odiosos a los ricos; pero ustedes, quemando con la luz que han dado a los primeros las prerrogativas de los segundos y dejando las fortunas como estaban, han hecho pobres orgullosos, y ricos que a ciencia y conciencia son sordos a la voz del infortunio, y ciegos al aspecto de la miseria.... iLuces, ilustracion!...; todo estaria bien si a su claridad hallase pan el hambriento y abrigo el que tirita de frio; pero, desgraciadamente, la tan decantada luz solo sirve para hacer mas patentes la miseria y la opulencia, y mas insoportable para el pobre este eterno contraste.... Si esto es una preocupacion mia, que lo diga la historia politica y social de Europa de algunos anos a esta parte. El mismo tiempo hace que le dijeron al hombre desheredado de la fortuna: "no tienes oro, pero tienes derechos que conquistar, que al fin te valdran oro"; y desde entonces se esta rompiendo el bautismo en las calles, detras de las barricadas, para que se los arrebate el mismo que le provoca a la lucha; para no dejar de ver, ni por un solo instante en la sociedad, junto a uno que se muere de hambre, otro que revienta de harto. ?Que es esto, amigo mio? Pues todo ello ya lo teniamos nosotros sin tanta musica ni tanto cacareo de dignidad y de derechos; y aun teniamos mas, porque con la misma desigualdad de fortunas, habia buena fe en los de arriba y resignacion en los de abajo. Resultado: que habia paz en los pueblos, alegria en los hogares, y grandes virtudes en el corazon. Ahora, si estas menudencias no valen nada para ustedes, la cuestion cambia de aspecto; y si el destino del hombre sobre la tierra es otro que hacer risueno y apacible el grupo de una familia cobijada al calor del hogar domestico, confieso sin repugnancia que nuestras patriarcales costumbres fueron un borron que mancho a la humanidad en los tiempos del llamado obscurantismo. Aqui don Pelegrin se limpio los labios con su panuelo, arreglo la capa sobre las rodillas, saco la caja de rape y tomo un polvo con marcial desenfado. En vano le llame al orden y le rogue que continuase hablandome de la tertulia de Su Ilustrisima: le habia tocado su cuerda mas sensible, y, como siempre, se engolfo entre sus rancias memorias: no halle medio de dirigirle una pregunta sin obtener por respuesta parrafadas como la anterior. En vista de ello, supuse una ocupacion urgente, despedime de el y sali del cafe, haciendo que me reia de sus lucubraciones, o, lo que es lo mismo, comentando la sesion en terminos iguales o parecidos a los que han servido de introduccion a este bosquejo. EL RAQUERO I Antes que la moderna civilizacion en forma de locomotora asomara las narices a la puerta de esta capital; cuando el alipedo genio de la plaza, acostumbrado a vivir, como la pendola de un relo, entre dos puntos fijos, perdia el tino sacandole de una carreta de bueyes o de la bodega de un buque mercante; cuando su enlace con las artes y la industria le parecia una utopia, y un sueno el poder que algunos le atribuian de llevar la vida, el movimiento y la riqueza a un paramo desierto y miserable; cuando, desconociendo los tesoros que germinaban bajo su esteril caduceo, los cotizaba con dinero encima, sin reparar que sutiles zahories los atisbaban desde extranas naciones, y que mas tarde los habian de explotar con tan pinguee resultado, que con sus residuos habia de enriquecerse el; cuando miraba con incredula sonrisa arrojar pedruscos al fondo de la bahia; cuando, en fin, la aglomeracion de estos pedruscos aun no habia llegado a la superficie, ni el advertido que se trataba de improvisar un pueblo grande, bello y rico, el Muelle de las Naos, o como decia y sigue diciendo el vulgo, el _Muelle Anaos_, era una region de la que se hablaba en el centro de Santander como de Fernando Poo o del Cabo de Hornos. Confinado a un extremo de la poblacion y sin objeto ya para las faenas diarias del comercio, era el basurero, digamoslo asi, del Muelle nuevo y el cementerio de sus despojos. Muchos de mis lectores se acordaran, como yo me acuerdo, de su negro y desigual pavimento, de sus edificios que se reducian a cuatro o cinco fraguas mezquinas y algunas desvencijadas barracas que servian de depositos de alquitran y brea; de sus montones de escombros, anclotes, mastiles, maderas de todas especies y jarcia vieja; y, por ultimo, de los seres que respiraban constantemente su atmosfera pegajosa y denegrida siempre con el humo de las carenas. De nada de esto se habran olvidado, porque el Muelle de las Naos, efecto de su liberrimo gobierno, ha sido siempre, para los hijos de Santander, el teatro de sus proezas infantiles. Alli _se corria_ la catedra; alli se verificaban nuestros desafios a _trompada suelta_; alli nos familiarizabamos con los peligros de la mar; alli se desgarraban nuestros vestidos; alli quedaba nuestra ronosa moneda, despues de jugarla al _palmo_ o a la _rayuela_; alli, en una palabra, nos entregabamos de lleno a las exigencias de la edad, pues el baston del polizonte nunca paso de la esquina de la Pescaderia; y no se, en verdad, si porque los vigilantes juzgaban el territorio hecho una balsa de aceite, o porque, a fuer de prudentes, huian de el. Esta razon es la mas probable; y no porque nosotros fueramos tan bravos que osaramos prender a la justicia: es que sobre esta y sobre nosotros mismos, medio aclimatados ya a aquella temperatura, estaba el verdadero senor del territorio haciendo siempre de las suyas; el que intervenia en todos nuestros juegos como socio _industrial_; el que pagaba, si perdia, con el credito que nadie le prestaba, pero que, por de pronto, ganaba cuanto jugabamos; el que con solo un silbido hacia surgir detras de cada monton de escombros media docena de los suyos, dispuestos a emprenderla con el mismo Goliat; el que era tan indispensable al Muelle de las Naos como las ranas a los pantanos, como a las ruinas las lagartijas; EL RAQUERO, en fin. Este era el terror de los guindillas, el aluvion de nuestras fiestas, la rana de aquellos pantanos, la lagartija de aquellos escombros; el original del retrato que con permiso de ustedes, voy a intentar con mejor animo que colorido. La palabra _raquero_ viene del verbo _raquear_; y este, a su vez, aunque con energica protesta de mi tipo, del latino _rapio, is_, que significa _tomar lo ajeno contra la voluntad de su dueno._ Yo soy de la opinion del raquero: su destino, como escobon de barrendero, es apropiarse cuanto no tenga dueno conocido: si alguna vez se extralimita hasta lo dudoso, o se apropia lo del vecino, razones habra que le disculpen; y sobre todo, una golondrina no hace verano. El raquero de pura raza nace, precisamente, en la calle Alta o en la de la Mar. Su vida es tan escasa de interes como la de cualquier otro ser, hasta que sabe correr como una ardilla: entonces deja el materno hogar por el Muelle de las Naos, y el nombre de pila por el grafico mote con que le confirman sus companeros; mote que, fundado en algun hecho culminante de su vida, tiene que adoptar a punetazos, si a logicos argumentos se resisten. Lo mismo hicieron sus padres y los vecinos de sus padres. En aquellos barrios todos son paganos, a juzgar por los santos de sus nombres. II _Cafetera_, para servir a ustedes, era el de mi personaje. _Cafetera_, en el diccionario callealtero, es sinonimo de borrachera, una de las cuales tomo aquel, cuando apenas sabia andar, a caballo sobre una pipa de aguardiente, de cuyas entranas extrajo el liquido con una paja. Cafetera nacio en la calle Alta, del legitimo matrimonio del tio _Magano_ y de la tia _Carpa_, pescador el uno y sardinera la otra. Ya ustedes ven que, para raquero, no podia tener mas blasonada ejecutoria. Su infancia rodo tranquila por todos los escalones, portales y basureros de la vecindad. No hay contusion, descalabro ni tizne que su cuerpo no conociera practicamente; pero jamas en el hicieron mella el sarampion, la alfombrilla, la grippe, la escarlata ni cuantas plagas afligen a la culta infantil humanidad. Solamente la sarna y las viruelas pudieron vencer aquel pellejo: con la primera perdio la mitad de los cabellos; con las segundas gano los innumeros relieves de su cara. Pero asi y todo, le querian en su casa; tanto, que no habia cumplido cuatro anos cuando la tia Carpa le metio, de medio cuerpo abajo, en una pernera de los calzones viejos de su padre, dadiva que, anadida a una camisa que, tambien de desecho, le regalo su padrino el tio _Rebenque_, llego a formar un traje de lo mas vistoso, y a ser la envidia de sus pequenos camaradas, condenados a arrastrar su desnuda piel por los suelos, mientras su industria no les proporcionase mas lujosa vestimenta. Siete anos contaria, cuando su madre, conociendo por la chispa de que ya se hizo mencion y por otras proezas analogas, que era apto para las fatigas del mundo, comenzo a darle los tres mendrugos diarios de pan envueltos en soplamocos y puntapies. Cafetera, que no era lerdo, comprendio al punto hasta donde alcanzaba su privanza y lo que podia esperar de sus dioses lares; y como, por otra parte, sus liberrimos instintos se le habian revelado diferentes veces hablando con sus companeros sobre la vida raqueril, se decidio por el _arte_ en el cual hizo su estreno pocos meses despues del ultimo mendrugo, que le aplasto la nariz para nunca mas enderezarsele. Era un dia en que el tio Magano andaba a la mar, y la tia Carpa a vender un carpancho de sardinas. Cafetera estaba solo en casa, sentado sobre un arcon viejo, unico mueble de ella, no contando el catre matrimonial, rascandose la cabeza como aquel que acaricia una idea de gran transcendencia, y murmurando algunas palabras, no todas evangelicas, las mas de un colorido asaz rabioso. Despues de un largo rato asi invertido, alzose de su asiento, corrio la tapadera del mismo y saco media _basallona y_ un arenque, provisiones hechas por su madre para toda la semana y que el dividio en dos partes iguales. Comiose la primera, y guardo la segunda en el pecho de su camisa de bayeta verde. En seguida dio un par de chupadas a una punta que hallo pegada a la testera del catre, mientras se amarraba con una escota los enciclopedicos calzones a la cintura; oculto sus grenas bajo la cuspide de un gorro catalan; y, por ultimo, lanzose calle abajo en busca de aventuras, osado el continente, alegre la mirada, y tan lleno de jubilo como pudiera estarlo, en un caso muy parecido, el famoso manchego, si bien, a la inversa de este, no se le daba una higa porque la posteridad recordase o no que ya el rubicundo Apolo extendia sus dorados cabellos por la faz de la anchurosa tierra, cuando el, perdiendo de vista su casa, comenzo a respirar los corrompidos aires de la Darsena. Llegado al gran teatro de sus futuras operaciones, su primer cuidado fue buscar a la gente de su calana, a fin de orientarse mejor. No tardaron en aparecersele media docena de raqueros que, por unica bienvenida, le sacudieron tal descarga de coquetazos y de _pinas_, que el pobre quedo tendido en el suelo, aunque sin extranarse de semejante acogida, como no se extrana un novel academico, al ingresar en el seno de la corporacion, del consabido elocuentisimo discurso que le dedican los veteranos. Pasada la cachetina y solo Cafetera, limpio con el gorro sus lagrimas de coraje, y con la flema de un ingles recien llegado comenzo a reconocer el terreno que pisaba. Aburrido de pasear el Muelle en todas direcciones sin fruto alguno, encendio en un tizon de una carena una colilla que hallo al paso, y se sento a mirar como trabajaban los calafates. Cuando noto que estos le habian vuelto la espalda y que la estopa y las herramientas andaban al alcance de sus manos, virgen de toda nocion de fueros de pertenencia, creyo lo mas natural del mundo trasladar al insondable pecho de su camisa algunas libras de canamo y un escoplo; hecho lo cual, por consejo de su prudencia levantose con sigilo e hizo rumbo al polo opuesto. Pensando estaba en lo que haria con el hallazgo, cuando topo con la misma gente que poco antes le habia zurrado la badana: no hay necesidad de decir que el novel raquero, a la vista del enemigo, se preparo a virar en redondo; pero no le sirvio la maniobra. El jefe de los otros, pillastre de patente, con mas asomos de bozo que de vergueenza y que se llamaba _Pipa_, sacando por algunos hilos que se escapaban de la camisa del primero la madeja que ocultaba, cortole sus vuelos, y echando la zarpa al bulto, dijo, guinando el ojo a los suyos: --Arria en banda, Cafetera. Este, viendose abordado de tal manera, aunque sin esperanza de salvacion, trato de defenderse a mordiscos y patadas. --?Por que tengo de arriar?--gimio, apretando los dientes. --iArria, te digo! --iQue no me sale, vamos! --iAtizale, Pipa!--le decian los otros. Pero Pipa estaba por seguir, antes de la violencia, los tramites pacificos. --?Quien te dio esa estopa? --Lo he trincao--contesto Cafetera con acento sublime. iMagica palabra! Con ella dio el neofito, sin sospecharlo, una idea de su capacidad futura. Aquella cabeza chata, crespa y enmaranada, se habia engrandecido a los ojos de la patulea con la aureola del genio; el chico prometia mucho. Pipa, que no se parecia en nada a las eminencias de nuestra esclarecida sociedad, lejos de sofocar aquella naciente inteligencia, solto la presa que tenia agarrada y se dispuso, despues de mirar a los suyos, a prestarle toda la influencia de su posicion. --Sigueme--le dijo con ademan solemne. --?Aonde? --A pulir la estopa. ?Tienes mas? --iTengo un escoplo, de misto! --iAprieta!... iViva Cafetera!--exclamo el jefe, echando a correr hacia San Felipe. --iViva!--contestaron los demas, siguiendole y llevandose en medio al protegido. Por un callejon que entonces era intransitable por lo pendiente, y hoy es inaccesible porque forma angulo recto con la boveda celeste, echaron nuestros personajes a paso de carga, y no se detuvieron hasta llegar a una pequena barraca, incrustada entre un murallon de San Felipe y otro del Cristo de la Catedral, en cuyo estrecho recinto se veian amontonados diversidad de objetos, clasificados con la mayor escrupulosidad, y todos de la especie de los que ya Pipa habia recibido de manos del neofito. Alli, desde tiempo inmemorial, afluian los raqueriles productos de todo el pueblo, que, aunque singularmente valian cortisimas cantidades, llegaron, segun es fama, a formar, en cuerpo colectivo, un decente capital al humilde mercader que, ocultando su mustia fisonomia bajo una gorra de pieles, y detras de unas gafas como dos ruedas de polea, tenia fuerza de voluntad o codicia bastante para luchar de sol a sol con tan notabilisima parroquia. Clasificando estaba unas chapas de cobre, cuando asomo Pipa la cabeza dentro de la tienda. --?Que traes tu, pillete?--le interrogo, mirandole por encima de las gafas. --Esto--contesto laconicamente Pipa, depositando el genero sobre una mesa. El mercader de estopas y de cobre lo miro un instante como para evaluarlo, y saco del bolsillo, con mano torpe y perezosa, media peseta que dio al raquero. --?No echa mas usted?--dijo este contemplando la moneda. --Nada mas. --iAy, que contra!... iPues si el escoplo solo vale medio chule! --?Si?--gruno el comprador;--ipues descuidate y veras si te llevo al Capitan del puerto, tunante! Pipa comprendio que mas valia callar que comparecer ante tan encopetado personaje. Asi es que tomo la moneda, enseno la lengua al de las gafas ... y, a ser tan buen negociante como raquero, hubiera podido comprender, a la sola consideracion del contrato que acababa de hacer, que, sabiendo comprar, hasta la estopa, bien exprimida, arroja productos de oro. Pero ni el nene habia sonado jamas con la piedra filosofal, ni reparaba en los rendimientos de sus empresas cuando maldito el capital arriesgaba en ellas. Por eso salio muy ufano a la calle, reunio a los suyos, contolos uno a uno, miro a Cafetera con un poquillo de ternura, y con otra sena muy expresiva los arrastro a todos a la taberna de enfrente, en la que entro gritando: --iSeis tazas de cafe y seis copas de anisao! Cuando los granujas trasegaron a sus estomagos, en dos sorbos, las pocimas infames que les sirvio el tabernero, pago Pipa el gasto con la media peseta, mas un cuarto que saco de un pliegue de su mugriento gorro, y salieron todos a la calle. En ella formaron circulo, y el capitan, despues de escupir contra la cara del mas inmediato, echo mano a Cafetera y asi le hablo: --Ya sabes, nene, donde se compra cuanto se apanda. Mucho ojo y mucha vela. En un apuro, cuenta con nosotros. Raquear, a barredera, y mejor el cobre que el chicote. Si ves que andan las _chapas_, al vuelo ... y aprieta a correr. Si hay _cane_, orza y arria la mayor...; y avisa cuando haya trigo, que ya sabes como se gasta. Callo Pipa, miro a Cafetera que le escuchaba muy serio, y arrimandole un puntapie por la popa,--iA vivir!--le dijo.--Y se disolvio el corro, marchandose cada quisque por donde quiso. III Bien enterado Cafetera de los azares y estatutos de su nueva profesion, no quiso lanzarse a ella sin prevenirse antes contra las eventualidades. Al efecto, logro colocarse en uno de los botes del servicio publico. Era de su incumbencia achicar el agua; componer estrovos; buscar fletes y cuidar de la embarcacion cuando el botero no estaba presente; todo lo cual le producia un ochavo de cafe para el desayuno, una propina de cuatro o seis cuartos por cada flete si este valia la pena, lecho sobre el panel y una copa de cana de vez en cuando, amen, de algun chicotazo que el patron le sacudia siempre que lo juzgaba oportuno. Fuera del tiempo que esto le llevaba, consagraba el dia al ejercicio de su industria. Esta, en toda su esfera legal, le hacia legitimo dueno de cuanto cobre, estopa, hierro y madera de desperdicio hallara a sus alcances, ya sobre la superficie del Muelle, o revuelto entre el fango de la Darsena. Pero como el Muelle y la Darsena no tienen un limite determinado para la industria raqueril, solia tomar como prolongacion del primero la cubierta de algun buque atracado, llevandose a buena cuenta, si el vigilante se descuidaba, tal cual _menudencia_, como escotas, poleas, etcetera, etc. Con la propia sencilla buena fe, desde el centro de la Darsena se extendia hasta los contornos; y si se forraba algun casco, nunca le faltaba una chapita o clavo de cobre que ocultar en su remendada espuerta. Tal era la parte menos legal de su industria, que, en el poco tiempo que la ejercio, expuso su individual independencia a mil y un riesgos apuradillos. Por lo demas, lo pasaba en grande. No se pegaba de trompadas con los suyos mas de tres veces al dia; su madre no lograba echarle la vista encima arriba de una por semana, y para eso habia de cogerle durmiendo; de modo que sus siniestros de muelas, orejas y cabellos, por temporal materno, aunque pocos y buenos, aun le prometian pellejo sano para muchos anos. Alguna vez, entre otras, hacia sus correrias hasta el interior del pueblo, porque al raquero tambien le gusta el contacto de la civilizacion, por si algo se le pega; pero como esta suele andar muy precavida, y, por otra parte, sus raqueables materias no son del mayor aprecio en la oficina del comprador de hierro viejo, Cafetera frecuentaba poco este trato, y casi siempre tenia que huir de el a una de ... raquero, acosado por las estantiguas del municipio. Tambien se le ocurrio, como hijo que era de matriculado y marisco por los cuatro vientos, solicitar, a ejemplo de muchos de sus companeros, un puesto y quinon correspondiente en una lancha pescadora; pero esto le ocuparia demasiado. Tendria que esperarla todas las noches, limpiarla y vigilarla todo el ano y _desenmallar_ sardina en el verano. Precisamente su resistencia a este empleo era lo que mas provocaba la ira de la tia Carpa, que proyectaba sacar un buen pescador de su hijo, a quien, _velis nolis_, habia ya matriculado, y, por ende, sujetado a las ordenanzas de la Comandancia de Marina. Semejante idea preocupaba mucho a Cafetera, quien, como todos los de su laya, no concebia que ningun tribunal del reino alcanzase hasta el Muelle de las Naos con su vara, al paso que no podia recordar sentado y con paciencia la cara del Capitan del puerto. La carcel publica es para ellos un bulto mas en la poblacion pero los rebenques y los chicotes de a bordo, iira de Dios!, cosas son que les hacen temblar y no de frio. Hubierale a el dejado libre de toda persecucion el cabo de mar, y a fe que en poco tiempo, burlando la vigilancia de lo terrestre, se _embarba_, como el decia, de raqueo; y hasta comprado hubiera el almacen de hierro viejo, maximun de las fortunas, segun se creia en el Muelle de las Naos. Pero como no sucedia asi, los meses corrian y hasta los anos, y Cafetera, lejos de llegar a capitalista, perdio los ultimos pingajos de su vestido, ganando en cambio muchas nociones de baraja y no pocos titulos de borracho sobre el que ya tenia bien merecido. Entonces comenzo a mirar con desaliento la mezquindad de la Darsena, y la penuria de su explotacion legal. Sucediale algo de lo que al jugador que, acostumbrado a poner grandes cantidades a una carta, mira con aversion el corto salario que en la sociedad le proporciona el ejercicio de su profesion. En fuerza de meditar sobre su situacion concluyo por tirar su cesto a la mar; y sin otras armas que su ligereza de manos y de pies, se lanzo a lo sublime del arte. De todo habia en su nueva esfera de accion, especialmente de zozobras e inquietudes, dandoselas, y no flojas, la mala _traduccion_ que sus obras hallaban en el almacen de marras, unico punto adonde el se atrevia a llevarlas, porque en la poblacion del centro seguro estaba el de que no pasaban. Todo, sin embargo, iba hallando colocacion detras de los montones de estopa del almacen, aunque a muy bajo precio por ser genero de _mala venta_; pero no pudo haberla para el objeto de la ultima campana de Cafetera. Esto traia volado al raquero, que no sabia como deshacerse de el; pues ni regalarle queria, ni tirarle al mar, sin indemnizarse de los peligros que corrio al trincarle en la camara de popa de un buque de gran porte. El obstaculo que oponia a su compra el comerciante, era, aunque no se lo decia al raquero, el nombre del buque y el de su armador, diestramente esculpidos en la parte mas integrante del aparato; nombres que no podian borrarse sin exponer la estructura de este, ni darse al publico sin grave riesgo de los haberes y libertad del mercader. Largos dias paso Cafetera meditando sobre el asunto; y ya casi olvidado de el estaba una manana en que habia _libado_ bastante, sentado sobre un guardacanton, fumando una colilla, a caza de fletes para el bote y en espera de sus amigos para jugar al cane. Mucha gente habia pasado sin contestar al "?quiere un bote?" con que el raquero interpelaba a todo el mundo, cuando aparecio en escena un senor que, segun dijo el pillastre, traia _cara de flete_. --Uste, ?quiere un bote pa dir a bordo?--le dijo, como tenia por costumbre, asi que le tuvo a su lado. El senor, contra las presunciones del granuja, paso de largo, echandole a la cara una bocanada de humo de su grueso cigarro. Cafetera lo trago con ansiedad, y retirando de los labios su colilla, se fue detras del puro. --?Me da la punta uste? Choco al interrogado la desvergueenza del raquero. Mirole muy detenidamente, y --?Quien eres tu, chicuelo?--le pregunto. --Yo soy ... Cafetera. --?De donde eres? --De la calle Alta. --Y tu padre, ?como se llama? --El tio Magano. --Pero ?cual es tu nombre de pila? --?De que pila, uste? --De la de bautismo, animal. --Otra, ?que se yo?... ?Me da la punta! --?Conque tu fumas, eh? --iAy, que contra!...; ?quiere ver como las _tapo_? Y diciendo y haciendo, trago dos chupadas de su colilla, arrojando despues el humo por boca y narices con la abundancia y facilidad de una chimenea de vapor. El senor desconocido le miraba cada vez con mayor curiosidad. --Y ?a que te dedicas tu? --A cuidar el bote del tio Bandiate. --?Y nada mas? --Tambien soy raquero. --iHola, hola! ?Y que tal el oficio? --iQuia, senor; si no sale para cafe!... ?Me da dos cuartos? --Veremos si los mereces.... Dime antes lo que raqueas. --iComo no raquee! iSi andan mas listos a bordo!... --Pero alguna vez ya se descuidaran. --Quia, no senor. Ayer trinquemos, entre Pipa, Michero y yo, como tres libras de cobre; y pa eso, de poco nos guipan. --?En donde lo trincasteis?--insistio el senor con mas interes que nunca, dando dos cuartos al raquero. --Pos en esa freata que estan aforrando en el paredon--contesto Cafetera con la mayor sencillez, guardandose los cuartos en el faldon de la camisa y escupiendo por el colmillo. Para evitar tiempo, papel y paciencia, diremos que en fuerza de acosar y prometer el uno, acabo el otro por ir largando trapo, hasta que del ultimo remiendo de los calzones saco un magnifico cronometro de bolsillo, alhaja que, sin conocerla, le habia dado tanto que discurrir. A su vista, el buen senor quedose haciendo cruces y bendiciendo a la Providencia en sus adentros. Despues de prometer a Cafetera la compra como este decia, del _estrumento_, mandole que le siguiera para entregarle el dinero, lo cual hizo al punto lleno de jubilo el incauto raquero, sin sospechar lo que le habia de suceder, cosa que le hubiera sido muy facil al ser tan diestro conocedor de los atributos de un comisario de policia como de la verdasca de un cabo de mar. Grande fue la sorpresa del pilluelo cuando, siempre al lado del presunto comprador, llegaron a detenerse en la Capitania del puerto. Alli fueron los sobresaltos y congojas; tanto que, a no estar muy listo el grave senor de las borlas, se queda sin su presa, que ya andaba en trazas de escurrir el bulto. Entregado este y el cronometro a la autoridad, declaro Cafetera, llamose a Pipa y a Michero, cantaron todos de plano, y fueron al punto conducidos a la carcel, de donde despues de algunos meses de reclusion, salieron ... a tirar del _Bombo_ de la Carraca. Alli estuvieron tres anos agarrados a la maroma, hasta que, satisfechos sus jueces y la vindicta publica, los mandaron de retorno a su pais con algunos vicios de mas y mucha vergueenza de menos. Su primer pensamiento al pisar el patrio suelo, fue para el Muelle de las Naos; pero no fue poca su sorpresa cuando, en el colocados; comenzaron a examinarle en todas direcciones. La escollera de Maliano, la estacion del ferrocarril, el nuevo empedrado y otras reformas hechas precisamente mientras duro la condena de los pilluelos, era lo que ellos no podian comprender; mas lo que extravio sus razones hasta el extremo de llegar al espanto, fue la aparicion, por la Pena del Cuervo, de un monstruo silbando y arrojando nubes y fuego por la cabeza. No atreviendose a pronunciar una sola palabra, miraronse los tres sobrecogidos cuando notaron que el monstruo se acercaba a paso de gigante. Entonces perdieron la brujula; grito Pipa "iaguanta!" y se dieron a correr pensando que el mundo se acababa. Despues aca, aunque con la llegada de los trenes, a medida que la han visto repetirse, van familiarizandose bastante los raqueros, no ha sido hasta el punto de que estos permanezcan tranquilos en el Muelle de las Naos. Por el contrario, empujados y oprimidos por el potente movimiento que la poblacion ha tomado alli en los ultimos anos, van abandonando el territorio: ya tiene el raquero cien Argos que le contemplan, y no puede pasearse erguido como antes, senor de aquella insula remota. Para concluir, y en pro de este tipo tan popular en Santander, hare una ligera observacion: de vastagos tan carcomidos y tortuosos son muy frecuentes aqui robustos y fructiferos troncos. La historia de este puerto abunda en paginas brillantes debidas a la honradez, pericia y heroismo de nuestros marineros, muchos de los cuales han recorrido en su infancia un sendero tan expuesto y espinoso como el del tipo que acabo de bosquejar. Nuestro comercio tiene pruebas repetidas de lo que digo; y a fe, a fe, que no peco de prodigo con los venerables harapos de tan valientes marinos, al extender los anchos pliegues de su rico manto. LA ROBLA De maldita de Dios la cosa sirvieran los contratos de compraventa, si al tiempo de consumarlos no llevaran mas requisitos que el mutuo convenio de los contratantes y el _ante mi_ del tabelion mas competente del juzgado. Y cuidado, senores legistas, con atribuirme la pretension de poner en duda la legalidad de las formulas que sobre el particular se vengan usando desde la fecha de las Pandectas. iLibreme de ello Dios! Voy separandome del centro _civilizado_ donde la ley se halla en toda su pomposidad, y estoy refiriendome a los incultos moradores del campo, entre los cuales, sin dejar de acatarse el vigente codigo en todo lo que vale, aun se rinde culto reverente a la tradicion, la cual constituye para ellos un derecho tan sagrado como el que mas se funde en cuantas leyes se vengan haciendo desde la fabla de don Alonso el Sabio. Desenganese la previsora jurisprudencia: sin un requisito que les sea peculiar, estos paisanos no dan por terminado ningun negocio, aunque para cumplir con la ley le amortajen en mas testimonios y sellos que hay en un archivo de hipotecas. Pasar un objeto de las manos de Juan a las de Pedro sin cierta solemnidad _sui generis,_ valdria tanto como para la conciencia de un cristiano viejo un buen creyente sin bautizar, simil en que, sin duda alguna se fundaron los _academicos_ de mi lugar para llamar a dicha ceremonia _mojar el asunto_. No vale en el dia de manana, para disfrutar pacificamente la posesion de lo comprado, restregar los hocicos del vendedor con la resellada escritura de legitima pertenencia, que si ante la ley le asegura en la posesion, no es suficiente, sin embargo, para librar al poseedor de un litigio cada semana, en el que, por lo menos, pierda la paciencia, amen de algunos dinerillos que suelen irse en pos, por via de procuracion, asesoramiento y demas adminiculos de que es costumbre proveer a todo aquel que tiene la mala humorada de pesar sus derechos en la prudente balanza de Astrea. No hay, pues, titulo de propiedad que valga, si falta la fe de _bautismo_, el _fiat_ del tabernero mas proximo, LA ROBLA[1], para decirlo de una vez. El origen de esta ceremonia no consta en las cronicas montanesas, porque se pierde en la antigueedad de la aficion de los montaneses al acre mosto riojano[2]. Su definicion precisa tampoco es facil sin que se me olvide algun rasgo grafico de ella; por lo cual juzgo de rigor que nos traslademos adondequiera que se _eche_ una..., y alla nos vamos. Raro es el colono montanes que al poco tiempo de establecido no posea, como producto de sus _aparcerias,_ una pareja apta para las labores del campo, algun novillo _uncidero_, es decir, capaz de ser uncido, o cualquiera otra res vacuna; pero en absoluta propiedad y sin que el arrendador de sus haciendas tenga que intervenir en su venta, cambio o emparejamiento; casos en los cuales el colono, por lo que le va en ello, pone los cinco sentidos y emplea la mayor solemnidad posible. Tras ella va siempre la robla. Luego vamos a una feria. El lugar de ella queda a eleccion del lector, pues, gracias a Dios, abundan aqui como los helechos. Abran ustedes un calendario, y donde topen con su santo, catense una feria. En este dichoso pais, el dia que no es de fiesta tiene mercado; de los restantes del ano, los unos marcan feria, y los otros romeria. Elegido el punto mas cercano, tuvo que ser, por precision, un pequeno bosque de cajigas o de castanos, verde, fresco, frondosisimo, bello como es la naturaleza aqui hasta en su menor detalle. Estamos ya bajo el tupido follaje.... Cierra, lector, los ojos por un momento. ?No te crees transportado, en una serena noche de verano, a la orilla de una inmensa charca, y jurarias que sus ranas, en numero infinito, cantan todas a la vez? Es el sello de nuestras ferias y romerias: el sonido de las _tarranuelas_ de cien y cien bailadores _a lo alto_, al compas de las panderetas que tanen las mejores mozas del lugar. Sigamos.--Sin reparar en el corro de bolos en que acababan de gritar cincuenta bocas a la vez _ieseee!_ al hacer un _emboque_ uno de los jugadores; abriendonos paso a traves de la bateria formada por los pellejos de vino, barriles y cacharros que sobre un carro, debajo y a los lados de el, a la sombra de un castano, son la delicia de los bebedores; echandonos por la derecha para no turbar el sueno pacifico de los jamelgos de un cura y un senor de aldea, que estan amarrados al _cabezon_ del mismo carro, quiza por casualidad, quiza porque los jinetes tomaron este norte como de mejor atractivo para cuando vaya anocheciendo; guardando el cuerpo del fogoso troton de ese jandalo, que atraviesa la feria llevando a las ancas la parienta mas joven e inmediata que encontro en su pueblo cuando volvio de Andalucia, y cuyo chal de amarillo crespon, no menos que su vestido blanco de empinados volantes, forman extrano contraste con su reluciente y pasmada fisonomia; sin responder a las voces de las importunas fruteras, de los _agualojeros_, rosquilleros y otros analogos industriales que nos asedian al paso; sin fijarnos, en fin, en ese maremagnum alegre y estimulante que el cuadro presenta a primera vista, salgamos a aquella brana donde hay un grupo de ocho personas y una pareja de novillos uncidos. Alli va a haber robla. El que esta apoyado sobre sus engalanadas cabezas, hombre que tiene la suya algo mas sucia, calzones de _manga corta_, con un tirante solo, chaqueta al hombro y sombrero de copa alta, mas que medianamente apabullado, es el dueno de la pareja, y conocido y honrado en su pueblo por el nombre de Anton Perales. El otro, mas joven y de mejor traza que este, que pasea alrededor de los novillos examinandolos con gran atencion, es el comprador: llamanle Ogenio Berezo, y es de las inmediaciones. De los que forman el circulo, los cuatro son meros curiosos que, a titulo de conocidos de los primeros, se han aproximado al olor de la robla. La mujer, que come una manzana y tras de cada bocado que le tira se rasca la cabeza por debajo de la _muselina_, es la costilla de Anton Perales. El otro personaje, mas viejo que todos los demas, y que observa el cuadro, taciturno y reflexivo, es convecino del comprador: llamase tio Juan de la Llosa, y asiste, a la sazon, en calidad de perito. Sus titulos al efecto estan en toda regla. Es publico y notorio que en mas de cien sangrias que lleva hechas en el pueblo a los animales de sus vecinos, a la oreja, _al pelo_ y al rabo, que es la mas dificil, no se le ha desgraciado una sola res. Para poner una bizma, o sea un emplasto de trementina y polvos de suelda, no hay otro que se le iguale. Distingue a la legua un colico de un _empanderamiento_, y en las cojeras no confunde el _zapatazo_ con el _babon_; y si no ha curado un solo caso de _solenguano,_ es porque la enfermedad es mortifera, mas no por haber dejado de echar a tiempo, "por la boca abajo" del paciente animal, con el auxilio conductor de una teja, el agua de jabon, aceite y vino blanco bien caliente. Por algo dice el que, si le hubieran _desaminao, albitre_ podia ser; y es la verdad. En cuanto a las condiciones externas del ganado, ahora le veran ustedes. El comprador ha dejado de rondar la pareja, cruzase de brazos y exclama de repente: --Pues, senor, ?a que hemos de decir una cosa por otra? La pareja me gusta. ?Que le parece a uste, tio Juan? Este guarda en un bolsillo del chaleco la punta que mascaba rato hacia, da dos pasos al frente, cargase a la izquierda sobre el garrote, pone la diestra en jarras, cruza las piernas y reflexiona un instante. Entretanto el vendedor se sonrie con cierta malicia, su mujer menudea los mordiscos a la manzana, y murmura algunas palabras hacia los otros personajes que emiten su dictamen a media voz. --Apasealos--dice en tono grave el perito. Anton Perales hace caminar sus novillos un corto trecho, al son de las alegres campanillas que les adornan el pescuezo. --Ahora, hacia abajo ...--anade el primero.--iOooo, joois!--canturria, luego que el vendedor le ha complacido, para indicarle que pare ya. --Lo que toca al particular--dice la mujer, a quien no le cabe ya la lengua en la boca,--no tienen tacha. Tocante a eso, no es porque sean mios; pero, como dijo el otro.... Vamos, que son dos perlas. --Como que los he criao yo en casa--repone su marido;--y este que se llama _Galan_, es hijo de la _Leona_, y este otro, _Cachorro_, de la _Gallarda_, dos vacas que, mejorando lo presente, son dos soles. --Justo, que las vendimos el mes pasao al sobrino del Regioso, con perdon de ustedes, que por aquel pique que tuvo por la cuna del Mostrenco, que ya con este mote le han de enterrar, por el lindero del prao que le toco a resultas del _cobicillo_ que encontraron debajo del jergon de su tio, que en santa gloria este..., y ahi esta el mi hombre que no me dejara mentir, que a la verda que anduvo como una estorneja de aca para alla, ahora que la botica, despues que el senor cura, luego que la uncion, porque el enfermo daba el iay! que partia el alma, sin que hubiera en aquella casa un mal nacido a quien volver los ojos..., y no se lo tome Dios en cuenta a la que tanto fachendea hoy gracias a los cinco carros de tierra que apano.... Pues resulta de que.... A la buena mujer se le va la burra entre tanta marana, mientras el tio Juan no quita los ojos de la pareja. El comprador mira al perito como si quisiera leer en su fisonomia la opinion que va formando; el vendedor atusa el pelo a los novillos, y los intrusos los ponderan cuanto les es permitido, con objeto, evidentemente, de contribuir a que se cierre el trato y no se pierda la robla. Despues que el perito y el comprador han visto que los animales _se plantan_ bien al caminar, que no se aprietan, que no _zambean_ del cuarto trasero, que son bien encornados y que igualan perfectamente en alzada y color, el primero les mira la boca, les palpa bien los _brazuelos_ y las nalgas para ver si estan _despicados_ de algun remo, y les examina escupulosamente las astas por si son estoposas, las pezunas por si _blandean_, y los ojos por si tienen _nube_ o _glarimeo_. Hecho este examen, el tio Juan, sin perder un solo rasgo de su gravedad, dice en tono solemne: --Caballeros, la pareja..., lo que toca a la pareja, no tiene pero. Son dos rollos de cuatro anos, sanos como dos corales. --Pos a mi--anade el comprador,--lo que toca al particular, tambien me gusta la planta y el aquel de la pareja.... Conque si el senor trae gana de vender, diga, si a mano viene, en lo que estima su hacienda, que yo a comprar he venio. --Al respetive de eso mesmo--replica el vendedor,--no me quedo yo atras; que hoy por ti y manana por mi..., y, como dijo el otro, mortales nos hizo Dios.... Vamos al decir, que si tu traes ganas de comprar, no reniremos. --Cabales, que ni al mi hombre ni a mi nos ha perseguido nunca la justicia por embusteros; y cuando vemos que se trata con gente de formalida y de requilorios.... --Esa es la verda; y vamos, Anton, a estimar la pareja, como el otro que dice, con equida. --Pos la pareja, Ogenio, por ser para ti..., la pareja; que, como ha dicho el senor, no tiene pero; la pareja, y que no vea la cara de Dios si te engano; la pareja vale treinta doblones[3] como dos cuartos. --Tu no quieres vender, Anton--contesta con cierto desden el atildado Ogenio. --Ogenio--replica Anton,--tu me ofendes. --Que te digo que no quieres vender. --iQue mal rayo me parta si he venio a otra cosa a la feria! Y sabete que por ese dinero ya no tendria en casa los novillos hace una semana, si los hubiera querido vender...; pero hoy por ser pa ti.... --Pos yo no doy por ellos mas que veinticinco doblones. --Tu no quieres comprar, Ogenio. --A eso vine a la feria, Anton...; y si no, que diga tio Juan si me pongo en lo justo. --Lo que toca a mi--dice el aludido, que durante la escena referida se ocupaba en hacer rayitas en el polvo con el palo,--lo que toca a mi, no me gusta meterme en la hacienda del vecino, que cada uno puede estimarla en aquello que, pongo por caso, le acomoda. --De manera es--replica el comprador,--que aunque uste diga uno, o dos, o medio; o que la pareja vale tanto o cuanto, o que por aqui o que por alla, no ha de ser medida la palabra de uste. --Eso es--anade Anton;-que como dijo el otro, na se pierde con oir a este y al de mas alla. --Andando--grune su mujer, clavando los dientes en la quinta manzana,--que todos somos hijos de Dios, y mas ven cuatro ojos que dos. --Es de razon--exclaman a coro los demas circunstantes. --Pues, caballeros--concluye el perito con cierto tonillo de autoridad;--creo que se pueden dar veintisiete doblones por la pareja. --Ya lo oyes, Anton...; y yo no dejo mal a ningun amigo. --Por dicho de eso, yo tampoco, Ogenio; y si das los veintiocho, tuya es la pareja. Grandes murmullos en el grupo; animase el tio Juan, y exclama, imponiendo silencio a los circunstantes: --Ni los veintisiete ni los veintiocho, que han de ser los veintisiete y medio, y se pagara la robla ademas. --Corriente--dice Ogenio. --Pues buen provecho te hagan--anade Anton, entregando la ahijada al primero, como simbolo del dominio que le transmite.... El pequeno circulo se agita con gran ruido; todos se felicitan reciprocamente, todos hablan a la vez, y entre todas las voces se destaca la de la exduena de los novillos que charla mas que nadie y desbarra como nunca. Autorizado competente uno de los testigos del ajuste, marcha a buscar al punto mas inmediato dos azumbres de vino tinto para _mojar el trato_, es decir, para _hechar la robla_; y mientras vuelve, el comprador se sienta en el suelo, saca un pesado bulto del bolsillo interior de su chaqueta, y comienza a desliarle capa a capa, como si fuera una cebolla. Asi van saliendo, sucesivamente, un panuelo de percal aplomado, un viejo panal de una camisa y una bula, dentro de la cual aparecen, como nucleo de todo el envoltorio, un monton de napoleones y algunas monedas de oro cuidadosamente guardadas entre los amarillentos repliegues de una hoja de un catecismo. Con grandisimas dificultades cuenta los veintisiete doblones y medio, o sean 1.650 reales, y se los entrega al vendedor, quien, en el acto, y con no menores amarguras, los cuenta tambien; y envueltos en la bula, y la bula en la muselina de la mujer de Anton Perales, desaparecen en los profundos abismos de la faltriquera que debajo del refajo lleva esta[4]. El que fue por el vino vuelve con un enorme jarro lleno de el en una mano, y con una taza de barro blanca en la otra. Desatanse, a su vista, mas y mas las lenguas del corrillo; sonriense todas las fisonomias, y el rustico Ganimedes, apoyandose en la _yugata_ de la pareja, comienza a escanciar el vino con gran pulso y mucha solemnidad. El tio Juan, para quien es la primera taza, levantandola en alto, brinda: --Por la salud de los presentes, que se disfrute muchos anos la pareja, y que en el cielo nos veamos. --Amen--contesta a coro la reunion. La taza sigue pasando luego de mano en mano y de boca en boca, hasta que se agotan las dos azumbres de rioja. Pero Anton Perales no quiere ser menos que su contrinca, y paga otros ocho cuartillos que se beben con la misma solemnidad que los anteriores, con el mismo ceremonial, pero con mayor locuacidad de parte de los bebedores y con peor pulso de la del escanciador. Entretanto la tarde va acabandose, y el ganado y la gente que llenaban la feria se retiran poco a poco. Ya no se oyen las tarranuelas, ni los panderos, ni un solo grito en el corro de bolos. Los taberneros recogen sus baterias, y embridan sus jamelgos los curas, los jandalos y los senores de aldea; y perdiendose, por grados, desde el lugar de la feria, por la campina adelante en todas direcciones, se oye el sonido de las campanillas del ganado que se aleja. Nuestros conocidos, detras de los novillos, llevan, como quien dice, la llave de la feria, cierran la marcha ... y bien lo necesitan. Tal andan todos ellos, que no les basta entero el ancho del camino para no darse de calabazadas unos con otros. Aquello ya no es hablar: es una algarabia incomprensible e insoportable. La mujer de Perales, sobre todo, desafina como una cotorra; cuenta lo suyo, lo de los vecinos y hasta lo que no sabe. Su marido se empena en que relampaguea, y esta el cielo sin una sola nube; antojasele que los troncos de los arboles son ladrones y lleva a su costilla agarrada fuertemente por la saya para que no la roben el dinero. Tio Juan, el perito, canturria, con voz atiplada y temblorosa, aires de sus mocedades, y, recordando galantes aventuras, enamora a la disimulada a la mujer de Anton. Ogenio palpa con torpe mano las monedas que le quedan en el bolsillo, y contando por los dedos de la otra, sostiene y jura que ha dado dinero de mas a Perales.--Los cuatro intrusos dan la razon a todo el mundo, pero trocando los asuntos. A Perales le aseguran que Ogenio le engano, dandole dinero de menos; a este, que esta, en efecto, relampagueando y que al fin tronara; a la pobre mujer, que realmente ha sido muy _atravesa_ y muy revoltosa, y que si pellizca al tio Juan, hace muy bien, porque ella se entiende.... Pero al oir esto, su marido, aunque no es celoso, ni mucho menos, da instintivamente un tiron a la saya que lleva agarrada entre sus dedos; y como su duena no esta para grandes pruebas de equilibrio, viene al suelo como un fardo. En el mismo instante Ogenio toca en el bolsillo a Anton para advertirle que quiere ventilar la duda que le preocupa, y este, siempre sonando con los ladrones, sobrecogese de horror, dase por muerto, quiere huir, tropieza con su mujer y cae sobre ella; apresurase el otro a levantarle, pierde el equilibrio y da de hocicos sobre los dos caidos; acuden, al estrepito, los demas personajes; creen que aquello es una lucha, enmarananse para separarlos, empujanse los unos a los otros, y al cabo y al fin caen todos amontonados sobre la desdichada mujer que grita y se lamenta medio sofocada por tan enorme peso. Estrujanse y arananse todos buscando un punto de apoyo para salir de aquel enredo; y poco a poco, y con grandes fatigas, van levantandose uno a uno; y renqueando y vacilando, se vuelven a poner en marcha, y llegan a un punto en que se bifurca la carretera. Alli deben separarse el tio Juan, Ogenio y dos de los intrusos. Pero da la casualidad (y estas casualidades abundan en la Montana mas que las ferias, que los mercados y que las romerias), da la casualidad, repito, que en el punto de empalme de los dos caminos hay una taberna; y como tio Juan de la Llosa es hombre que no queda mal con sus amigos por un par de azumbres mas o menos, invita a sus camaradas a beber, para demostrarles que "si _aquello_ ha sido guerra, que nunca haya paz". Inutil es decir que el convite se acepta y se agradece. Pero los bebedores se han metido en la taberna y han atado la pareja a un poste del portal, indicios todos de que solo Dios sabe a que hora concluira aquello y bajo que techo dormiran nuestros conocidos la robla de los novillos. Ademas, la noche ha cerrado ya; me comprometi, lector, a acompanarte a una feria para que supieras con un ejemplo practico lo que es una robla: he cumplido mi palabra como me ha sido posible, y creeria abusar de tu amabilidad obligandote a pasar la noche al raso. Retiremonos, pues..., y hasta la vista. FOOTNOTES: [Footnote 1: De _robra:_ escritura o papel autorizado para la seguridad de las compras y ventas o de cualquier otra cosa. DIC. ACAD.--Refiriendose a este cuadro, escribia anos ha el eminente literato don Juan Eugenio Hartzenbusch: "Tambien alli (en la provincia de Cuenca) se usaba, aunque mas en pequeno, _echar la robra_ en terminos parecidos a los de la Montana, pero dicen _robra_, y robra significa una firma, una escritura, cualquier documento."] [Footnote 2: Mi erudito amigo y paisano don E. Pedraja Samaniego, dijo en _El Averiguador de Cantabria_, respondiendo a una pregunta hecha en el mismo acerca de la antigueedad de esta costumbre por mi descrita: _"Robla._--La costumbre de convidar el comprador o el vendedor, despues de consumado el contrato, a los que han intervenido en el, es tan antigua, que ya se halla mencionada con la palabra _Alvoroc_ (hoy alboroque) en el titulo 25 de las _Cortes de Leon celebradas el ano de 1020_."--El M. deg. Berganza, en el tomo I de sus _Antigueedades de Espana_, pag. 311, dice: "En el ano 1025, Zite Morielez vendio al Monasterio de Cardena una vina por sesenta sueldos de plata y cinco que se gastaron en el _Alvoroc_." El mismo, en el catalogo de palabras antiguas que trae al fin del tomo II, define asi la palabra _alvoroc: "robra_ que confirma la compra". (_Notas del A. en 1876._)] [Footnote 3: El doblon, en la Montana, es una moneda imaginaria, equivalente a 60 reales.] [Footnote 4: Quizas me objete algun montanes _resabido_ que no es usual, ni tal vez tolerado, recibir el vendedor en la misma feria el importe de lo vendido. No disputaremos sobre el caso, siempre que el me conceda que en los pormenores del pago no he puesto yo uno solo que no sea verosimil.] "A LAS INDIAS" "A las Indias van los hombres, a las Indias por ganar: las Indias aqui las tienen si quisieran trabajar." _(Canc. pop. de la Montana.)_ I Madre, este carraclan esta mal hecho. --iJesus, que condenao de chiquillo!... iSi le esta, que ni pintao! --iTisana, que me aprieta por todas partes, y los faldones se me suben al pescuezo cada vez que me voy a quitar el sombrero! --Di que eres un mocoso presumido, y no me rompas la cabeza. --Diga uste que no sabe coser por lo fino..., ni esta tarascona de mi hermana.... ?Lo ve?... Lo mismo coge la aguja que las _trentes_. iTisana, que camisa me esta cosiendo!... iA ver si das mas cortas esas puntadas!... --iEl demonio del renacuajo!... ?Cuando sonaste tu en gastar levita? iDespues que me llevo mes y medio sin pegar el ojo por servirle a el!... Madre, yo no coso mas. Y la censurada costurera, que es una mocetona como un castano, arroja al suelo la camisa que estaba cosiendo, y vuelve las espaldas con resuelto ademan al escrupuloso elegante, rapaz de trece anos, listo como una ardilla y tan flaco como el mango de una paleta. Su madre, mujer de cuarenta anos, aunque las arrugas del rostro y la curva de sus espaldas la hacen representar sesenta, despues de comerse media cuarta de hilo para hacerle punta y que pase por el ojo de la aguja que apenas se ve entre sus callosos dedos, pone en orden a la susceptible costurera, se acerca al muchacho, le hace girar tres veces sobre si mismo, le estira con fuerza la levita que lleva puesta y despues de contemplar un instante su obra, vuelve a sentarse, exclamando con acento de profunda conviccion: --Que la pinte mejor un sastre. Pero antes de ir mas lejos, y para mejor inteligencia de los lectores, es justo que, como diria el inedito poeta don Panfilo, expliquemos la situacion. Que nuestros personajes son montaneses, debe haberse deducido del estilo del dialogo anterior; y si este no lo ha demostrado bastante, conste desde ahora que lo son en efecto.--El lugar de la escena puede el lector colocarle en el punto de esta provincia que mas le conviniere, si bien su parte oriental es preferible por ser en ella mas frecuentes que en las demas, cuadros semejantes al que voy a describir.--El escenario es aqui el ancho soportal, o tejavana de una casa pobre de aldea.--Esta, como todas o la mayor parte de las de su categoria, tiene en la humilde fachada del portal tres huecos: la puerta principal en el centro; la de la cuadra a la izquierda, y a la derecha la ventana de la cocina. Sentadas en el alto batiente de la primera, cosen las dos mujeres; la segunda esta entreabierta, porque acaba de entrar por ella a arreglar el ganado el bueno de tio Nardo; jefe de la familia, o esposo y padre respectivamente de los personajes de nuestro dialogo. Por lo que hace a la ventana, aunque no la necesitamos para nada, dire, a fuer de veridico historiador, que esta cerrada, pues su destino, mas que dar luz a la cocina, es dejar que salga el humo de ella cuando hay fuego en el hogar, el cual esta ahora tan frio como la borona que en el se cocio por la manana para todo el dia...; y dicho se esta con esto que la escena es por la tarde: conste tambien, sin que este dato sea, como parecera a primera vista, una minuciosidad inutil, que corre el mes de septiembre. Ahora solo nos resta consignar que el pequenuelo interlocutor, al dirigir tan graves cargos a su madre y a su hermana, llegaba al portal, vestido con levita, pantalon y chaleco de mahon gris; agarrotado su cuello entre los revueltos y atropellados pliegues de una enorme corbata de percal con grandes cuadros rojos; medio oculta su diminuta e inteligente cabeza bajo las anchas alas de un sombrero de paja con cinta verde, y calzado, por ultimo, con gruesos zapatos de Novales. El polvo que los cubre, el arrebatado color de la cara del muchachuelo y el garrote que este trae en una mano, prueban bien a las claras que acaba de hacer una larga caminata. En cuanto a las razones que tiene para quejarse de las tijeras de su madre y de la aguja de su hermana, no dejan de parecer fundadas, si se mira su vestido con alguna atencion, pero tambien es cierto que las pobres mujeres nunca las vieron mas gordas, y que el intolerante rapaz se mete por primera vez bajo aquellos faldones que le estorban. Tambien debe constar que a pesar de lo que dijo al presentarse en escena, hay en su fisonomia algo de risueno y placentero que denota una satisfaccion interior; su viaje debe haber tenido un exito feliz.... Mas para saber lo que hay sobre esto y otras cosas que nos proponemos referir, volvamos a tomar el asunto donde le dejamos para hacer esta digresion. Mientras la madre pronunciaba las palabras que dejamos escritas, hecho el examen de la levita de su hijo, este se sento en el poyo del portal, entre las dos puertas; y limpiandose luego con el panuelo del bolsillo el polvo de sus zapatos, replico vivamente: --Eso lo dice usted aqui porque no hay comparanza; pero si me viera al lado de don Damian como yo acabo de verme.... iTisana, que levita!...; iaquellas si que son costuras!... Ni siquiera se conocen.... iY que corte! Da gloria de Dios el verla. Y no estos costurones ... imas mal asentaos! --Pero, condenao, ?como quieres tu comparar aquel pano tan fino con este mahon de a tres reales? --iQue mahon ni que ocho cuartos! En las manos consiste toa la cencia.... Si me hubiera hecho la ropa un sastre de Santander, como yo queria.... Lo mismo que el chaleco ... y los calzones: por un lado me sobra media fanega, y por otro no me puedo revolver adentro.... iY estos zapatos!... Yo no se en que consiste que cuanto mas tocino les doy, mas peor se ponen. iQue zapatos los de don Damian, tisana! Relumbran como el sol de mediodia. --Pero, hijo mio, ?no ves que don Damian es un senor muy rico?... --Tambien tu te vestiras asi el dia de manana, ?verda, madre? --iAnda, anda!; ya te estas relambiendo con los vestidos que te he de regalar.... iComo no pongas otros!... --Ni falta que me hacen, para que lo sepas; probe naci, y con saya de estamena y tirando de la azada me han de querer.... --Calla, tonta, que lo dije por oirte: imia tu que me importara a mi el dia de manana vestirte como una senora prencipal!... ?eh, madre? A la buena mujer, mientras sus dos hijos comenzaban a contender en este terreno, se le iban enrojeciendo los ojos, fenomeno que, en identicas circunstancias, habia observado de algunos dias a aquella parte el tio Nardo con no poca sorpresa; y sabiendo por la experiencia que si no combatia la emocion a tiempo no podria disimularla, dio al dialogo otro giro diverso, preguntando al muchacho: --?Te dio la carta don Damian? El interrogado que por otra parte, parecia estar deseando que se le hiciera semejante pregunta, llevo la diestra al bolsillo interior de su levita; despues a uno de los del chaleco; oculto entre sus dedos una moneda, y sonriendo con expresion de triunfo, exclamo, alzando progresivamente la voz: --Aqui esta la carta ... y aqui esto...; ?lo ven bien? Esto ... ?que diran que es esto?... iTisana!, que no lo aciertan.... Pues esto es ... imedia onza!... --iMedia onza!... --iMedia onza! --iMedia onza!--anadio el tio Nardo asomando la cabeza por la puerta de la cuadra;--imedia onza!--repitio mientras descubria el tronco;--imedia onza!--exclamo, en fin, trasladandose de un brinco junto al grupo que formaba su familia admirando la moneda que Andres (y ya es hora de decir como se llamaba el rapaz) mostraba como una reliquia. --iMedia onza, si!--recalcaba este ultimo girando en todas direcciones;--imedia onza mas maja que el sol!... Aqui esta; don Damian me la dio para mi solo.... iViva don Damian! Despues que hubo pasado la moneda de mano en mano por todas las del grupo, y que todas las personas que le componian la hubieron mirado y remirado y hecho sonar contra las piedras, Andres se volvio a apoderar de ella, y reclamando la atencion de toda su familia, desdoblo la carta que tambien le dio don Damian, y leyo en ella, con mucha seguridad, aunque con bien poco sentido gramatical, lo que sigue: "Senor don Frutos Mascabado y Caracolillo. "Habana. "Mi querido amigo y antiguo companero: El dador de esta lo sera, Dios mediante, el joven Andres de la Pena, que saldra de Santander, al primer tiempo, en la fragata _Panchita_ con rumbo a esa ciudad, en la cual se propone probar fortuna. Al efecto, me tomo la libertad de suplicar a usted le auxilie en todo lo que este de su parte, tratando por de pronto de proporcionarle acomodo conveniente a sus circunstancias. Dicho Andres es muchacho listo y de buena conducta, tiene excelente pluma y sabe de cuentas hasta la de _companias_ inclusive. "Contando con la buena amistad de usted, me atrevo a anticiparle las gracias por lo que en obsequio de mi recomendado haga, que sera, desde luego, uno de los buenos servicios entre los muchos que ya le debe su afectisimo amigo y seguro servidor Q.S.M.B. _Damian de la Fuente_." Despues de esta carta, parecenos excusado decir a nuestros lectores lo que significan la levita de Andres y el inusitado movimiento de toda su familia alrededor de su equipaje. II Por regla general, a los ninos, apenas dejan los juguetes, les acomete el afan, sobre todas sus otras aspiraciones, de hombrear, de tener mucha fuerza y de levantar medio palmo sobre la talla. Pero cuando los ninos son de estas montanas, por un privilegio especial de su naturaleza, su unico anhelo es la independencia con un _Don_ y mucho dinero. Y, segun ellos, no hay mas camino para conseguirlo que irse "a las Indias".... Los abismos del mar, los estragos de un clima ardiente, los azares de una fortuna ilusoria, el abandono, la soledad en medio de un pais tan remoto ... nada les intimida; al contrario, todo estos obstaculos parece que les excitan mas y mas el deseo de atropellarlos. ?No es cierto que en America es de plata la moneda mas pequena de cuantas usualmente circulan? Pues un montanes no necesita saber mas que esto para lanzarse a esa tierra feliz; la vida que en la empresa arriesga le parece poco, y otras ciento jugara impavido, si otras ciento tuviera. ?Hay quien lo duda? Ofrezca un pasaje gratis desde Santander a la Isla de Cuba, o una garantia de pago al plazo de un ano, y vera los aspirantes que a el acuden. Y no se apure porque el pasaje no sea en primera camara: un montanes de pura raza atraviesa en el tope el Oceano, si necesario fuese. Diganle "a las Indias vamos", y con tan admirable fe se embarca en una cascara de limon, como en un navio de tres puentes. Este heroismo suele ir mas alla aun. Un indiano de semejante barro ve transcurrir los mejores anos de su juventud de desengano en desengano, y no desmaya. No hay trabajo que le arredre, ni contrariedad que apague su fe: la fortuna esta sonriendole detras de sus desdichas, y la ve tan clara y tan palpable entonces, como la vio de nino, cuando, sonando sus ricos dones, se columpiaba en las altas ramas del nogal que asombraba su paterna choza. De lo cual se deduce que la honradez, la constancia y laboriosidad de un montanes, son tan grandes como su ambicion. Nadie, en buena justicia, podra quitar a esta noble raza un timbre que tanto la honra. Nuestro Andresillo, pues, vastago legitimo de ella, no bien supo hablar, ya dijo a su madre que el seria indiano. Crecio en edad, y la idea de irse a America fue el tema de todas sus ilusiones; y tanto y tanto insistio en su proyecto, que su familia comenzo a deliberar sobre el muy seriamente. Un dia fueron tio Nardo y su mujer a consultarlo con don Damian, indiano muy rico de aquellas inmediaciones, y de quien ya hemos oido hablar. Don Damian habia hecho, es cierto, un gran caudal: esto es lo que veia toda la poblacion de la comarca y lo que excitaba mas y mas en los jovenes el deseo de emigrar; pero en lo que se fijaban muy pocos, si es que alguno penso en ello, era en que don Damian se hizo rico a costa de veinte anos de un trabajo constante; que en todo ese tiempo no dejo un solo dia, una sola hora, de ser hombre de bien, ni de cumplir, por consiguiente, con todos los deberes que se le imponian en las dificilisimas circunstancias por que atraveso. Ademas, don Damian habia ido a America muy bien recomendado y con una educacion bastante mas esmerada que la que llevan ordinariamente a aquellas envidiadas regiones los pobres montaneses. Todas estas circunstancias que obraron como base principal de la riqueza de don Damian, le obligaban a exponerselas a cuantos iban a pedirle cartas de recomendacion para la Habana, y a consultarle sobre la conveniencia de salir a probar fortuna. Cuando semejantes consideraciones no bastaban a desencantar a los ilusos, daba la carta que se le pedia, y a las veces su firma garantizando el pago del pasaje desde Santander a la Habana. Los padres de Andres oyeron del generoso indiano las reflexiones mas prudentes y los mas sanos consejos, cuando a pedirselos fueron en vista de las reiteradas insinuaciones de aquel. En obsequio a la verdad, la mujer del tio Nardo no necesitaba de tantas ni tan buenas razones para oponerse a los proyectos de su hijo: era su madre, y con los ojos de su amor veia a traves de los mares nubes y tempestades que obscurecian las risuenas ilusiones del ofuscado nino; pero el tio Nardo, menos aprensivo que ella y mas confiado en sus buenos deseos, apoyaba ciegamente a Andres; y entre el padre y el hijo, si no convencian, dominaban a la pobre mujer, que, por otra parte, respetaba mucho las _corazonadas_, y jamas se oponia a lo que pudiera ser _permision del Senor._ El parroco del lugar le habia dicho en muchas ocasiones que Dios hablaba, a veces, por boca de los ninos; y por si a Andres le habia inspirado el cielo su proyecto, se decidio a respetarle en cuanto le pareciese deber hacerlo asi. Sobreponiendose, pues, a las reflexiones del indiano la fuerza de voluntad de Andresillo y la buena fe de su padre, el primero prometio su proteccion al segundo; y desde aquel dia no se penso mas en la casita que conocemos que en arreglar el viaje lo mas pronto posible. Los preparativos al efecto eran bien sencillos: sacar el pasaporte y hacer el equipaje. Este se componia: De tres camisas de estopilla; Un vestido completo de mahon, de dia de fiesta; Otro idem id. id., para diario; Una colchoneta y una manta, y Un arca de pino, pintada de almagre, para guardar, durante el viaje, la ropa que Andres no llevase puesta. Del pago del pasaje se encargo don Damian hasta que Andres supiera ganarlo. El producto de la unica vaca que tenia el tio Nardo, vendida de prisa y al desbarate, dio justamente para los gastos de equipo del futuro indiano y para el pequeno fondo de reserva que debia llevar consigo, fondo que se aumento con medio duro que el senor cura le regalo el mismo dia que le confeso; con seis reales del maestro que le dio ultimamente lecciones especiales de escritura y cuentas, y con la media onza de que tiene noticia el lector. Y no se arruino completamente la pobre familia para "echar de casa" a Andres, gracias al generoso anticipo del indiano; de otro modo, hubiera vendido gustosa hasta la cama y el hogar. Los ejemplos de esta especie abundan, desgraciadamente, en la Montana. El dia en que presentamos la escena a nuestros lectores era el ultimo que Andres debia pasar bajo el techo paterno: le habia destinado a despedidas, y ya tuvimos el gusto de ver el resultado que le dio la de don Damian; dia que, dicho sea _inter nos_, habia costado muchas lagrimas a la pobre madre, a escondidas de su familia, pues no podia resignarse con calma a ver aquel pedazo de sus entranas arrojado tan joven a merced de la suerte, y tan lejos de su proteccion. Pero las horas volaban, y era preciso decidirse. Cuando Andres acabo de leer la carta, su unico amparo al dejar su patria, y a vueltas de algunos halagueenos comentarios que se hicieron sobre aquella, la pobre mujer, a quien ahogaba el llanto, mando entrar en casa a su hijo para que su hermana le limpiara la ropa que llevaba puesta y se la guardara, mientras ella daba las ultimas puntadas a una camisa. Andres, entonando un aire del pais, obedecio, saltando de un brinco sobre el umbral de la puerta; pero su madre, al ver aquella expansiva jovialidad en momentos tan supremos, fijos en el sus turbios ojos mientras atravesaba el angosto pasadizo, abandono insensiblemente la aguja, y dos arroyos de lagrimas corrieron por sus tostadas mejillas. --iPobre hijo del alma!--murmuro con voz tremula y apagada. Tio Nardo, mas optimista, por no decir menos carinoso que su mujer, no comprendiendo aquel trance tan angustioso, hacia los mayores esfuerzos por atraerla a su terreno. --Yo no se, Nisca--le dijo cuando estuvieron solos,--que demonches de mosca te ha picao de un tiempo aca, que no haces mas que gimotear. Pues al muchacho no soy yo quien le echa de casa, que alla nos anduvimos al efeuto de embarcarle...; y por Dios que no lo afeaste nunca bastante, ni te opusiste de veras. --Y ?que habia de hacer yo? Tampoco hoy me opongo, aunque cuanto mas se acerca la hora de despedirme de el.... iPobre hijo mio!... Dicenme que puede hacerse rico...; iy nosotros somos tan pobres! iOfrecen tan poco para un hombre estos cuatro terrones que el Senor nos ha dado!... iAy, si El quisiera favorecerle!... --Pues ?que ha de hacer, tocha? iNo, que no!...; ahi tienes a don Damian.... --iSiempre habeis de salirme con don Damian! --Y con muchisima razon. ?Que mejor ejemplo? Un senor que vino al pueblo cargado de talegas; que a todos sus parientes ha puesto hechos unos senores; que no bien sabe que hay un vecino necesitao, ya esta el socorriendole; que alza el solo casi todas las cargas del lugar; que corta todos los pleitos para que no se coma la Justicia la razon del que la tiene y el haber de la otra parte, y que no quiere por tanto beneficio mas que la bendicion de los hombres de bien. ?Que mas satisfaccion para nosotros que ver a nuestro hijo en el dia de manana bendecido como don Damian? --iAy, Nardo!; en primer lugar, don Damian fue siempre muy honrado.... --No viene Andres de casta de picaros. --Despues, Dios le ayudo para que hiciera suerte. --Y ?por que no ha de ayudar a Andres? --Don Damian fue un senor desde sus principios, y cuando salio de aqui llevaba muchos estudios y sabia tratar con personas decentes...; y habia heredado la levita, que esto vale mucho para bandearse fuera de los bardales del lugar. --iBah, bah!...; riete de cuentos, Nisca, que todos los hombres nacimos de la tierra y tenemos cinco dedos en cada mano. --Valiera mas, Nardo, que en lugar de fijarnos en ejemplos como el de ese buen senor para echar de casa a nuestros hijos, volvieramos los ojos a otros mas desgraciados. iCuantas lagrimas se ahorrarian asi!... Sin ir mas lejos, ahi esta nuestra vecina que no halla consuelo hace un mes, llorando al hijo de su alma que se le murio en un hospital al poco tiempo de llegar a la Habana. --Si; pero ese muchacho.... --Era tan sano y tan robusto como Andres, y como el era joven y llevaba buenas recomendaciones. Tambien las llevo el del tio Pedro, y murio pobre y desamparado en lo mas lejos de aquellas tierras.... Bien colocado estaba el sobrino del senor alcalde, y malas companias le llevaron a perecer en una carcel; y Dios parece que lo dispuso asi, porque cuentan que si sale de ella hubiera sido para ir a peor paraje. Veinte anos brego con la fortuna su primo Anton, y, por no morirse de hambre, anda hoy de triste marinero ganando un pedazo de pan por esos mares de Dios. Bien cerca de tu casa tienes al pobre hijo de Pedro Gomez esperando a que se le acabe la poca salud que trajo de las Indias al cabo de quince anos de buscarse en ellas la fortuna, para que Dios le lleve a descansar a su lado; pues ya, pobre y enfermo, ni vale para apoyo de su familia, ni para el pueblo, ni para si mismo, que es lo peor...; y bien reniega de la hora en que salio de su casa.... --iAnda, anda!...; iecha por esa boca desventuras y lastimas! ?Por que no te acuerdas del hijo del Manco y de el del alguacil, que dicen que gastan coche en la Habana y que estan tan ricos que no saben lo que tienen? --iMal ano para ellos, que dejan morir de miseria a sus familias que se arruinaron por embarcarlos, y ni siquiera se acuerdan de la tierra en que vieron el sol! ... mucho quiero a ese pobre hijo que se va a ir por ese mundo; pero antes que verle manana sin religion, olvidado de su familia y de su tierra (Dios me perdone si en ello le ofendo), quisiera la noticia de que se habia muerto. --Vaya, Nisca, que hoy te da el naipe para sermones de animas.... Todavia me has de hacer ver el asunto por el lado triste. --iDichoso de ti, Nardo, que no le has visto ya! --No seas tonta, que yo no puedo ver esas cosas como tu las ves.... Porque este lugar haya sido poco afortunado para los indianos.... --Calcula tu como andaran los demas ... cuando en este rincon solo hay tanta lastima. iAy, Nardo!; aunque yo no lo tocara con mis manos ni lo viera con mis ojos, los consejos de don Damian, con la experiencia que tiene, serian de sobra para que yo llorara al echar, sola por el mundo, a esa pobre criatura. La salida de Andres interrumpio este dialogo. Traia puesto su traje de camino, nuevo tambien, pero de corte mas humilde que el que se habia quitado para que su hermana se le guardase. Tia Nisca se enjugo apresuradamente los ojos al ver a su hijo, y plego con esmero sobre sus rodillas la camisa que habia concluido. Toda aquella tarde se invirtio en arreglar el equipaje de Andres, y al anochecer se rezo el rosario con mas devocion que nunca, pidiendo todos a la Virgen, con esa fe profunda y consoladora de un corazon cristiano, amparo para el que se iba, y, para los que se quedaban, resignacion y vida hasta volver a verle. III Ahora, si el lector lo consiente, que si lo consentira, pues no le cuesta dinero ni cosa que lo valga, vamos a trasladarnos con la escena a otra parte. Estamos en el magnifico Muelle de Santander. Como de ordinario, multitud de carros, bultos de mercancias, basculas, corredores, dependientes, comerciantes, marineros, pescadores, vagos y curiosos forasteros, en el mas agitado y bullicioso desorden, le hacen intransitable desde la Ribera al cafe Suizo. Fijemonos un momento en este ultimo punto, como el mas despejado. Frente a la puerta pasan tres personas que nos son muy conocidas, y siguen, sin detenerse un segundo ante las vidrieras del establecimiento para ver sus espejos y divanes, hacia la punta del Muelle. Estos personajes son Andres, su padre y su madre. El primero en medio de los otros dos, metidas las manos en los bolsillos de sus anchos pantalones, tiradas hacia la espalda las solapas de la levita consabida, y el hongo muy calado sobre el cogote. El tio Nardo a la derecha, con su vestido nuevo de pano pardo, y su mujer al otro lado, con muselina blanca a la cabeza, la saya morada de los domingos colgada al hombro, y terciado en el brazo opuesto un gran paraguas envuelto en funda de percal rayado. Los tres caminan sin decirse una palabra: tio Nardo con las mas visibles muestras de indiferencia; su mujer abismada como siempre en su pena, y mirando al traves de sus lagrimas el barco fatal que espera a su hijo, meciendose sobre las aguas a una milla del Muelle. En cuanto a Andres, a juzgar por su resuelto continente y por su sonrisa desdenosa, puede asegurarse que acaricia la ilusion de construir por su cuenta, a su vuelta de America, un barrio tan elegante y monumental como el que va recorriendo. Tres dias hace que llegaron del pueblo. Despachados los papeles y demas diligencias indispensables a todo pasajero, solo se penso ya en complacer a Andres y en proporcionarle cuantas distracciones estuvieran al alcance de sus recursos. Tuvo este a su disposicion dos dias y cerca de veinte duros. De modo que a la hora en que le volvemos a encontrar, no cuenta un solo deseo que no haya visto satisfecho; es decir, se ha bebido, vaso a vaso, mas de media cantara de agua de limon "fria como la nieve"; ha comido, de seis en seis, mas de un ciento de merengues; ha convidado a cuantos paisanos y conocidos hallaba al paso; ha comprado una _sinfonia_ en una tienda de alemanes, y ha oido una misa mayor en la Catedral. Total de gastos, con hospedaje y alimentos de las tres personas en el _Cuartelillo_, cinco napoleones. Nada, pues, le quedaba ya que ver, como el decia, cuando le avisaron que era preciso embarcarse, porque estaba la fragata lista para darse a la vela. Esta noticia, que no le sorprendio lo mas minimo, acabo de anonadar a su madre y saco, por un instante, de su habitual atolondramiento a tio Nardo. Sigamosles ahora por el Muelle. En la ultima rampa se embarcan en un bote que se dirige en seguida a la fragata que aun no ha contemplado Andres mas que de lejos, sin que por ello la haya perdido de vista un solo dia desde su llegada a Santander; por consiguiente, no ha podido formarse todavia una idea exacta de lo que ella es. A medida que se aproximaban los tres al buque, este va desarrollando a sus ojos sus gigantescas proporciones; su negra mole parece que surge del agua, y tia Nisca, aunque jamas se forja ilusiones ni las toma en cuenta para nada, lo cree como el Evangelio. Y cree mas: para ella, aquel volumen enorme tiene una fisonomia, fisonomia satanica, imponente, que la mira siempre y con un gesto terrible que hiela la sangre en sus venas. Los gritos de adentro y el sinnumero de caras que asoman sobre la borda mirando a los del bote que llega, le parecen el alma diabolica y multiforme de aquel monstruoso cuerpo en cuyos antros va a desaparecer quiza para siempre, el hijo de su amor. El atezado rostro de tia Nisca se vuelve livido. Andres, por el contrario, se entusiasma mas y mas segun que se acerca a la fragata. La magnitud de su casco, la elevacion de sus palos, el laberinto de su jarcia, todo le enamora y hasta le enorgullece. ?Que vale la pobre choza de su aldea junto a aquel flotante palacio que va a habitar durante mes y medio? En cuanto a tio Nardo, si hemos de ser justos, desde que pudo apreciar la magnitud real y efectiva del barco hasta que llego a su costado, no penso mas que en calcular como no se iria a pique un cuerpo tan pesado, siendo el cuerpo tan _duro_ y tan _blando_ el elemento que le sostenia; cuestion que trato con sus vecinos mas de una vez, a su vuelta a la aldea. Otro cuadro mas raro tienen que contemplar nuestros tres conocidos al llegar sobre cubierta: montones de jarcia, cajas de provisiones, una res acabada de desollar, enormes jaulas conteniendo vacas, cerdos y carneros, y otras menores con gallinas; grupos de marineros aca izando una verga, alla bajando pesados bultos a la bodega; y por ultimo, revueltos y deslizandose entre tanto obstaculo, mas de un centenar de muchachuelos del corte de nuestro aspirante a indiano. Todo esto junto produce un ruido infernal. Tio Nardo se marea, su mujer solloza y Andres observa impavido. De aquella turba de ninos, algunos lloran, otros meditan tristemente reclinados contra la borda, otros miran atonitos cuanto les rodea..., imuy pocos rien! Todos, como Andres, van a America buscando la fortuna; todos van, como el, poco mas que a merced de la casualidad.... Seamos exactos: muchos de ellos no llevan ni siquiera una carta como la de don Damian. De todos los que acompanan a Andres, acaso no encuentre uno solo lo que va buscando; quiza todos ellos contemplen por la ultima vez de su vida la tierra sobre que han nacido. Tia Nisca logra ver el sitio que se destina a su hijo en la fragata. Sobre la carga que esta lleva en sus bodegas, se han tendido unas tablas de pino; entre estas tablas y la cubierta, espacio mucho mas bajo que la talla de un hombre, se han colocado en fila tantas colchonetas como son los pasajeros: una de ellas es la de Andres. Este departamento es el que se conoce con el nombre de _sollado_. La pobre madre se estremece al ver la mezquindad del sitio destinado al reposo de su hijo. Aquello es insano, no tiene bastante ventilacion...; isi Andres se pusiera enfermo!... No corre, vuela en busca del capitan.... Quiere gratificarle..., comprar un poco de comodidad para aquella inocente criatura. Se palpa los bolsillos, rebusca los de su marido; pero solo puede reunir ... imedio duro! iY el capitan es un senor tan elegante! ?Con que cara le ha de ofrecer ella diez reales? Pero nota, en su defecto, que tiene la mirada muy noble. Se decide a hablarle, y entre lagrimas y sollozos, --Senor--le dice,--el hijo mio que va a la Habana es Andres, aquel muchacho tan guapo y tan listo que esta mirando hacia aca. Creame usted, senor: no va en primera camara porque ni aun vendiendo la camisa hubieramos podido reunir tanto dinero si habiamos de dejarle algo al pobre muchacho por lo que pudiera sucederle fuera de su casa. Le juro a usted que es la pura verdad lo que le digo. Pero yo no sabia que el sitio donde tenia que ir era tan angosto, que si no, iay, Dios mio! ... mire usted senor, somos unos pobres; pero si al mi Andres le atendieran algo por el camino.... No es esto decir que yo desconfie de usted, iave Maria Purisima! Usted es hombre honrado, y no hay mas que mirarle para ... voy al decir, que.... iHijo mio de mi alma!...; yo no se ya lo que digo ni lo que he de hacer porque lo pase mas a gusto. Las lagrimas ahogan a la pobre mujer, y el dolor perturba su razon. El capitan, respetandole en todo lo que vale, promete a la afligida madre un sitio en primera camara para su hijo en cuanto se hagan a la mar y trata de consolarla con carinosas aunque breves palabras. Esta misma tactica ha seguido siempre con todas las madres de los pasajeros que han ido a su cuidado, porque es de advertir que todas ellas han solicitado para sus hijos lo mismo que la tia Nisca para Andres. Convengamos en que, en la imposibilidad de complacerlas, es muy recomendable esta manera de enganarlas a todas. Tia Nisca vuelve mas animada adonde esta su hijo, a quien refiere entre bendiciones, la buena acogida que le dispenso el capitan. Despues, abrazandole estrechamente, le recomienda de nuevo mucha devocion al escapulario bendito de la Virgen del Carmen que lleva sobre su pecho; que sea bueno y sumiso; que huya de las malas companias; que piense siempre en su pobre choza y en su patria..., en fin, cuanto es de necesidad que recomiende una madre carinosa a un hijo querido en el instante supremo de una larga o tal vez eterna separacion. Pero el sonido metalico y vibrante del molinete se oye: comienzan a levar anclas, y es preciso separarse. La desdichada madre siente que hasta la voz le falta para decir el ultimo "adios". Andres comprende por primera vez lo que es perder de vista su hogar y su patria, y lanzarse nino y solo a los desiertos del mundo, y tambien por primera vez llora, y acaso se arrepiente de su empresa; tio Nardo mira hacia el Muelle y procura no hablar para que no se vean las lagrimas que al cabo vierte, ni descubra su voz la pena que hay en su pecho; y deseando abreviar aquella escena por afligir menos a su hijo, estrechale en silencio entre sus brazos, coge por otro bruscamente a su mujer y desciende con ella al bote, imponiendose la dura penitencia de no mirar a la fragata hasta que llegue al Muelle. Cuando en el desembarcan, tia Nisca se deja caer en el umbral de la primera puerta que hallan al paso. Con los codos sobre sus rodillas, la cabeza entre las manos, los ojos fijos en la fragata y la cara inundada en llanto, espera inmovil, como una estatua del dolor, a que el buque desaparezca. Tio Nardo de pie a su lado, pero algo mas tranquilo, respeta la situacion de su mujer y no se atreve a separarla de alli. Transcurre media hora. La fragata despliega al viento su blanco velamen; hunde la proa en las aguas, como si dirigiera un galante saludo de despedida al puerto, y, deslizando rapidamente su quilla, desaparece en breve detras de San Martin. Al perderla de vista no cayo la pobre aldeana exanime sobre las losas del Muelle, porque Dios ha dado a estas criaturas una fuerza y una fe tan grandes como sus infortunios.... IV Aquella misma tarde, a la caida del sol, atravesaban tio Nardo y su mujer la extensa sierra que conduce a su lugar. Mustios iban los dos y cabizbajos, el uno en pos del otro. Pensaban en Andres. Pero tia Nisca, de imaginacion mas activa que su marido, examinaba interiormente el cuadro de sus pesares, iy no le faltaban causas con que justificar toda la amargura de los dolores que sentia! Por eso no pudo menos de dirigir un duro apostrofe a la tierra que pisaba, viendola poblada de asperos escajos, y cuya aparente esterilidad alejaba de ella a sus hijos para buscar en pais remoto lo que la madre patria no podia darles. iCargo injusto, por cierto, y que, perpetuamente en boca de tantos ignorantes, sostiene en esta provincia la plaga de emigracion que la despuebla!... Pero antes que de la pluma se me escapen ciertas reflexiones, mas propias del periodista que del pintor, volvamos a nuestros personajes, aunque no sea mas que para despedirnos de ellos. Es ya inutil: pasada la sierra, han desaparecido por una extrecha y larga calleja formada por dos frondosas seturas, verde y pintoresco toldo cuyas paredes no pueden atravesar los debiles rayos del sol que va a ocultarse: tampoco se columbra un alma en la campina; y solo turba el silencio de aquella soledad la voz de una mujer que, desde el fondo de la calleja, canta a grito pelado: "A las Indias van los hombres, a las Indias por ganar: las Indias aqui las tienen si quisieran trabajar." Esta mujer ha debido de encontrar, yendo a la fuente, a tia Nisca y a su marido. Quizas al verlos caminar silenciosa y tristemente hacia su casa, ha recordado esa estrofa que, por otra parte viene como de molde para dar fin a este cuadro, porque precisamente es la sintesis de el. LA COSTURERA (PINTADA POR SI MISMA) --Que linda esta usted hoy, Teresa! --iVaya! --Es la pura verdad. Ese panolito de crespon rojo junto a ese cuello tan blanco.... --iDale! --Ese pelo, tan negro como los ojos.... --iOtra! --Y luego, una cinturita como la de usted, entre los pliegues de una falda tan graciosa. iVaya una indiana bonita! --iJesus! --Es que me gusta mucho el color de lila..., cae muy bien sobre un zapatito de charol tan mono como el de usted.... iAy que pie tan chiquitin!... iSi le sacara un poco mas!... --iHija, que hombre! --Yo quisiera tener una fotografia de usted en esa postura, pero mirandome a mi. --iVaya un gusto! --Ya se ve que si. --Pues tambien yo tengo fotografias, sepalo usted. --iHola! --Y hecha por _Pica-Groom_. --?En la postura que yo digo? --iQuia!; no, senor. Estoy de baile, como iba el domingo cuando uste nos encontro junto a la fabrica del gas. --Por cierto que no quiso usted mirarme. iComo iba usted tan entretenida!... --iSi eramos ocho o nueve! --iPero que nueve, Teresa! Parecian ustedes un coro de Musas. --Uste siempre poniendo motes a todo el mundo. --Es que entre aquellos arboles, y subiendo la cuesta..., ni mas ni menos que la del monte Helicona.... --?Onde esta eso? --?Helicona?... Un poco mas alla de Torrelavega. El que no me gusto fue aquel Apolo que las acompanaba a ustedes. --Si no se llama Polo.... Es un chico del comercio. -Lo supongo. Quiero decir que iba algo cursi. iY ustedes iban tan vaporosas, tan bonitas! --iOtra! Si ibamos al baile de Miranda, como todos los domingos. --Ya oi el organillo. --Y aquel que nos acompanaba era uno de los que dan el baile.... Y como nos habia regalado billetes para todos los de verano en la huerta, y, si a mano viene, nos convida tambien a los de ivierno, de salon.... --Ya se que son chicos muy galantes esos empresarios y sus amigos: ellos pagan para que ustedes bailen todo el ano gratis. --Cabal. Y tan buenas somos nosotras como las senoritas que hacen lo mismo. --Ya se ve que si. --Me parece que _La Nata y Flor_ y _El Organo_, no tienen nada que envidiar a ningun baile. --Sobre todo en caras bonitas y cuerpos de sal y pimienta. --Es que, como uste decia.... --Lo que yo decia, o iba a decir, es que el ir a un baile no es motivo para que usted deje de saludar en la calle. --iJesus!; ?que se diria! --?Como que "que se diria"? --Pues es claro.... iTratarse uste con _costuderas_! --Lo dice usted con un retintin.... --No por cierto, hijo; pero es la verdad. --Pues no hay tal cosa. Yo saludo a todo el mundo en la calle, con muchisimo gusto ... y sobre todo a usted. --Muchas gracias; pero.... --?Pero que?... --Que no le creo a uste, vamos; que uste es muy truhan ... y que no me fio de uste, en plata. --iHola!; ?esas tenemos? ?Y por que me teme usted?... De fijo que no sera por seductor. --No por cierto. Es que entre uste y otros como uste, se cuenta lo que es y lo que no es. --Me hace usted poco favor, Teresa. --Lo siento, pero yo digo siempre la verdad. Cuando uste paso el domingo junto a nosotras, ibamos hablando de eso una amiga y yo. --?La que iba a la derecha de usted? --?Por que se fija uste en esa? --Porque me hace mucha gracia: es una rubia saladisima. --?Le gusta a uste la _Bigornia_? --?Que es eso de la bigornia? --iOtra!; pues esa chica, que la llaman asi. --?Y por que la llaman asi? --Porque es hija de un calderero. --iAve Maria Purisima! --?Y tampoco sabe uste como llaman a la que iba a mi izquierda? --No, hija mia. --Pues ?en que mundo vive uste, cristiano? --Eso le probara a usted cuan injusta fue conmigo antes, al sospechar de mi sinceridad. --Pero ?quien no conoce aqui a la _Faisanuca_? --Yo no la conozco por ese nombre.... ?Y por que se le han dado? --Porque su madre vende alubias en la plaza. --iQue atrocidad! --iOtra!...; y al tenor de esos, todas tenemos mote.... ?Pero ahora se desayuna uste? --Le aseguro a usted que si. ?Y quien se entretiene en bautizarlas de ese modo? --Pues en la _ensenanza_, cuando somos chiquillas..., o en los bailes despues, nunca falta alguno que, por reirse un rato de nosotras, nos ponga un mote; y como lo malo corre mucho.... --iVaya una barbaridad! ?Y ustedes entre si, se llaman por esos nombres? --iQuia!... Pero lo sabemos; y como no la deshonran a una.... --Es claro.... Pero volvamos a la rubia. --Parece que la tiene uste entre las cejas. --Como me ha dicho usted que iban hablando de mi.... --?Yo he dicho eso? --Por lo menos una cosa muy parecida. --Lo que yo dije es que ibamos hablando de lo mucho que se alaban algunos hombres de cosas que no les han pasado. --Eso si que no iria conmigo. --No por cierto; pero iba con algunos que uste conoce muy bien. --Podra ser asi.... ?Y sabe usted, Teresa, que de algun tiempo a esta parte anda muy entonada la rubia? --iLo ve uste! --Lo digo sin animo de injuriar a esa muchacha. --Es que asi se dicen todas las cosas, y luego ... el diablo las enreda.... En cuanto una se pone un dia un poco vestida.... Hija, ique lenguas!... Ya se ve, ustedes estan acostumbrados a oir que una senora gasta el oro y el moro para salir a la calle medio decente; y como nosotras no tenemos rentas, en cuanto nos ven algo majas, ies claro!, en seguida, que se lo regalan a una.... iComo no regalen!... Ni la rubia ni yo tenemos otras rentas que la peseta que ganamos a coser en las casas adonde nos llaman, y la jicara de chocolate, por la manana y por la tarde, que nos dan ademas, como uste sabe. Pero conocemos nuestra obligacion, y con dos varas de tul y seis de percalina hacemos un traje que los que no lo entienden piensan que vale un dineral.... Lo mismo que lo que ahora llevo puesto...; pues cuatro veranos tiene, y Dios sabe lo que tirara todavia si no se van del mundo el agua, el jabon y las planchas.... iVaya! --Si yo estoy en eso mismo, hija mia. --Es claro, esa muchacha es de suyo vistosa y arrogante; despues, tiene unas manos divinas para cortar y coser, y hace un vestido de baile aunque sea de unas enaguas.... --Si no digo yo lo contrario.... --Y al verla en la calle compuesta, como ella tiene aquel semblante y aquel cuerpo..., iuf!, lo que menos se figura la gente que lo ha ganado de mala manera. Pues mire uste, para que se vea lo que son las cosas, todavia, despues de vestirse con la peseta que gana la infeliz, le queda para que fume su padre.... iPero ya se ve!..., es una pobre costudera..., iy alla va eso! Pues si fuera yo a decir todo lo que se.... iCuantos vestidos de moare se pasean por esas calles que no se han pagado, y cuantos se han pagado sin el dinero del marido de las que los llevan!... Pero esas son senoras y tienen bula para todo.... Lo mismo que lo demas.... iCuantos cuerpecitos que a ustedes les marean estan hechos por estas manos!... Pero mas vale callar. --Es usted cruel, Teresa; lo que he dicho de la rubia fue ... por decir algo. Desde hace dos o tres dias, cuando pasa a las doce por la plaza Vieja, la veo mas compuesta que de costumbre.... --Eso es decir que uste se pone alli para verla pasar todos los dias. --No dire que por ella; pero por ella y por usted y por otras por el estilo, quiza, quiza. --Y ?que saca uste de eso? --Recrear la vista. iComo son ustedes tantas y tan bonitas!... Por cierto que me ha chocado ver como se las arreglan ustedes de manera que pasan siempre por la Plaza, sea cualquiera la procedencia que traigan. --Pues eso quiere decir que por todas partes se va a Roma, y que cuando una deja la costura al medio dia, de la hora que le queda para comer aprovecha la mitad para ver gente y tomar un poco el aire. --Y ique bonita era aquella amiga que la detuvo a usted esta manana en la esquina del Puente!...; pero no es tan elegante como usted. --?Una morena? Aquella no es amiga; es _costudera de sastre_. --iAh, ya!... Como la vi hablar con usted.... --Me estaba dando un recado. Y no es porque yo tenga a menos ser amiga de algunas de _esas_, sino que como las que cosemos en blanco en las casas tenemos sociedad aparte.... Y no crea uste que nos faltaria motivo para darnos tono con ellas, porque ahi estan las modistas que parece que nos honran cuando nos saludan en la calle. --iVea usted que demonio! --Y ahora que me acuerdo, ?que le decia uste esta manana a aquel otro senor de patillas, cuando nosotras pasabamos, que nos miraban tanto? --?Luego me vio usted? --Yo veo todo lo quiero. --iAh, picara!; me servira de gobierno. Pues decia a mi amigo que estaban ustedes mucho mas bonitas cuando salian a la calle en pelo, tan primorosamente peinadas, y con aquellos panolitos al cuello, como el que usted tiene puesto ahora, que con la mantilla y el chal que les comen lo mejor de la figura. --iOtra!...; imira que reparon! --Ya se ve que si. --Pues no llevan todas mantilla. --Y usted es una de esas excepciones; y para que nunca caiga en el pecado de ponersela, se lo advierto. --?Y que habria en ello de malo? --Que con la mantilla dejaria usted de ser un tipo lindisimo y de pura raza santanderina, para confundirse con la vulgaridad de las senoritas mas o menos cursis. --Yo tengo amigas que llevan el velo muy bien. --Es que el velo no le va bien a nadie, por que, sin cubrir una caballera fea, obscurece una bonita, y exige un chal que oculta las formas.... --iQue enterado esta uste de esas cosas, ave Maria! --Soy artista, Teresa. --?Y que tiene que ver lo uno con lo otro? --iFriolera! Estudio la belleza dondequiera que la encuentro. --Lo que uste estudia son picardias. --Eso no es exacto, ni siquiera una razon en favor de los velos. --Si a mi no me gustan tampoco; pero la moda.... ?Que esta uste mirando con tanto empeno por las vidrieras? --?Por que se ha puesto usted tan colorada? --?Yo? iJesus!... Puede que sea uste capaz de creer que es por ese chico que esta en el portal de enfrente. --Eso se llama curarse en sana salud. --Es que pudiera uste creer cualquiera otra cosa; y como es un chico que me carga.... Y eso que es muy buen mozo. --Usted no me dice la verdad.... Yo conozco bien a ese chico y se que no la esperaria a usted todos los dias a estas horas si no tuviera grandes esperanzas por lo menos.... --?Habra sido capaz, el muy tunante, de decirle a uste lo que no es? --Mi palabra de honor que no he hablado con el de este asunto. --Es que como se ha visto tanto de eso.... Pues mire uste, porque no se crea otra cosa, ese chico no deja de gustarme pero esta perdiendo el tiempo. --No comprendo.... --Hace un ano que bailo conmigo en la _Natar y Flor_. Desde entonces yo no se como el averigua en donde coso; pero lo cierto es que todas las tardes me le encuentro, como ahora, al dejar la labor..., sobre todo en ivierno, que salimos de noche..., y esto es precisamente lo que me carga. --?El que la acompane a usted de noche? --No, senor: el que tenga a menos acompanarme de dia. --Entonces, ?que hace ahi enfrente? --Esperarme; pero al llegar conmigo a la esquina me da una disculpa cualquiera y se larga.... Y cuando coso en el Muelle, o en alguna calle del centro, me espera en el mismo portal: alli estamos un rato hablando, y luego ... cada uno por su lado. Como uste comprendera, esto no halaga nada a una mujer.... Por eso me gustan mas los de mi parigual. --?Y quienes son esos? --Pues los chicos del comercio. Con estos se entiende una bien; y si manana u otro dia..., vamos..., ?esta uste? Quiere decirse que alla nos andamos, y de pobre a pobre va.... Pero de estos senoritos entran pocos en libra.... Y, iay de la infeliz a quien le toca uno!...; ique belenes, hija!; primero con el, y despues con su familia que la persigue a una como si una le hubiera ido a buscar.... Vea uste.... Y es claro: ellos empiezan por pasar el rato; y como suele suceder que una es tonta y se los cree, a lo mejor se encuentra con que no puede arrepentirse ya.... Por eso le digo a uste que ese chico pierde el tiempo. --Yo creo ahora todo lo contrario; porque acaba usted de decirme que a veces se los cree a pesar de todo. --Es que yo he escarmentado en cabeza ajena.... Mire uste que tengo una amiga, iay, la infeliz las lagrimas que ella ha llorado, las palizas que la ha dado su padre y la estimacion que ha perdido por un picaro de esos que la engano!... No, hijo, no: pobre naci, y no quiero ser senora a costa de tantos trabajos. --Muy bien pensado. Pero, entretanto, usted no despide a su adorador. --Hasta ahora no me compromete; quiere decirse que el dia en que esto vaya a suceder, ya sera distinto. --iYa! --Y eso que nosotras nos hemos propuesto no hacer caso de ningun _aristecrata_; pero vienen los bailes, y, como uste sabe, van a ellos...; porque lo que es en este particular, en nuestros bailes estan todos los hombres que van a los de las senoras..., y muchos mas. Pues, senor, la bailan a una, la hablan tan finos..., y una ?que ha de hacer? Pues es claro. --Total, que el mocito que esta en el portal de enfrente no perdera el tiempo. --Parece que va uste a medias con el. --Ojala, Teresita...; aunque en semejante negocio me seria muy dificil dar participacion a nadie. --?Por que? --Porque es usted demasiado bonita. --?Me va uste a hacer el amor? --Como usted me corresponda, si. --?Y si se lo digo a la rubia? --No tengo el gusto de conocerla mas que de vista. --De todos modos, no me gusta uste. --Gracias por la franqueza. --Tiene uste mala opinion de las mujeres. --Si todas me tratan como usted, no me faltan motivos. --Ya me hizo uste romper una _abuja_.... --No importa, yo la regalare a usted un paquete. --Es que a este paso no acabo la camisa en ocho dias. --Mejor: asi la vere a usted mas veces. --Y le saldra a uste muy cara la obra. --A ese precio vaya usted haciendome camisas. --Pues ya que no regatea uste el tiempo, voy a robarle hoy un cuarto de hora. --?Para charlar?...; aunque sea medio dia. --No, senor, para ir a una tienda que esta junto a la calle Alta, a comprar ... cuatro cuartos de _orejones_, que me gustan mucho. --(iLlevete el mismo Satanas, grosera!) --Como los trae de Castilla por mayor la tendera, que es amiga mia, da muchos mas por cuatro cuartos que en las otras tiendas.... ?No le gustan a uste? --iNo! --iJesus, pues vaya una rareza!... Hagame el favor de dar esa tira que esta debajo de uste, para amarrar la labor.... Muchas gracias.... iPero que mala cara se le ha puesto a uste de repente! --Es que ... tengo un flemon. --?Y no le dolia a uste antes? --No tanto como ahora. --Pues _chumpe_ uste un higo paso, que es muy bueno para los flemones. --Muchas gracias. --Conque hasta manana, que voy a por los orejones. --iVaya usted con Dios! * * * * * Escribir un libro de costumbres montanesas y no dedicar algunas paginas a la costurera, seria quitar a Santander uno de los rasgos mas caracteristicos de su fisonomia. Tan notorio, tan visible es entre su poblacion este _ramo_, que el sexo debil de ella puede, hechas las exclusiones de rigor, dividirse por partes iguales en mujeres-costureras y mujeres que no lo son. Pero hablar de las costumbres de las primeras tiene tres perendengues para un hombre que, como yo, no las conoce bien, porque equivocarse en el menor de los detalles tendria tres bemoles. En plata, lector: la costurera me infunde cierto respetillo, y no quiero echar sobre mi conciencia el compromiso de hacer su retrato. Y supuesto que el estilo es el hombre, y por ende, la mujer, enterate del dialogo anterior, que es historico; ve lo que de el puedes sacar en limpio, y alla te las arregles despues, si Teresilla se cree agraviada (en lo que no seria justa) con tus deducciones. Por mi parte, estoy a cubierto de sus iras con decirle, en un lance apurado: --_Tu es auctor_. LA NOCHE DE NAVIDAD I Esta apagando el sol el ultimo de sus resplandores, y corre un _gris_ de todos los demonios. A la desnuda campina parece que se la ve tiritar de frio; las chimeneas de la barriada lanzan a borbotones el humo que se lleva rapido el helado norte, dejando en cambio algunos copos de nieve. Pia sobresaltada la miruella, guareciendose en el desnudo bardal, o cita carinosa a su pareja desde la copa de un manzano; oyese, triste y monotono, de vez en cuando, el _ituba!, ituba!_ del labrador que llama su ganado; tal cual sonido de almadrenas sobre los morrillos de una calleja...; y paren ustedes de escuchar, porque ningun otro ruido indica que vive aquella mustia y palida naturaleza. En el ancho soportal de una de las casas que adornan este lobrego paisaje, y sobre una pila de junco seco, estan dos chicuelos tumbados panza abajo y mirandose cara a cara, apoyadas estas en las respectivas manos de cada uno. Han pasado la tarde retozando sobre el mullido lugar en que descansan ahora, y por eso, aunque mal vestidos, les basta para vencer el frio que apenas sienten, soplarse las unas de vez en cuando. De los dos muchachos, el uno es de la casa y el otro de la inmediata. De repente exclama el primero, en la misma postura y dandose con los talones desnudos en las asentaderas: --Yo voy a comer _torrejas_ ... ianda! --Y yo tamien--contesta el otro con identica mimica. --Pero las mias tendran miel. --Y las mias azucara, que es mejor. --Pues en mi casa hay guisao de carne y pan de trigo pa con ello.... --Y mi padre trijo ayer dos _basallones_ ... imas grandes!... --Mi madre esta en la villa ascar manteca, pan de alaga y azucara..., y mi padre trijo esta meodia dos jarraos de vino blanco, imas gueeno! Y toos los gueevos de la semana estan guardaos pa hoy..., ma e quince, asi de gordos.... Ello, vamos a gastar en esta noche-gueena veintisiete rialis que estan agorraos. --iMia que cencia! Mi padre trijo de porte cuatro duros y dimpues dos pesetas, y too lo vamos a escachizar esta noche.... ?Me guardas una teja de guisao y te doy un piazo de basallon? --iNo te untes!... Y tu no tienes un hermano estudiante que venga esta tarde de vacantes, y yo si. --Pero tengo un novillo muy majo y una vaca jeda que da seis cuartillos de leche.... iTenemos pa esta noche mas de ello!... --iAy Dios! ?Quies ver ahora mesmo dos pucheraos de leche? Veras, veras.... Y salta el rapazuelo, y en pos de el el otro, desde la pila al portal, y llegan a la cocina mirando con cautela en derredor, por si el tio Jeromo, padre del primero, anda por las inmediaciones. Como ya va anocheciendo, el chico de la casa toma un tizon del hogar, sopla en el varias veces, y al resplandor de la vacilante llama que produce, se acercan a un arcon ahumado que esta bajo el mas ahumado vasar; alzan la tapadera, y aparecen en el fondo, entre montones de harina, salvado y medio pernil de tocino, dos pucheros grandes llenos de leche. El de la casa mira a su amigo con cierto aire de triunfo, y entrambos clavan los avidos ojos en los pucheros, y entrambos alargan la diestra hacia ellos, y entrambos remojan el indice en la leche, aunque en distinto cacharro. Con igual uniformidad de movimientos retiran los brazos del arcon, miranse cara a cara y se chupan los respectivos dedos. --iGueena esta la leche!--dice el de casa. --iMejor esta la nata!--repone su camarada. --?Te la comiste? --iCorcia!...; itoa la apande con el deo! En aquel instante recuerda con susto el primero que su padre arma el gran escandalo cada vez que falta la nata a su racion diaria de leche, y que sus costillas conservan mas de un testimonio de tan borrascosos sucesos, impresos por los dedos paternales. Por eso, temiendo una nueva felpa, y para manifestar su inocencia, echa el tizon al fuego y las dos manos a la calzonada de su amigo, y comienza a gritar con el mayor desconsuelo: --iPadre!, ipadre! Pero el goloso prisionero, que ya se da por muerto, tira uno de retortijon a cada mano de su carcelero, y toma pipa por el corral afuera, relamiendose de gusto. Tio Jeromo, que en la socarrena, detras de la casa, encambaba un rodal, acude a los gritos, y creyendo una patrana lo del robo de la nata, presume que su hijo se la ha chupado, y le arrima candela entre las nalgas y un par de soplamocos que hacen al chicuelo sorberse los propios. Grita el rapaz y amenaza el padre, y entre los gritos y las amenazas, oyese la voz de la tia Simona, desde el portal: --iAh, malanu pa vusotros nunca ni no!... iQue siempre vos he de alcontrar asina! --iAy, madruca de mi alma!--exclama el muchacho corriendo a agarrarse del refajo de la buena mujer. --?Por que lloras, hijo? ?Quien te ha pegao? --iMujueee.... Me pego ... jun ... u ... u ... padreeee!! --Y todavia has de llevar mas--murmura este retirandose a la cuadra a arreglar el ganado.--iYo te ensenare a golosear la nata! --Yo no la comi, iea!, que la comio Tonu el de la Zancuda...; ijummaaa! --Y pue que sea verda, angelucu; que ese es un lambiston que se pierde de vista.... Vamos, toma unas castanas y no llores mas.... Tu padre tamien tiene la mano bien ligera.... ?Ha venio el estudiante? --No, sinora.... --Dios quiera que no me lo coma un lobo en da que calleja.... ?Y onde esta tu hermana? --Fue a la juenti. --A esa pingonaza la voy yo a andar con las costillas.... No, pues; no me gusta a mi que a estas horas se me ande a la temperie de Dios, que ese hijo condenao de la Lambiona tiene un aquel ... que malanu pa el nunca ni no. Y murmurando asi la tia Simona, deja las almadrenas a la puerta del estragal; cuelga la saya de bayeta con que se cubria los hombros del mango de un arado que asoma por una viga del piso del desvan; entra en la cocina, siempre seguida del chico, con la cesta que traia tapada con la saya; dejala junto al hogar; anade a la lumbre algunos escajos; enciende el candil, y va sacando de la cesta morcilla y media de manteca, un puchero con miel de abejas y dos cuartos de canela; todo lo cual coloca sobre el poyo y al alcance de su mano para dar principio a la preparacion de la cena de Navidad, operacion en que la ayuda bien pronto su hija que entra con dos _escalas_ de agua y protestando que "no ha hablao con alma nacia, y que lo jura por aquellas que son cruces..., y que mal rayo la parta si junta boca con mentira". Poco despues viene el tio Jeromo, que toma asiento cerca de la lumbre para auxiliar a la familia en la operacion; pues la gente de campo de este pais, sobria por necesidad y por habito, goza tanto con el espectaculo de la cena de Navidad como saboreandola con el paladar. El chirrido de la manteca en la sarten, el cortar las torrejas, el quebrar los huevos, el batirlos, el remojar en ellos el pan, el derramar el azucar sobre las torrejas que salen calentitas de la sarten, el verter la leche o la miel sobre ellas, etc., etc., y el considerar que todo ello, mas el jarro de vino que esta guardado como una reliquia, ha de ser engullido y saboreado por los pobres labriegos que lo contemplan, les produce unas emociones tan gratas que...; en fin, no hay mas que ver los semblantes de la familia del tio Jeromo, olvidado ya el suceso de la nata. iQue expansion!; ique felicidad se refleja en ellos! La tia Simona, con el mango de la sarten en una mano y con una cuchara de palo en la otra y acurrucada en el santo suelo, se cree mas alta que el emperador de la China, y en mas dificil e importante cargo que el de un embajador de paz entre dos grandes pueblos que se estan rompiendo el alma. iLastima que no haya llegado el estudiante para solemnizar debidamente toda la Noche-Buena! Porque esta tiene en la aldea varias peripecias. Despues del placer de preparar la cena y del de tragarla, falta el de la llegada de los _marzantes_, por los cuales ha preguntado ya muchas veces el vapuleado chicuelo, a quien, la verdad sea dicha, preocupan todavia mas que la tardanza de su hermano. Y es porque el infeliz no los ha oido nunca, ni en la Noche-Buena, ni en la de Ano Nuevo, ni en la de los Santos Reyes, pues se ha dormido siempre antes de que lleguen al portal; asi es que cree en los marzantes como en el otro mundo, por lo que le cuentan. II No vaya a creerse que el tio Jeromo, porque tiene un hijo estudiante, es hombre rico tomada la palabra en absoluto; el marido de la tia Simona tiene, para labrador, _un pasar_, como el dice. Pero en la familia hay una capellania que ningun varon ha querido, y el tio Jeromo sacrifico de buena gana algunas haciendas para ayudar a costear la carrera a su hijo mayor y asegurarle la pitanza, ordenandole a titulo de aquella, cuyas rentas, por si solas, no alcanzaban a tanto. Eso si, y bien claro se lo solfeo a su hijo:--"Si llegas a gastar los cuartos que me valieron las tierras sin cantar misa, Dios te la depare buena, porque, lo que es yo, te abro en canal." Contribuyo mucho a que el chico entrara en el Seminario, el consejo del mayorazgo de la Casona. Este sujeto habia estudiado un poco de latin en sus mocedades, y era tan pedante, que solo por tener alguno con quien lucir su sapiencia, insistio con tio Jeromo un dia y otro dia hasta que logro decidirle a que su hijo aprendiera _latinidades_. Y tan obcecado es el mayorazgo en su saber, y tal es su pedanteria que, ingresado ya el primogenito del tio Jeromo en el Seminario, varias veces ha querido renunciar a las vacaciones por no hallarse cara a cara con el vecino, que le asedia con latinajos _arrevesaos_, como dice el estudiante. Huyendo, pues, de encontrarle en alguna calleja o sentado en el banco del portal de su padre, como suele estar todos los dias, el seminarista ha salido tarde de su celda con el objeto de entrar de noche en el pueblo; y esto es lo que explica su tardanza, que ya va metiendo en cuidado a la tia Simona. Pero lo que esta no sabia, ni sospechar pudo el mismo estudiante, fue que, habiendose este sentido con sed y decidido a echar _medio en sangria_ en la taberna del lugar, que hallo al paso, huyendo de la maxima de su padre de que "el agua cria ranas", lo primero con que tropezo, antes que con el tabernero, fue el mayorazgo, el cual, al guiparle, le enjareto un "_amice, ?quo modo vales?_" que quito al estudiante hasta la sed. --iConcholes con el hombre!--murmuro el interpelado, recogiendo otra vez el lio de ropa o sea el balandran y dos camisas sucias, que habia puesto sobre un banco al entrar en la taberna. --_?Unde venis? ?Quorsum tendis?_ --iJeringa, digo yo!; que traigo andadas cuatro leguas a pie, y no estoy pa solfeos de esa clase. Queden ustedes con Dios. --Aguardate hombre. iQue siempre has de ser arisco! --Y uste pregunton. Y es que el mejor dia le echo una _zurriasca_ de latin que no se la sacude en todo el ano.... Porque yo tambien.... Pues si le entro a teologia, veremos onde uste se me queda. --_Parce miqui, incipiens sa-cerdo._ --Cuidado con la lengua, le digo, que aunque parece que no entiendo, ya se traducir.... iY si se me hincha la paciencia!... --Eres un pobre hombre y no tienes nada del _virum fortem_.... No corras tanto, icaramba! iTras de que deseo acompanarte hasta tu casa!... De poco sirvio al mayorazgo esta reprension. El seminarista apreto el paso, renegando de su mala estrella; dejo a medio camino al importuno, y no paro hasta la cocina de su padre, donde se presenta con el humor mas perro del mundo. --iConcholes, que hombre!--exclama por todo saludo al hallarse entre la familia. --Pero ?que te pasa?--dice el tio Jeromo. --iQue me ha de pasar? Ese fantasioso de mayorazgo..., isiempre con su latin! --?Y que cuidao te da a ti? ?No has estudiao tres anos ya? ?Por que no le contestas? --Porque no soy tan jaque como el.... Y luego el ha estudiado por otro arte. El mio no trae todas esas androminas que el sabe.... iConcholes!, como quisiera entrarme a _piscologia_ ... ise mas de ello! --?Y cuando cantas misa?--anade la tia Simona cayendosele la baba y mientras contemplan de hito en hito al estudiante sus dos hermanos.--Mira que el lugar esta perdio.... El senor cura es tan viejo.... --Y que no sabe una palabra, madre. iSi fueramos nusotros! iConcholes, cuanto aprendemos! Veran que sermones echo los dias senalados.... III Como quiera que no sea el objeto principal de este articulo retratar al hijo mayor del tio Jeromo, hago caso omiso de todo el dialogo promovido por su despecho contra el mayorazgo, y vamos a seguir con nuestro asunto comenzado, asistiendo a la cena de esta honrada familia en la noche de Navidad. Despues que el estudiante retira del fuego el puchero del guisado para que el calor de la lumbre le seque a el el lodo de los pantalones, y cuando su hermana ha recogido con gran esmero el balandran y las camisas, toma aquel el jarro de la leche, ya que el papel del azucar le tiene su padre, y se dispone a auxiliar a su madre y a su hermana en la preparacion de las tostadas, amenizando el trabajo con el relato de sus proezas y aventuras de estudiante. Cuando cada manjar "le puede comer un angel" de bien sazonado que esta, como dice la tia Simona, y todos ellos quedan cuidadosamente arrimados a la lumbre para que se conserven en buena temperatura, precedese a otra operacion no menos solemne que la cena misma: poner la mesa _perezosa_. Esta mesa se reduce a un tablero rectangular sujeto a una pared de la cocina por un eje colocado en uno de los extremos; el opuesto se asegura a la misma pared por medio de una tarabilla. Suelta esta, baja la mesa como el rastrillo de una fortaleza, y se fija en la posicion horizontal por medio de un pie, o tentemozo que pende del mismo tablero. La perezosa no se usa en las aldeas mas que en el dia del santo patrono, en la noche de Navidad en la de Ano Nuevo y en la de Reyes, o cuando en la casa hay boda. Por eso no debemos extranarnos del estrepito que se arma en la cocina del tio Jeromo al hacerse esta operacion.--"iQue no se te caiga!--iAyudame por esta banda!--iQuita ese banco!--iApana esa cuchara!--iAlla va!--iQue esta torcia!--iCalza de alla!--iFuera esa pata!" Poco menos alboroto y mayores precauciones que si se botara al agua un navio de tres puentes. Puesta la mesa y sobre ella los manjares, y echada la bendicion por el estudiante, dejaremos a la familia cenar con toda libertad: es operacion, salvas algunas leves diferencias de forma en los cubiertos y de fuerza de masticacion, que todos hacemos lo mismo. Ademas, nuestra presencia tal vez impidiera al buen Jeromo sorber la salsa que queda en la cazuela del guisado, y a su mujer pasar el dedo por la tartera de las tostadas para rebanar el azucar, y al seminarista apurar "hasta verte, Jesus mio", el vaso de vino blanco. Volvamos a la misma cocina una hora mas tarde. Todos estan mas locuaces que antes, y hasta el viejo labrador ha desarrugado su habitual entrecejo. El rapazuelo ronca tendido sobre un banco, y el estudiante habla en latin y asegura que si entonces pillara al mayorazgo, iira de Dios!... La tia Simona canta por lo bajo: "Esta noche es Noche-Buena y manana Navidad; esta la Virgen de parto y a las doce parira." Su hija se dispone a hacerle el duo, cuando se oye en el corral un coro de relinchos y un ruido sobre los morrillos, como si avanzaran veinte caballos. --iAhi estan los ladrones!--diria en tal caso un ciudadano alarmado. Pues, no senor, son los _marzantes_, es decir, dos docenas de mocetones del lugar que andan recorriendole de casa en casa. El ruido sobre los morrillos y los relinchos los producen las almadrenas y los pulmones de los mozos. Este acontecimiento hace en los personajes de la cocina un efecto agradabilisimo; callan todos como estatuas y se disponen a escuchar. --Vaya, _senor don_ Jeromo--dice una voz en falsete para disfrazar la verdadera, desde el portal:--a ver esas costillas que se estan curando en el _varal_; esos ricos huevos de la gallina pinta que cacareaba en el corral, por, por, por, poner, por, iponer!... iQue si!... iVaya, que si!... El coro contesta con relinchos a esta primera tirada de _algarabia_, que asi se llama tecnicamente la introduccion de los marzantes, y vuelve a continuar la voz pidiendo "morcillas en blanco, o aunque sea en negro", y otras cosas por el estilo, hasta que concluye diciendo: --?Que quiere usted?; ?que cantemos o que recemos? --Que recen--dice Jeromo. --iQue canten, concholes!--replica el estudiante,--que a mi me gustan mucho las marzas.... iEa, a cantar!--anade luego, abriendo una rendijilla, nada mas, de la ventana. Esta orden es acogida afuera con otro coro de relinchos, y al punto comienzan a cantar los marzantes, en un tono triste y siempre igual, un larguisimo romance que empieza: "En Belen esta la Virgen que en un pesebre pario; pario un nino como un oro relumbrante como un sol...." y concluye: "A los de esta casa Dios les de victoria, en la tierra gracia y en el cielo gloria." Esta copleja tiene esta otra variante que los marzantes suelen usar cuando no se les da nada, o cuando se les engana con morcillas llenas de ceniza: "A los de esta casa solo les deseo que sarna perruna les cubra los huesos." Los pesados lances a que esta jaculatoria suele dar lugar, y los nada ligeros que se suscitan siempre al fin de la velada cuando van los mozos _a comer las marzas_ a la taberna, ya encontrandose con los marzantes de otro barrio, o ya provocando a algun vecino, es sin duda la causa de que disfrace la voz el que pide y de que guarden asimismo el incognito todos sus companeros. Pero en casa de Jeromo no se engana a nadie, y la tia Simona alarga media morcilla de manteca a los marzantes; y estos, despues de echar la primera copla, se marchan relinchando de placer. La familia tira los ultimos golpes a la cena, agotanse los jarros de vino, y el chicuelo despierta preguntando por los marzantes. Cuando sabe que se han marchado, alborota la cocina a berridos, dale su padre un par de guantadas, interponense el seminarista y su madre, apagase la lumbre, oscila la luz del candil, dormita la moza, maya perezoso el gato, caesele la pipa mas de una vez de la boca al tio Jeromo, habla torpe sobre los fenomenos de la luz el seminarista; y cuando los relinchos de los marzantes se escuchan lejanos, hacia el fin de la barriada, desfila al paso tardo y vacilante la familia del tio Jeromo a buscar en el reposo del lecho el fin de tan risuena y placentera velada. La tia Simona sale la ultima; y mientras se lamenta de haber dejado de rezar el rosario por causa del jaleo, y jura que al dia siguiente ha de rezar dos, guarda en el arcon que ya conocemos los despojos del pan, del azucar y de la manteca, para que en el primer dia de Pascua pueda la familia, "manipulandoselo bien", recordar, con algo mas que la memoria, la noche de Navidad. LA LEVA I Enfrente de la habitacion en que escribo estas lineas hay un casucho de miserable aspecto. Este casucho tiene tres pisos. El primero se adivina por tres angostisimas ventanas abiertas a la calle. Nunca he podido conocer los seres que viven en el. El segundo tiene un desmantelado balcon que se extiende por todo el ancho de la fachada. El tercero le componen dos buhardillones independientes entre si. En el de mi derecha vive, digo mal, vivia hace pocos dias, un matrimonio, joven aun, con algunos hijos de corta edad. El marido era bizco, de escasa talla, cetrino, de ruda y alborotada cabellera; gastaba ordinariamente una elastica verde remendada y unos pantalones pardos, rigidos, indomables ya por los remiendos y la mugre. Llamabanle de mote el _Tuerto_. La mujer no es bizca como su marido, ni morena; pero tiene los cabellos tan cerdosos como el, y una rubicundez en la cara, entre bermellon y chocolate, que no hay quien la resista. Gasta saya de bayeta anaranjada, jubon de estamena parda y panuelo blanco a la cabeza. Los chiquillos no tienen fisonomia propia, pues como no se lavan, segun es el tizne con que primero se ensucian, asi es la cara conque yo los veo. En cuanto a traje, tampoco se le conozco determinado, pues en verano andan en cueros vivos, o se disputan una desgarrada camisa que a cada hora cambia de poseedor. En invierno se las arreglan, de un modo analogo, con las ropas de desperdicio del padre, con un refajo de la madre, o con la manta de la cama. El Tuerto era pescador, su mujer es sardinera, y los ninos ... viven de milagro. En la otra buhardilla habita solo otro marinero, sesenton, de complexion herculea, y un tanto encorvado por los anos y las borrascas del mar. Usa un gorro colorado en la cabeza y un vestido casi igual al de su vecino el Tuerto. Tiene las grenas, las patillas y las cejas canas. No se de cierto como tiene la cara, porque es hombre que la da raras veces, y no he podido versela a mi gusto. Se llama de nombre tio Miguel; pero responde a todo el mundo por el mote de _Tremontorio_, corruptela de _promontorio_, mote que le dieron en su juventud por su gigantea corpulencia y por su vigor para tirar del remo contra corrientes y celliscas. A la edad que cuenta, lleva hechas dos campanas _de rey_; es decir, le ha tocado la suerte de servir en barco de guerra, dos veces a cuatro anos cada una. La ultima campana la hizo en la _Ferrolana_, y con esta fragata dio la vuelta al mundo, con el cual viaje acabo de conquistar el prestigio que le iban dando entre sus companeros sus muchos conocimientos como marinero, su valor, su buen corazon ... y sus ferreos punos. Se conserva soltero, porque entre su lancha, sus campanas y sus redes, que teje con mucho primor, nunca le quedo un cuarto de hora libre para buscar una companera. Por ultimo, en el cuarto segundo habita un matrimonio contemporaneo del tio Miguel; y si no tan robustos como este, los dos conyuges esta aun mas desalinados que el, y tan canos, tan curtidos y arrugados. De este matrimonio nacio el Tuerto de la buhardilla, quien al lado de su padre aprendio a tirar del remo, a aparejar serena, a ser, en fin, un buen pescador. El padre del Tuerto, tio _Bolina_ llamado, porque siempre al andar se ladeo de la derecha, sigue, a pesar de sus anos, bregando con la mar, como el tio Tremontorio; y no por aficion a ella, como diria muy serio un poeta del rinon de Castilla o de la Mancha, acostumbrado a mandar las maniobras y a conjurar tormentas des de un escenario, o en el estanque del Retiro, sino porque viven de lo que pescan, y solo pescan para vivir exponiendo la vida cien veces al ano en el indomito mar de Cantabria, sobre una fragil lancha. Dados estos pormenores, debo decir al lector, por si se ha sorprendido al verme tan enterado de ellos, que ni yo los he buscado ni los personajes descritos han venido a traermelos: ellos, solitos, se han colado por la puerta de mi balcon, de la manera mas sencilla. La aludida casa esta separada de la en que escribo, por la calle, que no es muy ancha; y mis vecinos, lo mismo en invierno que en verano, saldan todas sus cuentas y ventilan los asuntos mas graves, de balcon a balcon. Por ejemplo: Se acerca un dia la hora de comer. En la buhardilla del Tuerto se oyen gritos y porrazos de su mujer, y lloros y disculpas de los chiquillos que los reciben. No se ve la escena, porque lo impide el humo de la cocina que sale a borbotones por el balconcillo, conductor unico que para el hay en la casa. La mujer del tio Bolina esta clavando unas _rabas_ de pulpo en la pared de su balcon, para que se oreen. Su nuera aparece en el suyo, mas desalinada que nunca, con la cara roja como un pimiento seco y con la crin suelta, en medio de una espesisima nube de humo, iaparicion verdaderamente infernal!; saca medio cuerpo fuera de la balaustrada, y con voz ronca y destemplada, grita, mirando al piso segundo: --iTia!... Debo advertir que este es el tratamiento que se da, entre la gente del pueblo de este pais, por los yernos y nueras, a las suegras. La vieja del segundo piso, sin dejar de clavar las rabas, al conocer la voz de su nuera, contesta de muy mala gana: --?Que se te pudre? --?Tiene un grano de sal pa freir unas _bogas_? --No tengo sal. --Salu es lo que no habia de tener uste--refunfuna la mujer del Tuerto. --Vergueenza es lo que a ti te falta--grune, al oirlo, la vieja.--Y sabete que tengo sal, pero que no te la quiero dar. --Ya me lo figuro, porque siempre fue uste lo mismo. --Por eso te he quitao el hambre mas de cuatro veces, iingratona, desalmada! --Lo que uste me esta quitando todos los dias es el credito, ichismosona, mas que chismosa!; y si no fuera por dar al diablo que reir, ya la habia arrastrao por las escaleras abajo. --Capaz seras de hacerlo, ibribonaza!; que la que no quiere a sus hijos, mal puede respetar las canas de los viejos. --?Que no quiero yo a mis hijos!...; ?que no los quiero!--ruge la de la buhardilla, puesta en jarras y echando llamas por los ojos.--?Quien sera capaz de hacerlo bueno? --Yo--replica con mucha calma la vieja;--yo que los he recogido muchas veces en mi casa, porque tu los dejas desnudos y abandonaos en la calle cuando te vas a hacer de las tuyas de taberna en taberna ... iborrachona! --iImpostora..., bruja!--grita al oir estas palabras, descompuesta y febril, la mujer del Tuerto.--?Yo borracha! ?Cuantas veces me ha levantado uste del suelo, desolladura? Y aunque fuera verda, a mi costa lo seria: a denguno le importa lo que yo hago en mi casa. --Me importa a mi, que veo lo que suda el mi hijo pa ganar un peazo de pan que tu vendes por una botella de aguardiente, en lugar de partirle con tus hijos. Por eso los probes angelucos no tienen cama en que dormir, ni lumbre con que calentarse, ni camisa que poner; por eso no tienes tu un grano de sal y me la vienes a pedir a mi.... Compralo, iviciosona!... Pero vienes tu de mala casta para que seas buena. --Mi casta es mejor que la de uste, por todos cuatro costaos. Y yo en mi casa me estaba. El fue a buscarme. --Nunca el hubiera ido...; bien se lo dije yo:--"iMira que esa es _callealtera_ y no puede ser buena!" --Los de la calle Alta tienen la cara muy limpia y se la pueden ensenar a todo el mundo ... algo mejor que los de aca abajo...; iflojones, mas que flojones!, que se han dejao ganar tres regatas de seguido por los callealteros.... Esa es la rescoldera que a uste le pica; pero por mas pedriques que echen en Miranda y mas velas que pongan a los _Martiles_, San Pedruco el nuestro los ha de echar a pique. --San Pedro no puede amparar nunca a gente tan desalmada como tu, y si se perdieron las regatas, Dios sabe por que fue. --Por falta de punos, pa que uste lo sepa. --Grita, grita mas alto; que te lo oiga el tu marido que por alla abajo asoma, y mira despues onde te metes. --Yo digo la verda aunque sea delante del mi marido--replica la de la buhardilla, mirando de reojo a una esquina de la calle y bajando la voz asi que ve al Tuerto. La vieja del segundo clava la ultima raba, y sin mirar hacia su nuera, vase retirando del balcon, dejando fuera estas palabras: --Anda, anda a prepararle la comida, iborrachona! La aludida en ellas desaparece tambien, metiendose furibunda por lo mas espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina despues de haber despedido a su suegra con estos piropos: --iBruja, brujona!...; vaya a discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido...; ichismosa, infamadora! Antes de pasar mas adelante, debe saber el lector que desde tiempo inmemorial, existe entre los mareantes de la calle Alta y los de la del Mar, barrios diametralmente opuestos de Santander, una antipatia inextinguible. Cada barrio forma cabildo aparte, y no han querido para los dos un mismo patrono. San Pedro lo es de la calle Alta, o _Cabildo de Arriba_, y la calle del Mar, o _Cabildo de Abajo_, esta encomendado al amparo de los santos martires Emeterio y Celedonio, a cuyas gloriosas cabezas, de las que se cuenta que llegaron milagrosamente a este puerto en un barco de piedra ha dedicado, construyendola a sus expensas, una bonita capilla en el barrio de Miranda, dominando una gran extension de mar. Con estos datos no se extranara ya que mis dos vecinas, despues de apostrofarse reciprocamente, como lo hacen en la primera parte del dialogo transcrito, puedan hallar ofensivo a su dignidad el ser callealteras o el dejar de serlo. Y prosigamos. Llega a su casa el Tuerto. (Y adviertase que el humo se va disipando, y no impide ya que yo vea la escena, con todos sus pormenores.) Quitase el _sueste_, o sombrero embreado, de la cabeza; coloca sobre un arcon viejo el impermeable de lona que llevaba al hombro, y cuelga de un clavo un cesto cubierto con hule y lleno de aparejos de pescar. Su mujer desocupa en una tartera desportillada un potaje de berzas y alubias, mal cocido y peor sazonado; ponelo sobre el arcon, y junto a el un gran pedazo de pan de municion. El Tuerto, sin decir una sola palabra, despues que sus hijos han rodeado la tartera, empieza a comer el potaje con una cuchara de estano. Su mujer y los chicuelos le acompanan, por turno, con otra de palo. Concluyese el potaje. El Tuerto espera algo que no acaba de llegar; mira a la tartera, despues al fondo de la olla vacia, y, por ultimo, a su mujer. Esta palidece. --?Onde esta la carne?--pregunta al cabo, con voz ronca, el pescador. --La carne ...--tartamudea su mujer,--como ya estaba cerrada la tabla cuando fui a buscarla, no la traje. --iMentira!... Yo te di ayer al mediodia dos reales y medio para comprarla, y la tabla no se cierra hasta las cuatro. ?Onde tienes el dinero?... --?El dinero?...; el dinero ... en la faltriquera. --iBribona, tu la has hecho hoy ... y yo te voy a abrir en canal!--grita exasperado el Tuerto al notar la turbacion, cada vez mas visible, de su mujer.--A ver el dinero, digo, ipronto! La interpelada saca, temblando, unos cuartos de su faltriquera, y sin abrir toda la mano, se los ensena a su marido. --iEsos no son mas que ocho cuartos ... y yo te deje veintiuno!... ?Onde estan los otros?... --Se me habran perdido...; que yo tenia los veintiuno esta manana.... --No puede ser: yo te di dos reales en plata. --Es que ... los cambie en la plaza.... --?Que ha hecho tu madre esta manana?--pregunta rapido el Tuerto al mayor de sus hijos, cogiendole por un brazo. El chiquitin tiembla de miedo, mira alternativamente a su padre y a su madre, y calla. --iHabla pronto!--dice el primero. --Es que me va a pegar madre si lo digo--contesta, haciendo pucheros, el pobre chico. --iEs que si callas te voy a deshacer yo la cara de una guanta! Y el muchacho, que sabe por experiencia que su padre no amenaza en vano, a pesar de las senas que le hace su madre para que calle, cierra los ojos y dice rapidamente, como si le quemaran la boca las palabras: --Mi madre trejo esta manana un cuartillo de aguardiente, y tiene la botella escondia en el jergon de la cama. El Tuerto, oida esta ultima palabra, tumba de un sopapo a sus pies a la delincuente, corre a la cama, revuelve las hojas de su jergon, saca de entre ellas una botellita blanca que contiene un pequeno resto del delatado contrabando, vuelve con ella hacia su mujer, y arrojandosela a la cabeza en el momento en que se incorporaba, la derriba de nuevo y salpica a los chiquillos con el liquido pecaminoso. Gime, herida, la infeliz; lloran asustados los granujas, y el iracundo marinero sale al balconcillo renegando de su estrella y maldiciendo a su mujer. Tio Tremontorio, que vino de la mar con Bolina y el Tuerto, se halla en su balcon tejiendo red (su ocupacion preferida cuando esta en casa) desde el principio de la reyerta de sus vecinos, y tirando de vez en cuando un mordisco a un pedazo de pan y a otro de bacalao crudo, manjares que constituyen su comida ordinariamente. No se da con el Tuerto por advertido del suceso que acaba de ocurrir y del que se ha enterado perfectisimamente, pues no le gusta meterse en lo que no le importa; pero el irascible marido, que necesita dar salida al veneno que aun le queda en el cuerpo, llama a su vecino, y de balcon a balcon entablan este dialogo a grandes voces: --Tio Tremontorio, yo no puedo con esta bribona, y voy a hacer un dia una barbarida. --Ya te he dicho que tienes tu la culpa desde un principio; en cuanto la veias cenir un poco, arriabas en banda.... --?Y que habia de hacer yo si me paecia una santa de Dios? --?Que habias de hacer? iTina!; lo que yo te decia siempre:--"Caza firme y trinca bien; viento duro por la popa, y hala por avante." --iPero si no tiene ya un hueso en el cuerpo que no le haiga yo carenao a golpes! --iDespues que se le habia podrio la maera, tina! --iMe valga Dios, que picara!... ?Que va a ser de estas criaturas el dia que la suerte me saque de casa!...; porque el demonio no tiene por onde desechar a esta mujer. La semana pasa la entregue veinticuatro riales pa que vistiera a los hijos...; ?uste los ha visto?: pos tampoco yo. La borrachona los consumio en aguardiente. Peguela una trisca que la deje por muerta, y a los tres dias me vende una sabana por media azumbre de cana; doila ayer veintiun cuartos pa carne, y bebelos tamien.... Y a too esto, las criaturas esnudas, yo sin camisa, y sin atreverme, si a mano viene, a echar un vaso de vino un dia de fiesta. --?Por que no la conjuras, tina? Pue que sea _mal-dao_. --iSi llevo gastao, tio Tremontorio, un costao en esos ameniculos! Llevela a ma e tres leguas de aqui, a que un senor cura, que icen que tiene ese previlegio, la echara los Avangelios; leyoselos, diome una cartilla bendecia y un poco de ruda, cosilo too en una bolsa, colguesela al pescuezo, costome la cirimonia al pie de un napolion..., y na: al dia siguiente cogio una cafetera que no se podia lamber. Yo la he dao aguardiente cocio con polvora, que icen que es bueno pa tomar ripunancia a la bebida, y a esta condena paece que le gusta mas desde entonces. He gastao en velas pa los Santos Martiles, a ver si la quitan el vicio, un sentio..., y como si callara.... Ya no se que hacer, tio Tremontorio, si no es matarla, porque es mucho el vicio que tiene. Fegurese uste que dempues que la di el aguardiente con polvora, la entro un colico que crei que reventaba. Como yo habia oido que el aguardiente es bueno pa quitar el dolor de barriga, poniendo por fuera unos panos bien empapaos en ello, calente en una sarten como medio cuartillo; y cuando estaba casi hirviendo, llevelo asi a la cama onde se estaba revolcando la muy bribona. Mandola que tenga un poco la sarten mientras yo iba al arcon a buscar unos trapos, vuelvo con ellos...: ?creera uste, puno, que ya se habia trincao el aguardiente de la sarten, abrasando como estaba? iHombre, si esto es mas que maldicion de Dios! --Pues, amigo..., tocante a eso..., ?que te dire yo? Cuando la mujer da en torcerse, como la tuya, mucho palo; si con el no sale a flote, o echala a pique de una vez, o cuelgate de una gabia. --iSi le digo a uste, hombre de Dios, que la he solfeao too el cuerpo a lena; que le he puesto la cara a _morras_ mas negra que la tinta de un magano!... --Pues ahorcate entonces, y dejame en paz y en gracia de Dios tejer estas mallas, que por no perder la paciencia no me he querido casar yo, itina, retina! --iMal rayo me parta treinta veces y media, y permita Dios que al primer noroeste que me coja en la mar me coman las merluzas!... iSi pa esto nace uno, valierame mas no haber nacio!... iPerro de mi, que no la hice macizo antes de llegar a perder la pacencia y la salu por la grandisima bribona!... Y comiendose los labios de coraje, metese el Tuerto en su buhardilla y cierra la puerta del balcon. El tio Tremontorio, sin levantar los ojos de su labor, le despide canturriando con su aspera voz esta copleja: "Por goloso y atrevido muere el pez en el anzuelo; porque yo no soy goloso en paz y libre navego." Suponte ahora, lector, que estamos en un dia de fiesta. --iBolina!... iBolina!--grita la voz de Tremontorio. --?Que hay?--responde Bolina saliendo al balcon. --Que no paso por esta cuenta; que a mi me falta dinero ... y que me falta, iea! --iMalos tiburones te coman! Yo no se de que te ha servio tanto como has rodao por el mundo, que toavia no sabes contar los deos de la mano. ?Que es lo que te falta ahora? --Me falta, me falta ... yo no se cuanto, pero me falta dinero. --Si no dices mas que eso.... ?No ajustemos endenantes la cuenta mas de treinta veces? ?No viste que no te faltaba na?... --Si; pero en casa lo he pensao mejor, y no hay quien me saque de que aquellos treinta riales.... --iDale con los treinta riales! ?No te correspondian a ti diez duros por la costera de la semana? --Si. --?No nos habian emprestao a ti, al mi hijo y a mi, un barril de parrocha en la taberna del _Estrobo_? --Si. --?No costaba el barril setenta y dos riales? --Si. --?No te corresponden a ti veinticuatro? --Si. --?No debias ademas en la taberna, primeramente treinta cuartos de cafe y copas, y luego dos riales y medio emprestaos? --Si. --Pus veinticuatro y seis, treinta. ?Cuanto tienes tu? --Tengo, tengo ... dos y dos son cuatro..., cuatro ... cuatro de a decinueve, primeramente. --Bueno: pon una peseta con ellos. --Ya esta. --Pus tendras ahora cuatro duros. --Cabales.... Ahora hay, por otro lao, dos pesetas en cuartos y dos tarines. --Que son diez riales; y ochenta que tenias antes, noventa. --Noventa. Ahora me quedan cuatro peseta de a cinco, y ... uno, dos, tres ... y dos, cinco ... y uno, seis...; seis medios duros, que son.... --Que son, que son...; teniamos antes noventa riales, que con las cuatro pesetas de a cinco hacen, hacen ... noventa, y luego veinte.... Si fueran diez serian ciento; ciento, y diez ... ciento diez.... Luego, seis medios duros, que son tres. --Y ciento diez, ciento y trece justos ... hasta doscientos que debian de ser, itina!, mira si me falta dinero.... Y no te canses, Bolina, que cuando yo digo una cosa, itina!... --Pero, peazo de animal, dejame acabar.... Si too lo embrollas. ?Quien te ha dicho a ti que ciento diez riales y tres duros son ciento y trece riales? --Aqui y en Francia han sio siempre ciento diez y tres, ciento trece, iretina! --Si; pero como esos tres son duros, y tres duros son sesenta riales, sera la cuenta ciento diez, y sesenta, ciento setenta. --?Y cuantos duros hacen? --Media onza es lo mesmo que ciento sesenta riales, y estos son ciento setenta; conque son, media onza y medio duro ... ocho duros y medio. --Lo mesmo que endenantes, ?lo ves?...; hasta diez que han de ser ... isi cuando yo digo una cosa! --iMal rayo te parta! ?Pues no te he dicho que habia que desquitar treinta riales que debias en la taberna? --Si. --Pus esos treinta que te faltan hasta los doscientos, son los que te dieron de menos. --Conque es decir que por un lao se me dan treinta riales de menos, y por otro me rebajas tu en la cuenta otros tantos.... iTina!, pues ahora salgo peor; treinta de aca ... y treinta de alla.... Esto no lo dejo yo asi, y ahora mesmo voy al Muelle, iretina! --iAnda, burro, mas que burro!... iEste hombre no tiene timon en la cabeza! iMal vendaval te sople, animal!... Imaginemonos ahora que esta lloviendo, desde hace ocho dias, pero del Noroeste, con temporal recio _afuera_. --Tio Tremontorio, ?ha visto por la banda del Norte como se va poniendo? --Hay tremolina arma pa unos dias.... Esta madruga abrio un poco el ojo el Nordeste y pense que ibamos a salir manana a la mar; pero se ha corrio otra vez al vendaval y con un caris peor que el tuyo. --iY que lastima de costera, hombre!... iSi habia besugo pa aborrecelo!... Le digo a uste que esta inverna nos va a costar muy cara. --Por mor de eso, y pa ayuda de males, nos pegaron aquella _tronca_ esta manana en el Cabildo.... iY pa eso le citan a uno y le sacan de casa!... iTina, si me hubiera dejao llevar de mi genio!... Decir a Dios que con el platal que ha entrao en fondo en too lo que va de ano no ha de haber quedao pa hacer un reparto, por ver de pasar un par de dias, pinto el caso, en que no se pue salir a la mar, ni se gana pa un amoderao[5] siquiera.... iTina, y que entoavia le han de pedir a uno el real que necesita pa no morirse de hambre! --Duro es, tio Tremontorio; pero ello, pongamonos en lo justo. Ha dao la casualida de que paece que se ha avisao media calle pa ponerse enfermo too el mundo. Tolete, con viruelas; tio Mocejon, con el muermo que le ajoga; Viruta, con una pata desbarata; el Mordaguero, baldao de estribor...; y dispues, yo no se cuantos mas a pique de irse a fondo.... Por otro lao, el medico no queria asistir al Cabildo si no le aumentaban dos mil riales de sueldo, y ha habido que darselos; la lancha del Puntal nos ha empenao en un pico mu gordo este ano, una bandera nueva pa la capilla..., y el diablo que paece que se ha desatao contra nusotros.... De uste a los enfermos el porque que les corresponde cada dia, pague uste al medico lo que pidio de mas, pague uste la bandera, pierda uste lo que se ha perdio en el pasaje, y.... --iTina, a mi cuentame tu del otro mundo, que de este no tengo ya na que aprender...; y si Patuca sabe mucho, yo se mas que el. Yo lo que veo es que con un papeluco emborronao nos quiso tapar la boca. Mia tu como no estipulo el tanto mas cuanto de la cosa, mano a mano como se debia. Pero como entiende de pluma, con decir "aqui esta apuntao..."; y a mi no me la cuela el, que no me mamo el deo, aunque no conozco la O, tina! --Pero las cuentas ya se desaminaron bien alli, y por gente que lo entiende. --Comosulas nos atrapan, itina!, no te canses.... Y digo que aqui engorda anguno con lo que tu y yo sudamos, y si no, vamos a ver. Patuca Malaspenas va a la mar; anda vestio y portao como un senor; en su casa se come carne un dia si y otro no, y nunca falta el cuartillo de rioja, tiene un quinon en la pinaza del Castrejo y esta gordo que revienta. El diablo me lleve si no era tan pobre como yo hace poco tiempo. ?De onde ha salio tanto lastre? iTina! ... no quiero hablar; pero si no corriera el con los agorros del Cabildo, como corre hace dos anos, no habia de tener el pellejo tan reluciente. --Esos son malos quereres, tio Tremontorio. --iTina, que yo me entiendo! ?Por que no quiso el que se entregara el dinero a un comerciante del Muelle cuando en el otro Cabildo se lo dijieron? --Porque nos bastamos nusotros pa correr con ello sin ayuda de naide. --Por lo que se pega, borrico. --Que son malos quereres, tio Tremontorio. --Que vos enganan, como bonitos, con cuatro papeles arrugaos, vamos.... Y si quieres irle con el cuento, ya que tanto le defiendes, maldito lo que se me importa. --Yo no soy cuentero ni vivo de eso; pero cuando se dice mal de un hombre de bien..., vamos, tio Tremontorio, que no me gusta. Uste ha visto mucho mundo, pero a veces quiere saber mas de lo regular. --Y ya que tanto hablas, itina!, ?es justo, que tu, cargao de hijos, con una mujer como la que tienes, que te consume hasta la sangre, no recibas uno o dos o medio en estos dias de temporal? ?No eres tu tan necesitao como el que mas? --Yo estoy bueno y puedo trabajar.... --?A que? ?Has de ir a jalar de las pipas del Muelle? Pa eso hay otros primero que tu, que tienes que atender al aparejo y a la lancha y a tu obligacion. --No dire que no me viniera bien uno o dos o medio; pero si no me le dan, ?por que le he de echar la culpa a quien no la tiene? --?Y por que en lugar de dar nos piden? --Ese es otro cuento.... Y al ultimo, al que no tiene el rey le hace libre. --Ya te lo diran de misas. --De toos modos, tio Tremontorio, las cuentas se han presentao y se han dao por buenas; y por mas que uste y yo nos cansemos.... --Pues veremos lo que comes dentro de un par de dias, si el tiempo no se echa a la tierra. --Salu nos de Dios, y ya lo veremos. --iAmen!... (iTina!...; ique hombres hay en el mundo! Too lo encuentran gueeno. iAsi tienen ellos los calzones!) Si mientras el Tuerto estaba a la mar, alguno de sus hijos rompia la olla, o se comia el pan que estaba en el arcon, o hacia cualquier diablura propia de su edad, en el balcon le sacudia el polvo su madre, en el balcon le estiraba las orejas y en el balcon le banaba en sangre la cara. Si de vuelta de correr la sardina salia alcanzada la mujer del Tuerto en la cuenta que este le tomaba rigorosamente, en el balcon se oia la primera guantada de las que administraba el desdichado marido a su costilla; desde el balcon llamaba a su padre, a su madre y a Tremontorio; desde el balcon les contaba lo sucedido, y renegaba furibundo de su mujer; desde el balcon imploraba el auxilio de Dios..., y de balcon a balcon se enredaba un dialogo animadisimo que entretenia, por espacio de media hora, a las gentes de la calle. Si el patron de la lancha de que son socios mis vecinos, les debe algo, desde sus balcones lo dicen, y en los mismos discuten el medio de cobrarlo. Por el balcon recibe Tremontorio las consultas que se le hacen sobre el tiempo; por el balcon las contesta, y el balcon es su observatorio. En una palabra: mis vecinos tienen el balcon por casa, excepto para dormir y vestirse; y ni aun en estas dos ocasiones quieren prescindir totalmente de la publicidad. Tremontorio y Bolina, especialmente, se mudan la camisa y los pantalones en medio de la sala ... con todas las puertas abiertas; pero donde se echan los botones y se amarran la cintura con la indispensable correa, es en el balcon. Y esto en invierno; que en verano, o cierro la puerta de mi antepecho, o he de contemplarlos hasta en la menor particularidad de su vida intima, tanto de dia como de noche.... Por hacerme participe de sus costumbres estas pobres gentes, hasta me despierta a mi al mismo tiempo que a ellas el penetrante e intraducible grito de _iapuyaaa!_ con que les llama, a las tres de la manana en verano y a las cinco en invierno, para ir a la mar, otro marinero que tiene por esta obligacion algunos gajes. De todo lo cual resulta, lector, aun sin mi decidida aficion a reparar en achaques de costumbres, mas de lo suficiente para que comprendas como, sin poner trabajo alguno de mi parte, y sin que en mi obsequio se le tomara nadie, pude adquirir los datos que apunte en las primeras paginas de este bosquejo. Ahora, pues, previa tu indulgencia por estas digresiones, y suponiendote orientado en el terreno de nuestros personajes, voy a tratar del verdadero asunto de mi cuadro. FOOTNOTES: [Footnote 5: Arenque.] II Hace pocos dias empezo a llamarme la atencion el aspecto que presentaba la casuca de enfrente. La buhardilla del Tuerto apenas se abria, ni en ella se escuchaban las risas, los lloros y los golpes de costumbre. El tio Tremontorio trabajaba en sus redes al balcon algunas veces, pero siempre mudo y silencioso, cual era su caracter cuando sus convecinos le dejaban en paz y entregado a sus naturales condiciones. Los dos viejos del segundo piso se daban muy pocas veces a luz, y en algunas de ellas vi enrojecidos los arrugados y enjutos parpados de la mujer de Bolina. Indudablemente pasaba algo grave en aquella vecindad. Un tanto preocupado con esta idea, puse toda mi atencion en la casuca con el objeto de adquirir la verdad. Las ahumadas puertas del balcon de la buhardilla se abrieron al cabo, despues del mediodia, y lo primero que en el interior descubrieron mis ojos, fue un hombre vuelto de espaldas hacia mi, con camiseta blanca de ancho cuello azul tendido sobre los hombros, y gorra de lana, tambien azul, ocupado en colocar en un gran panuelo de percal, desplegado sobre el arcon que conocemos, algunas piezas de ropa. Despues que hubo anudado las cuatro puntas del panuelo que contenia el equipaje, se incorporo el hombre, volvio la cara..., y conoci en ella a la del Tuerto: pero mas obscura, mas triste, mas cenuda que nunca. El pintoresco traje del pobre pescador me explico en un instante la causa del cambio operado en aquella vecindad. Hecho el lio de ropa, paso el Tuerto su brazo izquierdo por debajo de los nudos, metio dentro de la gorra algunos mechones de pelo que le caian sobre los ojos, tiro de una bolsa de piel mugrienta que guardaba en un bolsillo de sus pantalones, saco de ella tabaco picado, hizo un cigarro, encendiole en un tizon que le trajo su mujer, que lloraba, aunque en silencio, fijose en los chicuelos que tambien lo rodeaban, y, haciendo un gran esfuerzo, dijo con voz insegura: --iEa!, sobre que ha de ser, cuanto mas pronto. La sardinera, al oir a su marido, rompio a llorar a todo trapo; sus hijos la siguieron en el mismo tono. --iA ver si vos callais con mil demonios!--exclamo el pescador con visible emocion.--Y tu--anadio dirigiendose a su mujer,--ya sabes lo que se va a hacer. Estas criaturas se vienen ahora mesmo conmigo, y se las dejo a mi madre al tiempo de bajar. Alli se estaran con ella hasta que yo gueelva. --iNo, por todos los santos del cielo!--grito la mujer, que al fin era madre.--Yo soy muy capaz de cuidarlas, y no quiero que naide mas que yo de de comer a mis hijos. --Lo que eres tu me lo se yo muy bien; y no me acomoda que el mejor dia amanezcan los angeles de Dios aterecios a la puerta de la calle. Y sobre too, no te los tiro a la mar: bien acerca te quedan: too el dia te puedes estar abajo con ellos.... Pero ya se lo he dicho a mi madre: "antes que dejarlos subir aqui, rompales una pata".... Y esto sacabo. Vamonos pa bajo.... Y cuidao con que te vengas al Muelle detras de mi, que no tengo ganas de perendengues; y cuanto mas solo este uno, mejor.... Asi como asi, estoy yo tan sastifecho, que si me descuido con la escotilla se me va el alma de la bodega, ipuno!... Andando, hijos mios.... Y el desventurado Tuerto se bajo para coger al menor de los muchachuelos, que le miraban llorando. Entonces su mujer, cediendo a un irresistible impulso de su corazon, echo los brazos al cuello de su marido, y con el torrente de sus lagrimas arranco al fin ilas primeras, tal vez! de los torvos ojos de aquel rudo marinero. Pero este no era hombre que se entregaba rendido a semejantes debilidades; asi es que, desprendiendose de los brazos de su costilla, cogio entre los suyos al menor de sus hijos, mando a los otros que le siguieran, obligo a su mujer a quedarse en casa, y salio de ella precipitadamente, cerrando detras de si la puerta de la escalera. Pocos minutos despues estaba en la calle, con su lio al brazo, en compania de Bolina y Tremontorio. Los tres iban cabizbajos, taciturnos y caminando con repugnancia. Casi al mismo tiempo que ellos en la calle, aparecieron en sus respectivos balcones la mujer de Bolina, rodeada de sus nietos, y la del pobre Tuerto, sola, desgrenada y dando alaridos de desconsuelo. Sus hijos y su suegra, aunque sin gritar tanto como ella, vertian tambien abundantes lagrimas. Al oir este coro desgarrador, los tres marineros apretaron el paso, los vecinos de la calle salieron a sus balcones, y yo me decidi a seguir a mis conocidos hasta el desenlace de la escena, cuyo principio habia presenciado. El dolor tiene su fascinacion como el placer, y las lagrimas seducen lo mismo que las sonrisas. Tome, pues, el sombrero y me largue al Muelle. Una apinada multitud de gente de pueblo se revolvia, gritaba, lloraba e invadia la ultima rampa, a cuyo extremo estaba atracada una lancha. En esta lancha habia hasta una docena de hombres vestidos de igual manera que el Tuerto; y tambien como el llevaba cada cual un pequeno lio de ropa al brazo. De estos hombres, algunos lloraban sentados; otros permanecian de pie, palidos; inmoviles, con el sello terrible que deja un dolor profundo sobre un organismo fuerte y varonil; otros, fingiendo tranquilidad, trataban de ocultar con una sonrisa violenta al llanto que asomaba a sus ojos. Todos ellos se habian despedido ya de sus padres, de sus mujeres, de sus hijos, que desde tierra les dirigian, entre lagrimas, palabras de carino y desesperanza. Entretanto, algunos otros, tan desdichados como ellos, se deshacian a duras penas de los lazos con que el parentesco y la amistad querian conservarlos algunos momentos mas en tierra. Por eso las palabras "padre", "madre", "hijo", "amigo", eran las unicas que dominaban aquella triste armonia de suspiros y sollozos. iTerrible debia ser la pena que hacia humedecerse aquellos ojos acostumbrados a contemplar serenos la muerte todos los dias entre los abismos del enfurecido mar! Sin calmarse un momento la agitacion de la gente de tierra, los marineros que aun quedaban en ella fueron poco a poco pasando a la lancha: el ultimo entro el Tuerto, despues de haber dado un estrecho abrazo a su padre y a su vecino, que le acompanaron hasta la orilla. Nada quedaba de comun, sino el corazon, entre los embarcados y la gente de tierra. El servicio de la patria era el arbitro de la vida y de la libertad de los primeros, durante cuatro anos, a contar desde aquel momento; y ante deber tan alto, tenian que romperse los lazos de la familia y los de la amistad. Los remos habian tocado ya el agua, y aun permanecia la lancha atracada a la rampa, y sujeta a ella por un cabo que tenia entre sus manos, por el extremo de tierra, un viejo patron que contemplaba atonito la escena. --iSuelte!--le dijeron desde la lancha mas de una vez, con debil voz. Pero el viejo patron, o no oyo las advertencias, o se hizo sordo a ellas, que es lo mas probable, por disfrutar algunos instantes mas de la presencia de sus companeros. --iQue suelte!--le volvieron a repetir mas alto. Y nada: el viejo, clavado como una estatua a la orilla del mar, no solto el cabo. Pero el Tuerto, a quien el llanto de su padre y el recuerdo de sus hijos estaban martirizandole el alma, temiendo ceder al cabo al peso de la afliccion que ya enturbiaba sus ojos, al ver el poco efecto que en el patron habian hecho las ordenes anteriores, --iLarga!--grito con ruda y tremenda voz, dominando con ella los alaridos de tierra, y fijando su torva mirada en el viejo marino. Este obedecio instantaneamente; el cabo cayo al agua, crujieron los remos, oyose un "iadios!" infinito, indescriptible; y la lancha se deslizo hacia San Martin, en cuyas aguas esperaba, humeando, un vapor que habia de recoger a los pasajeros de ella. En instante tan supremo, las mujeres que quedaban a la orilla redoblaron sus lamentos, abrazaron a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos, a sus amigos, y se confundieron todos en un solo torrente de lagrimas. Hay situaciones, lector amigo, que no a todos es dado describir, y esta es una de ellas. Para sentirla, basta un buen corazon como el tuyo y el mio; para pintarla con su verdadero colorido, se necesita la fresca imaginacion de un poeta y yo no la tengo. Recuerdo que, dos anos ha, mi amigo Eduardo Bustillo, el inspirado cantor de nuestras glorias nacionales, delante de una escena identica a la que voy describiendo, desde el mismo sitio, acaso sobre la misma piedra que yo, lloro con su alma las penas de las pobres familias a quienes una leva sumia en el abismo de todos los dolores, y puso en labios de una esposa desvalida estas palabras sencillas, pero tiernas y elocuentes: --"Mi pobre nina inocente el amor perdido siente. Mas ya, ?quien pondra en mis manos su pan y el de sus hermanos? iAy, Senor!, que en mi profundo dolor presiento males prolijos; que en este afan angustioso, _lloro, mas que por mi esposo, por el padre de mis hijos_." Supla esta bella estrofa las frases que yo no encuentro para pintar la desolacion de aquella escena. Se lloraba al padre, al esposo, al hijo, que se iban, quiza para siempre; pero que, al irse, se llevaban el pan de los que se quedaban.... III Cuando la lancha llego al costado del vapor, la multitud que se habia quedado en la rampa del Muelle, no distinguiendo mas que un pequeno bulto negro en la superficie del agua, se fue retirando poco a poco y reduciendo a un solo grupo, formado por las familias de los marineros ausentes. Este grupo unido, compacto, como si en semejante cohesion hallase cada uno mas pequena su desgracia, comenzo a andar tristemente, consolando los hombres a las mujeres y estas a los ninos. Sobre las figuras de aquel triste cuadro se destacaban los hombros y la cabeza de Tremontorio, que, como no tenia familia propia, adoptaba por suyas a todas las demas. Hombre corrido por los mares y desgraciado en levas, pues le habian cogido dos, como dije al principio, era el refugio a que acudian aquellas pobres gentes para saber algo de la suerte que esperaba a los objetos de su carino. --Y diga, tio Tremontorio, ?es verda que los castigan mucho, que los pegan a bordo?--preguntaba, entre sollozos, una pobre mujer. --iQuita d'ay!...; pataratas y na mas que pataratas.... iQue los tienen de pegar, tina? iPus no faltaba mas! Eso era en un prencipio.... Yo no acance ya el _chicote_; conque feurate.... Ademas, el tu marido es hombre que sabe cumplir con su obligacion, y lo pasara bien.... Lo que es a bordo, como no salga _nostramo_[6] con malas entranas, no hay cuidao. Ahora, si es de esos atravesaos que dan al diablo que hacer, y le toma a uno sobre ojo, ivalgame Dios!, lo mejor que se le antoja es mandarle a uno a fregar la perilla del mastelero de mesana, o a tomar un riso a la gavia mas alta, sin necesidad, en una noche de borrasca.... Pero, iquia!, ya no se ve de esto.... Ahora da gusto servir en barco de rey. --?Y aonde los echaran ahora? --Pues, por de pronto, van al Ferrol. Estaran en el departamento unos dias; dempues a este en la freata, al otro en el bergantin, al de mas alla en el vapor, me los van embarcando a toos poco a poco. Unos se quedaran en da que guardacostas por los mares de aca, y se refiere to ello a na, a barloventear, como quien dice, de este puerto al otro, y a correr un chubasco de vez en cuando; pero como nos conocen estas aguas, no hay cuidao por ello. Otros iran a la _otra banda_, al apostaero. Alli la cosa tiene de too: poco trabajo, buena ginebra, buen tabaco y buen cafe; pero hay que sudar el quilo a cada paso.... Dispues, hoy que _la_ colera, manana que el gomito negro.... iTina, y que intencion mas mala tienen estos incomenientes con el probe marinero!... Al que acanzan con el bichero, hasta que le matan no le dejan. Si a uste le encajan en Manila, hasta el pan se conjura contra uno; el cuerpo no es mas que una _remanga_ en aquella tierra: lo mismo da llenarle, que no llenarle, que hace mas agua que un casco viejo; y en cuanto se desembarca, no le queda una gota adrento. Un mes en aquellos mares, deja al hombre que no le conoce la madre que le pario...; itina, mas amarillo y mas relambio se pone!... Guerras no hay ahora que le obliguen a uno a soltar un par de andanas a cada instante...; y como nusotros, en la _Ferrolana_, vimos cuantos mares Dios crio y cuanto mundo se pue ver, ?a que ha de ir naide ya por onde nosotros fuimos? iTina, no lo quiera Dios...; que hoy se asa uste vivo, manana se aterece de frio, aqui calenturas, mas alla sarna...; ihombre, que climen mas endino!...; iy que gente, me valga Dios!; mas colores tiene que una _julia_.--Tocante a las campanas de hoy, no hay que tener cuidao.... Conque..., animo, itina!, que de menos nos hizo Dios.... Y aqui estoy yo que no me he muerto, y ha hecho la suerte conmigo cuanto puede hacer un tiburon detras de un bote.... Y no digo mas. El bueno de Tremontorio siguio largo rato consolando, a su manera, a aquellas pobres mujeres, hasta que el grupo, compacto siempre y cada vez mas numeroso con la turba de chiquillos que se le iban agregando a su paso, cambio de rumbo al llegar al Consulado, y se interno en la poblacion; y yo, que maquinalmente le habia seguido escuchando a Tremontorio desde la Punta del Muelle hasta aquel sitio, perdile en el de vista y continue hacia la Ribera, vivamente impresionado con las escenas de que habia sido testigo aquella tarde. Cual seria la base de todas mis meditaciones, se adivina facilmente; que remedio fue el primero que se me ocurriera para evitar males tan considerables como el que deploraba entonces, no debo decirlo aqui por dos razones: la primera, porque, en mi buen deseo, puedo equivocarme; y la segunda, porque, aunque acierte, no se ha de hacer caso alguno de mi teoria en las altas regiones donde se elabora la felicidad de los nietos del Cid. Pobre pintor de costumbres, atengome a mi oficio: copiarlas como Dios me da a entender y hasta grabarlas en mi corazon. Por eso, mientras expongo este bosquejo a la consideracion de los hombres _que pueden_, dado que se dignasen echar sobre el una mirada, puesta mi esperanza en Dios, que es la mayor esperanza de los desgraciados, me limito a exclamar, desde el fondo de mi corazon, con mi tierno amigo Bustillo: "iAy, Senor! Pues la ley en su rigor los afectos no concilia, haz que los hombres se hermanen, porque al luchar no profanen el amor de la familia." FOOTNOTES: [Footnote 6: El contramaestre.] LA PRIMAVERA Deja, Fabio, esa lira que tanto te recrea, o aprende lo que ignoras y canta lo que aprendas. Basta de idilios tiernos, basta de dulces eglogas; no mas pastores, Fabio; Fabio, no mas praderas. Yo quise entre los rusticos paisajes de mi tierra buscar de tus cantares la realidad perfecta; y iay, Fabio!, tu no has visto jamas la primavera. Tu no has pisado el "campo de terciopelo y seda"; ni respiraste el "fresco cefirillo que juega de los sombrios bosques con la enrramada espesa"; ni la cascada viste que "rauda se despena en el profundo abismo desde la altura inmensa"; ni "matizadas flores" cojiste entre la yerba, ni oistes el "murmullo del que manso la riega, arroyo cristalino do beben las Napeas y encuentran las pastoras cristal que les refleja de sus cabellos de oro las ondulantes hebras"; ni el trino has escuchado de "mil y mil parleras, pintadas avecillas, de las de arpada lengua, entre el follaje verde de misteriosa selva"; ni vistes el cabrito "triscar la mata fresca, trepar de roca en roca la timida gacela, ni sobre el facil soto rumiar la mansa oveja", ni, en fin, esos primores que describir intentas en las limadas coplas que, tierno, canturreas. Tu _campo_ es un tapete, tus _bosques_ son macetas, tus _flores_, inodoras, tus _cefirillos,_ hielan; de trapo son tus _ninfas_, tus _pastores_, horteras, gorriones tus _jilgueros_; y tu _cascada horrenda_, del carcomido techo que a tu numen alberga, por mas que la levantes es humeda gotera. Desde la ardiente zona do te arrojo la adversa fortuna cuando viste del sol la luz primera, no abarca una mirada, por alta que se meza en el azul espacio tu miserable celda, las primorosas galas que dio Naturaleza a la, por ti, tan celebre hermosa primavera. Aqui, en estos confines de la gloriosa Iberia; desde el limite vasco a la riscosa Liebana; entre el Escudo gelido y la feraz ribera do rompen del salobre cantabro mar, sin tregua, con horrido bramido las olas turbulentas, esta lo que tu, candido, adivinar sospechas. Deja, Fabio, la corte fascinadora, dejala, y corre presurosa hasta mi noble tierra; y aqui, entre su follaje, junto a su gala esplendida, desde que abril acaba hasta que octubre empieza, veras ... lo que no cabe en palidas endechas. Mas no de la dulzaina meliflua te proveas, ni de ligeras cintas de coruscante seda, ni de pellico tenue cortado _a la francesa_, ni de leve sandalia y primorosa media, cual van en tus cantares los hijos de las selvas. Antes, Fabio procurate zapatos de dos suelas, calzon de pano recio, garrote y podadera; que en el _ameno_ prado que la vista recrea, hay charcos escondidos y espinas ... y culebras; y el _cristalino_ arroyo que _manso_ serpentea, es un _regato_, a veces, que no pueden las piernas saltar, sin el auxilio de la tranca pasiega; y en el frondoso bosque hay zarzas y maleza que el paso te interrumpen, y has de cortar, so pena de que en sus garras dejes calzones y pelleja; y, en fin, que el agua moja hasta en la primavera; y como en mayo llueve, y llueve con frecuencia, si tienes un paraguas te ha de venir de perlas. Veras entonces prados, y cabanas cubiertas por olmos y laureles y mirto y madreselva; veras espesos montes, caminos y veredas bajo toldos de verde, fragante, inculta yerba; veras montanas, cerros y dilatadas sierras; robustos, viejos troncos y ramas que se quiebran al peso del follaje; mantos de rica hiedra cubriendo de las ruinas la desnudez escueta; hondos, negros abismos do pavoroso suena el _murmurante_ arroyo que fue por la pradera; veras valles _risuenos_ y rios y florestas, y el humo que, tranquilo en espiral se eleva, y cabras y terneros y alondras ... y _miruellas_: respiraras las brisas balsamicas que juegan con las fragantes rosas que esmaltan las praderas; veras los rayos de oro del sol cuando amanezca, y perlas de rocio, y hasta nubes de perlas; veras, en fin, primores; pero de tal grandeza, que no podras cantarlos, ni los sono siquiera en sus aspiraciones "la rica, gaya ciencia". Mas del deliquio dulce en que el cuadro te aduerma, cuida no te despierte con su prosa grosera la humanidad inculta que la campina puebla. Aqui anda _Nemoroso_ detras de su carreta, sin rizos, con la barba mal afeitada y recia, con los calzones rotos, luchando con la tierra que, a costa de sudores, al cabo le sustenta. Veras que la _zagala gentil_ que te embelesa, es una mocetona de alborotada grena, _de libras y boyonte_, de tosca faldamenta, sin cintas ni guirnaldas, con lodo y almadrenas; veras que si, ofuscado, audaz la galantea, no la colora el rostro, como tus trovas cuentan, las tintas sonrosadas de pudica vergueenza; sino que, ardiendo en ira, como fornido atleta, a bofetada limpia te salta un par de muelas. Asi son los modelos (al menos en mi tierra) de las ninfas ... y _ninfos_ que vagan por las selvas; asi al Autor Supremo le plugo que nacieran, y asi seran y han sido..., y no hay que darle vueltas. iQue fuera de nosotros, gran Dios, de otra manera!; isi en vez de tales tipos que el alma desalientan, cruzaran por los prados _sensibles_ Doroteas!... Porque no son las rusticas pasiones de la aldea las que la sangre inflaman, holgando en las praderas: el ambar, el almizcle ... y el Tamorlan de Persia con todos sus _divanes_, sus _opios_ y sus _siestas_, se agitan en la mente ... y no hay que darle vueltas. No creas, pobre Fabio, que en solitaria selva un Titiro sensible con una Galatea se pasa la manana tendido a pierna suelta, tocando el caramillo, sin reparar siquiera que tiene la zagala muchisima canela.... O Galatea es tonta, o Titiro es un bestia..., o son de otra substancia distinta de la nuestra. Tu, que el hervor aun sientes de la vida en tus venas, si vas por el Retiro y bajo su arboleda hallas una _pastora_, como la rosas fresca, tejiendose guirnaldas, en muelle negligencia; si ves su pie pequeno que se adivina apenas en un zapato breve de _satinada_ tela; si por crecer la brisa agitase la seda y los revueltos pliegues ... (pero detente, penola); si sus languidos ojos, llenos de amor, te asedian; si su garganta late, si su jubon..., etcetera..., ?adonde ira a parar, iluso, tu _prudencia_? Pues bien: si en el Retiro, do, sobre ardiente arena, de misero ramaje raquiticos se elevan arboles de artificio, sin sombra ni belleza; si entre la prosa, digo, de esa enfermiza selva las gracias de una ninfa trastornan y marean, ?que haran entre estos bosques cuando su gala ostenta en voluptuoso alarde la alegre primavera? iOh, pobres trovadores de tirso y pandereta!: del cortesano mundo entre la turba espesa, cantad al sol de agosto que sin piedad os tuesta; llorad, miseros vates, fatidicas cornejas, sobre las tristes sabanas de calcinada arena donde la hispana corte su pedestal asienta; cantad al mar bullente que surcan en calesa, tras chulos argonautas, impudicas sirenas; cantad al hambre, al frio, al lujo, a la opulencia, al vicio y a la intriga..., al crup y a las viruelas, que, pues vivis entre ello, lo conoceis por fuerza; mas del risueno mayo, con tosca, ruda penola, no mancilleis los dones que, como gala, ostenta sobre florido trono la dulce primavera. Tu que la adoras, Fabio, si quieres conocerla deja al punto la corte fascinadora, dejala, y corre presuroso hasta mi noble tierra; y aqui, entre sus montanas y encantadoras selvas, renegaras del torpe numen que, sin conciencia, te hizo mentir sonando mezquinas primaveras; y acaso, _convertido_, al ver tanta belleza, arranques de tu lira las insonoras cuerdas, juzgando, cual yo juzgo, que si a sentir se llega de tan hermoso cuadro la sencilla grandeza, para cantarla es poco "la rica, gaya ciencia". SUUM CUIQUE I Don Silvestre Seturas tenia cuarenta anos de edad, _plus minusve_, y era todo lo alto, robusto, curtido y cerrado de barba que puede ser un mayorazgo montanes que no ha salido nunca de su aldea natal mas alla de un radio de tres leguas, cabalgando en el clasico cuartago, al consabido trote _cochinero_, como dicen por aca, o al _paso de la madre_, expresandonos segun los cultos castellanos ... de Becerril de Campos. El mayorazgo de don Silvestre se componia de la casa solariega con _portalada_ y escudo de una hacienda, cerrada _sobre si_, de setenta y cinco carros de tierra, mitad labrantio, mitad prado con algunos frutales, al saliente de la casa; de diez cabezas de ganado al pesebre, y de algunos prados y heredades, sitos en diferentes llosas del lugar, y cuarenta o cincuenta reses de varias clases, en aparceria; todo lo cual venia a proporcionarle una renta anual de dos mil quinientos a tres mil reales, si no abundaban mucho las celliscas, o no se desarrollaban en la cabana la papera o el _coscojo_; pues en los anos de estas calamidades, lejos de percibir un real de sus colonos, tenia que adelantarles, para siembras y labores, sus pocas economias, si habia de recaudar en lo sucesivo algunos maravedis. Todo esto tenia don Silvestre; y digo mal: tenia tambien un pleito que le consumia la mitad de sus rentas, hubiera o no celliscas, paperas o coscojo; pues el abogado trabajaba _a subio_, y en sus minutas no cabia mas enfermedad que la polilla, la cual evitaba perfectamente renovandolas con frecuencia y poniendolas bajo el amparo de los haberes de su defendido. Y no se vaya a creer que este agujero del bolson patrimonial apenaba al solariego; nada de eso. Seturas pleiteaba con la desdenosa tenacidad de todo buen montanes, para quien nada supone el bollo cuando se trata del coscorron; lo propio hizo su padre, muerto gloriosamente de un sofocon a la puerta de la Audiencia, por llegar a tiempo a presenciar la quincuagesima-octava vista del proceso. Y aqui debo advertir que este pleito era de abolengo e inherente al patrimonio de los Seturas, quienes le defendian como punto de honra solariega, habiendose jurado de generacion en generacion, las siete que contaba de fecha, gastar hasta la ultima teja en la rehabilitacion de un derecho que estaba tan claro como la ley de Dios. Y los Seturas tenian razon. Figurense ustedes que el fundador del vinculo, el primer Seturas, como premio de un anticipo que le hizo el concejo para levantar una pared medianera que le derribo una invernada, consintio en que le echasen una _rodada_ por un prado de quince carros, lindante, de Norte a Sur, con una cambera demasiado estrecha y que, por lo mismo, era inutil para el servicio publico, toda vez que no consentia ningun vecino de los lindantes con ella que se atropellasen sus propiedades bajo el futil pretexto de la comodidad del projimo. Mientras vivio el fundador, no se opuso nunca a que algunos de sus convecinos pisasen con una rueda de las dos de sus carros la linde del prado de la cuestion. El primer Seturas era logico, aunque lo ignorase: mientras no pagara el anticipo del concejo, el contrato con el celebrado estaba vigente en todos sus terminos, y el dicho fundador no pago en su vida. Pero murio este de viejo, por mas senas; y un sucesor que logro un par de anos en que hubo plaga de patatas y de alubias, consiguio pagar el anticipo hecho a su ascendiente, sin desmembrar el mayorazgo, reclamando al mismo tiempo la extincion del compromiso de la rodada. Entonces el vecindario, que se evitaba un gran rodeo para servir la llosa yendose por la linde del prado de los Seturas, reunido en sesion y asesorandose de un procurador, contesto al mayorazgo que estaba bien lo del dinero; mas que en cuanto a lo de la rodada: "_Visto_ que en la obligacion del primer Seturas no aparecia termino alguno para su compromiso; "_Vista_ la necesidad que tenia la llosa de servirse por aquella cambera; y "_Visto_, por ultimo, que ninguno de los vivientes del lugar la habia servido por otra parte, y que la costumbre hacia ley; y "_Considerando_ una barbaridad y una injusticia que, aun en caso de tener Seturas alguna razon, se emplease esta en exigir a los hijos el pago de las torpezas de sus padres, tenia a bien desestimar su pretension, aconsejandole que se conformara con el fallo y no se metiera en mas honduras, no hiciera el diablo que le reclamasen el cambio de algunas columnarias que habia entregado borradas entre las restantes monedas de pago." Seturas dijo que nones; pero fue condenado en juicio verbal a dejar la rodada por su linde ... y a dar al concejo tres duros claros de a veinte, por doce columnarias borradas. Entonces se armo la gorda. El mayorazgo protesto contra el acuerdo del concejo, y acudio a un abogado que apoyo sus razones y se comprometio a defenderle en el litigio que se entablo en seguida. Cayeron los primeros autos sobre la mesa, agregaronseles otros nuevos; y cose que te cose fojas y mas fojas, murio este cuarto Seturas, y despues el Seturas quinto, y vino el sexto de la familia solariega, que ni por morir al pie, como quien dice, del proceso, consiguio adelantar la causa mas que sus antecesores que no la movieron un punto; y por ultimo, entro en posesion del vinculo nuestro don Silvestre que, por de pronto, fue tan poco feliz como sus abuelos en el asunto de la rodada, y mucho mas desgraciado que todos ellos, por ser el que recibio la herencia mas mermada con el perpetuo y cada vez mas ancho desaguadero de la curia. Sabida esta ultima circunstancia economica, y teniendo presente que don Silvestre no carecia completamente de sentido comun, no parecera muy extrano que a la edad en que todos sus progenitores contaban por lo menos un heredero, el permaneciese celibe y con ciertos sintomas de recalcitrante. Efectivamente, don Silvestre comprendio al punto que su hacienda era harto exigua para cubrir con ella todas las necesidades de una familia, si no habia de descuidar las exigencias de su pleito: para que no se extinguiera en el la raza de los Seturas legitimos, tenia que transigir con el concejo. Don Silvestre no vacilo.--"Pierdase la casta, dijo; pero adelante el pleito." Y aqui tiene el elector, dibujada a grandes rasgos, la perspectiva exterior, digamoslo asi, de don Silvestre Seturas, pocos anos antes de la ocasion en que se le presento. Pero en la vida moral de este personaje hay algunos detalles que no deben ignorarse, si han de admitirse dos aseveraciones: una, de sus convecinos, que era el mas listo de los Seturas, y otra, de su ama de gobierno, que no era ultimamente, en genio y en saber, como ella le habia conocido. El padre de don Silvestre, ya por no tener mas que un hijo, ya porque viera en el, aguzandole un poco, un instrumento mas para el triunfo de sus hollados derechos, determino mandar a su retono a la villa inmediata para que estudiara latin con un domine de torva catadura y de tantas narices como fama, y no era chato. Alli, a fuerza de linternazos y conjuros, que tanto podian significar sistema en el maestro como torpeza en el discipulo, aunque en este caso hay datos para creer que era por lo primero ... casi tanto como por lo segundo, llego el joven Seturas a construir oraciones de _activa_ con _de_. Siete meses despues de haber vuelto por _pasiva_, una de ellas sin trocar el tiempo del verbo auxiliar, escribio a su padre que antes de un ano sabria hacerlas de _relativo_ compuestas, o que perderia las orejas (cosa nada increible segun el domine se las trataba); pero el desventurado padre no tuvo la dicha de admirar el aprovechamiento de su hijo, porque le sorprendio la muerte a la puerta de la Audiencia teniendo la carta en el bolsillo. Pudo haberla leido antes de salir de casa, cuando la recibio; pero los minutos que en ello tardara los perdia en la vista; y "todo buen Seturas--como el decia,--antes que a sus hijos, se debe a su pleito". Este acontecimiento vario la faz de las cosas, y el pubero Silvestre fue llamado a su pueblo para arreglar la testamentaria. Su tutor, y tio a la vez, decidio que no estudiara mas, pues, para mayorazgo, bastante sabia; y porque, por otra parte, la soga no estaba para muchos tirones.--Quedose Silvestre en su lugar.--Aunque en la lengua de Tacito no hiciera grandes progresos, pudo, no obstante el poco tiempo que estuvo con el domine, vencer la repugnancia tradicional de la familia a la lectura de todo documento que fuese extrano al pleito. Esto no lo conocio Silvestre mientras estudiaba; pero si durante el primer ano de su orfandad, bostezando, panza arriba, dondequiera que hallaba un palmo de sombra; enfermedad que le hizo recurrir al _Nebrija_ como a un camarada antiguo. Repasando _declinados_ y echandose oraciones a si mismo, tuvo que hojear el _Tesauro_ de Requejo y el _Calepino_, para traducir los ejercicios de Orodea. Como esto no le divertia gran cosa, aunque le aficionaba mas a la lectura, rebusco la casa y hallo el _Electo y Desiderio_. El estilo de este libro patriarcal le formo cierto gusto para el dialogo; y amando, como joven, la intriga, el enredo y los desenlaces sorprendentes, diose a _Bertoldo_ con todas las potencias de su alma. Por desgracia, la biblioteca de familia no constaba de mas volumenes que los citados y algunos montones de copias de escrituras, y el tutor no queria dar un maravedi para la adquisicion de otro libro que el calendario; asi es que cuando el joven Seturas, al cabo de dos anos, comenzo a fastidiarse de sus libros, que ya sabia de memoria, no parecio en todo el lugar mas que un _Fr. Junipero el de la panza gorda_, que le saco, por unos dias, de aquella galbana perruna que le amagaba otra vez, y a la cual propendia notoriamente. Y como amaba por sistema los libros, a falta de otro mejor adquirio una baraja. Lo primero que aprendio con ella fue el _tute arrastrado_, y despues el _mus_. Al principio jugaba de capirotazos y vueltas _a riquicho_ con sus contemporaneos, mientras guardaban el ganado; despues jugo los pocos cuartos que tenia, y en cuanto gano una peseta, se fue un domingo al _corro_, acuso las cuarenta al cura en una seccion de tute, echo en otra de mus un _ordago a la mayor_ al secretario del concejo, y se armo para toda la semana. Desde entonces ya no se aburria. Poco despues, debido tanto a su precoz desarrollo como a su categoria de mayorazgo, fue admitido en el corro de bolos, donde no tardo en hacer un _emboque cerrado, al pulgar_, desde el ultimo _pas_. Los mejores jugadores declararon que, si bien no _las borneaba_ gran cosa, en cambio tenia mucho brazo, y que prometia. Quedo, por lo tanto, admitido entre los jugadores del lugar. Con esto y lo antedicho de los naipes, ya tuvo mas de lo suficiente para dar expansion a su inteligencia, mientras la ley no le autorizase para disponer de su mayorazgo, sin necesidad de dialogos, ni de grecolatinos, ni de tumbarse detras de cada tapia y bajo cada rama. Llego por fin el anhelado instante. Don Silvestre cumplio los veinticinco y entro en posesion libre de sus bienes.... Por cierto que, al entregarle su tutor las cuentas, de poco se arma otro pleito sobre no se que raspaduras hechas en los libros. II Dueno de algunos cuartejos, hubiera podido satisfacer el antojo de libros que tuvo anos atras; pero, sobre habersele dormido la aficion a ellos, le era imposible dedicarse a la lectura. Entre los naipes, los bolos y el pleito que corria ya de su cuenta, no le quedaba tiempo libre en todo el ano mas que para almorzar la cazuela de leche; tomar las once con medio de blanco; comer despacio el ollon de berzas, patatas y tocino, en compania de su ama de llaves; echar la siesta, en verano bajo un nogal y en invierno en la pajera; cenar al anochecer otro ollon como el del mediodia; dormir diez horas, y, por ultimo, pasar una escoba o un punado de yerbas sobre el lomo de su ganado antes que lo llevaran por la manana al pasto, y segar el retono para el caballo que estaba a su cargo. Bien debe saber el lector de por aca, que de ninguno de estos pormenores puede prescindir un mayorazgo del corte de nuestro Seturas, si no se cruza en su vida algun incidente extraordinario, como se cruzo en la de don Silvestre anos despues de su advenimiento al mayorazgo. Llevole el procurador una _Gaceta_, al cual periodico estaba suscrito en union de otros companeros de la curia, aconsejandole que desde aquel dia la leyese siempre, cuidando el de proporcionarsela, pues le convenia estar al tanto de los decretos del Gobierno por si se hallaba con alguno a que se pudiese agarrar para su pleito; no porque dudase de la inteligencia y celo de su abogado, sino porque este habia citado, mas de una vez, disposiciones derogadas medio siglo hacia, y pasado en silencio otras mas recientes que favorecian la causa del mayorazgo. Este se conformo el primer dia con leer el titulo del periodico y el pie de imprenta y contar los renglones de una columna, para calcular los que tendria todo el papel, y los reales que sumarian, suponiendo que a el le dieran un ochavo por cada linea. Dias despues leyo un decreto; otro dia leyo tres, y asi sucesivamente, hasta que acabo por leerse todo el periodico y por despertar su antigua aficion a lo negro, contribuyendo no poco a ello los comentarios politicos que dio en hacerle el cirujano, que recibia otro periodico, sobre los decretos que el primero le citaba casi de memoria. El romancista, que estimaba a don Silvestre porque sabia latin, le propuso el cambio de sus periodicos, y desde luego fue aceptado. No tardo en sucederle a Seturas con los articulos de fondo algo parecido a lo que a don Quijote le sucedio con los libros de caballerias: fascinaronle sus irases y acabaron por extraviarle el poco criterio que tenia, amarrandole completamente a la opinion del diario. Su Dulcinea era la patria; sus encantadores los enemigos politicos del periodico. Faltabale a su caracter la esencia romancesca que habia en el de Quijano el Bueno: de otro modo, le hubiera costado muy poco hacer de su peludo cuartago un Rocinante, y, olvidado de su pleito, salir en busca de aventuras hasta romperse el alma con los verdugos de la perseguida patria. Seturas, a pesar de su aficion, que era tal que le obligaba con frecuencia a negarse a hacer la partida a los jugadores de naipes y de bolos, no habia formado una opinion politica sobre un cuerpo mas o menos solido de doctrinas: en su aficion era ciego y testarudo, y estaba tan encarrilado en la senda del periodico, que hubiera creido insultar la razon dudando una sola vez de sus declamaciones. Don Silvestre no veia en el diario de Madrid un papel mas o menos grande, con la impresion de unas letras de plomo colocadas mecanicamente, y detras de todo ello la pluma y la cabeza de un hombre de talla comun y de vulgares ambiciones, que apreciando a su modo la direccion de la cosa publica, prestase vida e interes a aquel objeto; el mayorazgo veia en el una idea fuera de todo contacto con lo humano, el destello de una inteligencia sobrenatural, ajena completamente a las escisiones de la vida civil; el periodico del cirujano era para el el catecismo, el Evangelio, un catalogo de verdades inconclusas, indiscutibles. Por eso al hablar de politica con sus amigos, resolvia todas las cuestiones citando las palabras del diario, y con el apoyo de este, renia con cuantos le contradijesen. En fin, que se sintio, por primera vez en su vida, hasta con deseos de ver la tierra en donde tanta maravilla se realizaba, y de contemplar de cerca a los seres que las producian. Y no era solo la politica lo que le hizo pensar en la corte. Las animadas descripciones de sus fiestas publicas; la tan cacareada especie de que en Madrid hace cada quisque lo que le acomoda sin que nadie se fije en el, y la plana de anuncios del periodico, segun la cual se garantizaba la salud al mas enclenque, y se vendian ropa, comestibles y bebidas dando al comprador dinero encima, hicieronle pensar en la monotonia de las fiestas de su lugar; que en el no se podia tirar un pellizco a una muchacha sin que se contase el lance en todas las cocinas; que el dia en que se le antojaba trincarse tres cuartillos, en lugar de la media azumbre que acostumbraba, el tabernero lo charlaba a todo el mundo; que habiendo en una ocasion anadido cuatro dedos de pano a las haldillas de su chaqueton, llevo una silba de todos sus convecinos en el portal de la iglesia, cuando iba a misa, en una palabra, que el, mayorazgo, libre y con salud, ni gastaba levita, ni bebia lo que necesitaba, ni podia echar un requiebro en paz, si no se ponia en guerra con el vecindario. Estas consideraciones, hechas a solas y exageradas por la pasion inoculada por el periodico, le arrancaron una noche estas palabras:--"Vendere una finca, o la hipotecare para sacar dinero; pero yo no me he de morir sin saber lo que es _aquello_." Aquello era la corte; pero _lo otro_, de que se olvido un momento, se le opuso en seguida a su proyecto. Y lo otro era ... el pleito. Los Seturas no se pertenecian a si mismos. Siete generaciones de ellos habian vegetado en un solo punto, fijos, inmoviles como locas, pendientes siempre de sus entrevistas con los procuradores. Todos los dias, por espacio de siete generaciones, un individuo de otras tantas de procurador, llego a la casa solariega, y nunca se puso el sol quedando aplazada una conferencia por haber dormido fuera del hogar un Seturas; ninguno de ellos se hubiera atrevido a hacerlo sin presagiarse una sentencia fatal. Don Silvestre, al fin, era Seturas, y no queria desmentir su apellido. Por eso, al dicho de sus convecinos de que era el mas listo de la familia, debemos anadir que fue el mas desgraciado. Sus antecesores estaban, como el, atados al pleito; pero con fe, con gusto, sin el menor deseo de ver el mundo. El, por el contrario, tras de haber recibido la herencia muy cercenada, adquirio la necesidad de irse a gastar gran parte de ella fuera de su pueblo; necesidad que tomo en el un imperio terrible despues de un suceso que vamos a conocer, aunque diga el lector que divago mucho. Leyo un dia en la _Gaceta_, y al pie de un documento de alta procedencia, un nombre que le sono a muy conocido. Parose un poco a reflexionar, y dandose un punetazo en la frente, exclamo para si:--"Asi se llamaba uno que estudio conmigo latin; aquel madrilenito que estaba de temporada en la villa, adonde habia ido su padre a tomar aires.... Pero no es posible.... Aquel chiquillo tan enclenque y enfermizo que me _sacaba los significados_, no puede haber subido tan alto.... No, senor.... Y ahora que me acuerdo, no me envio los tirantes de goma que me ofrecio para cuando llegara a Madrid, por haber cargado yo con la culpa de esconder las disciplinas del domine, ni me pago nunca dos reales y medio que le preste.... iSi fuera el!..." Y empezando por dudarlo mucho, acabo por enjaretar este documento, precioso por su espontaneidad: "Senor don Fulano de Tal. (_Aqui todos los titulos que leyo en la_ Gaceta.) "Madrid. "Muy senor mio: Aunque no tengo el honor de conocerle, me tomo la libertad de dirigirle la presente para que, a vuelta de correo, me diga si _eres tu_ o no _es usted_ el mismo Fulano de Tal que estudio conmigo latin en la villa, y que, por mas senas, me quedo debiendo dos reales y medio y unos tirantes de goma. No es que yo te los pida, caso de que seas el de marras: te los recuerdo para que caigas mejor en lo que te quiero decir. "Si no fuese usted el que yo deseo, dispense la curiosidad y mande con franqueza a su seguro servidor "_Silvestre Seturas_. "P.D.--El pleito, sin novedad." A los quince dias de echada esta carta en la estafeta del lugar, recibio el solariego esta otra en rico papel con cantos dorados: "Mi querido Silvestre: _Ego sum_, amigo mio, yo soy el que buscas, el que estudio contigo en la villa, el que te debe dos reales y medio y unos tirantes de goma. No puedo explicarte todo el placer que he sentido al hallar, en medio de mi enojosa correspondencia oficial, tu inestimable carta, que me ha despertado uno de los recuerdos mas gratos de mi vida, ni podras sospechar siquiera todo lo oportunamente que la he recibido. "La suerte me ha sido favorable, ya que favor llama el mundo a que le coloquen a uno donde todos le vean y le puedan zarandear a su capricho; y no extranes que no te lo haya participado, porque entre las atenciones de mi destino, me olvido hasta de mi propio. "Reconociendote la deuda que me citas, es ahora, como siempre, tu amigo que te quiere "_Fulano de Tal_. "P.D.--Celebro la buena marcha del pleito, aunque ignoro de que se trata." Dos impresiones causo en don Silvestre la lectura de esta carta: con la primera, que fue de placer, hizo una pirueta; con la segunda se llamo "barbaro". Hizo la pirueta, porque hallaba un amigo de campanillas que sirviendole en el pleito, le proporcionaba motivo para ir a Madrid. Y se llamo barbaro, porque recordo que, cediendo a la costumbre tradicional en la familia, que nunca tuvo mas correspondencia que la del pleito, habia anadido a su amigo una posdata cuyo significado ignoraba este. Pero siendo la primera impresion la que mas le domino, echose a la calle con ella, llego al corro de bolos, pago media a los jugadores ... y metio al alcalde en un zapato como quien dice, en cuanto oyo, vio y palpo el reyezuelo que el solariego se carteaba con senorones. Al dia siguiente le propuso el concejo una honrosa transaccion; pero ibueno estaba don Silvestre para capitular, cuando tenia la sarten por el mango! III Desde aquel dia el mayorazgo no vivio mas que para sus ilusiones, y, agobiado por ellas, tornose caviloso, taciturno y solitario; huyo de los partidos de naipes y de bolos; y si alguna vez, cediendo a las instancias de los amigos, tomaba cartas, era para dejarse acusar las cuarenta por el ultimo zarramplin del lugar. Don Silvestre, en fin, llego a encontrar insoportable el rincon de sus mayores. En esta epoca de su vida es cuando se le presento al lector. He creido necesarios los detalles apuntados para que este hallase verosimil el aburrimiento que le aquejaba, y disculpables sus ulteriores decisiones. Porque un hombre que, como don Silvestre Seturas, tiene: cinco pies y medio de talla, tres idem de espalda, tanto estomago como despensa, tanta salud como estomago y tres mil reales de renta; que no conoce el asco, ni el ruido, ni el miedo, ni los guantes, ni el charol, no debe aburrirse nunca en el campo, o no hay en el seres felices; afirmacion que negaran los poetas melenudos, de baculo y zampona, y los novelistas sobrios, asceticos y filosofos. Negaranla, es claro, porque precisamente en el campo es donde estos senores se han empenado en colocarnos la felicidad terrena, ya bajo el aspecto de encanecido anciano, que perora con mas elocuencia que Demostenes y mas profundidad que Socrates, so la anosa encina, o cabe la parlera fuente; ya bajo el de apuesto galan que cultiva el fertil valle, y aunque suda al sol y come raspanos y borona, es por la noche bastante sublime para echar un discurso a su novia, que le espera con un ramo de flores, y que no es menos gallarda, menos elocuente ni menos poetica que su adorado; ya, en fin, bajo la forma de blancos manteles, doradas frutas, triscador cabrito, fiel y respetuoso can, etc. etc...; y todo ello sin mas inspiracion que la Naturaleza, ni mas mentores que los bardales, el susurro de las celliscas y las platicas del cura. Pero estos senores poetas y novelistas sin duda han estudiado la campina en el mapa, o en el Museo de pinturas. Y no entro con ellos en pelea para decirles cuatro cosas que se me vienen a las mientes, porque tal vez lo vaya haciendo insensiblemente, y, sobre todo, porque me llaman al orden los asuntos del mayorazgo, los tacos de sus dos mozos de labranza, y los aspavientos de su ama, a causa de que, con sus recientes ilusiones, el solariego descuida el caballo, no siega nunca el retono, deja todo el peso de la labranza a los criados y no habla mas que de Madrid y de su amigote. Entretanto, volvio a escribir a este, dandole cuenta de sus proyectos de viaje y explicandole al pormenor el estado y motivo de su pleito. Al contestarle le aconsejo el de la corte que, tanto por el bien de su pleito como para satisfacer sus deseos de conocer a Madrid, se pusiese en camino cuanto antes; anadiendole que el tenia gran interes en verle para arreglar cierto proyecto que habia concebido. Don Silvestre no vacilo mas: envio el alguacil a casa de algunos colonos que le debian dinero, hizoles aflojarlo mas que de prisa; y como no era mucho, consiguio que el cura le adelantase el resto. Al dia siguiente, tempranito, tranco la bodega, despues de encerrar en ella la ejecutoria y algunas escrituras; colgo la llave, por el anillo, de un tirante de su pantalon, puesta ya su mejor ropa, guardo en un panuelo un par de camisas de estopilla, y pendiente este lio de un garrote de acebo chamuscado que se echo al hombro, partio hacia el camino real a esperar la primera diligencia que pasara con direccion a Madrid. IV Con el breve monologo de don Silvestre al encontrar el nombre de su amigo en la _Gaceta_, tienen los lectores lo suficiente para saber quien era y de donde venia el personaje de Madrid; me dispenso, en obsequio a la brevedad, aunque hollando la costumbre, el relato de su historia desde que le perdio de vista el solariego hasta que le volvio a encontrar. Supongase, y esto baste, que muerto su padre, en cuanto llego a Madrid, y solo en el mundo, se dedico a gacetillero, a repartidor de prospectos..., a padre de la patria, a cualquiera cosa; pues por todos estos escalones y otros mil identicos, hemos visto subir a otros muchos hasta la altura en que habitaba oficialmente el amigote de don Silvestre. Tampoco detallare los efectos que en el mayorazgo causaron la bata persa de su amigo y las tapicerias de la habitacion en que le recibio. Conocido el tipo, es muy facil la deduccion de estas menudencias. He aqui el discurso que le dirigio el de la bata, pasadas las primeras formalidades del saludo y del abrazo: "Amigo mio: estas en tu casa, elige la habitacion que mas te agrade y establecete en ella con toda libertad. Yo almuerzo solo, a la una y como a las ocho de la noche. Tendria mucho gusto en que me acompanaras a la mesa; pero si estas horas no te acomodan, puedes escoger otras para ti. Un carruaje estara siempre a tus ordenes, y mis criados lo son tuyos a la vez. La indole de mis ocupaciones no me permite acompanarte a ver las curiosidades de la corte; pero este caballero, que es mi secretario particular (y senalo a un elegante joven que escribia a su lado, y que saludo cortesmente), tendra mucho gusto en sustituirme, y estoy seguro de que ganaras en el cambio. Ni la casa, ni el carruaje, ni toda la obstentacion que te ofrezco, te asombren ni te acobarden; soy el mismo Fulano de la villa..., el que te debe dos reales y medio y unos tirantes de goma. Corre, pues, investiga y goza a tus anchas, que luego que te canses hablaremos de tu pleito y de mis planes, y entonces te rogare que me dispenses lo que pueda haber de egoismo en lo que ahora estas contemplando como un fenomeno de carinoso agasajo, poco comun en la historia de los hombres de mi talla." Don Silvestre era llanote y sencillo; oyo estas palabras con los oidos del corazon, y todas las proposiciones del personaje fueron aceptadas, menos la de sentarse a la mesa a distintas horas que el, pues de esta suerte hubiera creido ofender la generosidad y delicadeza de su amigo. Quedo pues, instalado en la casa el mayorazgo, revolviendose en ella con el mismo desembarazo que si en ella hubiese nacido. Los extremos se tocan. La falta de aprension de don Silvestre le prestaba la desenvoltura que a veces no dan las preocupaciones del _gran mundo_. Su primera salida quiso hacerla a pie: habia ido a la corte para enterarse de todo, y lo conseguiria mejor asi que encerrado en un carruaje. Afeitose bien su barba de ocho dias; vistiose una camisa, cuyos cuellos, aunque doblados por arriba un par de dedos, le cubrian la mitad de las orejas; cepillo y se puso su chaqueton pardo y su sombrero de copa negro-verdoso; empuno su baston de acebo chamuscado; asegurose bien de que no falseaban las correas de sus zapatos de becerro, y dijo al elegante secretario de su amigo, como si toda la vida le hubiese tenido a su servicio:--Vamos andando. Algo disgustaba al elegante ir convertido en cicerone de un ente tan grotesco; pero la intimidad con que le trataba el personaje cortesano le hizo ver en el de la aldea un mandarin inculto, una potencia electoral, un reyezuelo de provincia. Su momentaneo desagrado se troco bien pronto en solicitud deferente y hasta respetuosa. Nada de particular hallo don Silvestre por las calles, fuera del ruido de los carruajes y del incesante movimiento de la gente. Teniale el estrepito ensordecido, y tan atolondrado, que tropezaba con todos los transeuntes, y rompio siete cristales de otros tantos escaparates por huir de los coches, pensando que le atropellaban. El secretario estaba en ascuas, y lo estuvo mas cuando noto que los cuellos del solariego y su cara avinatada llamaban la atencion de muchas personas. El mayorazgo, afortunadamente, no lo conocia, pues descansaba en la persuasion de que "en Madrid todo pasa". Al retirarse, al anochecer, y bajo una temperatura africana, don Silvestre se achicharraba, y quiso refrescar. Entraron en un cafe. El secretario pidio un sorbete; su acompanado, ignorando lo que aquello seria, pidio otro. Sirvieronles los sorbetes. El de Madrid descogollo el suyo de un bocado, con la mayor limpieza imaginable; el aldeano, que desde que vio llegar los refrescos vacilaba en el modo de acometerlos, imito a su companero, ien mal hora para el desdichado! Lo mismo fue hincar sus dientes en el gelido amasijo, que revolverse en el cafe el ruido de un huracan. La inesperada impresion del frio del sorbete produjo en don Silvestre los efectos mas estrepitosos. Del primer resoplido, al morder el helado, fue este con la copa hasta la mesa inmediata; y como el que ha tragado polvos de salbadera, Seturas escupia, se sonaba las narices y gritaba pidiendo agua, empenado el iluso en que _aquello abrasaba_; y, por ultimo, comenzo a estornudar ... ipero de que modo!: cada estornudo era un canonazo bajo los relucientes techos del cafe, acompanando a cada explosion una lluvia menuda que fue la delicia de los inmediatos parroquianos, durante las quince o veinte veces que las mucosas de don Silvestre le dijeron "agua va". El estrepito duro un par de minutos.--Cuando las detonaciones se hicieron mas debiles y mas tardias, como las de una tormenta que se va alejando, la atencion publica, hasta entonces en suspenso, comenzo a agitarse, cruzandose entre los parroquianos sonrisas, carcajadas y epigramas, que, afortunadamente, no comprendio el que era objeto de ellos; antes al contrario, pensando solo en el fatal efecto del sorbete, y durandole aun la sed, comenzo a sacudir garrotazos sobre la mesa y a llamar con toda la fuerza de sus pulmones. Un mozo se presento, no poco alarmado con el estrepito. --?Que demonios se puede tomar aqui para quitar la sed, que no se parezca a esa _melecina_ condenada que me has dado?--le pregunto el mayorazgo, senalando el estrellado sorbete. --Lo que usted pida, senor--contesto el otro, luchando por contener la risa. --Pues traete ... media de tinto. --iDe tinto! ?Como? --?Como? En _sangria._ --No le entiendo a usted--dijo el mozo, trocando su sonrisa en expresion de sorpresa. --Pues la cosa es bien sencilla--anadio el mayorazgo:--?no hay aqui agua?; ?no hay _azucara_?; ?no hay rioja?... ?Pues que taberna de los demonios es esta? Algo como carcajada estallo entre los concurrentes del cafe; y en seguida comenzaron los epigramas y los apostrofes mas causticos. Hubo para los cuellos del mayorazgo, hubo para su _colmena_, para su cara, para su garrote, y hubo ... que contener a don Silvestre, que, embravecido como un toro con aquellas banderillas que tan inhumanamente ponia a su inofensivo desparpajo cerril la intransigente civilizacion, quiso acometer a garrotazos a aquella turba de enclenques, famelicos, petardistas, vagabundos y tahures que poblaban el salon, disfrazados de _personas decentes_. En medio del aturdimiento consiguiente a la escena en que acababa de ser actor, don Silvestre, al marcharse, en lugar de salir por donde entro, se fue hacia la sala de los billares: su acompanante, que temia otro escandalo, le llamo; pero ya era tarde. Una vez en ella se olvido de lo pasado ante el aspecto de las bolas de marfil, cuyos choques le admiraron como a un nino; y mas que las bolas, la locuacidad de un joven de rizadas patillas, gafas y pelo escarolado, que al paso que jugaba carambolas con otro aficionado, era el deleite de los cien curiosos que rodeaban la mesa, sentados sobre duras banquetas, con una profusion de chistes y una procacidad tan verde y desalinada, que en un cuartel de blanquillos no le hubiera valido menos de un mes de cepo o una carrera de baquetas. Don Silvestre no se extranaba tanto de la desvergueenza del elegante jugador como del eco que en la concurrencia hallaban sus torpezas; pareciale insoportable la impudencia del uno, pero mucho mas imperdonable la aquiescencia de los otros. Y como desconocia el verdadero valor de aquellas baladronadas, tomabalas muy a pechos, y hasta resuelto estuvo a interpelar muy seriamente al de las patillas, cuando le ocurrio preguntar a su acompanante, aun preocupado con el lance del sorbete, que clase de hombre era aquel que tan bien manejaba la lengua. --El redactor principal del _N_ ...--le contesto el secretario,--director de una sociedad filantropica, caballero de Carlos III, por una oda dedicada al rey; socio honorario de todos los clubs revolucionarios de Paris, por una elegia a Marat.... --iRedactor del _N_!...--exclamo admirado el interpelante.--?Entonces hay en Madrid dos periodicos de ese nombre! --No, senor don Silvestre. --iJesus me valga! ?Con que es decir que aquel periodico que yo leia en mi lugar con tanta fe, esta escrito por este hombre; y aquellos articulos en que tanto se clamaba por el orden, por la moralidad, por el bien de los pueblos, eran dictados por un anarquista cinico y desmoralizado? ?Conque esas palabras de humanidad, filantropia, companerismo, religion, hogar, derechos, lejos de ser una verdad en semejantes periodicos, son una burla sacrilega, un insulto a Dios y a los hombres, una explotacion innoble de la publica buena fe? El secretario se encogio de hombros por toda contestacion, como diciendo: "este mozo ha estado en el limbo, cuando a su edad ignora lo que aqui saben los chicos de la escuela"; pero don Silvestre, que no entendia de mimica, no supo traducir aquella expresion; y careciendo de otra respuesta, por no _romperse el alma_ (son sus palabras) con el periodista, rogo a su acompanante que se fueran a la calle. No deseaba este otra cosa.--Media hora despues, limpiandose el sudor con su panuelo de percal aplomado, hacia don Silvestre en casa de su amigote un resumen exacto de los acontecimientos de su primera salida por las calles de la corte. V El primer consejo que le dio el personaje fue el siguiente: "tanto para que te presentes con la debida decencia en los sitios que deseas ver, como para quitar todo motivo a las burlas de la gente, debes vestirte a la moda, porque, amigo mio, _dum Roma fueris_ ... lo que sigue". Por mas que a don Silvestre repugnara el desprenderse de sus comodos habitos, al dia siguiente tuvo que empaquetarse en los nuevos que le trajeron de una elegante roperia; pero como el diablo las carga, si bien, con trabajillos y todo, parecieron pantalon, levita, chaleco y sombrero, para las piernas, tronco, cuello y cabeza herculeos de don Silvestre, no hubo un par de botas para sus pies en toda la corte, pues, como decian los zapateros a quienes se acudio, "hormas de tal tamano no se hacian en Madrid sino de encargo". De aqui resulto un chocante contraste: lo fino de los pantalones con lo grosero de los zapatos viejos del mayorazgo, que nunca vieron mas lustre que el que les daba una corteza de tocino frotada sobre ellos cada ocho dias. Y si a dicho contraste se anade el que formaba todo el don Silvestre con su equipaje, al que desalinaba mas y mas metiendo los dedos de sus manos entre el pescuezo y la corbata que le molestaba, hasta dejar esta debajo del cuello de la camisa, digame el lector que le pasaria al pobre hombre cuando en semejante arreo se echo a la calle, sin escuchar los consejos del amigote ni las protestas del elegante guia que, sin el miedo de perder su destino, se hubiera negado a acompanarle. Sucediole, claro esta, que no bien se hubo mostrado al publico cuando este la tomo con el. Primero le miraron, despues se sonrieron, hasta concluir por interpelarle ironicamente, y por reirse a sus barbas. Pero este nuevo insulto colmo la medida del sufrimiento de don Silvestre. --"iCanario!--exclamo al hallarse en medio de un grupo de calaveras;--conque ayer, porque iba al uso de mi tierra, os reiais de mi; y hoy que, por complaceros, me visto como vosotros, me toreais tambien, sin duda porque no se llevar esta librea. Pues tanto, tanto, no lo sufrio jamas un Seturas." Y, sin otras explicaciones, largo una bofetada al mas cercano, a quien metio de cabeza en el escaparate de una pasteleria. Hubiera acometido a los restantes; pero al volverse hacia ellos ya habian desaparecido. Si todos los calaverillas madrilenos hubieran presenciado esta escena, es mas que probable que el mayorazgo no hubiera tenido que sentir mas en igual genero; pero como no todos los susodichos traviesos estaban alli cuando la primera bofetada, tuvo que pegar la segunda un poco mas abajo, y la tercera mas adelante, hasta que juzgo prudente ir a vestirse con su traje provincial, renegando de la independencia madrilena y de la educacion y tolerancia de las "personas decentes". Con este desencanto sobre su alma, y envuelto en el burdo ropaje de sus mayores, con el que, si no iba elegante, andaba sumamente comodo, echose a ver lo que le faltaba; empresa que consumiremos, en la imposibilidad de seguir al mayorazgo paso a paso y en cada una de sus impresiones. Siendo la politica su caballo de batalla, despues de ver en los cafes que todos los periodicos que leia decian de si propios lo mismo que el del cirujano de su lugar escribia de si mismo y de su partido, es decir, que eran unos santos, al paso que renegaban de todos los demas, fuese al Congreso, donde esperaba oir aquellos discursos que, impresos, le admiraban, y aquellos hombres que, pronunciandolos, le parecian semidioses o criaturas de distinta naturaleza, forma y color que el resto de la humanidad. Mas, ioh desengano!, en el palacio de las leyes hallo de todo menos discursos. Presencio en el seno de la Asamblea nacional _disputas_ acaloradas, y encontro en los diputados unos hombres de talla comun, que tenian el mismo prurito que los periodicos: la inmodestia de decir cada uno de si propio, _coram populo_, lo que todos los demas les negaban: que eran lo mejorcito de la casa, y de lo poco que en virtudes civicas, y hasta domesticas, se encontraba por el mundo. De aqui resultaba mucho de:--"?Que has de ser tu?--Mas que tu.--Tu lo seras de lengua.--Esa es la que a ti te sobra.--Pues a mi nunca me han perseguido por revoltoso.--Justo, porque en ti es de familia ser un matalas-callando.--iAl orden!--No me da la gana",--etc., etc. Pregunto, con este motivo, si habia dos Congresos de diputados en Madrid, y que en donde se pronunciaban aquellos discursos tan arregladitos y tan elocuentes que el acostumbraba a leer; y cuando supo algo de lo que pasaba en la _redaccion_ del _Diario de Sesiones_:--"iCascaras!--dijo,--pues con un buen _redactor_, tambien habria oradores en el concejo de mi pueblo." VI Curado con estos desenganos de la pasion politica, diose a lo de puro recreo; y quiso contemplar de cerca lo que tanto admiro desde lejos: _la casa de fieras_.--Que me aspen--dijo cuando la examino jaula por jaula,--si el corral de mi casa no tiene que ver mas que esto: para cuatro pavos, dos mastines y un mico, no necesitaba el Ayuntamiento un presupuesto y un personal como los de esta casa, cuyo titulo es una burla completa de lo que sus verjas debieran encerrar. Ya que en el Retiro estaba, quiso, lleno de entusiasmo, recordando las campinas y bosques de su tierra, tenderse un rato bajo aquella _frondosidad_ tan decantada; mas, fuese culpa de la intensidad del sol, o de la ruindad de los arboles, es lo cierto que en una extension de media legua de bosque no hallo tres dedos de sombra, ni dos docenas de yerbas donde tender su cansada humanidad. Esto le hizo recordar que el famoso _Prado_ era un _arenal_ completo en el que habia de todo menos verdura y poesia; que el mismo desierto de Sahara no estaba mas renido que el con la vegetacion, ni presentaba un aspecto mas triste y desconsolador a las tres de una tarde de verano. Iba a preguntarse, por cuarta o quinta vez, si el titulo de _prado_ seria ironico, chocandole que cupiese en cabeza humana (ignoraba don Silvestre la historia del celebre paseo) la idea de llamar una cosa con el nombre que menos le conviene; pero recordo lo que acababa de ver con el de _casa de fieras_, y dias atras con los de _puertas_ de Segovia y de Atocha, y se convencio de que Madrid era una pura ilusion. Por fortuna, don Silvestre era muy poco artista y mucho menos literato, y con ello se ahorro otros muchos desenganos. Pero, en cambio, era curioso y antojadizo, y nunca satisfizo un capricho de los muchos que le provocaban el aspecto y baratura de las mil trivialidades que veia en los escaparates de las tiendas, sin que al tomar el cambio de una moneda no recibiera un par de ellas falsas, monedas que, al entregarlas mas tarde en otros establecimientos, le costaban serios disgustos. Si iba al cafe, aun sacrificando sus apetitos al gusto de los demas parroquianos, por evitar escenas como la consabida del sorbete, notaba que los mozos le servian mas tarde y peor que a todo el mundo; porque en el centro de la tolerancia y de la despreocupacion se juzga y se respeta a los hombres en razon directa de la excelencia del corte y calidad de sus vestidos. Los cocheros le trataban como al sentido comun, es decir, inhumanamente: al verle con aquella estampa, ni se tomaban la molestia de aullarle con el brutal _ijeee!_ cuando le hallaban al paso, para indicarle que se apartara. El buscar una calle cualquiera le costaba los cuartos que le exigia el brutal gallego por servirle de guia; y como las calles eran muchas y las conocia mal, y como no estaba dispuesto a pagar _practicos_ a todas horas, cuando salia solo no se atrevia a caminar por no desorientarse. Esta circunstancia le hizo fijarse todas las tardes, al anochecer, en el famoso crucero de las Cuatro Calles, sitio en que podia recrear su vista sin necesidad de cicerone. Alli, entre los mil objetos y personas que cruzaban en todas direcciones, observo que, a semejanza de los aviones que en las calurosas tardes de verano revoloteaban incansables alrededor del campanario de su lugar, discurrian por una y otra acera, pasaban, volvian a pasar, y siempre las mismas, aunque en incalculable numero, mujeres de incisiva y elocuente mirada, beldades de esbelto talle y desenvuelta marcha; mujeres que, sin saber por que, le arrancaban del pecho hondos suspiros. Mas, iay!, en vano su ilusion le forjaba planes seductores.... Aquellas mujeres, cuyas miradas devoraban a los transeuntes, con cuyos movimientos, con cuya voz, en ocasiones, intentaban seducirlos, solo para don Silvestre eran ariscas y desaboridas; para todos habia sonrisas, guinos y hasta flores; para el infeliz mayorazgo _escupitinas_, desaires y malas razones. Don Silvestre recordaba entonces que en su pueblo se honraban las mozas con sus pellizcos, que solo el temor a las lenguas de las envidiosas le hacian economizarse en las empresas galantes; y lanzando un suspiro angustioso, abandonaba su puesto favorito y marchaba hacia su casa, preguntandose por los placeres de la corte, y suspirando por el aire de su aldea; --"?Donde esta lo que yo venia buscando? De todo lo prometido, ?que es lo que encuentro? El calor sofocante, el polvo caustico, el infernal estrepito de los carruajes, el peligro de ser por ellos atropellado, los pillos callejeros y algunos _otros_ mercaderes, el rescoldo de las bebidas, el veneno de los estancos, la brutalidad de los cocheros, el vandalismo de los revendedores, la inhospitalidad de todo el mundo, el materialismo, la usura de la civilizacion: estas son para mi las unicas verdades de la corte." Y eso que el buen hombre, gracias a su amigo, no habia caido en la mayor ratonera de Madrid; no habia sido martirizado en el mas cruel de todos sus potros: en las casas de huespedes; ni habia, gracias a su corteza ruda y a su sencilla educacion, visitado la corte _por dentro_. Si con su sencillez de aldeano perdia la brujula a la superficie del mundo, ?que le sucederia surcandole por lo mas hondo de sus tempestuosos senos? En algo parecido a esto debio de pensar despues de la ultima _escupitina_ con que le espabilaron las sirenas de las Cuatro Calles, porque, apenas llego a su casa, hizo su pequeno lio, atraveso el garrote de acebo por entre los picos anudados del panuelo que le formaba, dejole asi sobre una silla de su cuarto, y se dirigio al de su amigo, a quien endilgo un discursillo que, reducido a otras frases menos desalinadas, venia a decir lo siguiente: --"Bajo dos aspectos me interesaba la corte, vista desde el rincon de mi cocina: como centro en que se elaboraba esa politica en que tan ciegamente creia, y como patria comun a todos los hombres amantes de la libertad social y enemigos de los mezquinos chismes de corrillo. Muy pocos dias he necesitado para conocer, a pesar de mi poca experiencia del mundo, que la tal politica es una indigna farsa; que sus partidos, lejos de representar ideas de saludables recursos para la patria, no son mas que _posiciones_ que los ambiciosos ocupan para conquistar mejor los grandes destinos, que son el movil principal de todos los politicos. De aqui que el poder tenga tantos opositores, y que estos no convengan entre si mas que en hacer la oposicion. De aqui que, siendo la verdad una sola, y habiendo doscientos que, opinando de otras tantas maneras, pretenden todos hablar con ella, comprenda al cabo el desapasionado ciudadano que todos mienten, que todos lo saben, y que todos le explotan.--Entre el Congreso de diputados y el concejo de mi lugar no hay mas diferencia que el traje de los concurrentes y la indole de las cuestiones; la intencion es la misma: primero "yo", despues "mi partido", lo ultimo "el pais". "Yo tengo siempre razon, mi partido es el santo, el justo; mi vecino es un egoista, su partido la ruina de la patria." Dispensame la parte que de mi juicio te alcance, y concedeme que tengo razon. "Madrid como pueblo tolerante y centro de placeres para todos los gustos y para todas las inclinaciones, ya sabes, por mis relatos, lo que me promete. Aqui, segun lo que me ha pasado, todo el mundo puede hacer lo que mas le acomode, sin perjuicio del projimo, por supuesto; pero es a trueque de romperse el alma con todos y cada uno de los que opinen de otro modo: esto es lo que yo ignoraba y lo que menos me conviene. En una palabra, para que yo viviera a gusto y disfrutara de todos los placeres con que brinda Madrid a los desocupados, seria preciso que olvidase todas mis costumbres y se cambiasen las condiciones de mi naturaleza: esto es tan imposible como que yo vuelva a leer un articulo de fondo, despues que se como y por que se escriben. No por ello me pesa el viaje, pues te he dado un abrazo y he conocido lo que vale el inculto rincon de mis mayores, trocandole por la civilizacion. Esta valdra lo que quieras, pero a mi lugar me atengo; en el estoy como el pez en el agua, y a mi lugar me vuelvo. Conque, quedate con Dios." Don Silvestre se hubiera largado muy serio sin decir una palabra mas; pero su amigo, agarrandole por las haldillas del chaqueton, le rogo que le escuchara. --"Has hablado, Silvestre, como un libro; y guardeme Dios de refutar lo mas minimo de tu discurso. Pero sabe que yo tambien reniego de la corte, y que la aborrezco con todos mis sentidos. Las atenciones de mi alto puesto me agobian, y las enemistades y miserias que el me produce entre las conexiones de la esfera en que habito, me desalientan; esfera, amigo mio, que por tu dicha no conoces. Soy rico, soy solo en el mundo, sencillo en mis gustos, inclinado a hacer el bien que puedo, refractario a la envidia y a la maledicencia, y no puedo contemplar, sin estremecerme, los dardos que me arrojan las rivalidades que cercan mi puesto, y la baja adulacion de los que me necesitan o me temen. No concibo que un hombre honrado se pueda acostumbrar a desayunarse todos los dias con dos docenas de discursos impresos, en los que se le acusa de venal, de despilfarrador, o, cuando menos, de estupido; y el tratar en terminos parecidos, si no peores, a los hombres de mi altura, es la ocupacion de las tres cuartas partes de la prensa periodica; porque esta misma que en Espana se lamenta de que las letras, las artes y la industria, estan en panales y necesitan consejos y academias, consagra todos sus desvelos a calumniar, a fiscalizar el poder, cuando en el no estan sus hombres, o a adularlos servilmente cuando estan al frente de la cosa publica. Sin mas razon que la de ser yo lo que oficialmente soy, tiene derecho cualquier gacetillero hambriento, el ultimo zascandil de la prensa periodica, a dudar de mi probidad, a llamarme inepto y a disponer contra mi la opinion publica. Estas innobles guerrillas que dirige y exacerba el hambre, o cuando mucho, la ambicion de mando o de destinos, no puede sufrirlas un dia y otro dia ningun hombre que aprecie en algo su hidalguia y sienta aun el rubor de su dignidad calentarle las mejillas cuando una torpe lengua o una envenenada pluma le hieren en el sagrario de su honra; que esta no transige, ni ser puede mas que una, ora se albergue bajo el burdo ropaje del campesino, ora bajo los bordados ostentosos del habito de un magnate. "Por eso, mientras tu te aburrias en esas calles, yo me desembarazaba de todos mis cargos y esperaba tu resolucion para comunicarte la mia, que es el asunto de que habia prometido hablarte. Esperabala para decirte; amigo mio, colmadas todas mis ambiciones y agobiado por los desenganos, quiero abandonar la corte y respirar el aire libre de tus montanas, unica campina que he visitado en mi vida, y en la cual espero realizar todas las ilusiones que he adquirido con mi lectura favorita. Soy fanatico admirador de la vida patriarcal y de los placeres del campo, de la poesia pastoril. iLejos de mi el ruido del falso mundo, el seco afecto, el materialismo de la civilizacion! Como el venerable, tierno y sencillo poeta, "Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanza, de recelo". "iBien hayan tus campinas y tus bosques! iAlli, con la conciencia del hombre honrado, veras, veras, Silvestre amigo, cuanto placer encuentro! ... sobre todo, cuando piense en el infierno de pasiones que aqui se agitan incesantemente, y cuando, mientras considere que en el mundo "... se estan los hombres abrasando en sed insacible del no durable mando, _tendido yo a la sombra este cantado_". "He aqui mi mayor ambicion de hoy; ambicion que acaricio anos ha, y que tus noticias y tu presencia han venido a provocar hasta el extremo de hacerme tomar una resolucion invariable.--Ahora bien: mientras olvido mis habitos de mundo, mientras me aclimato a ese paraiso de tus valles, necesito tu compania, un rincon en tu casa y un puesto en tu mesa; pero sin que en tu sistema de vida hagas la menor alteracion, sin que mi presencia aumente un solo manjar a tus comidas. Con estas condiciones aceptaria tu hospitalidad. Para regalarme con el veneno de nuestras cocinas y con la vida muelle de estos gabinetes, me quedaria en la corte. Este es el egoismo a que me referia cuando llegaste a mi casa. Con franqueza, amigo Silvestre, ?te parece aceptable mi plan?" El mayorazgo, que desde el principio del discurso de su amigo tenia un palmo de boca abierta, pero de puro placer, al oirle renegar de Madrid, y que, por otra parte, era generoso, sensible y hospitalario, y no habia echado en saco roto que todo un personaje le hubiera reconocido a el, con su corteza de campesino, al cabo de tantos anos de ausencia y sin otro motivo que una frivola amistad de la infancia, tendiole los brazos por toda contestacion, en los que estrecho al personaje, quien, en premio de su carinoso ofrecimiento, y con la promesa de no serle gravoso, si en ello no le ofendia, le anuncio que dejaba muy bien recomendado su pleito y que contara con ganarle, deshechos algunos enredos que dificultaban el triunfo de su causa, debidos a los manejos de sus adversarios. Este noticion colmo de entusiasmo a don Silvestre, que torno a abrazar a su amigo, quejandose de que le hubiera creido capaz de cobrarle pupilaje. Pocos dias despues, salieron entrambos en una silla de posta, que debia dejarlos algunas leguas antes de llegar al pueblo, pues el amigote de don Silvestre queria hacer poco ruido para conservar el mas riguroso incognito, a fin de gozar mas a sus anchas y en completa libertad todas las delicias que se prometia de la vida campestre y descuidada. Por eso se despidio de todos sus amigos y allegados para el Mediodia, y no faltaron periodicos que anunciasen, con esa perspicacia y exactitud que les son peculiares, su feliz llegada "a la ciudad de los Califas". VII Aquellos de mis lectores que hayan visitado el pais del _cuco_ despues de haber vivido algun tiempo en la clasica Castilla, y especialmente los que a esta ultima circunstancia reunan la de ser hijos de este poetico suelo, me ahorrarian, de fijo, la pintura del efecto que en nuestros dos personajes causo el aspecto de la Montana apenas hubieron perdido de vista la ultima llanura torrida, monotona, infinita, de ese famoso granero de Espana. Me la ahorrarian, digo, porque ellos habran sentido lo mismo que don Silvestre y su amigo al acercarse a este bello rincon del mundo por aquel camino. Pero como no todos los lectores se hallan en igual caso, dire, solo para los que no conozcan esta comarca, que al acercarse a ella despues de atravesar las planicies de Castilla o de la Mancha, enfrente de tanta belleza se siente ... no tener cerca de uno a todos los moradores de las grandes capitales del mundo civilizado, orgullosos con sus prodigios de arte, para decirles:--"Mirad esa naturaleza, y pasmaos, porque junto a ella, todo es pequeno y raquitico. Ved aqui reunido y palpable cuanto de bello y fantastico ha cantado la poesia." Y, a proposito: no hay trovador novel ni poeta melenudo que se haya creido dispensado de echar su parrafito a las orillas del _manso_ Guadalquivir, o del _aurifero_ Darro, o a las aguas del historico Guadalete, sembrando aqui y alla bosques y florestas, frondosidad y fragancia, cesped y lirios, que asi existen donde los colocan los vates, como yo soy arzobispo; en cambio, cuando alguno de aquellos ingenios ha pisado el suelo de la Montana, en lugar de cantar lo que ella le mostraba, en lugar de darle lo que se le quita para engalanar ajenas hermosuras, se ha ocupado en escribir a "la civilizacion" si los moradores de aquende comen borona, andan descalzos y gastan los calzones mas o menos remendados, como si se tratara de un aduar de Marruecos o de la isla de Annobon. Pero dejaria la poesia de serlo, si los poetas cantaran la verdad una sola vez en su vida.... Y vuelvo a mi cuento. Dando resoplidos de pura satisfaccion don Silvestre, y recitando su amigo los mas tiernos idilios que recordaba a la vista de los fantasticos paisajes que descubria a cada paso, llegaron ambos al solariego albergue de los Seturas, donde los dejaremos descansar un largo rato: al de Madrid, entre sus bucolicas ilusiones y bajo el incognito mas rigoroso, y al otro, bajo la impresion de sus recientes desenganos, y, por lo mismo, mas satisfecho que nunca al verse dentro de las recias y ahumadas paredes de su casa. VIII Faltabale tiempo al de Madrid, en cuanto se levanto a la manana siguiente, para correr por la _solana_, tumbarse bajo un nogal y caminar errante por las mieses; para gozar, en fin, con la loca expansion de un colegial en vacaciones. Y tan abstraido estaba, que al volver a casa, al crepusculo de la tarde, no se acordaba de que no habia comido al mediodia, ni echo de ver que llevaba desgarrados los pantalones y sangrando una rodilla, caricias debidas a las espinas de los setos por los cuales tuvo que saltar. En ocupaciones analogas paso los primeros dias, cada vez mas alegre, mas satisfecho y mas jugueton. La bazofia y los condumios del ama de gobierno le parecian los manjares mas deliciosos; el duro taburete en que se sentaba, mucho mas blando que un sillon ministerial; y el aspecto rustico que tenian todos los objetos que encontraba y de que servia en casa de su amigo, eran el complemento de sus mejores ilusiones. Pero cuando gozaba extremadamente era por las noches, despues que, oido el toque de animas y rezadas las oraciones de costumbre por el mayorazgo, a quien contestaban unisonos todos los de la casa, se sentaban en el ancho balcon del mediodia. El canto incesante de las ranas, el aroma de la campina, el susurro elocuente y misterioso de la naturaleza, los relampagos fantasticos e incesantes que en el horizonte presagiaban, segun el ama de llaves, fuertes calores para el siguiente dia; de tiempo en tiempo el canto monotono del labrador que iba a dar agua a una pareja, cuyas sonoras campanillas le hacian el acompanamiento; el vuelo rapido del murcielago que cruza indeciso a cada instante por delante del balcon; los reganos del ama en la cocina, que entre el charrasqueo de la sarten se destacaban, con poco placer de los criados a quienes iban dirigidos, y tantos otros ecos y fenomenos que en las noches de verano se perciben en el campo, abstraian de tal modo al forastero, que no hubiera cambiado entonces el balcon de don Silvestre por el trono mas elevado del mundo. Y cuando por las mananas, al romper el dia, le robaban el sueno el cencerreo del ganado que salia al pasto, los silbidos de los criados, las seguidillas de las mozas que iban a la mies, el toque al alba, los ladridos del perro, el cacareo de las gallinas y los relinchos del caballo, lejos de incomodarse, bendecia en sus adentros el instante en que se le ocurrio trocar el agitado torbellino de pasiones de la corte por el obscuro rincon de la vivienda de los Seturas. Con la contemplacion de estos y otros cuadros a cual mas sencillo, su lectura favorita adquiria para el cada vez mayor encanto; y hasta las tiernas eglogas de Garcilaso le parecian la expresion mas fiel de la verdad, y todos los recuerdos de todos los patriarcas descritos hasta entonces le asaltaban las mientes, y veia los trasuntos de todos los cuadros pastoriles del siglo de oro, y hasta sentia el calorcillo de sus venerandos y rusticos hogares; y tal era el dominio que sobre el ejercian estas ideas, que, fingiendose extraviado, sorprendia a un vecino comiendo; entraba en la choza de otro cuando, sentado este al frente del grupo de su familia, rezaba el rosario antes de acostarse; pedia aqui candela, mas alla un guia, y por dondequiera aliviaba la miseria, complaciendose en dejar oculta una moneda de plata, ya en el regazo de un nino que jugueteaba arrastrandose a la puerta de su casa, ya sobre el poyo de la cocina. Y todo esto lo hacia el buen senor, excepto lo de las limosnas, en verdad sea dicho, sin darse de ello la menor cuenta. No reflexionaba ni estudiaba aquello que veia, porque los cuadros y las impresiones se sucedian con la rapidez del pensamiento. Pero a los quince dias de estancia en la casa de don Silvestre, comenzo a notar que no descansaba bastante en la, aunque mullida, incomoda cama que le habian puesto; que la bazofia le agriaba el estomago, y que, por falta de cielo raso en la alcoba, le escocian los ojos con el polvo que caia del desvan, cada vez que (y esto sucedia todas las noches), cada vez que las ratas armaban sus jaleos acostumbrados entre las panojas sobrantes de la anterior cosecha--Con este motivo la rancia morada de los Seturas abrio por primera vez sus puertas a la civilizacion, que entro en la mejor alcoba de la casa en forma de colchon de muelles, cama de hierro, techo de yeso y papeles de colores, traido todo de la ciudad y colocado a expensas del huesped de Madrid, y con no poca delectacion del mayorazgo, del ama y de todos los vecinos del lugar, que acudieron, por turno rigoroso, durante una semana, a contemplar las maravillas de la alcoba del madrileno, cuando este se largaba a hacer sus excursiones de costumbre. Estas eran siempre por el campo, donde cada dia buscaba un paisaje distinto y al antojo de su poetica fantasia. Y, preciso es confesarlo: las praderas y valles del lugar de don Silvestre, como toda la Montana, superaban en perspectiva a todos los cuadros que se imaginaba el senor de la corte: en esta parte era feliz el amigo de don Silvestre. Pero no lo era tanto cuando se acercaba a gustar practicamente las delicias que, desde el fondo de los alfombrados gabinetes de las populosas ciudades, descubren los poetas entre el follaje de los bosques y sobre el blando cesped de las campinas. Es decir, que si el madrileno, siempre con sus libros debajo del brazo y en busca de paisajes, encantado por el aspecto de un artistico murallon cubierto de verde y tupida hiedra, se recostaba contra el, sentado sobre cesped de un palmo de espesor, no bien se ponia a leer a cualquiera de los poetas, desde Gonzalo de Berceo hasta el ultimo bucolico de nuestros gacetilleros y romancistas, y exclamaba, por ejemplo con el primero: "Nunca trobe en sieglo lugar tan dileitoso", o con alguno de los modernos otra frase equivalente en menos rancio castellano, cuando llegaba el impertinente tabano, que le hacia girar como las aspas de un molino para defenderse de sus iras, o cantaba a su lado la chicharra, o se punzaba las asentaderas con alguna zarza traidora, o caia una lagartija sobre la mas sentimental y pastoril de las estrofas de su libro. Con cualquiera de estos contratiempos concluia el apasionado madrileno por sacudirse la ropa y marcharse punzado, aturdido y tiznado en busca de otro lugar no menos bonito, aunque mas comodo. --iOh magnificencia!--exclamaba una vez contemplando un nuevo sitio;--iesto excede a la mas sublime creacion del mas sublime de todos los poetas; a la region del mas tierno pastor de cuantos ha creado la poesia! "Corrientes aguas, puras, cristalinas, arboles que os estais mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aqui sembrais vuestras querellas, hiedra que por los arboles caminas torciendo el paso por su verde seno...." todo esto, y mucho mas, veo yo, oigo y toco. iY por que el sensible _Nemoroso_ no ha de ser posible en estos valles? ?Que distancia hay de ellos a las imaginaciones de Garcilaso? iOh divina poesia!: te veo y te palpo.... Pues senor, aqui, tras este tupido zarzal, cabe el arroyuelo que murmura a mis pies, sobre la florida y olorosa pradera, a la sombra de estos seculares castanos, voy a entregarme a mis gratos ocios. iY diran las almas de prosa que la poesia es una quimera! Y al contemplar aquella lozana vegetacion, tan caprichosamente distribuida como no pudiera imaginarselo el mas diestro jardinero, exclamo, hasta con fe en las palabras del poeta: "Oh driades de amor hermoso nido, dulces y graciosisimas doncellas, que a la tarde salis de lo escondido, con los cabellos rubios, que las bellas espaldas dejan de oro cobijadas...." esperando, tal vez, que abriendose las zarzas dejaran libre paso a la misma Galatea. Asi es que al oir agitarse la enramada inmediata, no se sobrecogio lo mas minimo, en espera, como estaba, de algun prodigio. Pero cuando en lugar de los cabellos de la Ninfa, vio, atropellando las enmaranadas argomas, madreselva, espinas, zarzas, juncias y ortigas, las afiladas astas de un novillo de cuatro anos, descendiendo de la sublime region adonde se habia elevado con sus pensamientos, a la clasica morada de los revolcones y de los ojales en la piel, despojose hasta de sus libros para mayor desembarazo, y no paro de correr hasta la portalada de los Seturas. IX Este y otros percances analogos y un tabardillo que le produjo al fin tanta y tanta insolacion como tomaba, buscando por el campo la sombra de la poesia, le obligaron a desistir de sus excursiones ordinarias, conformandose despues con la sombra del nogal solariego para los pocos ratos que consagraba a la lectura desde el ultimo desencanto. Y como no tenia una sola persona a quien hacer confidente de sus impresiones, pues don Silvestre, nacido entre los prodigios de aquella naturaleza, de nada se pasmaba, como que nada hallaba que le chocase, y fuera de la naturaleza rustica y virgen, no conocia a fondo mas que sus recientes desenganos, le parecio muy fastidiosa la contemplacion de los fenomenos naturales durante las primeras horas de la noche, desde la solana del mayorazgo; hallo tambien insoportable la noche misma hasta la hora en que se acostaba; y como el sueno era acaso el mayor placer que experimentaba ya en el campo, incomodabale de veras el tener que despertarse a las cinco de la manana entre la griteria del ama de llaves, los silbidos de los criados y el cencerreo del ganado, despues de haber dormido mal toda la noche, desvelado a cada instante por los ladridos del mastin, cuya vigilancia llegaba a ser impertinente, a fuerza de ser escrupulosa. Agreguese a esto que la prodigalidad del _senor de_ don Silvestre, como llamaban en el pueblo al de la corte, habia corrido de cocina en cocina por todo el vecindario, y que, por lo mismo, no hubo en el una sola persona que no se creyese con derecho a pedirle dinero, pretextando necesidades, unas veces ciertas y justificadas, otras fingidas e indignas de la largueza y caridad del forastero; de suerte, que ni siquiera le quedo el placer que experimentaba aliviando la desgracia, pues temia equivocarla con las consecuencias de la haraganeria, y contribuir al fomento de mas de un vicio, procurando socorrer la verdadera miseria. Una de las impresiones mas agradables que recibio en la aldea, fue al ir por primera vez a oir la misa de la parroquia. Bajo la tejavana, o _portal_, que se extendia a todo lo largo de dos fachadas de la iglesia, como en todas las de las aldeas de la Montana, estaban reunidos y en espera del toque de campanilla que les avisara la salida del sacerdote al altar, todos los viejos, jovenes y ninos del lugar que no tenian un impedimento justificado que los eximiera de aquella obligacion de conciencia. Todos con el mejor vestido, y formando corrillos en los que se departia a gritos, como es costumbre entre la gente de campo, no porque el furor sustente los debates, sino por habito adquirido viviendo casi siempre fuera de techado; todos, repito, se entregaban a aquel primer momento de ocio, despues de una semana de rudas fatigas, con las mas expresivas senales de satisfaccion, buscandola especialmente en comunicarse unos a otros las observaciones, planes y labores que cada cual habia hecho desde el domingo anterior. Cuando el de Madrid, al lado de don Silvestre, se acerco al portal de la iglesia, el rumor que veinte pasos antes llegara bien claro a sus oidos, ceso de repente; levantaronse los hombres que estaban sentados, suspendieron los muchachos sus juegos y carreras, y descubriendose todos respetuosamente, abrieron calle al madrileno y a su amigo hasta donde el primero juzgo oportuno detenerse. Esta muestra de deferencia y de respeto afecto al huesped del mayorazgo, acostumbrado al frio y egoista contacto del pueblo de las grandes ciudades; y en prueba de su reconocimiento, trato de mostrarse afable y carinoso, mas aun de lo que era de ordinario, con el dueno del rostro mas cercano, entre los varios que le contemplaban inmoviles desde su llegada. A las primeras palabras dirigidas afectuosamente al aldeano, los que detras de el formaban silenciosos, adelantaron un paso, y a la cuarta pregunta del de la corte, un circulo compacto de curiosos le envolvia, disputandose todos la ocasion de oir la voz del senor forastero, y de seguir de cerca con la vista el movimiento de sus brazos y la direccion de su mirada. Esto duro hasta que se oyo el repiqueteo de la campanilla; porque entonces, los chicuelos rompieron la humana valla que a duras penas habian atravesado para ver al caballero mas de cerca, los viejos apagaron sus pipas, los jovenes restregaron el fuego de sus cigarros contra el poste mas inmediato y se guardaron las puntas en el bolsillo del chaleco, los que tenian la chaqueta tirada sobre los hombros, se la vistieron, y todos corrieron al templo atropelladamente para llegar a el antes que el parroco pisara las gradas del altar. --iQue feliz he sido hoy en medio de esos honrados aldeanos!--decia a don Silvestre su amigo durante la comida.--iCuanta poesia en aquel cuadro que me rodeaba! Porque su expresion no era la que dan la bajeza ni la ignorancia, sino la mansedumbre del justo, o el rubor de la inocencia. Don Silvestre hubiera hecho algunas enmiendas al panegirico de su amigo; pero tan habituado le tenia este a semejante lenguaje, que ya no se cansaba en contestarle siempre que con el le hablaba. X Las escenas del portal de la iglesia se repetian cada dia festivo, no solamente en este sitio, sino en el _corro_, a donde iba el madrileno a ver bailar y jugar a los bolos. Pero llego a notar este fanatico personaje que el circulo de curiosos que siempre le envolvia era cada vez mas estrecho; que entre los espectadores, antes mudos como estatuas, habia muchos que se permitian sus _apartes_ intencionados y con presunciones de graciosos; que los que este titulo llevaban entre los convecinos, a trueque de conquistarse sus carcajadas, faltaban _aliquando_ al de Madrid, siempre digno y prudente, con una grosera impertinencia; que los chicuelos, que antes le contemplaban con la boca abierta y las manos en los bolsillos del pantalon, se le acercaban hasta tocarle con un dedo la cadena del relo, mientras a la descuidada tentaban con la otra mano el pano de su levita, cuya finura les admiraba; y, por ultimo, que las mozas del lugar, a quienes dirigia delicadas galanterias y que al principio no se atrevian a mirarle a la cara, le volvian ya cada fresca que le dejaba helado. De modo que, despues de la metamorfosis de Galatea en novillo _uncidero_, dandose a reflexionar durante la convalecencia del tabardillo sobre el caracter de la gente del campo donde habitaba, a despecho de sus ilusiones se concedio a si mismo que pedir prudencia, saber, dulzura y poesia a unos seres cuya sociedad constante son las bestias, cuya educacion son las rudas tareas del campo, y cuyas aspiraciones estan limitadas a salir del ano sin morirse de hambre, es una exigencia que toca en lo ridiculo. iHarto haran, los pobres, sabiendo saludar en turbio castellano! Demasiado es en ellos esa suspicacia extremosa que forma su caracter, primer testimonio de que no carecen de criterio. iOjala supieran educarle, y entonces no emplearian aquella en dudar de todo el mundo, ni se acarrearian esas guerras intestinas que los lleva a cada instante a disputar sus derechos ante los tribunales de justicia, consumiendo en empresas tales el fruto de sus faenas, mientras sus hijos se arrastran desnudos, pidiendoles un pedazo de pan que no siempre reciben! Merece consignarse otro de los incidentes que mas contribuyeron al desencanto de nuestro personaje. Departiendo una manana en el portal de la iglesia con el alcalde del pueblo, brindose de muy buena gana a traer de su cuenta, un relo de torre para la iglesia del pueblo, como un regalo que dedicaba a los honrados vecinos entre quienes tan buenos ratos habia pasado. El alcalde, al oir la palabra _regalo_, abrio unos ojos de a tercia, y diose a reir de pura satisfaccion; pero cuando se puso a reflexionar sobre el motivo de tanto desprendimiento, tornose serio, y dijo al personaje, con la mejor cara que pudo, que al dia siguiente le daria la contestacion. Este, que atribuia a modestia o a cortedad semejante respuesta, no volvio a pensar mas en ella, y en cuanto se separo del alcalde, no dudando que su proposicion seria bien acogida, se puso a discurrir sobre el modo de que el relo llegase al pueblo lo mas pronto posible. Entre tanto el alcalde, apenas pronuncio el cura el "_Ite missa est_", se acerco al campanero y le dijo con ansiedad:--Toca a concejo. Como el edificio en que las sesiones se celebraban, o sea la casa consistorial, estaba a dos pasos de la iglesia, a medida que esta se desocupaba iba llenandose la otra, deseosos los vecinos de saber de que se trataba, pues ni habia carreteras que componer, ni arbitrios que rematar, ni repartos que hacer sobre el territorial, ni sorteo de mozos para el ejercito, ni siquiera ajustes de _puertos_ y pastores. --Senores--dijo el alcalde, tan pronto como el alguacil paso lista a los asistentes y vio que, legalmente, se podia celebrar sesion;--se trata de que el senor forastero quiere regalar un relo de campana para la torre de la iglesia del pueblo. --Pues Dios se lo pague--contestaron a coro la mayor parte de los concurrentes. --A mi me parece _que no habra compromiso_ en que le cojamos por la palabra--anadio el alcalde, dejando entrever ya el fondo receloso que, como opinaba muy bien el personaje, forma el caracter de los aldeanos montaneses. No necesitaba tanto el vecindario para calcular los inconvenientes que, en su concepto, podria traer al pueblo la aceptacion del regalo; asi es que al oir la palabra "compromiso" en boca del alcalde, cada vecino se volvio hacia su colateral, con una expresion en la cara que, aun cuando de pronto parecia de estupidez, leyendola bien se podia traducir en estas palabras:--"?Que te parece de esto?; ?nos cogera de primos?" Pero tan franco, tan claro era el ofrecimiento, que ni aun con la mala fe de que ellos eran capaces encontraron en el primer cuarto de hora una sola objecion que hacer al generoso forastero. No obstante, lejos de decir explicitamente "aceptamos", todos, y el primero el alcalde, dirigieron sus miradas inquietas a un rincon de la sala donde estaba sentado un viejo con calzon corto remendado, montera bajo la cual asomaban, entrecanos y nada limpios, dos mechones de pelos, uno sobre cada sien y de un palmo de largos, segun la antigua moda, chaqueta al hombro y un garrote chamuscado con el que hacia garabatos sobre el polvo del suelo fingiendose distraido. El tio Merlin, que asi llamaban al viejo de las sucias grenas, era la notabilidad del pueblo, donde se le habia dado el nombre que llevaba por la reputacion de _listo_ que le acompanaba desde sus contemporaneos, que, al emigrar de este mundo, se le recomendaron a la generacion heredera como un dije inestimable, como una providencia. El tio Merlin reunia a la condicion de listo la fama de _celebre_, nombre que entre los aldeanos equivale a decidor, oportuno, chistoso; circunstancia que, por si sola, dice bastante para que todos los lectores comprendan el dominio que el tio Merlin ejerceria sobre sus convecinos. Porque en aquel lugar, lo mismo que en el mundo de la cultura, un hombre a quien los demas escuchan con la sonrisa en los labios y dan el apellido de _gracioso_, tiene amplias facultades, no solamente para provocar la risa sin ofender a nadie, sino para ser importuno, molesto y hasta grosero donde y cuando le acomode, sin que a nadie se le ocurra darse por ofendido. ?Y cual no sera la influencia de un hombre de estos entre los que le rodean, cuando sobre su caracter de gracioso lleva la fama de _sabio_, como el tio Merlin? Por eso a este personaje se le encontraba presidiendo todos los acontecimientos del lugar. Bodas, bautizos, entierros, juntas, tertulias..., en cualquier acto de estos y otros muchos, lo primero que la publica curiosidad buscaba anhelante era la presencia del tio Merlin; porque aqui para provocar la risa, alla para dar un consuelo y en el otro lado para ilustrar el juicio de los demas, su presencia era tan indispensable, que sin ella no se encontraba alegria, ni lagrimas, ni consuelo, ni parecer. Y es de notar que el tio Merlin jamas era explicito en sus dictamenes, y que sus admiradores, al repetir a otros las ocurrencias del celebre viejo, apenas hallaban por donde cogerlas; y es claro: el tio Merlin, como casi todos los decidores del mundo, tenia todo su chiste en aquello que callaba, y lo que callaba era lo mas importante. Asi es que la reticencia era su fuerte, y con un interrogante, unos puntos suspensivos y un gesto de "ique pillo soy!" resolvia todas las cuestiones, arrancaba a su placer las carcajadas al auditorio y enredaba a sus convecinos cada dia en un berenjenal de pleitos y rencillas, extraviandoles mas y mas la justicia con lo vago de sus maliciosos pareceres. Pero su fama era bastante mas vieja que todos sus convecinos entre quienes el buen criterio no pudo nunca aclimatarse, y el tio Merlin era siempre listo y _celebre_..., y por eso en el concejo se buscaba su opinion al tratarse de aceptare o no la oferta del rumboso madrileno. --?Que dice de esto el tio Merlin?--pregunto el alcalde despues que, como todo el concejo, le hubo mirado por algun tiempo en silencio, estudiando hasta el rumbo mas vago de su garrote. El interrogado, sin dejar de hacer garabatos, miro de reojo a todos los circunstantes; fijose en el alcalde, que inclinado sobre la mesa ensenaba unos dientes tan grandes como habas cochineras, ansiando la respuesta del viejo, y despues de arreglar la chaqueta sobre los hombros, contesto muy pausadamente: --?Conque ... que digo yo de esto, eh?... Pues digo que.... iJummma!... Esta carraspera arranco al concejo una carcajada que duro medio cuarto de hora. --Vamos al decir, tio Merlin, _de_ que uste cree.... --Que la cosa no trae malicia, senor alcalde ... ijui! que las pillo yo al vuelo.... --Pero, senor, fegurese uste que el hombre me llama y me ice "doy el relo pa la torre sin el menor aquel de gastos pa el respetive: yo pago too el jaleo, y pueen ustedes desde hoy avisar a los carpinteros y albaniles que han de juriacar la pare, porque la cosa estara aqui en toa la semana que viene." --iHola!... ?Conque hubo too eso? ?Conque le ice a uste ese senor que busque carpinteros y que juriaque la pare de la torre..., y entoavia no atisba uste la estrucha? --Hombre--repuso el alcalde con cierta humildad que le imponia la sagacidad del viejo,--no dire yo que no viera algo de ella, y por eso mande tocar a concejo.... Pero ello, ?que es lo que uste teme? El tio Merlin bajo la cabeza, sonriose, volvio a hacer rayitas en el suelo, y por toda contestacion largo otro ijummmaaa! que produjo el mismo efecto que el anterior. Al cabo de un rato anadio: --Senores, en el juriaco que se quiere abrir en la torre, ?no ven ustedes na? Los circunstantes se encogieron de hombros. --Lo dicho--continuo el viejo,--no ven ustedes un buey a cuatro pasos.... Pues yo veo que por ese juriaco se nos mete en casa el forastero; que el relo es una trampa que se nos quiere armar para dejarnos a toos en cueros vivos en el dia de manana. Una exclamacion de sorpresa fue la contestacion del concejo. --Eso no puede ser, tio Merlin--objeto luego el alcalde;--la cosa no trae tanta malicia. ?Y a que se agarra uste pa creer...? --?Que a que me agarro?... Esa es cuenta mia. Nos vio aldeanos, le gusto el pueblo, y dijo: "a pescar lo que se pueda...." Porque, senores, pinto el caso de que uno cualquiera de ustedes va al lugar de ese senor, y tiene tanto dinero como el: por mucho que el lugar le guste, ?se le ocurrira regalar un relo para la torre de la iglesia? --Es claro que no--contestaron algunos. --Pues catalo ahi--exclamo triunfante el tio Merlin.--?A que santo ese hombre nos ha de regalar un relo, sin mas aca ni mas alla? El concejo se quedo tamanito bajo tan contundente argumento. --De manera--dijo el alcalde,--que nos convendra decir a ese senor que se guarde el regalo para engatusar a otros tontos.... --No, senor: "a la zorra candilazo", que dijo el otro--replico el tio Merlin.--Aqui va a ir de pillo a pillo. Puede uste decirle que traiga el relo, pero firmando un papel. --iA ver, a ver! ...--murmuraron sus convecinos, llenos de curiosidad. --Escriba uste, secretario--dijo a este el alcalde;--que la cosa tiene que ver. Dite uste, tio Merlin. Este, despues de rascarse mucho la cabeza, coloco sobre el garrote sus dos manos, sobre ellas la puntiaguda barbilla, y con los ojos radiantes de malicia y de satisfaccion, empezo a dictar al secretario lo que, entre un aluvion de carcajadas y despues de cien enmiendas y al cabo de media hora, decia al pie de la letra: "Digo yo, don Fulano de Tal, que por mi y por todas las generaciones y herederos que pueden venir detras de mi y por todos mis cuatro costados; he recibido del Ayuntamiento de ... el valor del relo de la torre de su iglesia, traido por mi conducto y a mis expensas. "_Item_.--Que me comprometi a ponerle por mi cuenta en el juriaco que ocupa. "_Item_.--Que senalo una cantidad de _dos mil reales_ al ano para gastos que el infrascrito relo preduzca, o arroje de si mesmo, o sease para su manutencion y conservacion. "_Item_.--Que si algun dia la torre se viene abajo en mis dias o en los de todas las generaciones y herederos que puedan venir detras de mi y por todos los cuatro costados, yo y ellas nos comprometemos a hacer otra torre nueva u otra iglesia, si el ayuntamiento lo tuviere por conveniente. "_Item_.--Yo y las dichas generaciones y herederos nos comprometemos a pagar todos los pleitos que por causa del relo resulten en el lugar, o en las inmediaciones, y a no hacer reclamacion alguna al concejo de ... por conceuto del relo ni otro alguno. "Asi lo quise; y, para que conste, lo firmo en ... a tantos de Julio, etc." --Ahora--anadio el tio Merlin,--que firme ese senor; despues que vea por onde nos mete mano. Y retozandole la risa en los labios, salio del concejo entre la algazara y los aplausos de sus convecinos. Aquel mismo dia se presento el alcalde con este documento al forastero, diciendole, al entregarsele, con tono y expresion de triunfo: --Aqui esta mi contestacion. El amigo de don Silvestre no pudo menos de reirse al leer tan peregrinas condiciones, a pesar de la sorpresa que le produjeron, despues, se indigno al considerar tan miserable suspicacia, y, por ultimo, rompiendo en pedazos el papel y volviendo las espaldas al alcalde por toda contestacion, acabo por compadecerse de aquellas pobres gentes que, por huir de un mal que nadie les hacia, desechaban el bien que les iba buscando. XI En estas y otras, la estacion avanzaba y el melancolico otono iba iniciandose a medida que morian las ilusiones del forastero. El aterciopelado verde de la campina se habia cambiado en otro mas palido y amarillento; segada y recogida la yerba de los prados y _despuntados_ los maices, las mieses habian perdido toda su lozana frondosidad; y su aspecto, aunque bastante mas risueno que la primavera de Castilla, infundia cierta tristeza en el animo que la habia contemplado dos meses antes. Los bosques se enrarecian tambien al menor contacto del furibundo viento Sur, que ya estaba en plena campana para secar las panojas y madurar las castanas; los pajarillos enmudecian poco a poco y volaban errantes e indecisos; las noches crecian y los dias acortaban; la naturaleza toda anunciaba su letargo del invierno, y no se escuchaba otro sonido de su elocuente lenguaje que el de los secos despojos de su primavera, rodando en confuso torbellino a merced del viento que cada dia soplaba mas recio. No necesitaba el forastero tanto aparato para languidecer y enervarse, despues de los desenganos padecidos hasta alli. Asi es que, a la vista del cuadro que se le presentaba, no tenia otro deleite que pensar en su vuelta a la corte. Y como esto no le llenaba el animo completamente, se complacia en colocar a su lado, para contraste, todos los disgustos que debia a su expedicion a la patria de los Seturas, con el fin de amar la primera a medida que fuera aborreciendo la segunda. --"Vamos a cuentas--se decia una tarde, sentado en frente de la ventana de su cuarto, y mirando como se ocultaba el sol detras de una montana, entre vivisimos resplandores.--Llevo en este pueblo tres meses; he gozado a mis anchas y con las ilusiones de un nino, es decir, he gozado cuanto es posible en esta vida de zozobras y de aprensiones, tres semanas. En cambio he padecido despues un tabardillo, tres colicos, trescientos sustos, treinta mil molestias por esos campos de Dios buscando la sombra y la poesia, sesenta y seis insomnios producidos por el perro, por los cencerros y por los golpes oidos durante la noche, e innumerables disgustos en mi trato con el vecindario; y si cuento diez indigestiones que me produjo la bazofia de esta bendita cocinera, una oftalmia a consecuencia del polvo del techo de mi alcoba y doscientos rasgunos de espinos en la piel (todo esto durante las tres semanas contadas de placer), no hay duda que la ganancia de mi expedicion, vista por este lado, ha sido bien escasa. Veamosla por la parte economica, que es por lo que mas se recomienda la vida del campo. Por no reventar con tanto y tan especial menjurje, he tenido que proveerme por mi cuenta de la ciudad; y como esta muy lejos, entre propios, carros y otras menudencias, lo que aqui he comido, muy mal sazonado, me cuesta triple que mi alimento ordinario y relativamente exquisito de Madrid. Mi equipaje esta sucio y desgarrado. "Se me dira que de esto me tengo yo la culpa, pues he saltado portillos y corrido por los prados, y me he sentado en ellos.... Pero, senores mios, ?es posible que a otra cosa se pueda venir al campo? Sin contar lo que he dado en limosnas, pues esto bien empleado esta, llevo gastado un dineral en propinas y en pagar, triple de lo que valian, _regalos_ que estas gentes dieron en hacerme cuando corrio la voz de mi largueza. Total, incluso manutencion, obra de la alcoba, etc., segun el estado de mi bolsillo y cartera, cerca del doble de lo que, en igual tiempo, gasto en Madrid con carruaje y espectaculos. "Veamos ahora mi expedicion por la parte instructiva, por la del estudio, para el cual se receta siempre el campo. Perdidas mis ilusiones por la frivola poesia pastoril, solamente la idea de salir de aqui muy pronto era capaz de hacerme leer con paciencia mis libros instructivos. No comprendo que sin un confidente con quien consultar, o con la idea de no volver a ver mas el mundo, haya un hombre capaz de encerrarse entre los bosques a desentranar los misterios de la ciencia, cuando la ignorancia completa de ella es lo primero que se necesita para vivir a gusto entre estas cerriles criaturas, ser tan rustico como ellas, y circunscribir a las suyas las propias ambiciones. Y no se me diga que esta es cuestion de caracter, porque el mio es un modelo de docilidad y acomodamiento, soy un optimista extremoso, y asi y todo me ha hastiado la naturaleza y me ha repugnado la humanidad inculta. Mi lectura, pues, con la esperanza de ver el mundo otra vez, no ha sido escasa, pero no provechosa: pues con incomoda habitacion, malas digestiones y preocupado con las miserias de que he sido objeto, no he sacado tanto fruto aqui en dos meses como en un solo cuarto de hora en mi gabinete de estudio en Madrid. "Por lo que hace a robustez, que es lo que en mi busca y dice que encuentra todos los dias Silvestre desde que estoy en la aldea, si algo he aumentado en volumen, debe ser consecuencia de la corteza tostada que cubre mis manos y mi cara, y del no se que que se ha adherido a mis cabellos que, a pesar de mi esmero, se rebelan, y estan cada dia mas rusticos y cerdosos.... Decididamente me vuelvo a la corte.... Pero ?y el hastio que me echo de ella? ?Sera otra ilusion, como la del campo, la inclinacion que hoy siento hacia Madrid? Antes de salir de aqui voy a probar el ultimo recurso; voy a vivir a lo Robinson. Dialogare con la naturaleza y huire de todo ser humano en lo que me sea posible." Aqui llegaba el de la corte con sus meditaciones sin notar que el sol habia apagado su ultimo reflejo, y que, por ende, la noche habia dejado su habitacion envuelta en la mas impenetrable obscuridad, cuando un ruido estrepitoso, sobre el techo de la alcoba, le hizo dar un salto en la silla y buscar en seguida, a tientas y acelerado, la puerta, pensando que se hundia el tejado solariego. --iSilvestre! iSilvestre!--grito al hallarse en la sala. --?Que demonios te ocurre, hombre?--contesto a poco rato el mayorazgo, apareciendo en escena con el candil en la mano. --?Que ruido es el que he sentido sobre mi cuarto? --?A que te has asustado?... iJa, ja, ja, jaaaa! --iPues el lance es para reir! --Y ya se ve que si. Como que no es otra cosa que un garrote de panojas de la otra cosecha que estoy poniendo encima de tu cuarto. --A buena hora te has acordado de hacerlo. --Como los criados han estado _cogiendo_ todo el dia en la mies, no se ha podido hacer hasta ahora. --Ya podias haber avisado antes, o dejar la operacion para manana. --En lo primero tienes razon, y dispensame el olvido; en cuanto a lo segundo, como esta noche es la _deshoja_, no era cosa de que se mezclaran las dos cosechas. --?Que es eso de la deshoja? --iComo! ?No sabias que era esta noche? iBruto de mi!... Vente conmigo. Y asi diciendo, cogio a su amigo por un brazo, y le arrastro, o poco menos, hasta la cocina. En ella le enseno al ama de llaves que estaba fregando una enorme caldera en la que iban a cocerse media fanega de castanas que estaban en un saco cerca del fogon. --Todo esto es para la gente--dijo don Silvestre senalando las castanas y un enorme jarro de vino que estaba sobre el vasar. --?Para que gente?--le replico su amigo cada vez mas sorprendido. --Vente y lo veras--repuso el mayorazgo saliendo de la cocina y llevando por delante a su amigo. Unos pasos antes de entrar en el _estragal_, o sea el corredor que conduce a la _bodega_ desde el punto en que arranca la escalera del piso alto, una algarabia atronadora de carcajadas, cantares y chillidos llamo la atencion del forastero; algarabia que ceso tan pronto como este y don Silvestre llegaron a la puerta de la bodega. En esta, iluminada por un ronoso farol colgado de un clavo en una pared, se veia una enorme pila de panojas recien traidas de la heredad, y a su alrededor, sentados en el suelo, un enjambre de mozas y mozos del lugar ocupados en deshojarlas, echandolas despues una a una, pero con extraordinaria rapidez, en los _garrotes_, o grandes cestos, que estaban colocados delante de los deshojadores, a razon de uno de los primeros por cada seis de los segundos. Estos garrotes suelen tener una medida dada, y por el numero de garrotes, o _colonos_, que van llenos al desvan, calcula facilmente el labrador el resultado de su cosecha. La deshoja es una operacion que toma la solemnidad que hemos visto en casa de don Silvestre, en las de cuantos labradores cogen maiz para todo el ano, pues con el objeto de que el grano empiece pronto a ventilarse, procura el cosechero despojarle cuanto antes de la hoja que le envuelve y le perjudica mucho, despues que se retira de la heredad; y como la operacion es muy pesada para poca gente, es ya costumbre que se reuna toda la que quiera del pueblo, sin mas retribucion que un _maquilero_ de castanas cocidas y un vaso de vino o de aguardiente, y a veces una sola de las dos cosas, para deshojar una cosecha en una noche, o en dos a lo sumo. El silencio impuesto por la llegada de don Silvestre y su amigo, volvio a alterarse en breve, en cuanto el ultimo, siempre propenso a gozar con tales cuadros, se mostro muy satisfecho en medio de la concurrencia, y le dirigio algunas palabras en son de broma. Fraccionose, pues, el circulo en secciones; y en una se contaba el cuento de _Juan del Oso_, en la otra se criticaba, en esta se cantaba y en aquella se hablaba de la cosecha, sin que faltasen manotazos o coscorrones por aqui y por alla, pues aquellos mozos tambien eran de carne y hueso, y no siempre, buscando una panoja oculta entre las hojas apiladas, topaban con ella al momento y sin tropezar antes con tal cual pantorrilla extraviada, cuya duena, aunque con la risa en los labios, protestaba con el puno cerrado contra la equivocacion. Hacia un rato que la deshoja estaba en plena efervescencia, cuando una voz grito: "ila _mona!_"; y esto basto para que las mujeres se alborotaran y chillasen, y para que los hombres se pusieran en actitud de defensa. El forastero, pensando que se trataba del cuadrumano de aquel nombre, miraba a todas partes con avida curiosidad, en tanto reia a sus anchas el bonachon de don Silvestre, quien al cabo explico a su amigo lo que aquella voz significaba.--Llamase _mona_ a una gran bolsa o protuberancia que sale a algunos maices en el tallo, y que despues de seca se convierte en un deposito de polvo negro y pegajoso; bolsa que suelen guardar cuidadosamente los aldeanos al coger el maiz, para untar con ella en la deshoja la cara del mas cercano, cuando mas descuidado este. Produjose la alarma de costumbre; pero la mona no parecio por ninguna parte. Un moceton colorado y mofletudo, que no pudo ver con calma a un rustico Tenorio (pues tambien los hay en el campo) charlando mas de lo regular con una moza a quien el galanteaba, era el que habia gritado con la intencion de interrumpir el amoroso coloquio, ya que no habia podido conseguirlo de otra manera, por hallarse colocado muy lejos de la amartelada pareja. --iDiez y _tarja_!--canto la voz de un hombre que, llegando a la puerta de la bodega, cruzo con una raya de yeso otras nueve paralelas, hechas una a una a cada colono que se subia al desvan. Choco al forastero que el decimo, en lugar de seguir el camino de los anteriores, cayese en un rincon de la bodega, que se habia aseado antes con el mayor esmero; y preguntado a don Silvestre, supo que aquel garrote de panojas, tal vez el mas repleto de todos y el de las mas gordas, era el primero del _diezmo_ que pagaba a la Iglesia de Dios. Por aquel tiempo andaba aun la cosa publica ... a la moda de entonces, y de nada se extrano el forastero, sino del cuidado y escrupulosidad con que don Silvestre cumplia el mandato numero cinco de los de la Iglesia. Y aun hacia mas el mayorazgo: junto a la pila de panojas formada con los colonos del diezmo, habia otras varias mas pequenas, hechas a costa de las nueve partes que a el le quedaban libres; porque de cada colono que subia al desvan, dejaba tres panojas para las animas del purgatorio; dos para alumbrar a San Antonio, patrono del ganado; seis para San Roque, abogado de la peste; seis para San Pedro, patrono del lugar, y otras seis para los pobres del vecindario que careciesen de semilla en la epoca de siembra. iY todavia don Silvestre daba gracias a Dios por lo mucho que le quedaba!--"iDesganitaos, hombres de la ciencia, para _ilustrar_ a la humanidad; afanaos en _perfeccionarla_ para hacerla mas feliz a costa de lagrimas y sudores; pero estudiad a este hombre, y tomad en cuenta la tranquilidad de su espiritu!" Asi exclamaba, para sus adentros, el forastero al contemplar la fe y el placer con que su amigo cumplia los preceptos que se le imponian, y las muestras de la caridad que guardaba siempre en su sencillo corazon. Ya comenzaba a gozar un poco el de Madrid entre los episodios de la deshoja, y una prueba de ello es que permanecio observandolo todo, sentado sobre un arcon viejo, hasta que muy avanzada la noche se presentaron los criados de don Silvestre a la puerta de la bodega, llevando con mucho pulso, entre los dos, una caldera llena de castanas, e inmediatamente detras el ama de llaves con el jarro del vino, un vaso para escanciarle y otro jarro mas pequeno para repartir las castanas. A la vista de todos estos objetos la deshoja se alboroto, y a merced de la efervescencia pudo un colindante untar a su placer con una mona la cara del celoso y rechoncho moceton que habia gritado antes, de mentirillas. El sorprendido y cerril amante, que entre las carcajadas de la gente no veia mas que con sus celos y al traves del ignominioso tinte de su cara, en lugar de echar al garrote la panoja que tenia entre las manos, la arrojo furioso hacia su rival; pero este tenia la cabeza mas dura que la panoja, y habiendola recibido cerca del occipital, resbalando sobre el el proyectil fue a parar a las narices del forastero, que estaba sentado, un poco mas atras y en la misma direccion. Y gracias a la penosa sensacion que en todos produjo la carambola, no hubo un lance entre los dos jabalies rivales, que se quedaron pasmados al ver sangrar por las narices al buen senor, y al oirle decir, mientras salia de la bodega acompanado de don Silvestre y de su ama, que bufaban de rabia: --Esto debi yo haberlo previsto; pues a quien entre bestias anda, tales caricias le esperan. XII Curado en pocos dias de las consecuencias del panojazo, juro solemnemente huir de todo contacto con tales gentes; y al efecto se proveyo de cana y escopeta, para explotar, en los ramos de pesca y caza, aquellas regiones donde tantos disgustos iba pasando mientras buscaba la realidad de sus mejores ilusiones. Pero siendo tan infecundos en pesca el rio y los regatos del pais como en ninfas y Salicios y Nemorosos sus campinas, abandono la cana a los pocos dias de dedicarse a ella, pues no compensaban dos anguilas y tres docenas de pececillos que pesco durante la temporada, todos los constipados y mojaduras que cogio sentado a la orilla del rio, unas veces al sol y otras al agua. Abandonada la cana, se dedico a la escopeta; y ya que la caza no fuera muy abundante, por lo menos el ejercicio corporal que hacia corriendo tras de las _miruellas_, le proporcionaba buen sueno y mas que regular apetito. En esto habia pasado un mes desde el panojazo. La naturaleza, languida y enclenque entonces, iba quedandose, como si dijaramos, en cueros vivos; las brisas eran mas frescas, y en lugar del sonido armonico y majestuoso que formaban perdidas entre el follaje de junio, gemian lastimeras al chocar contra los escuetos miembros de los arboles; lloraban fatidicas, como si fueran la voz de la naturaleza que lamentara la perdida de sus risuenas galas. El suelo se humedecia cada vez mas, porque el sol no tenia fuerza bastante para enjugarle despues de los chubascos, cada dia mas fuertes y mas frecuentes; las noches eran eternas, y solo un sueno como los que ultimamente dormia el de Madrid, era capaz de hacerselas pasar medio a gusto entre los silbidos del vendaval que penetraba fino y cortante por cada rendija de las innumerables que tenian las puertas exteriores del solariego palomar; las _lumbradas_ que hacia el ama en la cocina solamente las soportaban ella y don Silvestre, acostumbrados a su calor desde la infancia: el forastero se abrasaba acercandose al fuego, y retirandose de el se le helaban las espaldas con el _gris_ que corria en aquel inmenso paramo. En cuanto a la poesia del chisporroteo de los tizones y del hervir de los pucheros, asi la encontro como lo que habia buscado entre los jarales. Roncaba el ama de llaves, roncaba don Silvestre, roncaban los criados y el gato y el perro; silbaba el viento, bramaba la cellisca contra las inseguras ventanas, y mas que vision placentera, parecia aquel cuadro escena de conjuro, o ensueno de calenturiento. iEntonces si que penso en su gabinete de Madrid y en los salones del _mundo_ y en el teatro de la opera!... --iQue sera un invierno pasado asi, Dios mio!--se decia una noche mientras se acostaba en busca del sueno, unico amparo que hallaba en medio del aburrimiento que empezaba a perseguirle. XIII Fatigado de saltar setos y regatos y de trepar por cerros y colinas, tornaba hacia su casa una manana el huesped de don Silvestre, con la escopeta al hombro y sin haber podido matar mas que dos gorriones y una calandria. Ya columbraba la ventana de la cocina solariega y hasta llegaban a sus narices los aromas de los guisotes del ama de gobierno, cuando distinguio una miruella sobre la rama mas alta de una higuera. Agazapose el cazador todo lo que pudo; deslizose de mato en mato y de bardal en bardal, como una culebra, para no ser visto ni sentido del animalito, cuya vigilancia es proverbial en el pais; apuntole con la escopeta cuando le tuvo a tiro y a su gusto, y.... Pero expliquemos la situacion del cazador, por si los permenores del suceso nos fueren mas tarde de alguna utilidad. Apuntando el madrileno a la miruella, tenia a cuatro pasos, a la espalda, un huerto contiguo a una pequena casa, y cerrado en todo su perimetro por una pared _seca_, es decir, una pared transparente, de piedras sobrepuestas medio a la casualidad, paredes que suelen durar eternidades, porque la consistencia que les falta de nuevas se la da bien pronto la hiedra que junto a ellas nace, y penetra, entretejiendose, por todos los intersticios. La pared del huerto que tenia a su espalda el cazador comenzaba ya a consolidarse: solo un tramo de dos varas estaba sin revestirse de las verdes ligaduras, y sostenido por un prodigio de equilibrio. Por lo que hace a la casa, estaba cerrada hermeticamente; y en toda la extension que alcanzaba la vista no se distinguian mas seres vivientes que el cazador, la miruella y un hombre que cerca de la casa esparcia _toperas_ en un prado, y acechaba de cuando en cuando las operaciones del topo, a cuya caza andaba. Este hombre, a quien el de Madrid no veia, era el tio Merlin. Hecha, pues, la punteria a placer del cazador (como que apoyaba la extremidad del canon de la escopeta en una rama), disparo sobre el pajarraco, y este cayo, como una masa inerte, rebotando de quima en quima. Pero al pie del arbol habia un bardal bastante espeso, y en este bardal cayo la miruella.--Cerca de un cuarto de hora invirtio en buscarla el pacientisimo cazador, que al fin la encontro; pero no sin desgarrarse las manos con las punzantes zarzas. Con su presa en el morral, salio otra vez al camino que antes llevaba; y echandose la escopeta al hombro, marcho a largos pasos hacia su casa, pues ya habia oido tocar a mediodia y no le gustaba hacer esperar a don Silvestre que de fijo, estaria arrimando las sillas a la mesa. Cerca ya de la portalada del mayorazgo, oyo un estrepitoso ruido. Volviose hacia el sitio de donde este partia, y vio que se habia caido la parte flaca de la pared del huerto antes citado. Como el suceso tenia muy poco de particular, no le llamo la atencion: lo extrano para el era que semejantes muros resistieran un dia en posicion vertical. En esta inteligencia, siguio su camino y llego a casa del mayorazgo, a quien encontro esperandole para comer. En los postres estaban, cuando un criado aparecio en escena, anunciando a un hombre que deseaba hablar con "el senor". --Que pase adelante--dijo este, siempre dispuesto a complacer a todo el mundo. Un momento despues penetro en la sala, pisando timidamente, un aldeano de madura edad, con la chaqueta al hombro, barba de quince dias, y dando vueltas en las manos a un mugriento sombrero que solamente cesaba de girar cuando el aldeano sacaba una de ellas de la arrugada copa para retirar hacia atras las asperas y encanecidas grenas que le caian sobre los ojos. --Tengan ustedes buenas tardes. --Muy buenas las tenga usted; y diganos en que puedo serle util. El recien venido titubeaba. Al cabo de un rato bien largo de toser, cambiar de punto de apoyo, manosear el sombrero y luchar con sus grenas, comenzo asi el aldeano: --Pues, senor, yo soy, pa lo que uste mande, Cleto Rejones, y vivo aqui, a la esquierda, cancia la juenti, como el que tira a la mies del Jalecho, en una casa sola que uste habra visto al ir a cazar esta manana..., que tiene un _higar_ delante.... --La del suceso que me has contado--anadio don Silvestre, dirigiendose a su amigo. --Adelante--contesto este, mas interesado ya en saber el objeto de la visita. --Pues, senor, resulta _de_ que yo, a la vera de la casa, tengo un gueerto de carro y medio de tierra, que, en buena hora lo diga, es una alhaja pa el dicho de coger patatas y posarmos pa el avio de la casa...; como que el viudo del Cueto me daba por el un prao de cinco carros y un rodal viejo, y no se le quise cambiar.... iQue me muera de repente si es mentira! --Si nadie lo pone en duda, hombre de Dios--repuso, riendose, el de Madrid.--Pero vamos a ver lo que usted desea. --A eso voy de contao.... Resulta de que yo, como decia, tengo un gueerto de carro y medio de tierra a la vera de la casa, y de que ese gueerto tiene una pare que le cierra sobre si. Resulta de que esta pare se vino a tierra esta manana, por la parte de la calleja. --De lo que doy fe porque lo vi.... Adelante.... --Resulta de que, al caer la pare, quedo un juriaco abierto. --Claro esta. --Y por ese juriaco entraron despues, con perdon de uste, _dos de la vista baja_[7]. --Adelante. --Y estos dos de la vista baja, con perdon de uste, me jocaron el gueerto, me comieron las patatas, me tronzaron los posarmos y me desbarataron dos semilleros de cebollas.... --Hombre, ique lastima!--exclamo, verdaderamente condolido, el noble forastero. --Como uste lo oye, senor: crea uste que para mi ha sido hoy un dia desgraciao. Y el bueno del aldeano, al decir esto, menudeaba mas y mas los giros de su sombrero, y bregaba, hasta sudar, con los mechones de su aspera cabellera. El huesped de don Silvestre, creyendo que las pretensiones del aldeano se reducian a pedirle alguna cantidad para reparar la averia, dispusose desde luego a darsela bien cumplida; pero no quiso hacerlo sin que el aldeano se insinuase de alguna manera, temiendo herir su _delicadeza_. --Y ?que es lo que usted pretende de mi?--repuso con intencion. --Senor--contesto el aldeano,--yo quisiera que se nombrase una presona que fuera a reconocer el dano, y que le tasara. --No esta mal pensado.... Pero ?contra quien va usted a reclamar? --De modo y manera es que ... la pare bien tiesa se estaba.... --Si..., hasta que se cayo. --De modo es que, si no la hubieran _aboticao_...[8]. --Luego, ?se sabe quien la tiro?... --Paece ser que hubo testigos.... --Pero, en fin, ?que es lo que yo puedo hacer en esta cuestion? --Pos na, si le paece.... --iExpliquese usted de una vez, santo varon! El aldeano bajo la cabeza, volvio a cambiar de postura, y sin cesar de mirar al sombrero, continuo, al cabo de un rato y tartamudeando: --Yo, senor, pa decirlo de una vez ... porque ello es justo, icanario!, justo como la ley de Dios, vengo a que uste me pague, o a que nombre por su cuenta el tasador. El forastero dio un salto en la silla. --iQue le pague yo a usted!... ?Pues acaso tengo yo la culpa del suceso? --Ahi esta la _jaba_.... Yo no digo que uste lo hiciera de mal aquel, pero la pare estaba flojilla, y con una perdigona sobraba pa echarla abajo. --?Pero usted habla de veras?... ?Usted es capaz de sostener que yo derribe la pared? --Yo no lo vi, no, senor; pero una presona que estaba cerca cuando uste mato la miruella me lo ha asegurao.... --iEsto es inaudito, Silvestre, y voy a hacer un escarmiento con esta canalla!... Figurate que al matar el pajaro estaba yo de espaldas a la pared.... --Pero a eso--interrumpio el aldeano,--dice la presona que con el _rustrio_ de la escopeta.... --Que rustrio ni que.... iImbeciles!... Y aunque tamano absurdo fuera atendible, ?de que serviria cuando la pared cayo un cuarto de hora despues que sono el tiro?... --?Pero tu haces caso de esas socalinas?--dijo don Silvestre, hasta entonces mudo espectador.--A esta gente es preciso conocerla. ?A que anda el tio Merlin en el ajo? --Justamente--contesto el pobre hombre. --Me lo temi; ies el enredador de mas malas entranas!... Quitate de delante, canalla, o te arrimo un botellazo que te rompa las muelas. ?Como te atreves a acercarte a una persona decente con esas tretas de tan mala ley?... --Yo no tengo la culpa--contesto timidamente el aldeano, haciendo un cuarto de conversion hacia la puerta....--Yo soy un probe ... imuy probe!, senor don Silvestre; tengo un gueerto que me da para ayudar la vida, caese la pare, entran por ella los animales, destrozanme la probeza que habia en el, dicenme: "Fulano tiene la culpa"; y ... ique menos he de hacer que pedir lo que en ley se me debe!... Pero--anadio, enternecido, dirigiendose a la puerta,--dicen ustedes que me he equivocao, y yo lo creo.... Perdonar la falta..., y queden ustedes con Dios.... --Tiene razon el buen hombre--exclamo a poco rato el bonachon madrileno.--El infeliz no tendra, tal vez, comida para manana; y de el no ha salido la idea de hacerme reo de semejante delito.... Llamale, Silvestre, que voy a gratificarle.... --No te apures, hombre de Dios; yo los conozco mejor que tu ... y no son tan suaves como aparentan. De todas maneras, el aldeano habia desaparecido, y los buenos deseos del madrileno quedaron sin realizar; pero don Silvestre tuvo que aceptar de su amigo una moneda de oro para entregarsela al pobre labrador lo mas pronto posible. Cuando al dia siguiente se desperto el madrileno, su primer recuerdo fue para el aldeano; y, en su consecuencia, la primera pregunta a su amigo, en estos terminos: --?Le entregaron el dinero? --No--contesto el mayorazgo. --Caramba, lo siento mucho.... --Bah..., no te apures ... y, por de pronto, lee este papelito que me ha entregado para ti el alguacil del concejo. Tomo el huesped, lleno de sorpresa, el papel, y leyo en voz alta lo siguiente: "Alcaldia constitucional de.... "Por la presente, y a estancia del vecino Cleto Rejones, se cita a juicio verbal para manana a las tres de la tarde, en la casa-concejo, al senor don Fulano de Tal, sobre pago de desprefeuto de ojeutos naturales, esistentes en una propiedad lindante al vendaval con su casa, y cerrada sobre si a pare seca, y de cuyos ejeutos alimentivos esta dicho Cleto Rejones acaeciendo.--El Alcalde constitucional, _Trebucio Canales del Garojo_." FOOTNOTES: [Footnote 7: Cerdos.] [Footnote 8: Empujado] XIV Si el lector desea conocer el fin de este peregrino incidente, que hubo de costar la salud al desencantado madrileno, haganos el obsequio de acompanarnos al mismo edificio dentro del cual se debatio la cuestion de aceptar o no el relo consabido. Pero en lugar de quedarnos en el ancho salon donde el pueblo se reunio entonces, y que a la vez sirve de escuela publica de primeras letras, vamos a subir por una angosta escalerilla abierta en un angulo de la pared opuesta a la puerta principal. Como son las tres de la tarde, y esta de un dia de trabajo, tenemos que encontrarnos, al atravesar el citado salon, con dos largas filas de muchachos sentados ante un doble atril, sobre el que unos escriben y repasan otros la leccion que han de dar mas tarde en la mesa presidencial que ocupa el maestro, cuya diestra no suelta la tremenda palmeta de cinco agujeros. No bien asomamos las narices a la puerta, calla el discordante y atronador coro que forman los granujas lectores, quitase el maestro las gafas, ponese de pie, hacen lo propio sus discipulos, y todos a la vez, hincando una rodilla en tierra, exclaman a grandes voces:--iAlabado sea el Santisimo Sacramento del Altar! Repuesto el indulgente lector de la sorpresa que le habra causado tan extrana salutacion, llegamos a la escalerilla, cuya puerta nos abre, entre mil reverencias, el sanguinario pedagogo; subimos media docena de toscos escalones, y entramos al fin en una pequena sala donde nos hallamos al conocido alcalde de los largos colmillos, sentado ante la unica mesa que alli hay, y a su derecha, pero de pie y a respetuosa distancia, al alguacil del concejo. En un banco cercano estan sentados Cleto Rejones y el tio Merlin, con su habitual expresion de _travesura_. De pie, y retratadas en su semblante la indignacion y la repugnancia que la escena le produce, el madrileno, junto a su fiel amigo don Silvestre, que participa, por simpatia, de la situacion moral del primero. Oigamos lo que alli pasa. EL ALCALDE.--Supuesto que ya estamos reunidos, vamos a dar principio al juicio. (_Al alguacil_.) Llama al senor Maestro. (_Vase el alguacil y sube a poco rato acompanado del Maestro, que se coloca en su puesto de secretario_.) Hable, pues, Cleto Rejones, y diga, exponga, relate, y cuente lo que pide, quiere o solecita del senor demandado aqui presente. Pero primeramente, ?Cleto Rejones trae su hombre bueno? EL TIO MERLIN.--(_Inclinandose respetuosamente_.) Para servir a Dios y a ustedes. ALCALDE.--Por muchos anos.--En cuanto a este caballero, ya veo que le acompana don Silvestre.... Conque, adelante. Y digo: exponga Cleto Rejones.... CLETO.--Tocante a eso, digo, senor alcalde.... ALCALDE.--Calle uste el pico. CLETO.--De modo que como uste me manda.... ALCALDE.--Mando, si; pero en acabando yo de hablar. Exponga Cleto Rejones su particular. CLETO.--?Hablo? ALCALDE.--iBarbaro! ?Pues no me oyes?... CLETO.--De modo que como uste me dijo.... ALCALDE.--?Cantas..., o te condeno? CLETO.--Pos canto y digo.--Yo tengo, _en_ primeramente, un gueerto cerrado sobre si y a pare seca. Resulta de que esta pare del gueerto que yo tengo, se vino abajo por un lado, quedo un juriaco abierto, y entraron por el dos de la vista baja, con perdon de ustedes. Resulta de que estos animales jocaronme el gueerto y me asolaron la probeza que en el tenia..., y resulta de que pido y reclamo que se me reconozca el dano y se me pague. ALCALDE.--Pues es muy justo que se te pague, porque la pare no debio haberse caido. (_Mirando de reojo al madrileno_.) Y al menos que denguno la haiga aboticao.... CLETO.--Eso mesmo creo yo. (_Mirando con timidez al tio Merlin_) Paece ser que hay testigos de como la pare no cayo de por si sola. ALCALDE.--Eso es lo que se necesita.... ?Y que dice a esto el demandado? DEMANDADO.--Que esa demanda envuelve la falsedad mas indigna; que estoy resuelto a negarme a la infame exigencia del demandante, y a hacer todo lo posible por enviar a un presidio a los autores de esa impostura. ALCALDE.--Sera segun y conforme. Por de pronto, hay testigos contra uste. DEMANDADO.--Seran comprados. ALCALDE.--(_A Cleto_.) ?Cuales son tus testigos? CLETO.--(_Senalando al tio Merlin_.) El senor. ALCALDE.--Pues con uste va esta musica. MERLIN.--Protesto. ALCALDE.--Eso es palique.... Canta lo que sepas, y a jurar en seguida.--Pero uste, ?que pruebas trae contra Cleto Rejones? DEMANDADO.--Mi palabra de caballero, mi conciencia y algunas razones de sentido comun.... ALCALDE.--No es mucho que digamos. La ley quiere mas. MERLIN.--Por de pronto, la pare estabase derecha. El senor disparo su escopeta cerca de ella, y la pare cayo en seguida. No habiendo pasado nadie mas que el senor en toda la manana por aquel sitio, ?quien sino el senor tiene la culpa? DEMANDADO.--?Y esos son todos los argumentos que usted presenta contra mi? MERLIN.--?Y le parece a usted poco? DON SILVESTRE.--Tio Merlin, usted es un tunante; iy si no fuera por sus canas!... MERLIN.--Senor de Seturas, uste me falta.... No hay en el pueblo naide que se atreva a dudar de mis palabras. DON SILVESTRE.--Tampoco ha habido nadie que haya querido romperle el alma, y por eso tiene usted embrollado y revuelto al vecindario. MERLIN (_furioso_).--Que coste, senor alcalde..., y que se apunte todo pa el dia de manana que yo tome cuentas. DEMANDADO.--De usted antes las que le piden, y no olvide que estoy resuelto a todo, incluso a enviar a los dos a un presidio. CLETO.--Yo pido lo que es mio, porque me han dicho que se me debe. DEMANDADO.--Usted es un pobre hombre; pero antes que dejarse seducir por un malvado, debiera oir los consejos de los nombres de bien. MERLIN.--Yo soy tan honrao como uste y la.... ALCALDE.--iSilencio! MERLIN.--No me da la gana. ALCALDE.--iTio Merlin!, que tengo malas pulgas, y conmigo no se juega. MERLIN.--Que no me atienten la pacencia. SECRETARIO.--Uste se ha extralimitado, senor _de_ Merlin. MERLIN.--Y ?quien le da a uste vela pa este entierro? ALCALDE.--iCanario!, que haya orden, o hago una barbaridad. MERLIN.--Yo estoy aqui de hombre bueno, y puedo hablar lo que me de la gana. SECRETARIO.--Cuando a usted le toque, y en sentido pacifico.... MERLIN.--Que le digo a uste que se mete en camisa de once varas. SECRETARIO.--Y yo repito que usted se extralimita. ALCALDE.--iOrden!..., ique lo mando yo! (_Haciendo la senal de la cruz_.) ?Es uste (_al tio Merlin_) capaz de jurar por esta cruz que el senor demandado derribo la pare de Cleto Rejones? MERLIN.--Senor alcalde, yo soy capaz de eso y de mucho mas, porque cuando al hombre le asiste la justicia.... ALCALDE.--?Jura uste? iSi o no! MERLIN.--Primeramente, como hombre bueno que soy de Cleto Rejones, propongo que se arreglen las dos partes. A mi no me gusta hacer dano a naide cuando la cosa se puede rematar amistosamente. DEMANDADO.--No hay arreglo que valga; antes al contrario, estoy resuelto a pedir que se escriba el juicio, y a acudir con mi causa adonde haya lugar. ALCALDE.--?Que dice a esto el senor don Silvestre? DON SILVESTRE.--Que se me esta acabando la paciencia y temo que voy a echar por la ventana a ese bribon. MERLIN.--Que coste ese nuevo ultraje. ALCALDE. (_A Merlin_)--?Jura uste? iSi, o no! MERLIN.--Que no se me falte, eso es lo que digo. ALCALDE. (_Al Secretario_.)--Preparese uste a escribir. (_A Merlin_.) Por tercera vez, ?jura uste?... iiSi, o no!! MERLIN.--iA mi se me ha faltao! CLETO.--iYo quiero lo que es mio! DON SILVESTRE.--Por eso te vas a llevar un par de guantadas. CLETO.--?Lo oye uste, senor alcalde? ALCALDE (_dictando a gritos_.)--_Visto_, que el demandante Cleto Rejones no sabe una palabra sobre el derrumbe de la pare de su huerto; _Visto_, que el unico testigo que presenta del caso sabe tanto como el Cleto Rejones.... MERLIN.--Pido la palabra. ALCALDE.--iSilencio! MERLIN (_a gritos_).--iYo quiero hablar! ALCALDE.--_Visto_, que, sobre ser el testigo de mala ley, se permite faltar a la Justicia con palabras subversivas.... MERLIN (_gritando_.)--iYo no falto a naide!; ieso es una impostura! ALCALDE.--iAl orden!... Y _considerando_ las facultades que me asisten, y asimismo la caballerosidad del demandado y sus buenos antecedentes, _Condeno_--a Cleto Rejones a quedarse con la pare derribada, si el no la quiere levantar por su cuenta, y a pagar las costas del juicio, como son: Una peseta de papel; Dos reales para el secretario, Y doce cuartos para el alguacil. _Item._--Al testigo Andres del Jaral, por mal nombre tio Merlin, a la multa de dos celemines de maiz para las animas, y media azumbre de blanco para los enfermos del lugar, por insubordinacion y faltas de mayor calibre al alcalde y demas personas presentes al juicio celebrado el dia tantos de tal mes, a las tres de la tarde. (_A Cleto y Merlin_.) Y esto no vos lo levanta ni la caridad. CLETO.--Senor alcalde, yo soy inocente. El senor tiene la culpa de que yo citara a juicio a mi contrario. Yo soy un probe ... y ya me habia conformado con las razones que el senor me dio en su casa. MERLIN.--iHola, tunante!; ?conque me echas la culpa? Senor alcalde.... ALCALDE.--iSilencio, digo!... (_Al demandado_.) Esta usted servido, caballero. CLETO. (_Al demandado_.)--Senor..., por la Virgen Santisima, no me tome enquinia; que me habian dicho que, en josticia, me debia uste levantar la pare y pagarme los danos del gueerto. DEMANDADO.--Lo se, y de mi no tema usted nada, mucho menos ahora que el senor alcalde ha sabido administrar recta justicia. Y en prueba de que ningun rencor guardo hacia usted ... ahi va por los danos del huerto (_dandole unas monedas_); y yo me encargo de pagar las costas y hasta la multa del senor, que harto castigo es para el su conciencia, si algun dia la siente, y el pesar del dano que con su funesta oficiosidad ocasiona a sus convecinos. CLETO (_llorando de agradecimiento_).--iAh, senor, Dios le bendiga por donde quiera que vaya! ALCALDE.--iBien, canario!... Vengan esos cinco, que tambien a mi me gustan los hombres de corazon (_apretando la mano del demandado_). Ya veis, canallas (_a los contrarios_), la diferencia que va de vusotros a este caballero, que es presona decente. DON SILVESTRE. (_A su amigo_.)--Vales un Peru.... Pero vamonos a casa, porque temo que me voy a ir encima de ese enredador.... ALCALDE.--Se da por terminado el juicio. (_Saludando a todos_.) A la par de Dios, senores. Y ahora, lector, volvemos a bajar la escalerita, llegamos al salon de la escuela, y ... ivalgame Dios, que cisco han revuelto aquellos motilones! En cuanto el maestro subio al otro piso, el centenar de chiquillos comenzo a rebullirse, primero con cautela por si el pedagogo les jugaba, como de costumbre, alguna emboscada, y despues con un estrepito y una confusion tales, que el vigilante nombrado por el maestro, y con omnimodas atribuciones, por cierto, viendo su autoridad atropellada, hubiera acudido en queja "al senor maestro" si se hubiera atrevido a penetrar en el _sancta sanctorum_ de las casas consistoriales. Pero a falta de este recurso, apelo a un zurriago que para los grandes lances estaba colgado en la pared, detras de la mesa, y se fue con el encima del primer grupo de amotinados que jugaban a la pelota y habian derribado ya con ella el tintero magistral. Entre aquellos angelitos no se sabe lo que es broma; y prueba de ello, que si tremendos fueron los zurriagazos que el vigilante sacudio en las nalgas de sus insubordinados condiscipulos, no fueron mas flojas las _guantadas_ que estos le atizaron en las mismisimas narices. Pero como el abofeteado tenia amigos en la escuela, al ver la _bandera encarnada_, echaronse sobre los agresores y se armo la gorda. Eso explica, lector, ese cuadro, verdadero campo de Agramante, que has visto al asomar al gran salon; por eso gimen unos, brincan otros, vocean todos, y se cruzan por el aire libros, plumas, almadrenas y tinteros. Conque, aprovechando el momento de paz que nuestra presencia impone entre los combatientes, salgamos a la calle antes que baje el maestro y tengamos que presenciar una verdadera carniceria; porque en cuanto el vea lo que esta pasando en la escuela, siguiendo la costumbre de otras veces, no deja cara donde no senale sus dedos, ni nalgas sin cruzar, a telon corrido, con el inexorable zurriago, ni orejas sin estirar medio palmo, ni manos que no recorra zumbando su palmeta, untada exprofeso con ajo crudo. iIra de Dios, la que se va a armar! Vamonos, pues, a ver lo que sucede en casa de don Silvestre Seturas. No bien llegaron a ella los dos amigos, cuando el de Madrid, arrojando sobre una silla su sombrero, y dejandose caer sentado en la inmediata, dijo, entre desalentado y furibundo: --iNo puedo mas, amigo mio! Esta reciente escena acabo con mi paciencia y con la ultima de mis pueriles ilusiones. Desde manana empezare a ocuparme en los preparativos de mi vuelta a la corte. --iComo!--exclamo apesadumbrado don Silvestre.--?Seras capaz de marcharte? --Y lo mas pronto que me sea posible. Ya sabes cuales eran mis ilusiones al llegar a tu casa; ya viste hasta que punto me aproveche de ellas, y tambien te son notorios los esfuerzos que he hecho por conjurar los tristes efectos de mi desengano. No dudaras, pues, de lo invencible de mi ultima resolucion, que me aflige, te lo juro, al considerar que tengo que dejarte, noble amigo, ya que tu, por identicos motivos, no quieres seguirme a Madrid. Viviendo en medio de tus paisanos, llegue a detestar su trato, porque su ruda sencillez heria con frecuencia mi formalidad. Con mis titulos de hombre civilizado, fue muchas veces objeto de risas y chacota entre los mismos que tan lejos estan de mis luces y de mi educacion; y salvas las distancias, sucediame lo que al poeta de las incultas regiones del Ponto-Euxino. Como el exclame en mis adentros, mas de dos veces: _Barbarus hic ego sum, quia non intelligor ulli._ Porque entre estos seres incultos, el mas barbaro parezco yo, que no puedo hacerme comprender de nadie, al paso que soy victima de las miserias de todos. Huyendo de los inconvenientes de su trato, me aisle en tu casa y busque la soledad fuera de ella: ya has visto lo poco que adelante con esta medida. Las ruines cavilaciones de tus convecinos me han perseguido hasta en mis solitarias meditaciones. Y todavia diera de buena gana estas molestias, si los ratos en que me veo libre de las asechanzas de ese espiritu villano, pudiera consagrarlos al completo olvido de mi mismo, o al cultivo de mi inteligencia y a la adquisicion de nuevos conocimientos con el estudio; pero lejos de ello, ese tiempo no me alcanza para precaverme contra unos y vencer el despecho que me producen los actos de los otros; porque el maldito amor propio se rebela lo mismo en estas pequeneces que en otros asuntos de mayor importancia. Y esto es lo sensible, Silvestre: el dia en que tome con tanto calor como estos ignorantes causas de tan mezquina condicion como la que acabo de ganar, he de ser tan villano como ellos, sin que me sirva de nada la experiencia que debo a mi azaroso trato con la gente culta. Que he de contagiarme de estos miasmas, no tiene duda, y apelo a la reciente escena: evitemos la ocasion del peligro, cuyo solo recuerdo me estremece. Y no quiero decir que estos aldeanos sean de peor condicion que los de otros paises, no senor: tus convecinos son, tal vez, mejores que todos los demas campesinos de la peninsula, por mas de un motivo; pero al fin son aldeanos, y basta. Tu que has recibido cierta educacion, y que, por tu dependencia y trato con algunas personas ilustradas, distas mucho de esta canalla, comprenderas lo que digo; y sirvate de prueba la guerra perpetua en que estas con el vecindario. Si dentro de este elemento caben paz y poesia, venga Dios y vealo. Sin embargo, tu, nacido en esta libertad, bajo esta atmosfera, y aclimatado a estas luchas, no puedes soportar el ruido del mundo: dentro de el te desorientas, te mareas. Yo me asfixio entre esta humanidad resabiada, que es docil para dejarse perder por un ignorante maligno, e indomita cuando la hablan los consejos del saber y de la sana razon. Cada uno necesita para vivir el elemento que le ha formado: el hombre culto, la civilizacion; el salvaje, la naturaleza. SUUM CUIQUE, Silvestre, como decia nuestro domine cuando daba un _vale_ a algun discipulo aplicado, mientras desencuadernaba las costillas a zurriagazos a otros veinte holgazanes. En fin, amigo mio, haciendome justicia con tus propias palabras, en el mundo estoy _como el pez en el agua_. Con que a Madrid me vuelvo. XV Algunos meses despues de este discursillo, gano don Silvestre el pleito gracias a las oportunas recomendaciones de su fiel y buen amigo, que nunca se olvido en Madrid del noble corazon del mayorazgo. Este se sintio tan aburrido desde que los procuradores cesaron de visitarle, que temiendo adquirir una enfermedad, cedio a los consejos del cura, humillando su ruda cerviz al yugo de Himeneo. Bien es verdad que don Silvestre hacia mucho tiempo que hablaba con inusitado empeno de la necesidad de perpetuar su casta, y no faltaba en el pueblo quien atribuyera esta circunstancia a los ojazos negros de una moza de ocho arrobas, heredera de un decente patrimonio, que fue la que, al fin, tuvo la honra de conquistar la mitad del lecho de nuestro amigo, el vastago mas notable de la insigne familia montanesa de los Seturas. EL TROVADOR Ya del rubicundo Febo las relumbrantes guedejas sus destellos apagaron tras de las peladas selvas. Cueto, el ilustre lugar confin de la noble Iberia, el de las sensibles Hadas y retozonas Napeas; patria de _grandes_ varones, cuna de tamanas hembras; Cueto, en fin, que no hay mas que el, ni caben mas en la tierra, duerme el sueno de los justos entre escajos y tinieblas. Nada turba su reposo, nada su quietud altera; ni un perro que ladre inquieto; ni un cencerro que se mueva; ni una vaca que, bramando, pida su racion de yerba; ni un suspiro, ni un lamento, ni una risa, ni una queja ............................ ............................ De repente, y sin preludios, rasgando la bruma densa, un relincho se elevo hasta la celeste esfera, retumbando en las colinas cual la lugubre trompeta llamando a juicio final al desquiciarse la tierra; y poco tiempo despues, entre las zarzas espesas, viose aparecer un hombre hacia el fin de una calleja, avanzando a grandes pasos, que marcaba con presteza sobre los duros morrillos, el son de sus almadrenas. Salto en seguida un vallado, subio de un prado la cuesta, y en una casa fijose de pobre y ruda apariencia. Entro luego en el corral sin aprension ni cautela; y echando hacia atras los codos y hacia delante la jeta, otro relincho lanzo mejor que la vez primera. Tosio dos veces seguidas, separo sus largas piernas, cargose sobre el garrote, echo el sombrero a la izquierda; y abriendo de boca un palmo, fija la vista en la puerta, canto con voz infinita estas sentidas ENDECHAS "En el corral de tu casa estoy, para lo que mandes, a las once de la noche con un frio que me parte. "Si acaso no estas dormida y escuchas estos cantares, deja rodar una lagrima de tus ojos, cuando acabe. "En el dia de San Juan hara tres anos cabales que nos dimos la palabra estando Lucu delante.... "iMala colera me lleve si pense, Nela, enganarte, ni en que me salieras luego con que no quiere tu padre! "iLa culpa me tengo yo, burro, animal y salvaje, que te tengo tanto amor que en el cuero no me cabe! "Yo no duermo ni sosiego una noche ni un instante, ni tengo salu completa pensando en ti y en tu padre. "Porque el me tiene la culpa, y de aqui no hay quien me saque; y el tambien tiene que ser el que de conmigo al traste. "Ya la borona no me entra, y el pan no me satisface, ni me llenan las patatas, ni me _paran_ los _bisanes_, "Ni se me abre el apetito con vino blanco y panales, ni aunque me dieran a pienso garbanzos y chocolate. "No voy el domingo al corro si tu no estas en el baile, ni me pongo otra camisa que la que tu me bordeastes. "A escuras vivo de dia llorando a moco colgante, hasta que llega la noche y aqui me vengo a cantarte. "Asi ya se van pasando tres anos, Nela, cabales, y asi pasare la vida como de mi no te apiades. "iMira que no puedo mas con estos picaros males que amores llaman las gentes y yo llamo ... barrabases! "iMira que ya de penar tengo el pecho tan inflante, que parece el corazon un puchero de los grandes! "Yo bien quisiera, Neluca, darlo todo al desbarate antes que pasar la vida rodando por los bardales; "Pero si tu no te arrojas, como no puedo olvidarte, no me queda mas remedio que algun rayo que me aplane." Callo la voz, y al momento, con misteriosa prudencia, un ventanillo se abrio en el fondo de la puerta. --iNela! iColas!..., ino seas bruto! --?En que te he ofendido, Nela? --Ya te he dicho que no cantes. Colas..., ino me comprometas! iMira que cada cantar una paliza me cuesta! --iUna paliza, mi bien! --?Y quien rayos te la pega? iDimelo, Nela, por Dios; por Dios me lo dice, Nela! --iPegame, Colas, mi padre, mi padre, Colas, me pega! --Entonces....--Entonces ?que? --Entonces, nada, pacencia ... y no me olvides, por Dios, aunque a puro darte lena se te queden las costillas como una banasta vieja. --iEs que ya no puedo mas! --No importa, puede o revienta; que, al fin y al cabo, ha de ser.... Dame de amor otra prenda. --Toma una liga, Colas: bien caliente te la llevas.... Dijo, y le entrego un esparto que el se guardo en la chaqueta. --Ahora, por esa ventana echa los morros afuera. --?Para que?--Pa lo que sabes.... --No seas barbaro.--iAnda, Nela! ................................. --Ahora, vete.--No me voy. --Quiero que te largues, iea! --iMira que entovia es trempano! --Pues si no quieres, lo dejas. Y le dio con la ventana en la mismisima jeta. --Ascucha, Nela, otro poco...; ino te me encultes!..., iaspera!-- gritaba el pobre Colas dando golpes en la puerta. --Nada mas que un poquitin, icinco menutos siquiera! Y a la misma cerradura pegaba el pobre la oreja, para escuchar si volvia _la su_ idolatrada Nela. Un largo rato paso exhalando amargas quejas, llamando en todos los tonos y sacudiendo la puerta; pero fue tiempo perdido, porque ya roncaba Nela. Entonces, desesperado, maldijo su suerte perra, calose mas el sombrero, abrochose la chaqueta, y, requiriendo el garrote, salio del corral afuera. Echo por el prado abajo, torcio luego a la derecha, un seto salto despues; y, al entrar en la calleja, antes que los matorrales por completo le cubrieran, otro relincho lanzo volviendo atras la cabeza. Despues siguio su camino; internose en la calleja, y se apago entre el ramaje el son de sus almadrenas. LA BUENA GLORIA I Mas de un lector, al pasar la vista por este cuadro, ha de pensar que es una invencion mia, o que, cuando menos, esta sacado de las viejas cronicas de la primitiva Santander. Conste que semejantes dudas ni me ofenden ni me extranan. Yo, que estoy viendo a estos marineros, embutidos materialmente en el laberinto de los modernos adelantos, sin reparar siquiera en ellos; descansar estoicamente sobre el remo en sus lanchas, sin dirigir una mirada de curiosidad a la rugiente locomotora que, al llegar al muelle, a veinte varas de ellos, agita el agua sobre que se columpian; rodear una legua, por el Alta, para ir al otro extremo de la poblacion, por no atravesar esta por sus modernas y animadas calles; yo que se, en una palabra, hasta que punto conservan las aficiones y las costumbres de sus abuelos, a pesar de haber invadido sus barrios la moderna sociedad con su nuevo caracter, me he resistido a creer en uso entre ellos, en la actualidad, escenas como las que voy a referir; y solo despues de haberlas palpado, como quien dice, he podido atreverme a asegurar, como aseguro, que no es la _Buena Gloria_ una costumbre perdida ya entre los recuerdos de la antiquisima colonia de pescadores, favorecida ... y asustada, en una ocasion, con la presencia del rey Don Pedro I de Castilla. El siguiente historico _ejemplar_ es recentisimo. Acababan de celebrarse en la iglesia de San Francisco las honras funebres por el alma de un pobre hombre que pertenecio al Cabildo de mareantes de Abajo. El cortejo, en el mismo orden en que habia acompanado al cadaver a la iglesia, y de la iglesia al cementerio, volvio a la casa mortuoria: delante los hombres, e inmediatamente despues las mujeres, y todos en traje de dia de fiesta. El de los primeros, compuesto de pantalon, chaleco y chaqueta de pano azul muy obscuro, corbata de seda negra, anudada sobre el pecho y medio oculta bajo el ancho cuello abierto de una camisa de lienzo sin planchar, y boina tambien de pano azul obscuro, con larga borla de cordoncillo de seda negra. El de las mujeres, de saya de percalina azul sobre refajo de bayeta encarnada, jubon de pano obscuro, mantilla de franela negra, con anchos ribetes de panilla, media azul y zapatos de pano negro. La reciente viuda, con una mala saya de percal, desgarrada y sucia, en mangas de camisa, desgrenada y descalza, esperaba a la funebre comitiva, acurrucada en un rincon de la destartalada habitacion en que habia muerto su marido: sala, alcoba, pasadizo y comedor al mismo tiempo; pues aquella pieza y otra reducidisima y obscura que servia de cocina constituian toda la casa. Alrededor de esta mujer habia, sentados en el suelo, dos chicos y una muchachuela, tan sucios y mal ataviados como ella, de quien eran dignos vastagos. El cortejo fue penetrando acompasadamente en la sala. Los hombres formaron una linea contigua a las paredes, y las mujeres otra, algunos pasos mas al centro. La viuda oculto la cara entre las manos y lanzo un par de gemidos; su prole, sin cambiar de postura, miraba impasible la escena. Como no habia sillas en la casa, excusado es decir que el duelo permanecio de pie. Una de las mujeres de el, la mas autorizada por su vecindad y conexiones con aquella familia, se adelanto un paso a las demas personas de la comitiva. --Por el eterno descanso del defunto, "_Padre nuestro_"--dijo, con voz aspera y fuerte, aunque afectando emocion y compostura. A lo cual contesto la viuda con un tercer gemido, y el lugubre cortejo con un "_que estas en los cielos, santificado sea tu nombre_", etc., etc. En seguida, la mujer se quito la mantilla, la tendio en el suelo, se retiro un paso, y con la misma voz con que acababa de pedir una oracion para el finado, --Para los dolientes, a cuatro cuartos--dijo, mirando a todos. --Eso es poco--contesto un hombre. --Somos muchos--anadio otro. --A rial--volvio a decir la mujer. --Curriente--replico el coro. Y la que le dirigia levanto por el costado derecho su saya azul, metio la mano en una anchisima faltriquera que aparecio encima del refajo encarnado, saco cuatro piezas de a dos cuartos, y las arrojo sobre la mantilla. En la misma operacion la siguieron otras companeras y algunos hombres; y en muy pocos instantes quedo la mantilla medio cubierta por las monedas de cobre. --iAlto!--grito la mujer;--no lo metamos a barullo: dir echandolo poco a poco, que aqui hay anguno que va a quedar bien con el dinero de los demas. --Mientes--exclamaron algunas voces. --Yo digo mas verda que todos vusotros juntos; y como se lo que paso en el intierro de la mujer del tio Miterio.... --Lo que alli paso me lo se yo mu retebien, y lo callo porque no te salgan los colores a la cara. --?Quien es esa deslenguadona que me quiere prevocar? --iA ver si vos callais, condenas, o dirvos a renir alla juera!... iCuidiao que tien que ver! Dir echando los que falten, y cierre el pico la rigunion. Esta reprimenda, de un viejo pescador, puso en orden a las mujeres, que se disponian ya a hacer de las suyas. --A rial, para los dolientes--volvio a exclamar la voz de la presidenta, con la mayor tranquilidad. Algunas piezas de a dos cuartos cayeron sobre la mantilla. --A rial para los dolientes--anadio aun la mujer. Pero esta peticion no produjo ya resultado alguno. --?Cuantos semos?--pregunto entonces aquella. Oyeronse en la sala fuertes murmullos por algunos instantes, y un marinero contesto despues muy recio: --Quince hombres y veinte mujeres. --Enestonces, debe haber en la mantilla ... veinte y diez, treinta, y cinco, treinta y cinco.... Treinta y cinco riales ... menos treinta y cinco chavos. --Cabales.... La mujer conto los cuartos sobre la mantilla, redujolos a montones de a treinta y cuatro cada uno, y levantandose en seguida, dijo en alta voz, con cierto retintin: --Aqui no hay mas que veintiocho riales. --Yo he echao....--Y yo....--Y yo....--Y yo ...--fueron diciendo todas las personas de los dos corrillos. --Es claro: ahora toos han echao.... iComo yo no se lo que sucede en estas ocasiones!... iY luego le diran a una que falta a la verda!... --Vamos, mujer, no te consumas, que ya sabemos lo que es contar dinero: a la mas lista se le pega de los deos. --Estos diez te voy a pegar en esa recancaneada jeta, ilambistona, embrolladora!... --A mi me pegaras tu de lengua. --iMalos peces vos coman, arrastras! ?No veis a esa probe mujer que vos ascucha?--gruno el viejo pescador, interponiendose entre las dos mujeres y senalando a la viuda. --iAyyy!--suspiro esta al oirlo, limpiandose los ojos con las grenas. --?Falta dinero? Pus hacervos la cuenta de que se lo trago la tierra, y en paz.... Vengan esos cuartos--anadio el viejo en tono brusco. La mujer que los habia contado recogio la mantilla y la desocupo en la gorra del pescador, murmurando hacia la que rino con ella: --Da gracias a la pena de esta infeliz, que si no.... --?Que se trae?--pregunto el pescador a la reunion. --Queso....--Vino....--Aguardiente....--Pan.... --?A quien hago caso yo? Toos piden a un tiempo.... Que alcen el deo los que quieran vino.... Uno, dos, tres..., seis, nueve.... Nueve hombres y tres mujeres.... Ahora que le alcen los que quieran aguadiente.... iEa!, no hay mas que hablar: seis hombres y toas las mujeres, menos tres, dicen que no quieren vino.... iMe alegro, me alegro, y que me alegro, ea!... Conque dempues de gastar dos pesetas en queso y en un _guardia civil_, lo demas pa _musolina_. Vengo en un credo. El viejo salio de la sala, como si su comision le hubiera quitado de encima la mitad del peso de sus anos; y la presidenta del duelo, despues de ponerse la mantilla y de dar a su fisonomia el aire de compuncion de que la habia despojado durante la ultima escena, cuadrose en medio de la reunion, fijo la vista en el suelo y dijo en tono planidero: --Una _Salve_ a la Santisima Virgen del Mar. El coro la rezo por lo bajo. --Por todos los fallecidos del cabildo, _Padre nuestro_. Esta oracion se rezo como la anterior. --Para que Dios nuestro Senor tome en su miselicordia los santos ufragios que se acaban de hacer por el alma del defunto, que en paz descanse, un _Credo_. Y la reunion le rezo con el mayor recogimiento. --En el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo--dijo, santiguandose, la mujer. --En el nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo--contesto, con la misma ceremonia, su auditorio. II --Amen--anadio el pescador de marras, presentandose en la sala con una gran jarra de aguardiente y un vaso en una mano, un plato lleno de queso en la otra, y un _guardia civil_ ... o pan de seis libras, debajo del brazo. La consabida mujer le salio al encuentro, despues de haber tendido otra vez en el suelo su mantilla, y acepto con cierta solemnidad la jarra y el vaso que el marinero le ofrecio; en seguida coloco este el pan y el queso sobre la mantilla, y saco del bolsillo una navaja; callo de repente la concurrencia, lanzo el quinto gemido la mujer del _glorificado_, relamieronse con fruicion sus tres hijos, y la que tenia la jarra lleno con admirable pulso, hasta los bordes, el primer vaso de aguardiente. --Para la dolienta--dijo, levantandole en alto. --Que gloria se le gueelva--contesto la reunion. Sexto gemido de la viuda. --iYo no puedo beber, que no puedo, que tengo un nudo en el pasapan! iAy, mariduco mio de mi alma! --Vaya, mujer, que ya no tien remedio; y el perder tu la salu no le ha de resucitar a el. Toma un trago, que tendras el estomago aterecio.... --No ha entrao en el un bocao desde antayer creemelo, por mi salvacion. iAyyyy!! --Pus ahora comeras; y por de plonto, echate eso al cuerpo _a la buena gloria del defunto_. --iAy!, por eso no mas lo hago; bien lo sabe Dios. Y llevandose el vaso a los labios, le agoto sin resollar. --iAy, companero de mis entranas!--exclamo en seguida, limpiandose la boca con la manga de la camisa. El pescador se acerco a ella entonces, y la dio una gran rebanada de pan con un pedazo de queso encima. Cada uno de los tres huerfanos recibio otra racion igual de pan y queso y medio vaso de aguardiente, previo el indispensable brindis "a la buena gloria del defunto". Y obsequiada ya de este modo la familia, el vaso, el pan y el queso comenzaron a circular por la reunion entre murmullos muy expresivos, oyendose de vez en cuando aqui y alla, bien por la chillona voz de una mujer, bien por la ronca de un hombre, la frase consabida "a la buena gloria del defunto". La jarra volvio a presentarse otra vez delante de la viuda. Bebio esta, bebieron sus hijos; y como al llegar a la mitad del corro faltase liquido, la escanciadora se retiro al centro de la sala, y exclamo en el tonillo de rigor: --A rial, para los dolientes. --iPara un rayo que te parta!--grito la mujer que antes habia renido con ella.--?Adonde se han dio dos azumbres de aguardiente que debia haber en la jarra? --Pos al colaero tuyo y al de otras tan borrachonas como tu--replico la interpelada, con desgarro. --Oiga uste, desolladora, ?va eso conmigo?--dijo una tercera mujer. --Uste lo sabra.... Y, por ultimo, la que se pica ajo ha comido. --Es que si fuera conmigo.... --Si fuera contigo te lo aguantarias. --iO no! --iO si, te digo! --iQue no, y rete que no! --iQue si, y rete que si! Y si has pensao que porque esta aqui el tu marido me he de morder yo la lengua y me he de amarrar las manos, te llevas chasco.... Mira, pa el y pa ti. Y la escanciadora del aguardiente, fingiendo una sonrisa de desprecio hasta alcanzarse las orejas con los extremos de su boca, escupio en medio del corro con la desenvoltura mas provocativa. Pero su adversaria, no bien llego la saliva al suelo, rugiendo como una pantera, salto sobre la retadora, y asiendola con todas sus fuerzas por el pelo, la hizo tocar el polvo con las narices; en seguida, de otro tiron la metio la cabeza entre sus piernas; oprimiosela a su gusto; y tendido el cuerpo, sobre las espaldas de su victima, alargo la mano izquierda hasta cogerle las sayas por la altura de las pantorrillas; enarbolo la diestra, tremula y amenazante...; y a no acudir la viuda a detenerla, hubiera castigado delante de la reunion a su enemiga, con la ofensa mas terrible que se puede hacer a estas mujeres: con una azotina _a telon corrido_. Detras de la viuda acudieron algunos hombres, y a fuerza de sacudidas y porrazos, lograron separar a aquellas dos furias, que parecian haberse adherido entre si. --iDolervos de mis lagrimas!--gritaba la dolorida pescadora. --iVaya uste mucho con Dios, zalamerona, cubijera!--la contesto, con un empellon, la vencedora. --iYo cubijera!... iyo!--aullo aquella, transformandose repentinamente en una loba rabiosa. --iTu, si!... Y esa bribonaza que me habeis quitao de entre las manos, te corria los cubijos cuando tu probe marido supo lo que eras: esa te traia el aguardiente y te vendia los cuatro trapos para comprarlo.... iY tu, tu matastes al infeliz a pesaumbres! --iNiegueme Dios su gloria si yo no abro en canal a esta bribona!... Dejamela, no vos atraveseis delante.... iDame esa cara impostora!... iSal a la luz ... que pueda yo echarte mano! --Deja, que yo la alcanzare--bramo a su lado la mujer que estuvo a pique de ser azotada, levantando en alto la jarra vacia del aguardiente. --iNo tires!...--gritaron algunos hombres, corriendo a detenerla. --iQuiero matarla! Y con toda la intencion de hacerlo asi, despidio la jarra, derecha a la cara de su antagonista. Pero el marido de esta, que pugnaba rato hacia por contenerla, al ver el proyectil, bajo instintivamente su cabeza, y cubriendo con ella la de su costilla, recibio en medio del occipital la jarra, que se hizo pedazos, como si chocado hubiera contra un muro. Salto, rugiendo de ira, pero ileso, el marinero; llego hasta la agresora, y banandola en sangre la cara con una sonora bofetada, la tendio en el suelo cuan larga era. Merced al desorden que este nuevo lance produjo en el _duelo_, la viuda logro alcanzar con las unas el pelo de su adversaria; zarandeola un rato a su gusto, gritaron entrambas con horribles imprecaciones, terciaron los hombres en el asunto, hubo diferencias entre ellos, sacudieronse el polvo algunos; y en pocos instantes aquella mugrienta habitacion se transformo en un campo de batalla, verdaderamente aterradora; batalla que hubiera costado mucha sangre, a no presentarse en la sala, muy a tiempo, el Alcalde de mar. Uno de los chicuelos de la casa, despues de ver el giro que tomaba la cuestion, habia salido corriendo a la calle en busca de aquella autoridad, con tan buena estrella, que la encontro al volver la esquina. La presencia del Alcalde sofoco, como por encanto, los furores del combate; y eso que el tal personaje era ni mas ni menos que un marinero como los demas. Pero estaba facultado para llevar a todo matriculado ante el Capitan del puerto; y este senor cumplia la Ordenanza al pie de la letra, y la letra de la Ordenanza era capaz de amansar a una ballena. Por buena compostura, se desenlazo el drama marchando cada personaje por su lado, despues de pagar entre todos la jarra hecha pedazos. La viuda, al quedarse sola con sus hijos y el Alcalde, volvio a hacer pucheros y a llorar por el difunto. --Mira, embusterona--le dijo aquel:--si no quieres que te cruce las costillas con la vara, te callas la boca. Vete con esas lagrimas a onde no te conozcan; que yo ya se de que pie cojeas. iHipocritona, borracha!... iA ver si te levantas de ese rincon y barres la casa y das de comer a esos muchachos! --?Que he de darles, si no lo tengo? --Bebe menos, y veras como lo encuentras. Tras estas palabras y una mirada muy significativa, pero que nada tenia de dulce, salio de la sala el Alcalde. Entonces la contrariada mujer, mordiendose los labios de coraje, fijo maquinalmente su airada vista en los tres hijos que estaban a su lado, y dio un sopapo a cada uno. --iLargo de aqui!--les dijo con furor;--y si quereis comer, dir a ganarlo. Despues, excitada por la pelea y aturdida con el aguardiente que habia bebido, se tendio en el suelo, mordiendo el polvo y mesandose las grenas. III No hace mucho tiempo llego a mis manos un manuscrito rancio y ahumado, en cuya portada lei, en muy buenos caracteres, el siguiente rotulo: _Entremes de la buena gloria_. Abrile con curiosidad, y vi que, en efecto, era un sainete, cuyo argumento se reducia a poner de relieve algunas escenas muy parecidas a las que acabo de referir, presenciadas por dos forasteros, asaz pulcros y timoratos, que de vez en cuando salen de entre bastidores, donde estan ocultos, a lanzar al publico una andanada de muy saludables, pero muy pedantescas observaciones, contra la profana costumbre de las _Buenas Glorias_. No tanto para que se tenga una prueba mas de la verosimilitud de mi cuadro, como para que se conozca el saber de la citada produccion, cuyo autor tuvo el mal gusto o la abnegacion, de morirse sin descubrir su nombre[9], voy a transcribir algunas de sus escenas, contando con la indulgencia del benevolo lector: "............................. .............................. MANUELA. ?Han venido todas ya? LUCIA. Cuentalas, mojuer. TOMASA. Veremos. Una, dos, tres, cuatro, cinco.... MANUELA. Mojuer, Tomasa, ?que es esto?; ?no hay mas a esta _Buena Gloria_? .............................. .............................. TOMASA. Y ahora, ?a cuanto escotaremos? LUCIA. A rial y medio. MANUELA. Eh, golosa, para espenzar no tenemos. A dos riales.... ?Que lo quieres?; ?que te lo lleven los nietos? Ve con Judas que te lleve a ti y todo tu dinero. ?No tienes quien te lo gane?; si fuera yo, probe.... LUCIA. Cierto que puedes quejarte; vaya, a dos riales escotemos. _(Tienden una mantilla en el suelo, y alli cada uno echa su pitanza.)_ .............................. .............................. LUCIA. Tomasa, ve por el vino. ?Sabes tu donde lo hay bueno? .............................. .............................. TOMASA. ?Bastara con cuatro azumbres, a dos por cabeza? MANUELA. iInfierno! Siempre has de ser estrujada; no sabes cuidar tu cuerpo. Y algunos ninos si vienen ?no han de probar algo de ello? Que traigan veintidos justas: en ocho mas no paremos. .............................. .............................. _(Sigue el coro de los hombres.)_ EMETERIO. Juan, a tres riales es poco. Somos cuatro, y cuando menos beberemos doce azumbres. ANTON. Simon, dice bien Miterio. SIMON. ?Y no ha de haber tambien algo para atizar el _rodezno_? EMETERIO. ?Algo de compano? Si. JUAN. Pus ?que traera? EMETERIO. Traiga queso. ANTON. Mejores son cuatro arenques, pues sin otro surtimiento somos los cuatro abonaos para soplar un pellejo. JUAN. Pues bien, vengan los arenques. EMETERIO. Demosle antes el dinero: a peseta por escote. ANTON. Pues bien, echadlo en el suelo, que esto es una cirimonia que nuestros tatarabuelos nos dejaron prevenio se observase con rispeto en todas las _Buenas Glorias. _(Tienden una capa y echan los escotes.)_ .............................. .............................. MANUELA. Vamos, echa aca el botijo. _(Destapale.)_ iJesus!, este no esta lleno. TOMASA. Algo se _baltucaria_. Como vine tan corriendo.... MANUELA. Mejor te lo habras echao en el camino al coleto. TOMASA. Mira la gran desollada: no viene mi casta de eso.... Borrachona seras tu. ANTON. No rinais ni alborotemos...; tened lastima a la viuda que ha enterrado su consuelo. VIUDA. iAy! LUCIA. Encomendarle a Dios. TOMASA. Si, hijas, vaya. MANUELA. Arrecemos. por los que han muerto en la calle. _(Murmullan entre si en tono de rezar.)_ Y por todos los que han muerto en el servicio del Rey. _Pater noster_. Arrecemos _por el que se hace el ufragio_, para que Dios le haiga hecho buena partida a su alma. VIUDA. iAy!, probe, que sin consuelo he quedado sola y triste, sin mi amado companero. _(Aranase)_ .............................. .............................. TOMASA. Dale a la viuda primero: trae aca si no. Toma, hija, come ahora. VIUDA. iAy!, que no puedo atravesar un bocao. iAy, Santos Martiles viejos, que desamparada y sola me habeis dejado! iOh, que negro fue este dia para mi! iAy, desdichada! MANUELA. Ya de eso no te tienes que alcordar: manana iremos lo mesmo. Toma de beber, que no has metido nada en el cuerpo. VIUDA. Que no lo puedo pasar. iAy, mi Juan, mi companero, como podre yo olvidarte! _(Bebe.)_ .............................. .............................. MANUELA. Mojuer, echa de beber. TOMASA. No hay mas. MANUELA. ?Como ha sido esto? Mojuer, ?onde ha ido ese vino? TOMASA. ?Habia de ser eterno? LUCIA. Oyes, debajo la saya _(Aparte.)_ he visto estar escondiendo, una jarra la Tomasa. MANUELA. Hola Tomasa, ?que es eso? ?Onde echastes la otra jarra? TOMASA. ?Pues acaso yo la tengo ni la he visto, deslenguada? MANUELA. Si: tu la tienes ahi dentro. TOMASA. Andad, picaras, borrachas. MANUELA. La borracha tu y tu abuelo, lo sereis; y se ha de ver quien la ha hurtado. (_Agarranse las dos del pelo_.) TOMASA. iSuelta el pelo! MANUELA. No te ha de valer, bribona, mas que bribona; el gargueero te he de arrancar; dalo aqui. Mirad si tiene algo dentro de la saya. (_Levantanse y la registran_.) LUCIA. Si, aqui esta. MANUELA. Te aseguro y te prometo, pellejona, sin vergueenza.... LUCIA. Dejadlo, vaya. MANUELA. La tengo de beber la sangre aqui. SIMON. Hombre, que se matan creo la mujeres. EMETERIO. No, maldita, no tengas por eso miedo: se daran cuatro cachetes y se aranaran el pelo, pero nada mas. TOMASA. iVecinos, que me ajuegan, venid presto, estas picaras borrachas! JUAN. ?Que teneis?; ?por que es aquesto? (_Continuan rinendo_.) .............................." Se represento este sainete en Santander, segun una nota que contiene, el ano de 1783, en el dia de los santos martires Emeterio y Celedonio, es decir, el 30 de agosto. Comparense las escenas que quedan extractadas de el con las que yo he referido por mi cuenta, y vease cuan integro se conserva en la actualidad el ritual de la _Buena Gloria_, si es que no aparece el vigente aumentado y corregido. De un larguisimo y soporifero prologo que antecede al entremes, resulta que el Ilmo. Senor don Francisco Javier de Arriaza, primer Obispo de esta diocesis, empleo todos los esfuerzos de que eran capaces su autoridad y su fervor, contra tan profana ceremonia; que su sucesor hizo lo mismo, y que en el pulpito los oradores mas afamados trabajaron con incansable celo en la propia obra; pero que todo fue en vano. La _Buena Gloria_, cuyo origen se ignora, pero que es antiquisimo segun el autor del sainete, y mucho mas segun uno de sus personajes, que dice, al echar el dinero sobre la capa, "Esta es una cirimonia que _nuestros tatarabuelos_ nos dejaron prevenio se observara con rispeto"; la _Buena Gloria_, repito, continuo despues en toda su escandalosa solemnidad, a despecho de sermones, de anatemas y del entremes citado; atraveso impavida epocas de tirantez e intolerancia, y sin que nada haya podido contra ella, logro aclimatarse en la moderna atmosfera de fosforo y vapor, y aqui existen todavia en uso sus inconcebibles practicas[10]. FOOTNOTES: [Footnote 9: En otras copias, que yo no he visto, del mismo entremes, parece declararse ser su autor don Pedro Garcia Diego, vista, que fue, de la real aduana de este puerto. (_Nota del A. en la ed. de 1876_.)] [Footnote 10: No me atreveria hoy a asegurar que se conserve en Santander esta costumbre tan arraigada como aun lo estaba cuando se publico este cuadro por primera vez; pero tampoco me comprometo a afirmar que se ha desterrado enteramente. _(Nota del A. en la ed. de 1876.)_] EL JANDALO I Despues que lanza el invierno el penultimo suspiro, y cuando montes y penas de este rincon bendecido sobre campo de esmeralda pardos levantan los picos, y mas clara el agua corre, y en sus cauces van los rios, llega el esplendido mayo sobre las auras mecido, despejando el horizonte y aliviando reumatismos; tras de mayo viene junio, como siempre ha sucedido, y San Juan, segun el orden que va siguiendo hace siglos, antes que junio se acabe da al pueblo su dia magnifico. Todo lo cual significa, para evitar laberintos, que en San Juan vienen los jandalos y que entonces vino el mio. Ya tocaba en el ocaso del sol el fulgido disco, y sobre el campo cayendo leves gotas de rocio, daban vida a los maizales y al retono ya marchito, cuando en la loma de un cerro a cierto lugar vecino, cuyo nombre no hace al caso, y por eso no le cito, un jinete aparecio[11] sobre indefinible bicho, pues desde el lomo a los pechos y desde el rabo al hocico, llevaba mas alamares que sustos pasa un marido. Todo un _curro_ era el jinete, a juzgar por su trapio: faja negra, calanes y sobre la faja un cinto con municiones de caza, pantalon ajustadisimo, marselles con mas colores que la tunica de un chino, y una escopeta, al arzon unida por verde cinto. Al ver entre matorrales destacarse y entre espinos el escueto campanario, de su hogar mistico abrigo, detuvo la lenta marcha del engalanado bicho, descubriose la cabeza, exhalo tierno suspiro, medito algunos instantes ... y continuo su camino. A un cuarto de hora del pueblo detuvo otra vez el _impetu_ de su jaco, se apeo y llamo en un ventorrillo: --iAh de casa!... i_montanes_! --iAlla va!--iPo janda, endino! --iBuenas tardes.--Que mu gueenas.... Pero, calle...; itio Perico! --iLa Virgen me favorezca!, isi es _Celipuco_ el de _Chisco_! --El mismo que viste y calza. --Seas mil veces bien venido. ?Y como va de salud? --Mejor que quiero...; ipues digo!; salu ... pesetas ... viniendo, camara, del paraiso, como yo vengo ... a patas topamos alli toiticos esos probes menesteres.... Conque toque uste esos cinco ... y destranque la canilla, que yo pago ide lo fino!... Vaya un vaso.--A tu salud. --A la de uste, tio Perico. Y mi padre ?como esta? --Los anos,...--iYa!... iProbesiyo! iSi esa borona maldita es el manjar mas endino ca nacio de la tierra!...; pero ende hoy, tio Perico, ha de tragar buen pan blanco, buenas hebras y buen vino; que si el probe no lo tiene, para el lo gano su hijo. --Bien haras, que es muy honrado y anciano.--iCuando yo digo que ha de gastar pitifoques y calesin!...--No es preciso, para que honres a tu padre, tanto lustre; que ha vivido entre terrones, y tiene sobrado, junto a sus hijos, para ser feliz de veras, con pan, descanso y carino. --Pos carino y pan tendra, y descanso.... Ya estoy frito por verle y darle un abrazo.... Ahi tiene uste por el vino, que va cerrando la noche y es oscura.... No lo digo, es la verda, por el miedo, porque me espante el peligro, que alla, bien lo sabe Dios, mas negras las he corrio; sino que..., ifirmes, Lucero! ?Pero no ve uste que bicho? Es una fiera, icabales!; cuanto mas anda, mas brios. Miste el jierro en esta nalga: es cartujano legitimo.... Y oigaste, por lo que sea: dejo atras, en el camino, una recua de jumentos cargaos con mis equipos. Cuando lleguen, que refresquen los mozos con un traguillo y encamine uste la recua a mi casa.... Me repito. Clavole los acicates en los ijares al bicho, arreglose el calanes, escupio por el colmillo, y, entonando una _rondena_, partio a galope tendido. --"Mucha bulla, pocas nueces; mucha paja, poco trigo"; --murmuro desde la puerta del ventorro el tio Perico.-- Aunque si lo de la recua no falta.... El mancebo es listo.... ?Quien sabe?... Cierro y aguardo. ................................. Pero la recua no vino. FOOTNOTES: [Footnote 11: Desde que los ferrocarriles cruzan nuestra Peninsula y penetran en esta provincia, los jandalos no vienen a caballo, ni se van en tardo mulo. Han perdido, por lo tanto, uno de sus mas graficos atributos. (_Nota de la 1.ª ed. en 1864_.)] II Echando al aire cohetes y descerrajando tiros, y entonando macarenas coplas, a pelado grito, entro el jandalo en su pueblo entre perros y chiquillos, que de una en otra barriada, con voces y con ladridos, publicaron la venida de aquel hombre "tan riquisimo", en un instante, saliendo a la calle los vecinos a verle pasar; que el pueblo, como es notorio, _ab initio_ es novelero y curioso aqui y en Francia ... y en Pinto. --Buen verano, caballeros.... iAdios, mi alma!...--Bien venido. --Compadre, jasta la vista.... --Dios te guarde.--Agur, vecino. --iBien llegado!--Agraesiendo, camara..., siempre su amigo; pero me aguarda mi padre.... iHacerse a un laito, ninos! Y revolviendo su potro, como pudo, a cada grito, y la mano dando al uno y al otro las gracias fino, y a las mozas requebrando y atropellando chiquillos, atraveso la barriada y llego al hogar carisimo, donde hubo besos y abrazos y todo lo consabido. Despues se sacudio el polvo con su panuelo finisimo, guardo el caballo entre mantas ("porque era una fiera el bicho, y tragandose el espacio al andar, sudaba el quilo"), anuncio, como de paso, para muy luego el arribo de la consabida recua; y entre familia y amigos que a saludarle acudieron, circulo el jarro de vino, se ceno de lo mejor; y hasta que ya era por filo pasada la media noche, en loor al recien venido, duro la marimorena que, aunque inutil es decirlo, costo al jandalo los cuartos y a mas de tres ... el sentido. Amanecio el nuevo dia, y ya su animo tranquilo, abrio el jaque la maleta para mudarse el vestido; llamo ufano a la familia, y ofrecio a cada individuo un regalo: un calanes a su padre; a un hermanito, una camisa de holanda (y era de algodon mezquino), y a su hermana un _rico_ chal de la India (segun dijo, pues era un retal menguado, de vara de pico a pico). Todo aquello, por supuesto, eran obsequios levisimos, pues las galas que traia hasta para los amigos, las conducia "la recua que quedaba en el camino". Paso el dia de San Juan gastando largo y tendido y luciendo, aunque el calor hacia trinar los grillos, capa de largos fiadores sobre zamarra de rizos. Al siguiente, el pobre viejo que iba a descansar tranquilo con el amparo del jandalo, de sus retonos seguido volvio al campo, como siempre, a doblar su cuerpo rigido sobre los terrones, que le daban sustento misero. En tanto vagaba el jandalo, sobre su andaluz _bravio_, por callejas y senderos, _reconociendo_ los sitios que poco antes frecuentara con el dalle y el rastrillo.... Porque lo habia olvidado todo, todo..., hasta el oficio, y el lenguaje de su pueblo y el nombre de sus vecinos. III Entre fiestas paso un mes, descuidado peregrino, corriendo de feria en feria y embaucando a sus amigos con cuentos de Andalucia y primores que habia visto. Pero, iay!, al llegar agosto, tento con ansia el bolsillo que ya protestaba lacio, y, aunque con dolor vivisimo, vendio su caballo enteco (que nunca fue mas lucido) en diez duros, no cabales, al primero que le quiso, para reparar algunos siniestros apremiantisimos, pues no llegando "la recua que quedaba en el camino", su traje se clareaba a puro darle cepillo, y sus botas se torcian y no bastaba el tocino para remediar las grietas ni para prestarles brillo. Troco el presuntuoso puro de a cuarto por el mezquino pitillo; dejo el pan blanco y el riojano negro liquido, como regalo superfluo, solo para los domingos; y aunque chancero y zumbon y fingiendose aburrido, iba al campo algunas veces "a enredar con el rastrillo". Mas era que el pobre viejo, formalizado, le dijo un dia:--"Si todas tus rentas son las que a casa has traido, o trabajas o no comes, que yo del trabajo vivo." Tras esto llego septiembre, y el buen jandalo, afligido, gasto la ultima peseta que tenia en el bolsillo; y no asomando "la recua que quedaba en el camino", remendo los pantalones, comio berzas y _respingos_, emprendio con la _tortuca_ con mucha pujanza y brio, dio en levantarse a la aurora, y trabajando solicito, se dormia por la noche cansado, si no tranquilo. Ya no hablo mas en calo en medio de sus vecinos, porque se burlaban todos sin piedad de aquello mismo que, oyendolo de su boca, aplaudian cuando vino. Eran todos sus debates sobre carros y novillos; volvio a pensar en la _herba_, y a _echar cambas_ ... y cuartillos; llamo a la alubia _barbanzo_; dijo por vuelto _golvio_; por lo ignorado _el aquel_; en vez de boca, _bocico_; por agujero, _juriaco_, y en lugar de trajo, _trijo_. Dejo, en fin, su mixta jerga de andaluz muy corrompido, y volvio a adoptar de plano su propio lenguaje antiguo: _rezpede, ojeuto, chumpar, rejonfuno, sostuvido, escorduna, megodia, sastifecho, tresponio_..., lo mas selecto y mas clasico, lo mas puro y mas legitimo del diccionario especial de tamanos barbarismos. Entonces ya confeso, sin ambajes ni remilgos que estuvo en Puerto Real tres anos vendiendo vino y llevando garrotazos de padre y muy senor mio; que saco seiscientos reales por todo producto liquido, despues de comprar el jaco, ropa, escopeta y avios, y que entro con una onza en su casa, el pobrecillo, y la gasto en francachelas por echarsela de rico.... Y dos otonos, en fin, despues de lo referido, con unos calzones pardos, un chaqueton de lo mismo, una camisa de estopa y zapatos con clavillos, salio otra vez de su pueblo montado sobre un borrico, para volver a la tierra de la vina y del olivo, a ganar otros seiscientos con los azares sabidos. ARROZ Y GALLO MUERTO I Aun no se habrian extinguido las ultimas chispas de la hoguera, y apenas asomaban los primeros rayos del sol sobre la cuspide de las montanas vecinas, cuando las campanas del lugar comenzaron a tocar al alba. Sin duda el sacristan habia pasado la noche con sus convecinos bailando al fulgor de la hoguera; pues de otro modo, segun publica fama, no hubiera sido capaz de tomar la delantera al sol para abandonar el lecho. Comenzaba yo, entre suenos, a reparar en la tan, para mi, inusitada musica, y tal vez hubiera conseguido no salir con ella del placido letargo que me dominaba, cuando la tos, las pisadas y los gritos de mi tio que entraba en la alcoba con el objeto de despertarme, ahuyentaron completamente el sueno que, por ser el de la aurora, es el que mas me gusta. --iArriba, perezoso, que ya es hora!--oi gritar entre garrotazos sacudidos sobre los muebles, y taconazos y patadas en el suelo. --iPero, senor, si esta amaneciendo!--conteste balbuciente y restregandome los ojos. --Eso es: sera mejor levantarse al mediodia como haceis en la ciudad.... iFuera pereza!--anadio con una risotada, tirando de un manotazo la ropa que me cubria, a los pies de la cama.--Alza esos huesos y disponte a celebrar a San Juan como es debido. Estas ultimas palabras me hicieron recordar que era el dia de mi tio, y que por ello habia llegado yo la vispera a su casa. Felicitele cordialmente, y no pude menos de admirar aquella humanidad robusta y, a pesar de los sesenta anos que contaba de fecha, fresca y rebosando en vida. Estaba ya afeitado y vestido con la ropa de los domingos, traje que sin ser de rigorosa elegancia, ni mucho menos, tampoco bajaba hasta el vulgar de los campesinos: ancho, fino y comodo, como pertenecia a un senor bien acomodado de aldea; categoria en que figura mi tio con tanto derecho como el mejor caballero de la provincia. Cuando me hube vestido, me cogio por un brazo y se empeno en que le acompanara a dar una vuelta por el barrio, mientras era hora de almorzar. Dispuseme a complacerle y salimos del cuarto. La gran sala que atravesamos tenia abiertas de par en par las tres puertas de su inmenso balcon; el sol entraba ya por ellas, iluminando todo el larguisimo y espacioso _carrejo_ que terminaba en la escalera; se oia el cuchareteo y hervor de la cocina que empezaba a animarse por la solemnidad del dia, y se respiraba en toda la casa un ambiente especial, una atmosfera pura y embalsamada, que solo se respira en el campo de la Montana en las madrugadas de verano, al secar el sol el fresco rocio sobre las flores de las praderas. Al llegar a la puerta de la escalera encontramos a mi tia, digna companera de su marido, como el robusta y fresca, descubiertos sus blancos y rollizos brazos hasta cerca de los codos, y llevando un gran jarro de leche, espumosa y tibia aun, en cada mano. Sonriose gozosa y expansiva con nosotros, saludome carinosa, y _velis nolis_, me hizo probar la leche que ella misma acababa de ordenar. Al bajar la escalera espantamos con nuestra presencia el averio que en el ancho portal se desayunaba con el maiz que para eso habia desparramado mi tia sobre las losas. En el corral saltaban los terneros alrededor de sus madres, saliendo al campo a solazarse algunas horas bajo la vigilancia de un guardian; el mastin grunia atado aun a la cadena, pero alegre y bullicioso al vernos..., todo, en una palabra, cuanto nos rodeaba, parecia disfrutar de la belleza del dia que empezaba, y de la inefable satisfaccion que experimentaba aquella familia modesta en el sexagesimo aniversario de mi tio, festividad doblemente solemne, por cuanto San Juan era, a la vez que de mi tio, el patrono del lugar. Siguiendole yo siempre, salimos por la ancha portalada caracteristica de todas las casas solariegas de la Montana; entramos en una verde y entoldada calleja, y al llegar a la iglesia que estaba cerca, nos sentamos en un rustico banco detras de ella y bajo una viejisima y copuda cajiga. A pocos pasos, enfrente de nosotros, estaba la taberna; y en su portal, dos reses desolladas colgadas de una gruesa viga, eran el centro alrededor del cual giraba entonces el pueblo entero, en busca de un pedazo de carne, sabroso regalo con que se celebraba entre aquella gente la fiesta del patrono. Mi tio se entretenia en contarme la vida y milagros de cada aldeano que pasaba por delante de nosotros, saludandonos humildisimamente; provisto ya de su miserable tajada, objeto de sus ahorros de un mes. --?Ves ese--me decia--que se tambalea sobre las piernas, y lleva la cara metida hasta las narices en un sombrero viejo, mal calzado y peor vestido? Pues es un hombre muy honrado; tiene siete hijos, y el mayor, con quien gasto la mitad de su pobreza para librarle de la carcel en que le metieron por haber dado una paliza a su vecino, despues de casado le puso pleito y le embargo la pobre choza que le quedaba, porque no le devolvio una corta suma el mismo dia en que vencio el plazo del prestamo.... Hoy se habria muerto de hambre y de pena si yo no le hubiera dado el dinero para salir de su apuro.--Ese otro jaqueton, tan planchado y que parece un senor, es un trapisondista capaz de pegarsela al lucero del alba.--Repara bien en esa mujer que nos ha saludado con voz melosa y sin levantar los ojos del suelo; pues es una bribonaza, chismosa, enredadora y capaz de beberse a toda su casta: apostaria una oreja a que lleva la botella del aguardiente debajo del delantal.--iEste si que es todo un hombre de bien y hacendoso! Sin tener un carro de tierra suyo, se arregla tan bien con la que lleva a renta, que nunca le falta media onza de repuesto al pico del arca: es el mejor de mis colonos.--Algo mas que este otro perdido: tres anos hace que no me paga un cuarto. Murmurase si lo gasta con una vecina...; porque tambien por aca hay sus gatuperios, como en la ciudad.... iMira!, la muy pingona ya se va detras de el.--Este es el senor alcalde, labrador acomodado; pero no me puede ver, aunque me saluda muy fino. iComo no le dejo pasar ciertas cosas en el ayuntamiento!... Siete pleitos he tenido con el, y le he ganado cinco.--Observa a ese que se arrima a la pared para no caerse; va hecho un cuero de vino: es vecino mio, y le da siempre en la borrachera por pegar fuego a mi casa. Cuatro veces le he cogido con el tizon en la mano; en una de ellas estaba ya ardiendo la lenera. No le he echado a presidio, porque me da lastima de su pobre familia.--Ahi tienes dos novios convidandose a castanas.... Buena pareja, ?eh?: hoy va la tercera amonestacion a misa mayor, y manana se casan....--Mira el mastin de la cabana, igran perro!: media nalga arranco a un muchacho que le quiso montar el otro dia. Ahora va a la carniceria a ver si pesca algo que valga la pena; icomo hay dos reses hoy!... Todos los domingos del ano se mata una sola; pero en dias senalados se consumen dos.... Si fuera aguardiente.... iEso si que tiene consumo en el lugar!... De esta manera siguio el buen senor hablandome largo rato de todo cuanto veia y recordaba, sin tregua entre uno y otro asunto, y sin dar tiempo a que le replicara yo una sola palabra. Hago, pues, omision de todas sus observaciones, en la inteligencia de que el lector no encontrara tanto interes en ellas como mi tio, para quien, como buen aldeano, eran la salsa favorita. Aproximandose la hora del desayuno, dispusimonos a volver a casa, mas antes quiso mi tio darse una vuelta por la iglesia, por si sus hijas habian vestido ya al santo. Conviene advertir que mi tio era mayordomo de San Juan, honra que venia, _ab initio_, vinculada en la familia; y corria de su cuenta alumbrarle todo el ano, y vestirle, y adornarle en su festividad, y buscar y pagar predicador para este dia. Mas todo esto se hacia con su cuenta y razon; no se crea que a este santo se le servia gratis et amore, solo por su bienaventuranza. San Juan era uno de los propietarios del lugar, registrado en los libros del ayuntamiento como otro vecino cualquiera. Tenia dos prados de regadio, bastante buenos, que arrendados a un colono producian una renta anual de doscientos reales, renta que cobraba su mayordomo, llevando en un libro especial una cuenta corriente con el santo. Pero en obsequio al administrador, debe quedar consignado: 1. deg., que los dos prados del beatifico propietario, eran de una manda hecha por la piedad de un abuelo de mi tio; y 2. deg., que este, en honor del santo, gastaba todos los anos, sobre los doscientos reales que producian las fincas, otros cuatrocientos de su bolsillo, en lo cual se creia, y con razon, muy honrado. Y se comprende muy bien. San Juan no era para la casa de este buen senor solamente su patrono y el del lugar, ni uno de tantos bienaventurados cuya imagen se veneraba en la iglesia parroquial del pueblo: era, ademas, un protector especial, un huesped constante de mis parientes. Los panos, los candeleros, las velas del altar del santo, se encontraban en aquella casa como la ropa y el calzado de la familia, y hasta en las listas de la colada se leia siempre, junto al renglon, por ejemplo, de los calzoncillos de mi tio, otro de los _panos_ de San Juan. Cuidabase su imagen, quitabasele a menudo el polvo, se restauraba la pintura donde quiera que se descascaraba un poco; pintabanse cada dos anos y se doraban las andas en que se le sacaba en procesion, y se esmeraban mis primas en renovarle los ramilletes de flores que le rodeaban en la urna, con la frecuencia necesaria, y en engalanarle para las grandes solemnidades; era el santo, en fin, _como de la casa_, valiendome de una frase de mi tia. Y hechas estas advertencias, volvamos al asunto principal. Entramos en la iglesia. En el centro de ella, y colocado ya en las pintorescas andas, sobre una mesa, estaba San Juan con el corderito a los pies, y en la diestra la cruz con el _Agnus Dei qui tollis peccata mundi_, escrito sobre la flamula cenida a ella. Sin estos atributos, confieso que me hubiera sido imposible conocer lo que aquel aparato representaba. Tales primores habian hecho mis primas con la imagen. Hallabase esta bajo dos arcos cruzados, en el sentido de las diagonales de las andas, revestidos de panuelos de seda de sobresalientes colores, y caian sobre la cabeza del Bautista multitud de relicarios, campanillas, acericos y escapularios, y no pareciendoles, sin duda, bastante a mis primas la piel con que el escultor cubrio la desnudez de la imagen, habianle colgado sobre los hombros un rico chal de Manila, que le llegaba hasta los pies, y colocado en la mano con que senalaba el corderito, un pompon encarnado y verde, procedente de un chaco de realistas, cuerpo a que, en sus mocedades, habia tenido mi tio la honra de pertenecer. Mirabame este y miraba al santo, y tornaba a mirarme despues con cierta expresion de complacencia, mientras yo contenia a duras penas la risa que me excitaba el fatalisimo gusto de mis primas, que habian hecho, con fervorosa y candida intencion, un idolo chino de una de las imagenes mas poeticas y sencillas de nuestro culto. Felicite, no obstante, a mi tio por su celo y esplendidez, y despues de dar el algunas ordenes al sacristan relativas a la procesion, salimos de la iglesia y nos volvimos a casa. II Esperabannos ya alrededor de la mesa mi tia, mis dos primitas, que, en el vigor de la robustez y de la juventud, hubieran podido marear a un estoico con algo menos de rubor y con un poco mas de coqueteria, y el predicador que debia hacer el panegirico del santo aquel dia. Era un franciscano exclaustrado, parroco de uno de los pueblos inmediatos, y orador de tanta fama en la comarca como pulmones. Mi tio se honraba todos los anos dandole de comer y de almorzar el dia de San Juan, y sus hijas le planchaban y rizaban la soprepelliz que se vestia para predicar. Pusieronse encendidas como dos pimientos mis primitas al tener que contestar a mi saludo; tendiome una gruesa, morena y aspera mano el exclaustrado, abrazando en seguida a mi tio; y todos, en grata compania, nos sentamos a la mesa. Sirvieronnos, primeramente, chocolate al exclaustrado y a mi, pues la familia se despacho a su gusto con sendas cazuelas de sopas de leche. Y dije "primeramente", porque el reverendo, despues que con el ultimo sorbo estrepitoso, infinito, sublime, tirado al pocillo, apuro "cuanto en el hondo cangilon habia", acometio a las sopas de leche, haciendo en ellas el solo tanto estrago como toda la familia junta. Despues de la leche nos sirvieron vino blanco con bizcochos, prototipo en las aldeas de digestivos y confortantes, y cuyas virtudes se tienen en tanto, que lo mismo se administra este agasajo a un moribundo que en una boda. Por ello tuve, a mi pesar, que echarme al cuerpo mi racion correspondiente, pues desairarla era, a lo que vi, la mayor ofensa que podia hacerse a la rumbosa prodigalidad de mis tios. Concluido el almuerzo, llego la hora de ir a misa; y al acercanos a la iglesia, fuimos acometidos por una comparsa de danzantes, bajo cuyos arcos tuvimos que pasar mas de dos veces; honor tributado exclusivamente a las notabilidades del pueblo, o mejor dicho, a todas las personas que podian dar algunas monedas de gratificacion, en cambio de tan senalado festejo. Antes de la misa se llevo en solemne procesion al santo alrededor de la iglesia, teniendo mi tio el honor, en compania del alcalde y dos regidores, de cargar con las andas. Dos mocetones, armados de escopetas, abrian la marcha haciendo fuego, y un ciego gaitero acompanaba con su ronco instrumento al senor cura en sus canticos, a los que contestaba todo el pueblo, de vez en cuando con un fervoroso _"ora pro nobis"_. Empezada la misa, no cesaron los tiros en el portal de la iglesia, y la gaita siguio tocando en el coro, acompanando a los cantores, entre los cuales estaba mi tio, que era una especialidad para _echar_ la epistola. Toco su turno al predicador, cuyo sermon era el gran acontecimiento del dia. No dire que con muy brillantes formas, pero con un pulmon admirable, con palabras sencillas y con una doctrina pura y llena de paz y de consuelo, infundio tal entusiasmo en su auditorio, que, convertido cada oyente en un heroe, hubiera seguido al franciscano ... hasta la hoguera, jurando a Jesucristo y a San Juan. Libreme Dios de no admirar tanto fervor. iOjala tuviera cada aldea y en cada semana, por lo menos, un orador de aquel genero, que conservara viva y consoladora en el pecho de los pobres aldeanos la fe de sus mayores! Con ella unicamente son posibles la paz y la ventura entre tantas privaciones y miserias. Los derechos politicos, la civilizacion _autonomica_, nunca produciran entre ellos mas que envidias y escisiones, hambre y desesperacion. Ser pobre y honrado es la mayor de las virtudes; y el pueblo, para ser virtuoso, necesita, antes que derechos y titulos pomposos que le ensoberbezcan, pan que le alimente y fe que le resigne al trabajo. La misa fue, pues, de lo mas solemne que era posible en semejantes circunstancias; tan solemne, que duro dos horas. Mi cabeza, mi cuerpo entero, lo recordara toda la vida. Al llegar a casa, y despues de felicitar sinceramente al exclaustrado por su discurso, lo cual no dejo de envanecerle un poquillo por la razon de gastar yo bigote y perilla y ser de la ciudad, nos sentamos alrededor de la mesa que ya estaba preparada, y empezo la comida, previo _benedicite_ del franciscano. Nada de notable habia en ella, lector, en cuanto a la calidad, que merezca participarsete, pero preciso es que sepas que en cuanto a la cantidad..., iaquello tenia que ver! La sopera, llena hasta los bordes, era poco menor que un barreno; las fuentes del potaje podian servir de barcas en caudaloso rio; el primer principio se componia de mas de media arroba de carne guisada; y cuando llego el gallo en pepitoria, heroe del banquete, acompanabanle, para hacerle honor, cuatro capones. De ellos se nos sirvieron a los tres hombres a capon por barba, y se repartio el cuarto entre las tres mujeres. Y lo de menos hubiera sido para mi semejante alarde de prodigalidad, y hasta el acostumbrarme a ver sin admiracion como mi tio y el predicador engullian cuanto les ponian por delante; pero lo terrible fue que me obligo a hacer lo mismo que ellos la implacable oficiosidad de mi cara tia. Cedi con la sopa a los reiteradisimos "ponte mas, no lo desaires" con que me acosaba la buena senora; y al tratar resueltamente de negarme a repetir de los potajes, tal fue la insistencia de la familia entera, y tanto me solfearon que despreciaba su _pobreza_, que por no sufrir tan inclemente machaqueo me resolvi, con la resignacion de un martir, a jugar la salud en aquel lance; pero me fue imposible transigir con el capon: materialmente estaba ya lleno, rebosando mi estomago. Para colmo de mi angustia, llego el _arroz con leche_, plantandoseme delante un plato sopero encogollado "para mi solo".--"Y en acabandole, aqui tienes mas"--anadio mi tia con una sonrisa muy carinosa, pero que me hizo temblar, horrorizado, al ver la enorme fuente que senalaba con el dedo, colocada en el centro de la mesa.--Afortunadamente, con la idea, nada mas, de echarme al coleto tanto engrudo, entraronme unos sudores, frios como los de la muerte; levanteme tambaleandome, llegue al corral..., y despojado el estomago del peso que le oprimia, volvi a la mesa, pero sin el consuelo de hacer comprender a aquella buena gente la impertinencia de sus mal entendidos obsequios. Mi tia; especialmente, achacaba el suceso, en tono de resentimiento, a que no me gustaban los guisos que ella misma habia hecho. Luego vi que era imposible persuadir a aquellas benditas almas de que puede un hombre hartarse una vez de sopa de fideos, de gallo en pepitoria y de arroz con leche. Concluyo por fin el banquete con vino blanco y bizcochos; y mientras el fraile y mis tios se fueron a dormir la siesta y mis primas a vestirse para ir a visperas, yo me largue al campo a tomar el aire, que buena falta me hacia. Dos horas despues volvimos a la iglesia; sacaron otra vez al santo en procesion, rezose el rosario y nos fuimos a la romeria, que se desparramaba en una pradera inmediata a la iglesia. Hicieronme ver uno por uno todos los bailes: este porque era de guitarra, el otro porque era de pandereta, y por ser de gaita el de mas alla. Compramos avellanas, peras, cerezas y rosquillas en todos los puestos de la romeria, convidamonos reciprocamente la familia, el exclaustrado y yo; vi un desafio a los bolos entre mozos de lugar y otros tantos forasteros; oi los "ivivas!" que nos echaron los danzantes, encaramandose unos sobre otros hasta formar lo que ellos llaman _castillo_, y los que tambien hubo para las demas personas que les habian dado dinero; y volvimos a casa al anochecer, despidiendo al predicador despues de haber tomado chocolate y agua de limon todos juntos, como si no hubieramos comido al mediodia. Una hora mas tarde me llamaron a cenar. iOtra vez capon, otra vez pepitoria y otra vez arroz con leche! Aquel cuadro me espanto. Fingime muy malo, y creo que lo estaba, dado que de susto tambien se enferme un hombre, y me largue a la cama, donde tampoco fui feliz, porque, apenas me hube dormido, comence a sonar que comia capon, pepitoria y arroz con leche. Desperte, volvi a dormir, y torne a despertar y a dormir otra vez y otras ciento, y siempre veia el repleto cucharon de mi tia persiguiendome y llenando los claros que yo iba haciendo en los platos que me servian sin cesar. En esta lucha cruel me cogio el alba. Salte de la cama, vestime; y, desayunandome de prisa, corri a despedirme de la familia que habia madrugado mas que yo. Agradeci a mis buenos parientes, con toda mi alma, la sinceridad con que me brindaban su casa y su carinosa asistencia por algunos dias mas; senti de veras que perentorias ocupaciones me impidieran complacerlos, pues carino hacia ellos me sobraba; disculpeme lo mejor que supe, monte a caballo; y llenos los bolsillos, la maleta y las pistoleras de fruta y de rosquillas que me hicieron tomar a ultima hora, parti hacia la ciudad, prometiendome a mi mismo solemnemente, y lo he cumplido, que si alguna vez volviera al campo habia de ser en dias habiles y normales, y en manera alguna en los que, como el de San Juan citado, se llaman, con sobrada razon, en mi tierra, de _arroz y gallo muerto_. EL DIA 4 DE OCTUBRE[12] I Desde luego advierto al lector que esta fecha no viene aqui con la pretension de figurar entre las muy justamente celebres que guardan los fastos espanoles, ni pertenece siquiera al catalogo de esas otras de flamante cuno que, no mereciendo, por ningun estilo, que la imparcial severa Historia las registre en sus paginas, andan indocumentadas pidiendo hospitalidad de puerta en puerta y rebotando de periodico en periodico, a manera de proyectil elastico. Hablo de los _diez de abril_, _tres de octubre_, _siete de julio_ _veintinueve de septiembre_, y otras _ejusdem farinoe_, no menos zarandeadas, en estos tiempos que corremos, por los campeones de la politica militante, ya como gloria, ya como afrentas. Tampoco se halla impresa en ninguna parte con sangre de _libres_ ni de _esclavos_, ni recuerda patibulos, ni asonadas, ni siquiera un mal cintarazo. Por tanto, no aspira a que _el pais_ la recuerde solo con que yo se la cite. Mas humilde en su origen y en sus aspiraciones, se cree muy honrada con que unos cuantos pueblos de la Montana y yo la evoquemos con inocente complacencia: ellos, por lo que afecta a sus caros intereses: yo, por el que me tomo siempre en cuanto sirve de satisfaccion a los demas. Es, pues, el caso de que los labradores ganaderos de la parte central de la provincia, cuando llega el mes de mayo, no solamente no tienen en el pajar un pelo de yerba de la recogida en el agosto anterior, sino que sus ganados han destrozado ya las mieses durante los meses de _derrotas_, y han recorrido las sierras bajas, y han comido _escajo_, picado a fuerza de improbos sudores, y han ido entresacando los _herbalachos_ que crecen entre zarzas y matorrales, y hasta han roido el cesped de las lindes de los _camberones_. iCalculese como viviria el ganado hasta el mes de agosto, epoca de la recoleccion y acopio de yerba para el invierno, si no tuviera mas recursos que los ordinarios de casa, digamoslo asi! Por fortuna de los pobres animales, hay en esta provincia, sobre su parte mas elevada, entre Campoo, Cabuerniga y Polaciones, unos pastos en los puertos de Lodar, Penalabra, Palombera, Branamayor y otros, que estan diciendo "pacedme"; y a pacerlos van desde junio a octubre, los ganados, _o cabanas_, de varios pueblos de la indicada region, que estan en pleno goce de ese privilegio. De que procede este, y por que le tienen unos pueblos y otros no, lo ignoro absolutamente. De cuando data, tampoco es facil decirlo. No se mas sino que, en cierta ocasion, el Concejo de Viono, uno de los privilegiados, tuvo necesidad de reivindicar su derecho, y siguio un pleito con los Concejos _altos_ que se le negaban, ante la Real Chancilleria de Valladolid, la cual le sentencio en el ano de 1630. Yo he visto esos autos, y segun ellos, alegaban los de Viono "estar en quieta, pacifica posesion de lo hacer e gozar libremente con los dichos sus ganados a ciencia y paciencia de las partes contrarias, de uno, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta..., ciento y mas anos; y de tantos, _que en memoria de hombre no era en contrario_". iFigurense ustedes si sera antigua la costumbre! La Real Chancilleria mantuvo al Concejo querellante en su derecho "de llevar su cabana _con palos, pastores, perros y cencerros, a pacer las yerbas y beber las aguas, seleando y majadeando_, a los sitios de Bus Cabrero, Bustamezan, Cueto de Espinas, etc., etc...." Identico y tan antiguo privilegio es el que disfrutan los demas Concejos sobre estos y otros puertos. Puedo ofrecer al lector la lista de todos los privilegiados. Se la debo a un anciano de uno de ellos, hombre que sabe de memoria las ordenanzas del caso (pues no las conserva escritas aquel archivo municipal) y es quien resuelve las dudas y conoce practicamente hasta los linderos de los puertos. Alla va, pues, la lista aunque no me la agradezca nadie: Barcenaciones, Bustablado, Cerrazo, Cohicillos, Coo, Helguera, La Busta, La Montana, Los Corrales, Llano, Mercadal, Novales, Orena, _Polanco_, Quijas, Reocin, Rudagueera, Ruiloba, San Mateo, Somahoz, Tanos, Tarriba, Toporias, Treceno, Udias, Valle, Valle de Cabezon, Viernoles, Viono y Zurita. En cambio del disfrute de los puertos altos por las cabanas de estos Concejos, durante determinados meses del verano, pesa sobre ellos un casi imaginario y levisimo gravamen. De uno de los Concejos me consta que solo esta obligado, en el caso en que las nieves fuesen tan copiosas y duraderas en los altos que, consumida la _ceba_[13] de los _invernales_[14], tuvieran aquellas cabanas que emigrar a los bajos (caso que aun esta por ver) a dar dos haces de puntas secas de maiz por cada res, y a sacar su carro cada vecino, durante la noche, al corral, a fin, sin duda, de que el ganado inmigrante pueda guarecerse en los soportales, o en los cobertizos desalojados. En el mismo caso de emigracion forzosa, las cabanas de Campoo y Polaciones tienen a su disposicion, durante la primavera, _seles_ en los montes comunes de abajo, mientras dure la nieve arriba; pero a condicion de que no han de pasar las cabanas de los terminos mas proximos a la nieve. En prevision, sin duda, de tal necesidad, los vecinos del Concejo de Udias no pueden cortar en sus heredades (no deben, a lo menos) los tallos secos del maiz hasta marzo. Como algunas cabanas no tienen pasto bastante en los puertos que disfrutan por derecho propio, los Concejos a que aquellas pertenecen toman en arriendo otros por un tiempo determinado, pero con formalidades y garantias harto modernas y prosaicas, y a pagar en moneda sonante. Estos pagos se hacen recaudando el Concejo a razon de un tanto por cada res que disfruta del puerto; y para entender en estos asuntos hay en cada pueblo un concejal que se llama _alcalde de cabana_, a cuyo cargo esta, por ende, cuanto se refiere a los pastores, al toro y a los perros. Bueno es advertir tambien que las soldadas de los primeros se pagan, como los puertos, por los duenos del ganado que los disfruta. Ocho o diez dias antes del de San Antonio, es decir, del 13 de Junio, van los pastores de casa en casa con dos marcos de hierro, en uno de los cuales esta el nombre completo del pueblo en letras pequenas, y en el otro la inicial del mismo de gran tamano, tomando nota de las cabezas de ganado que han de ir al puerto, y de las que de estas se hallen sin marcar. Si las que estan en este caso tienen astas, se aplica a una de ellas el primer marco enrojecido al fuego; si no las tienen todavia, se las tumba en el suelo, y con el marco segundo, chisporroteando, aplicado a la nalga derecha, se les hace dar cada berrido de dolor, y se levanta un tufillo de carne asada, que no hay mas que pedir.--De paso averiguan los pastores cual es la vaca mas fuerte y mas garbosa para ponerle al pescuezo el _campano del lugar_, o sea el cencerro mas grande de los diez o doce que tiene el Concejo para que la cabana se luzca con ellos por esas branas de Dios. Obtener para su vaca el campano del lugar es el mas alto honor que en casos tales puede alcanzar el dueno de ella, razon por la que hay cada intriga que canta el credo al llegar el momento de elegir un cuello para el sonoro colgajo. Al amanecer del dia de San Antonio se colocan los pastores con el toro y los perros en un punto convenido, acude a el cada vecino con el ganado que quiere enviar al puerto; y formada de este modo la cabana, hala que te vas, comienza a marchar en busca de Penalabra o Palombera, los cuales puertos no encuentra sino despues de haber estado por espacio de tres dias anda que te anda y sube que te sube, al son de los cencerros y al de los elocuentisimos jujeos y silbidos de los pastores. Y aqui la dejamos, por no necesitarla para nuestro objeto, hasta _el dia 4 de octubre_ siguiente, dia en el cual llega infaliblemente al punto en que se formo[15]; con el cual dato queda suficientemente aclarada la significacion del titulo que precede a estos parrafos, y dicho que estamos, aunque tarde, de patitas en el asunto. FOOTNOTES: [Footnote 12: Este cuadro se agrego a las _Escenas Montanesas_ en la edicion de 1877. _(Nota del A. en 1885.)_] [Footnote 13: Yerba seca acopiada para el invierno.] [Footnote 14: Grandes pajares, y a la vez establos, para refugio del ganado en los puertos durante lo mas crudo del invierno.] II --iDolon, dolan, dolen, dolan, dolon! ... que ya se oyen los cencerros de la cabana y hasta se ve el polvo que levanta. Ha llegado el dia anhelado, y el pueblo sale a recibirla hasta la portilla de la llosa, o de la pradera en que, por de pronto, ha de entrar para que se cumplan las formalidades que van ustedes a conocer. La gente viste de media gala, y se halla poseida de la mas viva satisfaccion. La corporacion municipal se guardara muy bien de faltar a la solemnidad. --iDolon, dolen, dolan, dolon, fiu, fiuuiii! ... que los cencerros se oyen mas cerca y se perciben con toda claridad los silbidos de los pastores, y hasta se distinguen el color y la _armadura_ de las primeras vacas. Los espectadores suspenden hasta el aliento y clavan en ellas la vista con una fijeza magnetica. En seguida les entra la reaccion y corren y se atropellan, hasta que concluyen por formar enfrente de la portilla, en dos hileras, entre las cuales pasa el ganado, que, no por haber pacido durante cuatro meses la yerba de la libertad salvaje, ha perdido su natural mansedumbre. --iTio Roque!--grita un mozuelo con el pelo muy atusado,--ila mi _Gallarda_ trae el campano del lugar! ... y aqui viene la primera de toas ... iy como le menea! iAnda, pa que uno se fie de lo que no ve!... iY corrian voces de que en el puerto se le habian puesto a la _Corva_ de tio Perico Mijotes!... iCristo, que hermosisima esta! --Mia tu, fantasioso--replica Mijotes, que no estaba muy distante del jaque,--si se dijo que la mi _Corva_ le traia, por algo se dijo. Siempre se le habran cambiao en el camino pa que no te se parta a ti el corazon de envidia al ver a la tu _Gallarda_ con el campano que han puesto a la otra probe.... iViva la josticia!; ia la novilla de la mi vecina, que no puede con el rabo, le han puesto el segundo campano! --iCallarvos, lenguatones!--interrumpe un viejo que, de puro viejo, no puede ya con las bragas:--?que mas vos da? Venga el ganao y venga ello gordo, que lo demas importa dos bisanes. --No, pus lo que es gordo, por decir gordo, ya viene gordo--anade otro convecino que no tiene la mayor facilidad para expresar lo poquisimo que se le alcanza. --No digo yo otro tanto--le replica un espectador de enfrente;--ahi va la mi _Leona_, que paez que la han chupao las brujas. Toma, ipus si viene _gedal_; iy que _bello_ que trae mas hermosisimo!...; ime valga el Senor; es la mesma estampa de su madre!... iBien te han ordenao, morena! iPermita Dios, condenaos de pastores, que se vos gueelvan lobos en el cuerpo los zurrones de hacer manteca! --iAy, madre!--exclama una muchachuela con los ojos arrasados de lagrimas, dirigiendose a una pobre anciana que esta a su lado,--no veo a la nuestra vaca: idebe ser verda aquello que se corrio! --Si; hija mia--responde la madre:--las malas noticias siempre salen verdaderas, y la soga nunca rompe por lo mas gordo, ni el dia amanece alegre para todo el mundo...; icomo ha de ser! Y mientras se hacen estos o parecidos comentarios entre la gente, va pasando la cabana y entrando en el gran cercado, hasta que llegan, cerrando la marcha, el toro, los terneritos, los perros y los pastores: el toro con sus ojeras blancas sobre una cara negra y lustrosa como el terciopelo, ondeando con cierta vanidad la piel, que casi le arrastra, de su robusto cuello; los becerritos con su pelo rizoso y bermejo y su carita expresiva, pisando con miedo, y rendidos de cansancio; los perros con su piel blanca con manchas negras, andando al pie de los terneros y mirando a todas partes con un gestecillo que parece decir: "al que los toque en el pelo, nos le merendamos"; por ultimo, los pastores con abarcas de _tarugos_, garrote nudoso, y al hombro, ademas del morral y la chaqueta, un ternero recien nacido, que nunca suele faltar. Cuando esta retaguardia llega a la portilla, se precipita la gente detras de ella, desparramandose luego por el prado entre la cabana, buscando cada uno las reses que le pertenecen para examinarlas a su placer. Una hora mas tarde, y sobre el mismo terreno y al aire libre y de pie, el ayuntamiento se constituye en sesion, rodeado de todo el pueblo, que toma parte en ella. Lo que entonces sucede, van ustedes a saberlo en el capitulo siguiente, escrito en presencia de los apuntes fidelisimos que yo tome en uno de esos Concejos a que asisti como curioso. FOOTNOTES: [Footnote 15: Ya supondra el lector que ni todas las cabanas van al puerto el dia de San Antonio, ni todas vuelven de el precisamente el 4 de octubre siguiente. Hacenlo asi, con tan antigua como inquebrantable regularidad, las de algunos pueblos que yo conozco; y a ellos se refiere mi cuento.] III Uno de los pastores, jefe a la vez de los demas, penetro en el ancho circulo que formaban los asistentes; parose enfrente del alcalde; arrojo al suelo un saco casi vacio que llevaba al hombro; descubriose; cargo el cuerpo sobre el garrote; balanceose un poco en esta postura; esparrancose; escupio tres veces; paso una manga de su camisa por debajo de las narices, y despues de obtener el permiso del alcalde, hablo de esta manera: --Pos ... salto y digo: ahi esta la cabana, como se habra visto. En la cabana hay de too, como en la vina del Senor; porque musotros, a la res que es de mal pacer y de peor engordar, no podemos mejorarla, a no hincharla con una paja. Esto es claro como el sol del megodia. Pos digo yo ahora: hay que tener en cuenta que el verano ha sio fatal; hoy que la ventisca, manana que el aguacero, el pasto se ha reblandecio, y pue ecirse que el ganao no se ha visto limpio de _despeno._ De salu, bastante bien: solo han fenecio una vaca de tio Pedro Menique y una novilla de la viuda del _Cevil_. La una murio de un _empanderao_, y la otra de un mal, a manera de perlesia. Dioseles lo que manda el aquel, vamos al decir, del hombre que lo entiende; pero no les acanzo. El pastor, al decir esto, metio en el saco la mano y saco de el dos cuernos de diferente forma y tamano. --Aqui estan las _gamas_--dijo, levantando en alto los dos retorcidos apendices. El alcalde llamo a los duenos de las reses muertas, para que se presentasen a reconocer los restos que el pastor exponia a la consideracion del concejo, para cumplir con un requisito exigido por este. Pedro Menique y la viuda del _Cevil_ reconocieron, contristados, las astas de las reses que respectivamente les habian pertenecido, y de cuya muerte ya tenian noticias, aunque vagas, antes de la llegada de la cabana. En seguida pregunto el alcalde si habia algun vecino que tuviera que hacer _daque_ cargo a los pastores. --iPido la palabra!--dijo, saliendo a primera fila, un hombre muy entrado en anos, cano de grena, enjuto y ahumado de carnes y ronquillo de voz. --Hable Garabiel Pernias--dijole el alcalde. --He pedio la palabra al auto de que he visto que la vaca mia que fue bien trisna al puerto, vuelve en los puros huesos y con un ojal en salva sea la parte, que mete miedo; y como el hombre no gana su probeza tumbao panza arriba, y yo sudo los gueetagos pa ver de conservar la que tengo, quiero que se me satisfaga, como es justo, al respetive de la vaca. --Tocante a la vaca--replico el pastor,--tocante a la vaca, tio Garabiel, uste sabe mejor que yo que la vaca es una cabra condena que no se pue hacer vida de ella. Los cinco sentios del alma le pone uno encima, y con too y con eso no se la pue meter por vereda. Si uste la chifla pa golvela, malo; si uste la vocea, pior; si se la apedrea, ime valga el Senor!, no la alcanza un galgo.... Pus evate que voy, amigo de Dios: hace ocho dias, trepa la condena por un pedregal arriba a pacer unos matorrales que estaban entre un cajigaluco; salgo detras de ella, hace la feguracion de echarse cancia el desfiladero que estaba por la banda de atras, atajola yo corriendo, asustase mas la endina, echase de prisa por onde habia subido, rueda como una pelota, y rasgase el pellejo contra la punta del penasco. iEsta es, tio Garabiel, la pura verda; y si otra me queda en el cuerpo, que con ella reviente! --iSastifecho!--dijo con solemnidad Garabiel Pernias, retirandose a la segunda fila. Otro de los que formaban en ella salio en seguida a la primera, y endilgo al pastor estos cargos. --Yo mande al puerto una vaca _geda_ de siete meses, y pa el efeuto de destetarla, deje la cria en casa. La vaca iba gorda, la vaca es lechera, ihorror de lechera!; la vaca viene hecha un telar, y la vaca no esta _seca_, porque a la vaca acabo yo de ordenarla en el prao. Yo soy claro como el agua, y no tengo algun aquel en decir que aqui se han corrio voces de que en Mercadal se ha vendio este verano mucha manteca de la cabana nuestra. Diga el pastor, si a mano viene, de onde ha salio esa manteca, y por que no viene seca la mi vaca. El pastor se rasco la cabeza, escupio por entre los incisivos, y despues de pasear su vista por los circunstantes, replico en estos terminos: --Ya se yo que mas de cuatro, que pue que no esten muy lejos de aqui, por el aquel de hacer mal y porque hay lenguas que atarazas entre dos cantos debieran estar, han corrio por el pueblo lo de la manteca; pero, ipremita Dios que me trague la tierra aqui mesmo de repente si en el puerto se ha hecho medio cuarteron de manteca, ni se ha bajao a Mercadal mas que por el efeuto de comprar dos libras de bacalao y siete maquileros de harina! Pos evate que voy a lo de que la vaca no esta seca. Yo puedo hacer gueeno con toa la cabana, si quiere hablar, que el _bello_ de la vaca del senor alcalde mamaba toas las noches a la vaca de uste, y que de esto no tuvimos mas auto que de la hora de la muerte, que en santa gloria nos coja, hasta la semana pasa. Yo, bien lo sabe Dios, me comi la feura al conocerlo; pero el hombre, es la verda, no acanza los imposibles..., y si ha hubio falta, perdonar, que lo que es la volunta no ha podio ser mejor; y cinco anos que llevo en la cabana cantan bien claro si se cumplir con mi deber. --Sastifecho--contesto el interpelante con la misma formalidad que Garabiel Pernias. --Senor alcalde--grito una mujer amortajada entre una saya de estamena negra que le cubria el busto, y otra de bayeta amarilla cenida a la cintura,--yo quisiera que.... --Uste se calla la boca mientras que yo no la pregunte, porque aqui no tienen voz las mujeres. --Es que, canijo, yo tamien soy hija de Dios; y si se me murio el marido no fue por culpa mia. --?Y que se le ofrece a uste? --Pus se me ofrece que cuando fue al puerto la mi novilla se me feura que tenia el pelo colorao, y ahora le trae que tira algo a burreno...; tamien era mas juerte de voz.... --Vaya uste mucho con Dios, itrapacera!--la interrumpio el alcalde, echando chispas por los ojos.--iLe paece a uste la sinfonia con que se nos viene?... iTaday, simplona! --Yo pregunto lo que es de mi aquel, iea! --iTaday, chapucera! --iJuera con ella, que se vaiga a cuidar la puchera!--anadieron por todas partes voces que nada tenian de suaves para la pobre mujer, que en vano gritaba para que se reconociese su supuesto derecho de hablar en aquel concejo. Saliose, al cabo, del circulo, llorando de coraje, y continuose todavia un buen rato interpelando al pastor y exponiendole quejas, muchas de ellas tan impertinentes como las de la desairada mujer; pero como estaban _en su derecho_ los senores hombres al exponerlas, se atendian y ventilaban con el mas acalorado empeno. Agotado el capitulo de cargos, el alcalde pregunto al pastor si no tenia algo que manifestar al concejo respecto al puerto, a la cabana, a los demas pastores, etc. --Aticuenta que na--respondio el interpelado.--Los pastos han sio gueenos por la mayor parte: no muy alta la herba, pero finuca y nutria. Dos veces se presento el lobo a la vera de la cabana; pero los perros, que saben su obligacion, no le dejaron ganas de ripitir: al segundo viaje le atenazaron el rabo, y por un tris no se queda _Navarro_ con el entre los dientes. El toro se escapo una tarde del _Sel_, porque le provoco el de la cabana de Viono; trabaronse de palabras, y el nuestro le arrimo una jareta de media vara en el cuadril esquierdo, y le hizo golverse en un periquete a la su cabana. Un pastor de Coo nos apando una cria de dos meses, la de la _Cordera_ de tio Celipe Cuartajo: vimosle, juimonos encima, nego, arrimele un garrotazo, cayo a tierra pidiendo miselicordia, y solto el jato. No ha habio multa denguna ni por el aquel de dir ni por el aquel de venir, porque no se ha saltao una mala cerradura, ni tan siquiera se ha movio una res de la cabana en too el camino. La vaca de tio Miguel Cerojo tuvo un lubieso en salva sea la parte, pero curo bien; y en la cabana de Viernoles, que estaba a la vera de la nuestra, hubo _solengua_ y fenecieron siete cabezas. Nel, mi companero, penso que se le habia pegao el mal; pero too ello resulto ser una atraca de arenques con leche: rompio a las tres horas, y no tuvo otro aquel. Y con too y con esto no digo mas, y aca estamos toos, gracias a Dios, gueenos y gordos; perdonar las faltas, porque pecaores semos, y en la gloria nos veamos. --Amen--contesto el concejo. Acto continuo se procedio al remate del toro y de los perros; es decir, al de su manutencion hasta el dia de San Antonio del ano siguiente. Adjudicaronse los animalitos a los vecinos que ofrecieron mantenerlos por menos dinero, y se disolvio la asamblea. Una hora despues cada vecino recogia en el prado las reses de su pertenencia, y se encaminaba con ellas a su casa, contemplandolas de paso con tanto deleite como (acepteseme la comparacion que voy a hacer, en gracia de que es la pura verdad), como el que puede sentir un padre delante del hijo predilecto que vuelve de la Universidad a pasar con el las vacaciones. 1868. "UN MARINO" Marino, como ustedes saben muy bien, significa genericamente, hombre que se dedica a la navegacion, que profesa la nautica, empleado en la marina, etc., etc. Pero "un marino" en Santander, hasta hace muy pocos anos, hasta que llego a la clasica tierra de los garbanzos ese airecillo que aclimato la _crinolina_ en Bezana y la cerveza en San Roman, significaba otra cosa mas concreta y determinada. "Un marino" significaba, precisamente, un joven de veinte a treinta anos, con patillas a la catalana, tostado de rostro, cargado de espaldas, de andar tardo y oscilante, como buque entre dos mares, con chaqueton pardo abotonado, gorra azul con galon de oro y boton de ancla, corbata de seda negra al desgaire, botas _de agua_, mucha grena, y cada puno como una mandarria. "Un marino" no era capitan, ni contramaestre, ni simplemente marinero; era, por precision, _tercero_, o _examinado de segundo_, o, a lo sumo, piloto en efectividad. Cuando estudiaba en el Instituto, no se habia embarcado jamas, y, sin embargo, ya era tostado de color y cargado de hombros, y se balanceaba al andar...; en fin, ya olia a brea y alquitran. Cualquiera diria que, como destinado a la mar, estaba construido de _macho_ de trinquete o de piezas de cuaderna, y no de carne y hueso como nosotros. Entonces se llamaba _nautico_, y se largaba cada _pina_ que derrengaba. La clase de filosofia que contaba con un par de estos alumnos que _sacase la cara_ por ella, ya se creia capaz de hacer frente a la pandilla de _Cuco_, el del muelle de las Naos, o al rebano de mozos mas aguerridos de Monte. _Correrla_ entre nosotros, equivalia a pasar las horas de la catedra jugando a paso en el _Prado de Vinas_, o pescando _luciatos_ en el _Paredon_, o acometiendo alguna empresa inocente en el _Alta_. Correrla en compania de un par de nauticos, era provocar a todo bicho viviente, hundir a _cales_ cuanto sombrero alto se viese sobre cabeza de aldeano, llegar a regiones inexploradas, tocar todo lo prohibido, buscar por entradas dificiles salidas imposibles, volver, en fin, a casa desgarrados y sucios, muertos de fatiga, cubiertos de cardenales y sangrando por las narices. Pero por mas que entre los filosofos y los nauticos hubiese algunas individualidades unidas por vinculo amistoso, colectivamente las clases eran incompatibles; se repelian entre si, se separaban como el agua y el aceite. Por supuesto, que alli el aceite eran los nauticos; es decir, los que siempre quedaban encima. Para ellos no habia conserje, cargos ni titulos dignos de su consideracion, y pasaban por en medio del mismisimo claustro de profesores, sin ocurrirseles llevar la mano a la visera por via de saludo. Solo temian y respetaban, y hasta querian, a su propio catedratico, el que ya no existe, don Fernando Montalvo. Este inflexible, recto e ilustradisimo profesor, parecia nacido para domar aquella raza especial de estudiantes. Su vastisima instruccion, su caracter un tanto excentrico, su proverbial voluntad de hierro, su continente severo e impasible, le investian en catedra de cierta majestad _sui generis_, contra la que rara vez osaba rebelarse el alumno mas discolo. Sobre su mesa y bajo su mano, el reglamento disciplinario del Instituto adquiria todo el color de las terribles _Ordenanzas de mar_. iAy del que infringiera sus bases! Asi se hacia respetar. Su mayor deleite era ensenar lo mucho que el sabia, estudiar para saber mas, y dar un estrecho abrazo, a vuelta de viaje, a un discipulo suyo. Asi se hacia querer. Con este metodo, su pequena republica era una balsa de aceite; mas cuando, por una rara casualidad, dejaba de serlo, yo no se a que comparar el aspecto que tomaba la catedra, sino al de una jaula de leones en el momento en que el terrible y severo domador esgrime entre ellos el sangriento latigo, y los humilla y arrincona amontonados y grunendo. Temblaban los cristales, rompianse los bancos, y el suelo se conmovia. No era de envidiar la situacion del bedel a quien se encomendaba el peligroso encargo de encerrar en el _numero once_ a los condenados a este castigo despues de la refriega. Por eso, toda atencion con ellos le parecia poca antes de dar vuelta a la llave que los aseguraba. En cambio, se la echaba de autoridad inexorable con nosotros, que marchabamos al calabozo como borregos al corral. iAsi son las cosas de este picaro mundo! Concluidos sus estudios preparatorios en el Instituto, y despues de hacer su primer viaje en calidad de _agregado_, era cuando dejaba el nautico este nombre y tomaba el de _marino_, con todos los honores inherentes a la categoria. A su retorno era la envidia de los humanistas, no por lo que habia navegado, ni por lo que habia visto, ni por lo que le habian engordado los punos y crecido las barbas, ni por el ruido sordo que al andar producia con las botas de agua, sino porque traia la _picadura_ de la Habana a granel en los bolsillos del chaqueton, y para hacer un cigarro derramaba en el suelo tabaco para otros dos. Recordarle en tales momentos antiguos titulos de amistad, era todo nuestro afan, y hallar su memoria accesible a los evocados recuerdos, el mejor negocio para nosotros, condenados a fumar anis a pasto, y, lo que aun era peor, los pitillos de cinco al cuarto que vendia _Godos_ en la subida de los Remedios; pitillos que transcendian a demonios desde media legua, y lo mismo tumbaban chicos que canas un vendaval recio. Tras el punado de tabaco y la caricia subsiguiente, que era un _coquetazo_ que nos hacia ver las estrellas, venia la convidada en el cafe de _La Marina_, que ya no existe, ni tampoco la casa en que se hallaba en la calle del Arcillero. El marino se atizaba, de dos sorbos, una copa de ron o de Ginebra; nosotros libabamos otra de licor de _rosa_, mojando en ella, con mucho pulso, un canutillo de a dos cuartos. Durante los tragos, los mordiscos al pastel y las chupadas a los cigarros, el convidante narraba sus primeras borrascas en la mar y sus aventuras en los puertos. Por de contado que la noche antes del dia en que se hizo a la vela para Santander, armo con otros camaradas de profesion la gran _culebra_, en la cual hubo todo aquello de echar los muebles a la calle, entrar la policia, apagar la luz, saltar por la ventana, cerrar la puerta por fuera, tirar la llave a la alcantarilla, etc., etc. Y debia de ser verdad, porque las que armaba aqui se le parecian mucho. Si al salir de casa encontraba usted un sereno con un ojo borrado, los cristales de un cafe hechos trizas, las puertas de una taberna fuera de quicio, cambiados los letreros de las tiendas de una calle, de modo que sobre una botica se leyese, por ejemplo: _Quincalla y clavazon_, y sobre una ferreteria _Almacen de comestibles_; si con algo de esto, o con todo ello junto, o con mucho mas, se encontraba usted, repito, al salir de su casa, y preguntaba por los autores de las fechorias, --"Los marinos"--le respondian al punto. Quienes, de los conocidos en el pueblo, no habia para que inquirir. ?Que mas daba? Todos eran lo mismo.... Por aquel entonces se hablo mucho en Santander de la _Berrona_, que salia todas las noches, a las altas horas, no se sabia de donde, y recorria varias calles determinadas. La Berrona era un animal, un fantasma o un demonio muy grande, con dos ojos como dos hogueras, muchos pies y dos cuernos muy largos y muy derechos. Al andar hacia un ruido como de cadenas y cacerolas de laton que chocasen entre si, y lanzaba _berridos_ tremebundos, muy roncos y muy lentos, como las notas del piporro en las procesiones de la catedral. Las comadres, al sentirla de lejos, trancaban las puertas; los chicos sonaban con ella, y los mismos serenos, que han sido aqui siempre hombres muy templados, al atisbarla en lontananza, hacian como que no habian visto nada y se iban por otra calle opuesta. Pues, senor, la cosa llego a excitar vivamente la atencion de la autoridad, y el miedo del barrio rayo en espanto; la Berrona seguia, sin embargo, haciendo todas las noches su horripilante procesion.--Que la van a coger, que ya se sabe de donde sale, que es de carne, que es un espiritu, que muerde, que cocea, que busca chiquillos para sacarles el sebo, que los serenos, que la policia, que cazarla a tiros ... y nadie se atrevia a pedirle el pasaporte. Al cabo, la delacion de un pinche de billar _hizo luz_ en el horrible caos, y el misterio se aclaro. ?Saben ustedes lo que era la Berrona? Una docena de marinos que salian de un cafe muy popular en Santander, por lo antiguo y por lo especial de su parroquia (el cual cafe no nombro porque aun se conserva tan boyante como entonces, aunque mas _tabernizado_); una docena de marinos agrupados de cierta manera y tapados hasta la rodilla con el pano de cubrir la mesa de billar del susodicho cafe. Los ojos del fantasma eran dos linternas, los cuernos dos tacos, y la causa del ruido metalico, una bateria completa de cocina, bien manejada debajo del pano. En cuanto a los berridos, un amigo mio, que por cierto no era marino, aunque formaba con ellos muchas veces, sabia darlos como el mejor piporro; los marinos de la Berrona no hacian mas que acompanarle en el tono que podian. Aunque el marino era con frecuencia perteneciente a las principales familias de la poblacion, no habia que buscarle en la Alameda, ni en el salon del Suizo, ni en los bailes de formalidad. Semejantes atmosferas le asfixiaban. Sus terrenos preferidos eran los cafes de segundo orden y todas las calles de la poblacion, siendo de noche. Como extraordinarios, las romerias cercanas y los jaleos de las sociedades _Sin nombre, Union soltera_ y otras _ejusdem farinoe_. En los cafes jugaba al billar o al domino, aunque preferia el papel de espectador, con el santo fin de divertirse a costa de algun jugador distraido o atrabiliario. En las calles, ya conocemos el genero de las diversiones a que se dedicaba. En las romerias, indispensablemente habia de pegarse de cachetes con los _zapateros_.--"Los zapateros" eran entonces otro gremio especialisimo que no comprendia, segun la acepcion popular del titulo, a todos cuantos machacaban suela y tiraban del cabo, asi en un portal como detras de una vidriera. El tipo del individuo de ese gremio era un joven de pelos y bigotes erizados, palido de cutis, hundido de vientre, con las manos muy sucias, chaquetilla a media espalda, pantalon de campana, gorrita en la cabeza, sin chaleco y con la camisa muy sacada sobre la cintura. Los zapateros frecuentaban todos o la mayor parte de los sitios de recreo de los marinos, por lo mismo que estos, dondequiera que los hallaban, los abrasaban a epigramas y los acribillaban a burlas de todos generos. De aqui la tirria que se profesaban y los bofetones que se sacudian. En las sociedades a las que, como se ha dicho, concurria alguna vez el marino, no bailaba ni enamoraba. Lo mismo que en los demas teatros en que le hemos visto, en aquellas su unico afan era _armarla_ ... mejor cuanto mas gorda. Si por epilogo habia bofetadas, retemejor. Precisamente el esgrimir los punos era, como se habra observado, su gran delicia. De ordinario usaba un lenguaje especialisimo, un _calo_, digamoslo asi, que en nada se parecia al de los demas marinos de la tierra, entre quienes es cosa corriente aplicar a todo el tecnicismo nautico. No llamaba a nadie ni a nada por su nombre verdadero, y los que usaba en sustitucion, tomados del lenguaje popular de Santander, eran en alto grado expresivos y adecuados. --Vengo de casa del senor de _Viruta_--decia, por ejemplo, muy serio. Y usted, que no conocia a semejante persona, se devanaba los sesos inutilmente por averiguar quien era, hasta que el otro, extranandose de tanta torpeza, le decia que el senor de Viruta era Fulano de Tal. Y entonces tenia usted que soltar la carcajada, porque Fulano de Tal era un carpintero, largo, seco y doblado, casi enroscado, como las cintas de madera o virutas que sacaba con su garlopa. Refiriendo una _rumantela_, y ponderando una bofetada que en ella habia dado, decia, verbigracia: --Vamos, que _le casque la sopera_. Lo cual significaba que habia abierto la cabeza a su contrario. --Saca esa _cerraja_--decia aludiendo al relo que uno llevaba en el bolsillo, para que se mirase en el la hora. Si se quejaba de la _caldera_, debia entenderse que le dolia el estomago. Para los vocablos _finos_ era aun mas original. Los usaba de los mas exquisitos, a juzgar por la eufonia, tanto, que para convencerse de que muchos de ellos eran rematados desatinos, habia que analizarlos muy al por menor. No tenia acopio hecho de estos terminos; pero si una facilidad asombrosa, una especie de maquina para producirlos cuando los necesitaba. Ejemplo al canto. Salia yo una noche del teatro; y, como rapaz que a la sazon era, caminaba mas que de prisa, casi asustado de verme fuera de mi casa a horas tan avanzadas; como que quizas era aquella la vez primera que yo las oia sonar hallandome al raso. Pisaba yo recio y menudito saboreando _in mente_ los episodios de la comedia que acababa de ver, cuando al entrar en la calle de la Blanca sacaronme de mis meditaciones fuertes y descompasados gritos que daban dos hombres rinendo en uno de los extremos de la calle. Pareme a escuchar, no se si por miedo o por prudencia, y al punto conoci la voz de uno de ellos, marino de profesion, aun no piloto, y que mas de dos veces me habia honrado en el Instituto con sus testimonios de carino a su manera. Llegaba la refriega a su desenlance, cuando de ella me entere yo. Y dijo la voz que me era desconocida, a vueltas de algunas interpelaciones causticas y violentas de ambas partes: --iA mi no me venga usted con _cacofonias_! Y respondio en el acto la voz que yo conocia, en un tono que tanto picaba en burlon como en iracundo: --iNi usted a mi con terminos _fisimanicos_! En seguida se oyo, retumbando en la calle solitaria, el ruido de una sublime bofetada, y el de un hombre que cae al suelo, rompiendo, _al pasar_, con la cabeza, el tablero de una tienda, o cosa asi. Conociendo, como yo conocia, al _uno_, no era muy aventurado creer que el derribado por la bofetada tenia que ser el _otro_, por recio que fuese. Sin embargo, para cerciorarme del todo, a pesar del miedo que tenia, acerqueme al lugar de la catastrofe, y encontre el cuadro como yo me lo imaginaba; solo que entonces conoci tambien al caido, gran pedante y muy trapisondista. Ahora bien: ni ustedes, ni yo, ni el que lo dijo, sabemos lo que significa la palabra _fisimanicos_. Pero a el le habian amenazado con _cacofonias_, y necesitaba responder con _algo_ que sonase aun mejor y largo _fisimanicos_, y por si aun era poco, la bofetada que, como el decia, nunca estaba de mas. Con narrar ya algunos capitulos de la vida y milagros de este marino, que mucho ha es capitan y buen amigo mio, saldria muy a mi placer de la tarea en que estoy empenado, puesto que el ha sido el modelo mas perfecto de la figura que voy garrapateando; pero me temo que no habia de agradarle la exhibicion de esos detalles de su legitima pertenencia. Harto satisfecho me juzgare si me perdona la frescura con que he sacado a relucir, de golpe y porrazo, el que el sacudio en la calle de la Blanca sobre su _cacofonico_ adversario, que ya no existe, razon por la cual no solicito tambien su indulgencia. Era cosa de caersele a uno la baba el oir a dos marinos hablar entre si en el calo, cuyas muestras he presentado; y si la conversacion versaba sobre costumbres de lejanos paises, como la costa de Africa, adonde iban algunos, o Sierra-Leona, adonde _los llevaban_ los cruceros ingleses, habia para desternillarse de risa. Diera yo aqui de buena gana un modelo de esos dialogos o de esas relaciones; pero me abstengo de hacerlo, porque no puedo copiar junto a las palabras los ademanes, las inflexiones de la voz, la expresion de los ojos ... y la de las manos; si senor, la de aquellas manos robustas, velludas, entreabiertas siempre y accionando de un modo tan pintoresco como elocuente. Tampoco me seria licito, ni conveniente, la reproduccion de ciertas interjecciones indispensables para el colorido, ni podrian pasar muchas comparaciones, llenas, por otra parte, de gracia y de verdad.--Suplan, pues, esta omision con su propia memoria aquellos de mis lectores que conocieron el tipo, y los que no, perdonenmela en gracia del motivo que me obliga a incurrir en ella. Deteniendose un momento a considerar los gustos y las inclinaciones de un marino en los ejemplos que dejo citados y en otros del mismo genero, que no consigno por muchas razones a cual mas atendible, hay que convenir en que habia en su caracter mucho de pueril; era ni mas ni menos que un muchacho con barbas y mucha fuerza; inquieto, enredador, caprichoso, alegre, indiferente a todos los sucesos del mundo, y apegado con invencible pasion a las calles, a los tipos, a las costumbres de su pueblo natal. Por el suspiraba en Londres, y en Nueva York, y en los puertos mas concurridos y llenos de maravillas. En el mismo Convent-Garden recordaba con envidia los tinglados de volatines del Juego de pelota, y daba todos los primores artisticos o industriales que se le pusieran delante, por el sublime placer de pegar una soba a _Capa-rota_, o un par de escobazos en la cara al pinche de la taberna del _Tio Pio_ cuando la sacase por el ventanillo, a las altas horas de la noche, para responder a la voz traidora que desde la calle le habia pedido medio de anisete. Le llamaba mas la atencion las barracas hediondas del muelle _Anaos_ que los grandes docks del Tamesis; y acordandose de la romeria del Carmen, era capaz de echarse a llorar en medio de Hyde-Park, si en el se encontraba el domingo siguiente al dia 15 de Julio. Figurense ustedes lo que seria este hombre cuando hallaba en _extranjis_, como el decia, un paisano suyo. Para _correrla_ con el, le parecia poco el mundo entonces, y aun se creia capaz de arremeter con exito a una escuadra de polizontes. Por eso preferia los viajes a la Habana. Alli tenia un amigo de la infancia en cada esquina, y mientras estaba con ellos gozaba a sus anchas, porque podia comer, hablar y _armarlas_ al estilo de Santander. Asi se conservaba este tipo, integro en todos sus detalles, hasta que ascendia a capitan. Entonces, empezando por largar el chaqueton y por vestirse la levita de pano fino, y por echarse el gran relo y la no pequena cadena de oro, y hasta el odiado sombrero de copa, como hombre a quien se encomendaban intereses cuantiosos con absoluta confianza, revestiase de formalidad y desaparecia casi por completo de la escena en que le hemos estudiado. Decir al lector que hombres de semejante temple eran en la mar modelos de arrojo y valor, lo creo excusado. Quiza sepa tambien por la fama, y si no lo sabra ahora, que esta casualidad no era la unica prenda que los adornaba como marinos; realzabanlos mas y mas su rara inteligencia en la profesion azarosa, y un corazon generoso que siempre los tenia dispuestos a sacrificar su vida por la del ultimo grumete de a bordo. Hacia el ano 50, epoca en que empezaron a transformarse radicalmente las costumbres populares de Santander, fue cuando el marino acabo de perder sus detalles tipicos. Desde entonces aca, a los que le han ido sucediendo en las diversas jerarquias de la carrera, confundidos en el porte y la conducta con las demas clases sociales de levita y sombrero de copa, apenas se les distingue en el paseo o en los salones por lo atezado del rostro o la pesadez de las manos. Y la subita metamorfosis ha sido tan profunda, que llega hoy hasta las mismas raices de la clase. Mas de dos veces he ido al Instituto, en estos ultimos anos, con el solo intento de contemplar el tipo del antiguo nautico: no he podido hallarle. Los alumnos de esta escuela, ni en figura, ni en porte, ni en costumbres, se distinguen ya de los rapazuelos humanistas con quienes se asocian tan intimamente como dos gotas de agua. Como no es de mi incumbencia averiguar el porque de las personas y de las cosas que expongo en mi pobre galeria, dejo al filosofo lector la tarea de explicar ese fenomeno de transformacion, que consigno como un hecho notorio. Sin embargo de lo dicho sobre semejante cambio, los marinos actuales que proceden de la partida de la Berrona y de otras sus coetaneas, aun conservan, para un ojo practico, ciertos resabios de aquella epoca; examinandolos con cuidado, aun se ve asomar bajo sus habitos nuevos la hilaza del antiguo chaqueton de pano pardo; aun hablan como entonces si se les sabe tirar de la lengua, y es cosa probada que toman de mejor gana una cazuela de sardinas en la taberna de Regatillo, que un biftec en el _restaurant_ del _Occidente_. Seguro estoy de que no me desmentira el aserto mi amigo el de la consabida nocturna bofetada _fisimanica_. iCuantos ratos deliciosos suele este proporcionarme sin percatarse de ello, con sus narraciones de pura casta! iCon que fruicion, pueril quiza, pero disculpable, me digo despues de oirle:--"Aun queda _un marino_!..." iY que tentaciones me acometen otra vez de publicar aqui algunas de esas narraciones! Para no incurrir en semejante pecado, cierro el registro con un punto final..., mas no sin dejar consignada antes, y como un acto de justicia, la siguiente declaracion: Los marinos de Santander, al vestirse la levita de hoy, no se han dejado la abnegacion, la pericia, ni el heroismo, en el burdo chaqueton de ayer. 1869. LOS BAILES CAMPESTRES En una ocasion, hallandose en la romeria de San Juan, o en la de San Pedro, o en la de San Roque, o en la de Santiago, o en la de los Martires, pues la cronica no lo fija bien; hallandose, digo, en una de estas romerias mas de nueve petimetres santanderinos, y no menos de diez damiselas de copete, y hallandose mas que regularmente aburridos, lo cual es de necesidad en una romeria mientras en ella no se hace otra cosa que ver, oir y brujulear, resolvieron los primeros proponer a las segundas, con las respetuosas salvedades de costumbre, un honesto entretenimiento que, ajustandose en lo posible al caracter del sitio y de la ocasion, fuese digno de las distinguidas personas que se aburrian. Las pudibundas jovenes aceptaron la propuesta en cuanto al fin. Por lo que hace al modo; los atentisimos galanes, despues de discurrir breves instantes, no hallaron, asi por razon de honestidad como por razon de sitio, causa, etc., nada mas a proposito que un baile improvisado. Las mujeres de entonces, como las de ahora, juzgaban de buena fe que no era un abuso de lenguaje, o cuando menos, un error de observacion, la _honestidad_, del baile; y no dudaron un instante en aceptar el propuesto, con tal que fuese _por lo fino_, y no al grosero estilo de los populares, como los que tenian delante y formaban el principal objeto de la romeria; exigencia que manifiesta bien claro, que tambien, en el concepto de aquellas escrupulosas beldades, las cabriolas y escarceos, segun que se ejecuten de abajo arriba _(more plebeyo)_ o de aca para alla y en derredor _(more aristocratico)_, son pecaminosos y groseros, o edificantes y solemnes.... Digo, pues, que se acepto la proposicion del baile con la restriccion consabida, y anado que los proponentes se adhirieron a ella con tanta mayor decision, cuanto que, a fuer de _senores_, nunca entro en sus animos bailar de otra manera. Acto continuo se procedio a la ejecucion del pensamiento. Para teatro de la fiesta se eligio una pradera separada de la romeria por un regato, o por un seto transparente, pues sobre este punto tampoco estan las cronicas muy de acuerdo, y para orquesta se ajustaron, por horas, un violinista y un gaitero trashumantes, de los muchos que habia en la romeria, y acaso los unicos que a la sazon se hallaban desocupados. No estaban los sedicientes musicos muy diestros en materia de aires senoriles, pero eran muy amables y pacientes los obsequiosos petimetres; y a fuerza de piafes y silbidos, lograron ensenar al violinista el wals de _las patatas_. No asi al gaitero, que era de suyo mas torpe; pero, en cambio, sabia tocar el _"Ay, ay, ay, mutillac"_, el cual aire se acepto para rigodon, baile que ni de oidas conocia el violinista. Adquiridos tan indispensables elementos, diose principio, a las seis de la tarde, a la distinguida diversion, con no poca sorpresa y hasta admiracion de la gente menuda, que invadio bien pronto la pradera, formando ancho y respetuoso circulo alrededor de los danzantes. Por aquel entonces aun no se conocia en Espana la polka, y el _baile de los senores_ no solamente no se habia aclimatado entre la gente del pueblo, sino que aun entre los senores mismos eran limitadisimos los aptos para un lance improvisado como el que se refiere. Y por cierto que debia de haber algo de ignominia en ser de los ineptos, porque es cosa averiguada que, antes de confesarse tal uno de ellos, _coram populo_, deslizabase rapido, y primero se dejaba descuartizar que presentarse a media legua del baile. El de que voy hablando concluyo al anochecer; y como fue tan grato a los que en el tomaron parte, hablaron estos del asunto en la ciudad, cundio su fama en paseos y salones, y, por si iban mal dadas, aprendieron a bailar los jovenes que aun no sabian, y los que sabian mal, se perfeccionaron. Los que pasaban por nucleo de la elegancia y daban el tono en el pueblo, tomaron el lance todavia mas por lo serio, y convencidos de que con el aspecto que la cosa presentaba se hacia indispensable su concurrencia en bien de la culta sociedad, que oficialmente parecia aceptar la innovacion, no dudaron en hacer un sacrificio, comprometiendo, desde luego, hasta cuatro musicos de profesion para la proxima romeria. A la cual concurrio el _senorio_ en doble numero que a las anteriores, llevado de la tentacion de la orquesta, con cuya salsa, y la buena disposicion en que se hallaban los animos, se hizo una pepitoria de bailoteo que tuvo que ver. Tanto, que en la siguiente romeria hubo hasta seis musicos y venticinco parejas de primera fuerza. Y asi creciendo siempre la fama y el exito de los bailes campestres, llegaron a hacerse de primera necesidad en todas las romerias proximas a la ciudad, y a tal altura permanecieron durante algunos anos. Al cabo de ellos, notose que la afluencia de curiosos era sobradamente numerosa; se temio, no sin fundamento, un atropello feroz en el caso probable de una paliza popular; viose, con justificable desagrado, que el gremio de modistas y de costureras, aprovechandose de los perdidos ecos de la orquesta, bailaba tambien a su compas en un prado inmediato; y, por ultimo, se observo con indignacion que mas de una pareja de aquel campo, intrusandose a la descuidada en el vecino, danzaban en el despues con una familiaridad que rayaba en provocacion. A todo esto, la polka habia atravesado ya la frontera, y se establecia entre nosotros, no como un huesped, sino como un conquistador. Recordaran ustedes que habia sombreros a la polka, y pantalones a la polka, enaguas a la polka y hasta natillas a la polka. Los chicos la tarareaban en la calle, y las fregonas la piafaban en la fuente; vinieron maestros de allende el Pirineo que la ensenaban en veinte lecciones, y las tomaban con avidez la jovenes distinguidas y los hombres elegantes. Con aquella conquista famosa los salones de baile sufrieron una transformacion radical; porque la polka no era un baile, sino todo un sistema, toda una epoca. No se olvide que en la _polka primitiva_ habia su poco de dislocacion, mucho contoneo, y que hasta se exigian, para bailarla en regla, tacones de metal en las botas. De modo que bailar la polka era dar un espectaculo, punto mas curioso que el que dar pudieran la Guey Stephan o la Petra Camara. Pero este espectaculo, si bien en los salones de la ciudad era de _buen tono_ ante una escogida y culta concurrencia, delante de un populacho grosero y sobre la yerba de un prado de Cueto o de Miranda, se prestaba a mil inconvenientes, el menor de los cuales era el ridiculo. Por eso, y por las observaciones y peligros que mas atras apunte, los senores bailarines de las romerias determinaron amparar su diversion favorita con un muro solido y elevado, contra la curiosidad irreverente de la muchedumbre. Y hete aqui que junto al campo de la romeria se alquilo una huerta de altas tapias, y se sorrapeo una parte de ella, y se puso a la puerta un hombre con orden terminante de no dejar entrar a nadie que no fuese presentado o acompanado por alguno de los senores _que mandaban alli_. Con esta garantia de seguridad y de independencia, los bailes campestres adquirieron nuevo vigor, y los autores de tan saludable pensamiento merecieron bien de la culta sociedad santanderina. Pasaron asi algunos anos, y los elegantes directores de la ya popular diversion veraniega, cediendo a los rigores del tiempo, que en su marcha inalterable todo lo agosta, lo arruga y lo encanece, tuvieron que abandonar como actores aquel teatro, y limitarse al papel mas comodo, aunque menos deleitoso, de espectadores. La generacion que se presento a sucederlos en el cargo que dejaban, considerando, a la primera ojeada, que celebrandose algunas romerias a mucha distancia de la poblacion, era preciso, para volver con el crespusculo a casa, suspender el baile apenas empezado, o empezarle con los garbanzos aun entre los dientes; considerando ademas que para las senoras, rendidas de brincar, era demasiado largo y penoso y hasta peligroso, el camino por las callejas de San Juan y San Pedro, y considerando otras varias circunstancias no menos graves, y, por ultimo, que la gente del _buen tono_ nada tenia que ver con las rosquillas, cazuelas de guisado, _peres_ y otros groseros excesos de las romerias. Decreto que en adelante los bailes campestres, respetando, enhorabuena, como motivo de ellos, las romerias, tendrian lugar, por las de San Juan, San Pedro y San Roque, en las huertas de la Atalaya, y por las de Santiago y los Martires, en las de Miranda. Y asi se hizo con gran exito y por largo tiempo. Este periodo de los bailes campestres, que pudiera llamarse su _edad media_, bien merece una especial mencion. Entonces entre yo en escena; quiero decir que empece a bailar en ellos. Y lo advierto, no tanto por motivar la historia que, a fuer de agradecido, voy a hacer, cuanto porque tengan mas fuerza de verdad los detalles que apunte. Y sucedia entonces que una comision, nombrada por eleccion de la que cesaba, formaba una lista con los nombres de las personas que juzgaba dignas de tan senalada honra. Esta lista se presentaba a cada uno de los inscritos en ella, quien ponia al margen de su nombre su conformidad, a no tener luto reciente, o estar enfermo de gravedad. La primera vez que se me busco a mi con tal objeto, crei desmayarme de emocion; y con mano tremula escribi en el correspondiente lugar del catalogo un SI tan gordo como dos ciruelas. Y no extrane nadie el suceso. Tenia diez y nueve anos, precisamente la edad, entonces, en que sentandole a uno mal los juegos y entretenimientos de los muchachos, no podia, sin embargo, entrar en la esfera de accion de los hombres; y asi, sin saber a que zona arrimarse, porque en ambas estorbaba, le aquejaba cada pesadumbre que le partia. Ademas, en las listas de socios para los bailes de campo no figuraba sino lo escogido de la juventud del pueblo, segun el criterio de la comision; de manera, que verse llamado por ella en lances semejantes, era la declaracion solemne y oficial, no solamente de que salia uno de la categoria de chiquillo y entraba en la de mozo, sino en la de mozo _distinguido_, activo y util. No era uno _masa_, no era vulgo. Con tan honrosa credencial, estaba yo autorizado para saludar en el paseo a las senoritas mas encopetadas, para tomar sorbete en el salon principal del Suizo, para codearme con los hombres elegantes, y, sobre todo, para entrar sin obstaculo en los circulos cuyas puertas se cerraban, por razon de _lustre_, a la inmensa mayoria de mis conciudadanos. ?Era esto costal de paja? Queda, pues, bien justificada mi emocion al poner el primer _si_ donde le puse. El mismo corredor de las listas nos entregaba la vispera del baile una credencial de socio y tres billetes de convite, impresos en cartulina, con letras de oro, y rubricados por la comision. Distribuidos estos con las mas exquisitas precauciones, a fin de que los objetos de nuestras atenciones no fuesen indignos de la dignidad de la fiesta, llegabase uno con la credencial a la huerta de Aspeazu, o a la de mi amigo Mazarrasa; y alli estaba lo bueno; es decir, un gran cuadro de terreno al aire libre, cuidadosamente sorrapeado y regado; dos docenas de farolillos de vidrio y hoja de lata, fijos sobre otros tantos mangos de cabreton, que le circuian; ocho o diez musicos agrupados en un angulo, y el mismisimo repartidor, que guardaba la puerta y recibia los billetes. Nada digo de la concurrencia, porque ya se sabe que era lo mas selecto de la poblacion. Pues bien, todo ello junto no nos costaba al dia siguiente mas de tres pesetas a cada socio. iCon tan liviano presupuesto se procuraba a la florida juventud santanderina el mas apetitoso deleite de cuantos ofrecersele podian! Saboreandole como un nino un caramelo, con temor de que se acabase, consumia cada baile de los cuatro o cinco que se le daban en todo el verano; de modo que era una pena que desgarraba el alma ver en tales ocasiones aproximarse la noche. Si esta se presentaba serena y despejada, menos mal, porque se encendian los farolillos y continuaba la danza otra hora mas; pero si Cabarga se encapotaba y era la brisa humeda, sintomas infalibles de lluvia inmediata, daba la comision las ordenes oportunas a los musicos, despues de tomar las de las senoras; y alli nos tenian ustedes bajando a Santander, al compas de un pasodoble, cada uno con su cada una, ofreciendoles aqui la mano para saltar una zanja, y alla el panuelo para sacudir el polvo.... iY era de ver, si llovia, como las delicadas silfides, sacando fuerzas de flaqueza, arremetian con el lodo, cubriendose el busto con la falda del vestido! iY era hasta de admirar aquella procesion de blancas enaguas, iluminadas apenas por la mortecina luz de los veinticuatro faroles que enarbolaban los mas obsequiosos acompanantes, a guisa de maceros o reyes de armas, en sus diestras! "iAqui de don Quijote!", pensaba yo una noche que tal sucedia. "?Que hiciera con nosotros el valeroso manchego, si en esta guisa nos hallara? ?No arremeteria furioso contra esta muchedumbre, tomandola por escuadron de fantasmas, o por sarta de disciplinantes? ?Creeria, si se lo jurasen, que erais, entre tanto barro y azotadas, como vais, por la cellisca, las mas mimadas flores del hermoso jardin de la Montana?" Si al llegar a la poblacion no habia llovido ni cabia temor de que lloviera ya, hacia alto la comitiva en la Alameda chica, o en el Muelle, frente al Suizo; y en cualquiera de estos dos sitios continuaba la danza hasta las once.... Y cuidado con reirse, jovenes pizpiretas de hoy, que empezais a bailar a la hora en que, rendidos, lo dejabamos nosotros; que aun no soy viejo, y, sin embargo, baile en dos ocasiones y en distintos anos (iDios me lo perdone!) delante de la Capitania del Puerto; lo cual quiere decir que, si no vosotras, algunas de vuestras hermanas me sirvieron alli de pareja; ialli, sobre las mismas losas en que se arrastran las narrias y se celebran los cabildos de los mareantes de Abajo, y se bergan las barricas de aceite! Pero estos inconvenientes, a pesar de justificarlos la costumbre, no podian menos de obrar de una manera desagradable en el animo de los hombres llamados a fomentarla y a perfeccionarla en lo posible. Asi fue que un dia, dandose a pensar muy seriamente sobre el asunto, concluyeron con este fundadisimo razonamiento: "Toda vez que no formamos ya parte de las masas, y somos independientes, y nada tenemos que ver con las fiestas de la muchedumbre, ?por que hemos de dar nuestros bailes precisamente en dias de romeria? Y si, prescindiendo, como debemos prescindir, de esta causa, elegimos los que mas nos acomoden del verano para bailar, ?por que no hemos de hacerlo a la puerta de casa y con toda tranquilidad?"--Y aquellos infatigables reformadores columbraron al punto en el barrio de Santa Lucia, la huerta de Noriega; en la cual huerta habia un juego de bolos, y el cual juego de bolos estaba rodeado de un cobertizo de tablas, a modo de pesebrera; y exclamaron:--_Voi-ci notr'affaire_, es decir, aqui esta lo que necesitamos: amparo contra el relente y la lluvia, proximidad al hogar de cada uno, e independencia absoluta. Para corresponder a este esfuerzo, los demas socios se comprometieron a serlo, por lo menos, de cuatro bailes en cada temporada, lograndose de este modo que en la primera se diesen seis, de los cuales el menos favorecido se acabo a las once, porque habia empezado a las ocho, por aquello de que estaba a la puerta de casa. Cubriose, para alguno de ellos, el salon-bolera con un pabellon o boveda de rusticas guirnaldas; y con esta mejora y otras analogas, paso la cuota individual por encima de cinco pesetas. Al siguiente ano se alumbro la huerta con gas; y como a sus fulgores se veia muy claro, presentaronse las damas, muy compuestas, a las nueve; no empezaron a bailar hasta las diez; las mas rendidas lo dejaron a las doce..., y subio la cuota a treinta reales. Estos despilfarros puede decirse que senalan el comienzo de la _era moderna_ de los bailes campestres de Santander. Entretanto, las costureras, que habian venido siguiendolos desde los prados de San Juan hasta las huertas del Alta, y rindiendoles culto a sus propias expensas, prescindieron tambien del motivo de las romerias para bailar, y tambien se bajaron a la poblacion para bailar mas tranquilas, y pujaron el alquiler de la mismisima huerta de Santa Lucia, y no hallaron sosiego hasta que lograron bailar en ella con el mismo gas y el propio decorado de las senoras, aunque en distintos dias. Este y otros disgustos analogos pusieron a los provocados en la necesidad de hacer un esfuerzo heroico..., y le hicieron a fe mia. Media docena de esos hombres de buen gusto, que a todo van a un baile mas que a bailar, se hicieron las siguientes reflexiones: "Que la pasion de la danza tiene hondas raices en la buena sociedad de este pueblo, es innegable: nosotros la hemos visto bailar sobre el humedo retono de las praderas, entre las coles y cebollinos de las huertas, sobre los guijarros de la Alameda y sobre los adoquines del Muelle; derretirse los sesos bajo un sol africano a las cuatro de la tarde, por llegar a las cinco a la romeria y bailar en ella hasta las siete, volver despues, al crespusculo, medio a tientas, por callejas y senderos, y _aliquando_ meterse en barro hasta las corvas..., y siempre impavidas, y siempre pidiendo _imas!_ Esta devocion raya en fanatismo, y esta exigiendo a gritos un templo que vamos a proporcionarle nosotros, sin miedo de que nos falte nunca el concurso de los fieles para sostener el culto." Y alguno de aquellos hombres, con un desprendimiento digno de su caracter, anticipo una cantidad efectiva, en la cual los duros entraban por miles. Adquirieronse terrenos y plantas y arbustos al efecto, y vinieron jardineros de _extranjis_, que cobran caro, eso si, pero que bordan cuanto ejecutan en el _arte_; y alla van candelabros, y alla van surtidores, y canastillas, y glorietas, y toldos y _diabladuras_. Arreglado el salon al gusto de los mas flamantes modelos, redactose una constitucion fundamental; elevose, segun ella, a doce el numero de bailes en cada verano, y el de los de compromiso para cada socio, y la cuota de estos a dos duros por cada uno de aquellos, y se prohibio la entrada en el salon, en noches de fiesta, a toda persona del pueblo que se hubiese negado a ser suscriptor. Imprimiose una lista con los nombres de mas de doscientas personas barbadas que aceptaron las bases citadas, y otras que no necesito citar, y, por ultimo, encomendose la administracion y casi direccion de todo este laberinto, a la _Guanteria_, acto que, por si solo, daba la vida, el calor y la perdurabilidad a aquel cuerpo tan bizarramente construido. Como vivo y elocuente testimonio de la exactitud de mis ponderaciones, ahi esta, entre las dos Alamedas, enfrente del antiguo _Reganche_, y cada dia mas frondoso, mas cultivado, mas pulido, mas bello, el famoso jardin, o salon de _Bailes de Campo_, delicia de los madrilenos, y asombro de los castellanos de Amusco y Becerril, que nos visitan durante la estacion de los banos de mar. Las fiestas que en el se celebran no afectan ya peculiar y exclusivamente a un grupo determinado de personas: son otros tantos acontecimientos que preocupan, agitan y remueven a las tres cuartas partes de la poblacion: a la una, porque es la que baila alli; a la otra, porque va a ver bailar, o a pasearse por los jardines, o a cenar en el ambigu; y a la otra, porque ... juzguen ustedes: la otra tiene que subdividirse en tres grupos: el destino del primero es situarse en la calle de Vargas, frente a la puerta del salon, donde se pasa dos horas, a pie firme, como un soldado ruso, escuchando la musica y contemplando el alumbrado del local; el segundo se coloca en la Alameda chica para revistar escrupulosamente los trajes de las senoras que van a bailar; y el tercero, se encierra en casa para en un caso de apuro, disculpar al dia siguiente, con un supuesto dolor de cabeza, su ausencia del baile, que en rigor, fue motivada por la falta de un vestido, o de un billete de invitacion, o de ambas cosas. Entre la gente que baila y brujulea, se halla la gran mayoria de los forasteros que a la sazon residen en la ciudad; con lo cual queda dicho que el salon campestre, en los quince anos que cuenta de vida, hase visto hollado por los pies mas insignes que en aristocracia, belleza, politica, ciencias, artes, literatura, armas ... y tauromaquia, ha producido y sostiene el suelo espanol. Y por si tanta honra pareciese escasa al lector, quiero que sepa que tambien regias plantas de dos dinastias se han deslizado sobre el polvo de aquel rustico pavimento. ?A que decir mas en abono de sus timbres de _nobleza_? De su credito en la plaza, preguntese a Romea, Teodora Lamadrid, Arjona, la Ristori y otras celebridades escenicas. Todas ellas, al buscar en el domingo, dia clasico de huelga y despilfarro en los laboriosos pueblos de provincias; al buscar, repito, en el domingo el desquite de las flojedades de entrada de toda la semana, se han hallado con el baile campestre que les arrebataba, en masa, la concurrencia mas cara, mas abundante y mas lujosa, es decir, el alma del negocio. Por eso, antes que con el publico, estos artistas insignes dieron ultimamente en la feliz ocurrencia de ponerse de acuerdo con la junta directiva del baile, que, en honor de la verdad, casi siempre ha accedido a respetar los dias festivos, dejandolos para dar culto a Talia y Melpomene, visto que la saltarina Terpsicore no se ha de ver desairada aunque toque a funcion en noche de Difuntos. Sobre este pueblo ha llovido en pocos anos cuantas plagas son imaginables: crisis economicas que han reducido a polvo en una noche fortunas tradicionales; epidemias asoladoras que han diezmado las familias y cubierto de luto a la poblacion. Todo en ella ha cambiado de aspecto a los rudos embates de la calamidad, todo ... menos los bailes campestres, que entre las ruinas del comercio y la melancolia del luto, se les ha visto retonar al verano siguiente mas concurridos, mas ruidosos y mas animados que nunca. Sin embargo, el mismo publico que gime y se lamenta durante el invierno, es el que baila en el verano. iInescrutables misterios de la humanidad, que yo respeto y admiro! Por eso los tales bailes son la unica curiosidad que podemos ofrecer ya en Santander a los forasteros que nos visitan durante el estio; el unico aliciente, el mejor cebo. Y en verdad que es muy justificable el afan con que le tragan los unos, y la especie de orgullo con que se le brindan los otros. Nuestro salon campestre, en una noche de baile, es una cosa encantadora; aquel conjunto de bellezas, asi humanas como rusticas y de artificio; aquel enjambre de mujeres hechiceras, arrastrando el lujo y la vaporosidad de sus trajes y prendidos entre el otro lujo exuberante de la vegetacion, a media noche, a la luz misteriosa que producen los destellos del gas quebrandose en el verde follaje de los arboles; los ecos de la invisible orquesta, el ambiente, la.... Vamos, que tiene aquello algo de fantastico que no se comprende bien a no contemplarlo. Los famosos jardines parisienses de _Mabille_ son muchos mas esplendidos que los de la calle de Vargas; el lujo de las mujeres que en aquellos bailan, quiza es mas deslumbrante que el de las que asisten a estos; pero ique diferencia entre el efecto que en el animo produce la contemplacion de uno y de otro cuadro! Lo primero que lamenta un hombre honrado en Mabille, al ver aquellas beldades, hez de la sociedad, verdaderos sepulcros blanqueados, entregarse a los mas repugnantes alardes de impudor, entre las freneticas dislocaciones del obsceno _cancan_, es que a tanto y tan asqueroso vicio se haya erigido un templo tan hermoso; y como consecuencia de tan oportuna lamentacion, echase uno a considerar lo que aquello seria y el apacible deleite que ofreciera si, en lugar de las turbas de impudicas artificiales bellezas que se subastan alli, haciendo, para lograrlo mejor, una repugnante gimnasia, lo poblaran mujeres honradas y de buena educacion. Pues bien, este deseo se cumple hoy en Santander por una rarisima excepcion entre todos los pueblos de Espana. En algunos de ellos, y por motivos extraordinarios, se ha visto bailar en el campo a la gente del _buen tono_, una vez, dos, tres ... las que ustedes quieran; pero repetirse estos bailes con tal exito y de manera que la repeticion haya llegado a crear una necesidad publica, una costumbre caracteristica ya de toda una clase social, precisamente la mas remilgada y escrupulosa, gloria es que, por extrano privilegio, corresponde a Santander. --Y ?por que?--me han preguntado al notarlo mas de un forastero. --?Por que vuela el ave?; ?por que corre el gamo?--les he respondido yo;--y ?por que se dan los datiles en Berberia, y las naranjas en Murcia, y el arroz en Valencia? Pues por causas analogas, por razones identicas _se dan_ aqui los bailes campestres, como en ninguna otra parte; y en vano se afanaran ustedes por aclimatarlos en sus respectivos paises, como fuera ocioso que nos empenaramos nosotros en propagar en este la palmera, el guayabo ... o las academias. Los bailes campestres germinan y se desarrollan aqui espontaneamente, como la hiedra y los _poleos_, y viven y se reproducen, a pesar de todos los pesares, y son un articulo veraniego de primera necesidad, un _rasgo_ peculiarisimo que forma parte de nuestro caracter, un detalle de nuestro tipo, como, en concepto de _los senores de Madril_ que nos conocen _de oidas_, las sardinas, las narrias, los cuevanos y las amas de leche. Deben, pues, desechar su pesadumbre aquellos seres pusilanimes que temen que llegue un dia en que el salon-jardin de la calle de Vargas cese en el destino que hoy tan gloriosamente cumple. En todo caso, si ese templo se destruyese, pues condicion es de toda humana obra el ser efimera y perecedera, otro tan suntuoso se alzaria de contado para sustituirle: yo lo fio[16]. Sin teatro y sin escuelas podriamos vivir; ipero sin _bailes campestres_!... iHorror! 1872. FOOTNOTES: [Footnote 16: La profecia se ha cumplido este ano. En el jardin de la calle de Vargas se acaba de construir un Circo ecuestre; pero los bailes se han trasladado al espacioso salon del _Casino_ el Sardinero. _(Nota del A. en 1885.)_] EL FIN DE UNA RAZA I Nos despedimos de el diez y seis anos ha, y ya era viejo entonces. Iba Muelle arriba, descollando su gigantesca arboladura sobre un enjambre de pescadoras y granujas que le rodeaban. Gemian unas, suspiraban otras, y se secaban los ojos muy a menudo con la orilla del delantal, o con el dorso de la mano, mientras hormigueaban entre ellas los muchachos con el escozor de la curiosidad. Hablaba el con todos sin mirar a nadie, forjando los secos razonamientos a empellones, como si derribara las palabras de sus hombros y les diera el acento con los punos. Quien solo le viera y no le escuchara, tomarale por fiero capataz de un rebano de esclavos, y no por el pano de lagrimas de aquella turba de afligidos. En tanto, cerca del promontorio de San Marin balanceabase un buque del Estado, arrojando de sus entranas de hierro, entre sordos mugidos, espesa columna de humo que el fresco Nordeste impelia hacia la ciudad, como si fuera el adios fervoroso con que se despedian de ella, y de cuanto en ella dejaban, quiza para siempre, agrupados junto a la borda, los valientes pescadores santanderinos, arrancados de sus hogares por la ultima _leva_. Yo la describi entonces con sus menores detalles, y los nombres de sus heroes llegaron mas alla de las fronteras de su tierra patria, no por virtud del artista que trazo el cuadro, sino por la importancia del sujeto de el. Pero de todos aquellos nombres, ninguno sono tan recio como el de _Tremontorio_, el arisco y herculeo marinero del Cabildo de Abajo, curtido por todos los climas y batido por todos los mares del mundo. Esta preeminencia, y alguna razon de arte, que se expondra en sitio conveniente de este cuadro, me obligan a trazarle para que sepa el curioso lector que fue de aquel castizo personaje desde que, en la apuntada solemne ocasion, se separo de el el ultimo de los granujas que le habian rodeado, y solo y triste y refunfunando, comenzo a subir lentamente los carcomidos e inseguros peldanos de la escalera de su casa. Al llegar al fementido buhardillon en que le conocimos, tranco la puerta por dentro, sentose con dificultad sobre un casi invisible taburete de pino, cargo la pipa, encendiola, chupo; y cuando espesas nubes de humo le envolvian la cabeza, la dejo caer entre sus nervudas, angulosas y curtidas manos, despues de afirmar los codos sobre las rodillas. Asi permanecio largo rato, oyendo los alaridos que de vez en cuando lanzaba la mujer del Tuerto en el buhardillon contiguo. Luego noto que le llamaban, y gruno al conocer la voz; pero, aunque de muy mala gana, alzose del banquillo y salio al balcon. En el de la otra buhardilla le esperaba la mujer del Tuerto, con los parpados hechos ascuas, las grenas sobre los ojos, la cara embadurnada con la pringue de las manos disuelta en lagrimas, en mangas de camisa, descenido el refajo y medio descubierto el enjuto seno. Al ver a Tremontorio, comenzo a gemir y a echar por la boca preguntas y exclamaciones a torrentes, mientras revolvia el bardal de su cabellera con las puntas de los tremulos y crispados dedos de sus manos. --?Se fue el venturao de Dios?... iMariduco de mis entranas!... ?Lloraba, tio Miguel?... ?Sa alcordo anguna vez de mi?... iDigamelo, tio Tremontorio, que se me esta partiendo el alma de pura congoja!... ?Ira muy lejos?... ?Volvera?... ?Tardara mucho?... iAy de mi, probe!... iSola me dejo y sin arrimo!... iHasta el de las inocentes criaturas me falta!... iLas que pari, tio Miguel; las que crie a mis pechos! iMe las han arrancao de casa!... iBien se yo quien!... iBien se yo por que!... iPero al otro mundo no ha de ir a pagarlo la muy sinvergueenza, cuentera y borrachona!... Y en esto miraba al balcon de su suegra, echando todo el desalinado busto fuera de la balaustrada. Tremontorio no hacia mas que contemplarla por debajo de sus cejas grises, pero, ique _celajes_ de su mirada! No la dulcifico el viejo marinero cuando la sardinera volvio a encararse con el; antes bien, cargo de nubes el ya tempestuoso cariz de su entrecejo, y por toda respuesta a tantas preguntas y declamaciones, largo a su vecina, a quemarropa, con la voz de un canonazo, esta sola palabra: --iBribona! En seguida viro en redondo, con la calma y la solemnidad de un navio de tres puentes; se encerro en su guarida, tendiose sobre el jergon, y asi le cogio la noche. Tambien habia vuelto del Muelle el tio Bolina, y encerrado estaba en casa con su mujer y sus nietezuelos, desnudos, sucios y medio atolondrados desde la despedida de su padre, el atribulado Tuerto. Al ver la sardinera que por aquel dia no habia modo de renir con nadie desde el balcon, encerrose tambien en su caverna; saco de un escondrijo una botella de aguardiente, bebiose cerca de la mitad; y cuando los vapores de aquel veneno comenzaron a adormecerla, acercose balbuciente y con paso mal seguro a la sucia y fementida cama, y en ella se desplomo, revolcandose alli como cerdo en su pocilga. II Cambie de observatorio, por razones que no le importan un rabano al lector, y durante tres anos nada supe de estos personajes. Un dia me llevaron mis recuerdos y mis inclinaciones a visitar la calle en que los habia conocido. Busque con afan la casa que habitaron; pero no di con ella. En su lugar se alzaba otra flamante, con balcones de hierro y vidrieras con cortinillas. Ni rastros quedaban alli de la gente que yo iba buscando. Pregunte por ella a un antiguo convecino, y me dio estas noticias solas: Al ano de marcharse el Tuerto, que aun andaba en la Armada, murio de viejo su padre, el tio Bolina; y la viuda de este, seis meses despues, de soledad ... y tambien de vieja. Entonces recogio la sardinera sus hijos, y desaparecio con ellos de la casa y de la calle. Cuando ya Tremontorio juzgaba excesiva la soledad de su buhardillon, pues la vecindad de Bolina era una necesidad para su alma, aunque el creia otra cosa, antojosele al propietario derribar la casa y construir otra capaz de mas lucidos inquilinos; con lo cual, el celibe pescador traslado sus penates a una bodega de la calle del Arrabal, donde vivia desde entoces, dedicando, como de costumbre, a hacer redes primorosas, todo el tiempo que le dejaba libre la lancha en que tenia una _soldada_. Andando los meses, volvi a verle en el Muelle, unas veces con el cesto de los aparejos al brazo y el _sueste_ en la cabeza, de vuelta de la mar; y otras arrimado a las jambas de una puerta, silencioso y encorvado, como esas cariatides de la Arquitectura que sostienen bovedas con las espaldas. Y no le vi mas en mucho tiempo. Ocurrio por entonces en Espana uno de esos acontecimientos que hacen raya en la historia de los pueblos; marejadas de fondo, como diria Tremontorio, cuyas ondas, bajo un cielo sereno, sin saberse en donde nacen, son mas impetuosas a medida que caminan; y llegan a la costa, y baten sus penascos, y no hay entre ellos cueva, ni boquete, ni escondrijo donde la furia no meta su desgrenada cabeza con pavoroso estruendo, ni puerto tan seguro que no reciba sus espumas y sienta estremecerse el limpio cristal de sus aguas. Asi se hizo sentir la fuerza de aquel acontecimiento excepcional, hasta en los hogares mas apartados del calor de la politica y de las pasiones de partido. En otra parte he hablado yo del desdenoso estoicismo de los mareantes de Santander enfrente de la maravillosa transformacion que venia verificandose en esta ciudad, asi en lo moral como en lo material. El empuje de este vertigo reformista derribaba sus apinadas viviendas y secaba los fondeaderos tradicionales de sus lanchas; pues se echaban al hombro los pobres harapos de su ajuar, buscaban otro agujero en que meterse con ellos y un nuevo sitio en que fondear sus embarcaciones, sin volver la vista atras, ni darseles una higa por todo el ruido y aparato de la nueva civilizacion que los iba acorralando poco a poco. Para ellos no habia en el mundo cosa seria y bien ordenada sino la mar, y la mar la habia hecho Dios con el exclusivo objeto de que pescaran en ella los matriculados. Esta mar, es decir, cuanto de ella abarca la vista de un marinero desde la punta de Cabo Mayor; sus celajes, sus pescados, sus brisas y sus tormentas; las _costeras_ del besugo, del bonito, de la sardina; los asuntos del Cabildo; el escaso valer del _otro_ (jamas hubo avenencia entre el de _Arriba y_ el de _Abajo_), y lo poco mas que pudiera relacionarse con estos particulares, eran el mundo de estas honradas gentes. Todo lo restante no valia a sus ojos una _sula_. Fuera del gremio, no conocian a nadie en el pueblo; y de las diversas clases y categorias de este, solo citaban alguna que otra vez, pero como quien habla de cosas del otro mundo, a _los comerciantes del Muelle_. Asi vivian apegados, desde tiempo inmemorial, a lo exclusivamente _suyo_: y en usos, traje, acento, y hasta lengua, fueron siempre en Santander lo que el penasco en la mar: bello para el artista; un estorbo para los multiples fines de las humanas ambiciones. En tal estado de virginidad recibio esta gente las primeras noticias del acontecimiento de que ibamos hablando. No hay para que decir que no hizo maldito el caso de el. Pero cuando, abiertas las valvulas a todos los pareceres y a todas las ideas, fue llegada la hora de echarse cada cual, a campo-travieso, en busca de terreno para alzar una catedra en el, ?que _doctor_, por corto que fuera de alcances, no habia de descubrir, a la primera mirada, el mejor de los terrenos para aquellos fines en la pura, tradicional, primitiva sencillez de la clase marinera? Asi fue que, lloviendo sobre ella apostoles de la flamante doctrina, comenzo a reblandecerse al son de tantos himnos y jaculatorias, y acabo por quedar encantada sin saber de que, como el hombre de las selvas al oir las melodias de una flauta. Desde entonces se lanzo, con la pasion de los ninos en libertad, a balbucir palabras, que no entendia, del nuevo vocabulario politico; a las _manifestaciones_ publicas; al _club_ y a las urnas electorales, siendo muy de advertir que en este entusiasmo iban siempre delante las hembras, las cuales hubieran llegado a emular las glorias de las _calceteras_ de Robespierre, si las circunstancias lo hubieran exigido. Jamas se ha visto una transformacion mas radical ni en menos tiempo. Sin embargo, no hubo medio de meter el diente a Tremontorio. Estaba fondeado a dos anclas en su puerto natural, y no habia fuerzas humanas que le sacaran de alli. --iA pedricar al limbo, tina, que esta lleno de inocentes!--decia a los catequistas que se atrevian a hablarle ... desde lejos.--iPero a mi!... Yo ya se que si quiero comer tengo que jalar del remo y jugarme la vida en la mar seis veces a la semana.... iAlli sus quisiera yo ver, tina! Si se le replicaba que precisamente para mejorar las condiciones del oficio era para lo que se le queria atraer al partido, anadia hecho un veneno: --Pamemas, tina; que si tan bueno fuera lo que teneis a la mano, no vos acordarais de ofrecermelo a mi; sus lo guardarais para vusotros, retina.... iSi soy _mule_ viejo!... ino vus canseis en calarme la serena! Y no mordia la _ujana_, el muy ladino. En estas y otras, presentosele un dia el Tuerto con las manos en los bolsillos y la cara hecha un vinagre. --?De onde vienes, tina?--le pregunto el viejo mareante, abrazando con carino, pero muy admirado, al aparecido. --Del departamento--respondio el Tuerto. --iDel departamento! ?Pues no mandaste carta de alla, hace ocho dias, para mi a Patuca, que sabe leer y escrebir? --Cierto. --Pus na me decias entonces de venir tan aina. ?Como es eso, tina? --Porque al otro dia de escribirle a uste se prenuncio la gente de la freata. --iTina! ?Y tu tambien? --No, senor...; pero me vi revuelto en la tremolina, sin saber como. --?Y a cuantos prenunciaos colgaron de las gavias? --A denguno. --iRetina! ?Cuando se vio eso?... ?Y seras capaz de venirte sin licencia? --No, senor; traigo un pase. --Pos ?quien te le dio, cuando debieron haberte leido la sentencia de muerte? --Un cabo de canon y un terrestre de mucha soflama que mandaban alli. --?Y el senor comendante y los oficiales? --Harto tuvieron que hacer con tomar puerto en la camara, despues de tumbar a media docena de prenunciaos. --Pero, retina, ?como no te ahorcaron al saltar a tierra? --Porque se tuvo por bueno el pase que me dieron a bordo, firmado por el terrestre. --?Y eres tu capaz de tomar cosa anguna de un terreste que se mete a mandar en una freata de guerra? --iPero si no habia otro remedio, puno!; y ademas, yo era ya cumplido, y de un dia a otro tenian que despacharme. --iCon su cuenta y razon, tina; no de ese modo!... iUn terrestre! iA la _Ferrolana_ pudo haberse atracado el a repartir licencias cuando dabamos la vuelta al mundo! iBien saben ellos onde se meten!... iHarto sera, tina, que no te gueelvan a llamar; porque la ley es ley, y el que la hace la paga, si no es hoy, manana! --Pues, puno, con golverme por onde vine.... Asi como asi, pa ver lo que yo acabo de ver, morirse es mejor, cuanti mas golver al servicio. --?Que vistes, hombre? --iLo ultimo, puno; lo ultimo que me quedaba que ver! Y crealo, tio Tremontorio: mas me apesaumbra esto, que el venir con el pase del terrestre. --Pero ?que vistes? --iPasmese, hombre! Ahora mesmo, al pasar por el Muelle, he visto a la mi mujer vestida de comedianta, con un gorro a modo de pimiento, una casulluca con estrellas, y un pendon lleno de letreros, y mas de un centenar de babiecas detras de ella echando vivas yo no se a que. --Eso es de todos los dias, hijo; y no te pasmara si hubieras visto lo que yo voy viendo. Pero no tiene ella la culpa, tina; que si no la pagaran por eso, no lo hiciera. --iTarascona!...; la he de romper los pocos huesos que la deje sanos.... Pero, ?y los hijos, tio Tremontorio? ?Que sera de ellos con esa madre? Quiero ir ahora mismo a su casa para recogerlos. --?A su casa, tina? ?Onde esta ella? ?Sabe naide si tiene casa la tu mujer? --?Pus onde duerme, puno? --Onde le coge la _cafetera_, hijo; con el ite de que no la suelta dende que anda con esa arbolaura por las calles. --?Y los hijos? --Los hijos, si no hay quien por carida los recoja a las puertas del Muelle por la noche, alli se la pasan a la timperie.... Bien se yo, tina, quien los quita el hambre y los da abrigo muchas veces; pero uno no puede estar en todas partes, ni ellos acuden a uno siempre que debieran.... Porque, retina, la verda es que se han hecho ya a la bribia; y por el caris que traen, van a hacer buena a su madre. El Tuerto no quiso oir mas, y salio de la bodega de Tremontorio, echando llamas por los torcidos ojos y maldiciones por la boca. III Creia el valiente veterano de la _Ferrolana_ que, aunque con trabajillos, lograria irse haciendo a los nuevos resabios del gremio, y vivir en paz, si no a gusto, los pocos anos que le quedaban de vida; y por conseguido lo daba ya, cuando cayo sobre sus anchas espaldas el peso insoportable de un infortunio con que jamas habia sonado. Este golpe de muerte fue la abolicion de las matriculas y la supresion de los cabildos, decretadas por el Gobierno imperante. Creyo volverse loco con la noticia, y tardo muchos dias en tragarla por cierta. Cuando no pudo negarla, no le cabia en su casa, y se largaba a la ajena, o al Muelle, a desahogar la ira con el primer camarada que hallaba a sus alcances. --No hay otro remedio que tragarlo, tio Tremontorio--le decian otros pescadores un tanto desenganados; pues cuando pidieron, por extranas sugestiones, la abolicion de las matriculas con el fin de verse libres de las levas, nadie les dijo, ni ellos lo cavilaron, que al desprenderse de una carga tan pesada, perdian, en consecuencia, el monopolio del mar y del puerto, que era la recompensa de ella. --iQue no hay otro remedio!--exclamaba Tremontorio, haciendo crujir los punos.--iEso lo veremos, tina! ?Quien lo ha mandao? --El gubierno de arriba. --?Quienes son esos gubiernos pa meterse en la hacienda de los mareantes? ?Que saben ellos de cosas de la mar? --El que manda, manda, tio Tremontorio. --iNo en mi casa, tina! --Pues la ley es ley ahora y siempre. --iPor eso mesmo: a la ley me agarro, y viva la de nusotros! --Pero una ley mata a otra, y la nueva es la que vale. --En lo terrestre, pase; pero no en lo de la mar! --Pero, hombre, y dempues de bien desaminao, ?que vale too ello? Y aunque valiera, si nos quitan las levas.... --iLas levas ... retina! Siempre las teneis delante de los ojos pa espantarvos el sueno.... Dos me cogieron a mi, y vos digo que no me pesa ahora que sali de ellas.... Mas debiera espantarvos esto otro.... Si, senor, tina; y ciegos sois si no lo habeis visto bien claro. Con esa orden de arriba, se dice "abro la puerta a la mar..."; y alla voy yo, y alla vas tu..., y alla van _ellos_, itina!...; porque detras de nusotros podra ir, con la ley en la mano, el raquero del Puntal, el chalupero de las Presas y toos los tinosos de la costa de la badia.... Y esto no lo aguanto yo, retina; que la mar se hizo pa los hombres que deben andar en ella y han andao siempre, ?Onde se ha visto que la gente del _muergo_ sea quien pa dir conmigo a la pesca de altura?... Ves digo que no tendreis vergueenza si vos dejais igualar por esa grumeteria.... iPos digote al respetive de lo de los cabildos! ?Que semos ya los mareantes sin ellos? ?Aonde vas tu? ?Aonde voy yo, que valgamos dos _luciatos_? Quiere decirse, tina, que, de hoy palante, tanto da ser callealtero como de nusotros...; toos seremos unos.... iPa ellos estaba, retina! --Too eso esta muy bueno; pero considere que esta escrito en ley alla arriba, y que de na sirve lo que nusotros estipulemos aca abajo. --Ya veras si sirve, tina. Por de plonto, sepan esos gubiernos que Tremontorio no gueelve mas a la mar con esa ley. Y no volvio el testarudo veterano. Las redes le dieron para casa y pan, y el canon de su lancha para compano. Pero advirtio, andando el tiempo, que, a pesar de la nueva ley, la mar no habia sido profanada por los _anfibios_ de la costa de la bahia; y como ademas se aburria mucho estando siempre en tierra, y la mar le _jalaba_ como de cosa propia, resolviose a estudiar el punto mas a fondo, por si podian conciliarse su teson y sus deseos. La nueva ley abolia, es cierto, la antigua matricula; pero exigia, en cambio, una inscripcion que daba a los inscritos privilegios parecidos a los que tuvieron los matriculados; y en cuanto a los cabildos, tambien quedaba algo, a modo de gremio, para sustituirlos. No le lleno el ojo nada de esto a Tremontorio, pero, al cabo, era algo que ponia centinelas a la puerta de la mar; y como ademas le ponderaron mucho las _ventajas_ sus companeros de fatigas, y el tenia grandes deseos de conformarse, conformose, aunque a reganadientes, y volvio a su lancha. Para entonces, los diez anos corridos desde que le conocimos en la _La leva_, ya sesenton habian hecho honda mella en su persona. Estaba mas encorvado, mas flaco, algo tremulo, y con la grena, las patillas y las cejas enteramente blancas, muy asperas y muy largas. Pero su vestido, como su caracter, era el de siempre: el mismo gorro catalan, la misma camisa de bayeta verde sobre la de estopa interior, los mismos calzones pardos de ancha campana y amarrados a la cintura con una correa, y los mismos zapatos, sin tacones y sin lustre, sobre el pie desnudo. Consigno este dato, porque a la sazon no era ya este traje el caracteristico del oficio. En los anos pasados desde el consabido acontecimiento, la gente marinera habia ido confundiendose en todo con la terrestre, asi en ideas como en habitos y costumbres. Lo cual no dejaba de exasperar a Tremontorio, y dabale a menudo ocasion de fulminar sus embreados apostrofes sobre los _pinturines_ pescadores que caian por su banda. En una de estas ocasiones le vi yo en el Muelle. Estaba hecho una tempestad, en medio de un grupo heterogeneo y abigarrado, aunque se componia exclusivamente de marineros. La verdad es que, siendo Tremontorio el unico que se hallaba en caracter alli, y, como si dijeramos, en su propia casa, parecia el intruso y el pegadizo entre tantos degenerados. --Ya se ve, tina--decia cuando yo pasaba, y por eso me detuve a escuchar:--dende que vais al voto y a esos pedriques con el senorio pudiente, y andais tan empavesaos, ?que vus ha de paicer este patache carbonero? Pus, tina, de mi madera sois, con toa esa fantesia; y el mas o el menos de trapo, no le hace al casco tener los fondos mejores.... Ni barrunto que de ayer aca vos haya caido denguna herencia de repente, pa echarvos tanta guinda.... Onde se ve la gente es en la mar, iretina!; iy que se diga muy recio si en mas de tres duros y medio[17] que ya cuento, le he pedido a anguno remolque alli! Replicole uno que "el andar bien portao no quitaba fuerza ni valor a la presona". --iTaday, niquitrefe!--dijole Tremontorio con el mayor desprecio.--Si sois valientes entoavia y jalais del remo como yo, es porque lo habeis mamao, y alla vos queda.... Eso es del cabildo de abajo, sepastelo bien.... iRetina, que gracia!... Pero que vos de otro tanto la vida que traeis.... iSurbia vos dara! --Y lo que uste no guipa, porque ya esta fuera de combate--respondieronle en son de zumba. --iPintura, digo yo a eso!--replico el veterano con mucho retintin;--aunque bien desaminao el ite de ese particular, ?que teneis ya que recibir de naide? ?Que vus falta? Vusotros, el relos de plata; vusotros, la bota fina; vusotros, el camisolin de plegues; vusotros, la cachucha de _rasolis_.... Pus ya, retina, por poco mas, echarvos el baston y la casaca, y dirvos al Suizo con los senores del Muelle, a tomar chocolate con esponjao y leer los boletines de arriba.... Las rentas no han de faltarvos pa sostener el senorio, porque ya teneis una racion de hambre y otra de necesida.... iRetina con la piojera de tres gavias! Dijo, miro con ira a los zumbones que le rodeaban, y rompio el cerco, bamboleandose al andar, como buque de mucho porte que toma la barra seguro de llegar al puerto. FOOTNOTES: [Footnote 17: Mas de setenta anos.] IV Amanecio un dia con el viento al Sur, casi en calma: el cielo, sonrosado con algunas nubes aturbonadas; la bahia, como un espejo; la mar, como un lago; la temperatura, a placer; el campo, verde y fragante; las flores, meciendose sobre los tallos; los arboles, entreabriendo sus hinchadas yemas y asomando por ellas las tiernas esmaltadas hojas, que se estremecian y se desplegaban al sentir por primera vez el calor de los rayos del sol vivificante; la sonora voz de las campanas de todos los templos, llenando de armonias el espacio; y el movimiento y la circulacion, interrumpidos por la solemnidad de los dias anteriores, restableciendose bulliciosos en todas las arterias de la poblacion. --iHermoso dia!--exclamaban las gentes de tierra, encaminandose a continuar los suspendidos negocios, o frotandose las manos a la puerta del almacen, o contemplando la naturaleza desde las entreabiertas vidrieras del gabinete. Y el fervoroso cristiano que volvia del templo, lleno su corazon de misticos regocijos; y el celibe egoista que, empunando el _roten_, se desperezaba a la puerta de su casa, dispuesto a emprender el higienico paseo extramuros; y el labrador afanoso que arreaba la yunta y dirigia el arado para abrir el primer surco en su heredad; y el bracero menesteroso ... cada cual, a su manera, saludaba con himnos del corazon aquel inolvidable _Sabado de Gloria_ de 1878. Asi llego el sol a la mitad de su carrera, y el afan de los hombres al descanso del mediodia. Entonces se alzaron subitamente remolinos de polvo en las calles de la ciudad; azoto la cara de los transeuntes una rafaga de viento humedo y frio; oyose el chasquido de algunas vidrieras sacudidas contra la pared; cubrio los cerros del Oeste un velo achubascado; nublose repentinamente el sol; tomo la bahia un color verdoso con fajas blanquecinas y rizadas, y comenzo a estrellarse contra las fachadas traseras de la poblacion una lluvia gruesa y fria. --Un _galernazo_--dijo la gente con mucho sosiego.--Despues del Sur, era de esperar. Y el que tenia que, se puso a comer; y el que habia comido ya, se tendio a dormir la siesta o a chupar el clasico cigarro delante de una taza de cafe. Segun la gente de tierra, no habia ocurrido hasta entonces cosa que no fuera en Santander muy natural y corriente; y en verdad que no era para dejar palido a nadie la rotura de algunos vidrios, unos cuantos paraguas vueltos del reves, tal cual sombrero arrancado de su correspondiente cabeza, y alguna que otra falda encaramada mas arriba de lo acostumbrado. Y, sin embargo, uno de aquellos instantes, pasados casi inadvertidamente para la gente de la ciudad, habia producido, a la vista de ella, como quien dice, el desastre mas espantoso que registran los cantabros anales. Noticias de el fueron los alaridos que comenzaron a oirse luego por las calles, entre la gente marinera; madres clamando por sus hijos; esposas por sus maridos; hijos por sus padres; hermanas por sus hermanos. Aquello era una desolacion, y sus clamores atravesaban el alma como un punal. Corrian los desventurados palidos los rostros y los ojos sin lagrimas, porque para los grandes dolores no existe el consuelo de ellas, buscando en los ojos de los demas una respuesta que nadie podia darles, y el contristado espectador se agregaba a ellos y los seguia como si el mismo infortunio le empujara. El rumbo de tan tristes cortejos era el Muelle, donde habia ya una muchedumbre con los ojos clavados en la boca del puerto. El temporal habia cesado casi por completo en tierra, y de la mar solo se veia una parte de su furia, estrellandose espumosa y rugiente sobre las tristes _Quebrantas_. Conociase una parte del desastre: lo que de el habian presenciado los pescadores de tres lanchas, unicas que hasta aquella hora habian logrado volver al puerto. Citabanse nombres y se pintaban escenas de horror y de heroismo. Las lanchas habian llegado medio anegadas; sus tripulantes, con la palidez de la muerte en el semblante, mudos y consternados, con las ropas cenidas al cuerpo, empapadas en agua; muchos de ellos, con el herculeo torso desnudo. No les aterraba solamente la idea del peligro en que se habian hallado, pues de otros no menores habian salido con sereno espiritu, sino el cuadro de muerte y desolacion que habian contemplado sus ojos entre la furia de la galerna. Hablabase mucho en los apretados corrillos; oianse los lamentos de los que ya nada esperaban y de los que temian, y no faltaba quien, para desvanecer tristes presentimientos, hiciera risuenos calculos; pero siempre flotaba sobre el llanto y las conversaciones, como respuesta a una pregunta que no se cesaba de hacer, esta frase: i_Todas_ estan alla! i_Todas_! iNunca esta palabra tuvo sonido tan triste y pavoroso! Todas; es decir, todas las lanchas _de altura_ estaban en la mar, y solo tres habian vuelto al puerto. Corriendo aquellos minutos, que parecian siglos, viose otra, y luego la quinta, rebasando del promontorio de San Martin. Cada una de ellas fue saludada con un rumor que no puede pintarse con palabras ni con sonidos. Cerca ya del anochecer, y despues de dos horas de esperar en vano los que en el puerto lloraban, y cuando la vista mas sutil no habia podido distinguir desde los puntos mas elevados de la costa ninguna lancha en la mar, y habia tiempo sobrado para tener noticias de las que pudieran haberse refugiado en boquetes o ensenadas, faltaban siete. Preguntose por ellas a todos los puertos y fondeaderos del litoral; pero aquellas preguntas se cruzaban en el camino con otras analogas que los preguntados hacian a Santander, y solo sirvieron para dar a conocer en su horrible extension el desastre de aquel dia memorable. Desde Fuenterrabia a Cabo Mayor, habia hundido el azote de la galerna en los abismos del mar, TRESCIENTOS OCHO hombres en brevisimos instantes. En este espantoso cumulo de victimas, tocabanle SESENTA al gremio santanderino. iJamas la muerte acecho a los hombres con mayor astucia, ni los hirio con mas implacable sana! Aunque la caridad, virtud de los cielos, amparo entonces, como siempre, por igual a todos los desvalidos, cada corazon sintio lo que estaba mas patente en su memoria, y la mia la ocupo toda Tremontorio. Preguntando por el, supe que tambien habia salido a la mar aquel dia, y que era de los pocos que se habian salvado de la catastrofe, casi milagrosamente; pero que, con lo terrible del trance, los golpes y la frialdad del agua, a sus muchos anos, habiase puesto a punto de morir. No me satisfice con estas noticias, y quise verle, y lo consegui. Le halle tendido en un pobre lecho, palido, cadaverico; pero muy tranquilo y en reposo. Cuidabale otro marinero, que a su lado estaba de pie y con los brazos cruzados sobre el pecho. No me era extrano este personaje; y, en efecto, despues de contemplarle unos instantes, conoci en el al Tuerto. Pero, ique viejo, que encanecido, que anguloso y encorvado le halle! Como mi presencia no podia chocar alli en aquellos dias en que la caridad no cesaba de llamar a las puertas de los naufragos, logre que el viejo pescador me recibiera mucho mejor de lo que yo esperaba de su rudeza habitual. --Y ?como se encuentra usted ahora?--llegue a preguntarle. --Con el Practico a bordo[18] desde ayer--me respondio con su voz de siempre, aunque mas premiosa. --Sera por exceso de precaucion--dijele, comprendiendo su nautica alegoria y deseando darle alientos. --iQue precaucion ni que ... tina!--me replico muy fosco!--Soy ya casco viejo, vengo desarbolao, el puerto es obscuro y la barra angosta...; ?para cuando es el practico, si no es para ahora mesmo? --Tiene usted razon--le dije, viendole tan sereno.--En estos trances se prueba el temple del espiritu.--Ya veo que el de usted no necesita remolque. --No, gracias a Dios, que me da mas de lo que merezco. Ochenta anos; no haber hecho mal a nadie en una vida tan larga; haber corrido tantos temporales, y venir a morir en mi cama, como buen cristiano y al lado de un amigo, ?no fuera cubicia y desvergueenza pedir mas, retina? Lo admirable de estas palabras esta en que eran ingenuas, como todas las que salieron de la misma boca durante tantos anos. Seguimos hablando por el estilo, cuidando yo de encomendar la menor parte de la tarea al enfermo para no fatigarle, y conduje la conversacion al extremo que deseaba. Y preguntele, despues de encauzada a mi gusto: --Pero, ?no hay algun sintoma, algun anuncio de esos temporales? --iAnuncio!...--exclamo Tremontorio mirandome, con una sonrisa mas amarga que el agua de las olas.--iAnuncio, retina!... iPues si hubiera anuncio de eso!... Esta uste en su lancha como la hoja en el arbol, ni quieto ni andando; la tierra a la vista, la mar como una taza de caldo; un si es o no es de turbonada al horizonte.... iRetina!, na, porque asi se puede estar un mes entero.... Este caris no es pa que naide pique las amarras.... Pues, de supito, le da a uste en la cara un poco de brisa; oserva uste el Noroeste, y ve uste venir, echando millas, a modo de una jumera, encima de una mancha parda que va cubriendo la mar, con un rute rute, que no paece sino que el agua se despena por las costas abajo. Al verlo y al oirlo, la sangre se cuaja en el cuerpo, y los pelos se ponen de punta; arma uste los remos, isa una miaja de trapo pa ver de correr por delante; y, itina!, antes que se de la primer _estropa_, ya esta aquello encima. --?A que llama uste _aquello_? --?Aquello?... Aquello, senor, yo no se que sea, si no es la ira de Dios que pasa; aquello es la _ultima_; la de abrir la escotilla de las culpas y encomendarse a la Virgen Santisima; la de dejar la tierra para sinfinito y clamar por los suyos los que tienen en ella las alas del corazon. --Bien; pero, ?que sucede alli en esos momentos terribles? --Y ?lo sabe anguno, por si acaso?... iRetina!; faltan ojos y tiempo pa mirarlo.... Esta uste en un jirvor de espuma, que zarandea la lancha como si fuera cascara de nuez; ese jirvor se levanta, se levanta..., y vuelve a bajar; y al bajar, cae sobre uste; y al caer, uste no sabe si caen penas o que cae, porque quebranta y ajoga al mesmo tiempo; y al abrir uste los ojos, itina!, ni hombre, ni lancha, ni remo, ni costa, ni cielo, ni na. iAlli no hay mas que estruendo y golpes, y espuma y desamparo!...; ini voz para clamar a Dios, porque en aquella tremolina no se oye uno a si mesmo! Un trastazo le echa a pique, y otro le saca a flote; la cabeza se atontece, y el que mejor sabe anadar, trata de olvidarlo pa acabar cuanto antes. --Pues a usted de algo le ha servido el saber nadar, puesto que logro salvarse donde tantos otros perecieron. Mirome el hombre con torvo ceno, y dijome con profundisima conviccion: --iNi pizca, tina! --?Como salio usted a tierra, si no? --Porque Dios quiso, y ciego sera quien no lo vea. Metiome en mayor curiosidad esta respuesta, y rogue al valiente pescador que me contara el suceso. Resistiose a complacerme, con bruscas evasivas, y entonces tomo parte en la conversacion el Tuerto, y me dijo: --Vera uste lo que paso, senor, porque juntos nos salvamos los dos. Llevonos la galerna, en un decir Jesus, a dos cables de San Pedro del Mar; y cuando contabamos que no parariamos hasta embarrancar en la arena, un maretazo, como yo no he visto otro, nos puso la lancha quilla arriba. Al salir yo a flote, de todos mis catorce companeros no quedaba mas que este, a unas seis brazas de mi. A los demas--anadio el Tuerto con voz tremula y muy conmovido,--no he vuelto a verlos hasta la hora presente. Como la lancha habia quedado entre dos aguas, tuve la suerte de agarrarme a ella; pero ese infeliz se vio sin otro amparo que sus remos naturales, y no era poco, porque, a saber anadar, no hay merluza que le meta mano. En esto, la mar nos fue atracando el uno al otro; y ya estabamos al habla, cuando la suerte le puso un remo delante. Agarrose a el y descanso una miaja. Pero notaba yo que no se valia mas que de un brazo para agarrarse, y no sacaba el otro hacia el remo, ni le movia para ayudarse.--"iAnade y atraquese--le gritaba yo,--hasta que llegue a darle una mano, que dispues ya podra agarrarse a la lancha!.--iQue mas quisiera yo que poder anadar, retina!--me respondio.--Pues ?por que no puede?--Porque me jalan mucho los calzones. Paece que tengo toa la mar metida en ellos; y a mas a mas, se me ha saltao el boton de la cintura.--iArrielos, puno!--iTina, que no puedo!--?Por que?--Porque esta manana se me rompio la cinta del escapulario, y le guarde en la faldriquera.--?Y que?--Que si arrio los calzones, se va a pique con ellos la Virgen del Carmen[19].--?Y que que se vaya, hombre, si no es mas que la estampa de ella?--Pero esta bendita, iretina!; y si ella se va a fondo, ?quien me sacara de aqui, animal!" Hay que tener en cuenta, senor, que la mar era un infierno, y tan pronto nos sorbia como nos soltaba. A cada palabra un maretazo nos tapaba el resuello, o nos cubria con mas de diez brazas; y al salir a flote, no hallaba uno quien le respondiera, o asomaba por onde menos era de esperar. Dios quiso que no nos separaramos cosa mayor en aquel tiempo, que fue mucho menos del que yo empleo en contarlo; porque la sola vista de otro ser humano le anima a uno a bregar en tales casos. iNo sabe uste la agonia que se pasaba en el instante en que al salir a flote se veia uno solo! Volviendo al caso, digo que al hablar este companero las ultimas palabras que yo he repetido, vinose encima de mi sin saber como, y agarrose a la lancha. Al mismo tiempo se alzo a barlovento una mar como no ha visto igual hombre nacido: pense que aquel era el fin, no de nuestras vidas, sino del mundo entero; desplomosenos encima, y para mi cuenta, entonces, alli fenecimos, porque ni mas vi, ni mas oi, ni mas sentido me quedo que una chispa de el para acabar una promesa que estaba haciendo a la Virgen del Mar (y cumpli al otro dia, como era justo). Pero, a lo que paece, aquel desplome de agua nos echo a tierra con la rompiente, porque alli nos alcontramos los dos al volver del atontamiento, cerca de unos baos de la lancha y con astillas de ella entre las manos. Vino gente, nos recogio, nos dio abrigo, y aqui nos trajo: al senor, en el estado en que uste le ve, o poco menos; y a mi, como si nada hubiera pasado, que de algo vale el no ser viejo y haber sorbido mucha desgracia. Lo cierto es, senor, que si el estar los dos vivos no es un milagro de Dios, no he visto cosa que mas se le asemeje. --?De modo que usted--dije al Tuerto con la intencion de saber algo de su vida desde que volvio del servicio,--ha dejado su casa por venir a cuidar a su amigo? --Mi casa es esta--respondio secamente el Tuerto. --?No tiene usted familia? --Me queda un hijo, que anda navegando en un vapor; todo lo demas esta ya en el otro mundo..., no contando al senor, que ha sido un padre para mis hijos y para mi. Muy poco mas duro nuestra conversacion. Al despedirme, tendi la mano a aquellos heroicos y honrados marineros, y dije al moribundo Alcides del Cabildo de Abajo: --Hasta la vista, amigo. --Y ?por que no, tina!--me respondio, dando a mis palabras mayor alcance del que yo les habia dado.--Mareantes sernos todos de la mar de aca, y en rumbo vamos del mesmo puerto. Si el diablo no nos le cierra, yo manana y uste otro dia, en el hemos de fondear. --Quieralo Dios asi--repuse desde lo intimo de mi corazon, pensando en las virtudes de aquel hombre admirable. FOOTNOTES: [Footnote 18: Recibido el Viatico.] [Footnote 19: Hecho y dicho rigorosamente historicos.] V Dos dias despues, subia por la cuesta de la Ribera un carro funebre conduciendo un ataud enorme, y seguido de numeroso cortejo. Pregunte, y supe que en aquel ataud iba el cadaver de Tremontorio. iDios sabe lo que paso entonces por mi alma! El cortejo se componia, casi exclusivamente, de gente marinera; y preciso fue que me lo advirtiesen para que yo cayera en ello; pues, a juzgar por el vestido, lo mismo podian ser aquellos hombres jornaleros de taller, o _caldistas_ al menudeo: tanto abundaba entre ellos el hongo fino, la americana, la gorrita de seda, el pantalon cenido, y hasta los botitos de charol. Ni huellas del traje clasico de los dias de fiesta de los castizos mareantes: la cenida chaqueta y los pantalones y la boina de pano azul obscuro, esta con profusa borla de cordoncillo de seda negra; corbata, negra tambien, y tambien de seda, anudada sobre el pecho y medio cubierta por el ancho cuello doblado de una camisa sin planchar; zapato casi bajo, y media de color. El Tuerto, que iba materialmente embutido entre las dos ballestas traseras del carro, era el unico que recordaba un poco lo que el mismo habia sido antes. La raza indigena pura, del mareante santanderino, tal cual existia aun, desde tiempo inmemorial, diez u once anos ha, iba en aquel ataud a enterrarse con Tremontorio, porque bien puede asegurarse que este fue el ultimo de los ejemplares castizos y pintorescos de ella. Justo es, por tanto, que yo le registre en mi cartera antes de que se pierda en la memoria de los hombres. Sobre los restantes del gremio ha pasado ya el prosaico rasero que nivela y confunde y amontona clases, lenguas y aspiraciones. La filosofia lo aplaude y lo ensalza como una conquista. Hace bien, si tiene razon; pero yo lo deploro, porque el arte lo llora. 1880. EL ESPIRITU MODERNO I Hace doce anos[20], hallandome de visita en casa de una senora _respetable_ (adjetivo con que se expresaba entonces en Santander cuanto de finura, prosapia, posicion social y talento cabia en una mujer), hablaba con ella de la vida del campo, en el cual acababa yo de pasar unos dias. --?Es posible--me decia la culta dama--que una persona de _cierta educacion_ se resigne a vivir en la soledad de una aldea? --Si, senora--le respondi yo,--y encontrando en ella goces tan grandes como los que proporciona la ciudad. --No lo creo. Empiece usted por las malas condiciones de la habitacion. --Perdone usted, senora: la casa de una persona acomodada de aldea es mas espaciosa, y hasta mas comoda, que la mejor de la ciudad. --?Que esta usted diciendo?... Las casas de aldea.... iJesus!, unas tejavanas miserables, obscuras, lobregas..., sin un mal balcon.... --Tres tiene la en que yo naci..., y bien grandes, por cierto. --?Es posible? --Y en el menor salon de aquella casa cabe muy holgadamente esta en que ahora estamos. --Usted se burla. --No vendria muy al caso. --Pues digo bien. ?No estoy yo cansada de ver casas de aldea en Miranda, en Cueto, en San Juan?... Y eso que, segun me han dicho, estas casas son palacios, comparadas con las de las aldeas del interior. --Vuelvo a repetir a usted que la mia, si no tan lujosa como esta y otras semejantes, es bastante mas comoda que todas ellas, pudiendo tambien asegurar, pues las he visto, que hay casas de aldea en esta provincia que contienen cuanto puede apetecer la persona mas escrupulosa y exigente. --Yo no quiero ponerlo en duda; pero no extrane usted que me cueste trabajo creerlo, porque ime han contado tales horrores de la aldea!... --Ya se conoce que usted no ha vivido en el campo. --iYo vivir en el campo! La idea solamente me hace temblar. --Pues crea usted, senora, que no hay motivos para ello. --iNo diga usted que no, por Dios! Aun cuando las habitaciones sean palacios, aquella soledad, aquella gente tan _ordinaria_..., el cencerro del ganado, aquellos callejones llenos de _zarzas_, de charcos y bichos venenosos...; ique desconsueloi... Despues, de noche, el bufar de las lechuzas, los ladrones..., ihorror! iPasar yo una semana en la aldea!... iAve Maria Purisima!... Mire usted, hasta el pasear por el Alta me pone de mal humor, porque se me figura que me va a faltar tiempo para bajar de dia a la ciudad.... Nosotros, los que hemos nacido en ella, desenganese usted, no podemos acostumbrarnos a salir de nuestras calles empedraditas, de nuestros paseos, de nuestras reuniones.... iEs todo tan _ordinario_ en la aldea! --Muchas gracias por la parte que me toca. --iOh, no me haga usted la injuria de creer que he querido agraviarle!... No hay regla sin excepcion.... Pero compare usted la gente del campo con la de la ciudad. --Efectivamente: si la blancura del cutis, el esmero en el corte del vestido y otras _virtudes_ semejantes, son las que mas realzan el merito de una persona, confieso que las que, por gusto o por necesidad, viven en la aldea perpetuamente, estan muy por debajo de las que habitamos en la ciudad[21]. --No tratare yo de discutir ese punto; pero lo cierto es que por algo se dice de la aldea que _empobrece, embrutece y envilece_. --Ya; pero como el autor de esa barbaridad, y usted perdone la franqueza, no se canso en ponerla en tela de juicio.... --No le dire a usted que sea absolutamente cierto; pero algo tendra el agua.... --Esta cuestion es de gustos, senora, y en vano nos cansaremos ventilandola. Ya se que a ustedes, los indigenas de la ciudad, no hay que hablarlos de la aldea: ser _aldeano_ es casi un crimen en Santander. --No dire yo tanto; pero lo que si aseguro es que no arrastrara usted a un santanderino legitimo a la aldea, ni por ocho dias, aunque le prometa en ella la suprema felicidad. --Me guardare muy bien de proponerselo, porque me consta, sin genero alguno de duda, que esa opinion es la de toda la _buena sociedad_ de Santander, de la que es usted tan digno miembro. --?Me adula usted? --No, senora: le hago justicia. --Por supuesto que no me hara usted la ofensa de aplicarse nada de cuanto he dicho contra la aldea. --Crea usted, por mi palabra, que me tiene ese punto sin cuidado, maxime cuando estoy convencido de que no ha de tardar usted mucho en variar de opinion. --?Respecto a la vida de aldea?... Le aseguro a usted que no. --iBah! --?Y en que confia usted para eso! --En que hasta hoy esta siendo Santander la primera aldea de la provincia, por sus costumbres, por sus pasiones y por un sinnumero de pequeneces y de miserias.... --?Esta usted vengandose de mi? --Libreme Dios de semejante tentacion. --Es que no veo yo un motivo para que de repente se cambien nuestras costumbres, como usted lo asegura. --?No cree usted que solamente el ferrocarril ha de alterar notablemente la fisonomia local de Santander? --Y a proposito, ?que hay de ese proyecto? --Que ha llegado a ser casi una realidad, y que muy pronto se van a empezar las obras. --iDios quiera que con ellas no se ponga en un conflicto a la poblacion! --No comprendo.... --Por de pronto ya se nos ha llenado el pueblo de gente extrana...; iay, que tipos! --Senora, ingleses muy decentes, la mayor parte, y muy elegantes.... En cuanto al resto de ellos, para trabajadores los encuentro bastante mas aseados que los de aca. --Si, si, lo que es apariencia.... Pero vaya uno a fiarse en galgos de buena traza.... Digame usted a mi lo que son ingleses. iCada vez que recuerdo la legion que vino a Santander cuando la guerra civil!... Desenganese usted: los ingleses son hombres sin religion, y esta dicho todo. --Es verdad que no profesan la nuestra; pero tienen otra que para ellos es tan buena, y leyes, educacion ... y conciencia, como nosotros.... --?Seria usted capaz de admitirlos en su casa? --Lo que le aseguro a usted es que por el solo motivo de ser ingleses no los rechazaria. --Pues no es esa la opinion general de Santander. --Ya lo se, y lo lamento. Tal fue, en substancia, mi conversacion con la respetable senora que, desgraciadamente, no puede hoy renirme por esta delacion, doce anos ha, es decir, cuando en Santander era de buen tono no haber pisado jamas el campo; cuando los que en el hemos nacido, teniamos que negar la procedencia en estos salones para no producir entre la gente "fina" cierta prevencion que, con frecuencia, rayaba en repugnancia; cuando hasta por las personas de mas alta jerarquia se llamaba _judio_ a todo extranjero que tuviera las patillas rubias, o la _pinta_ sospechosa; cuando, en fin, entregado aun este pueblo a sus propios y naturales recursos, atravesaba el periodo mas critico de su amaneramiento. Poco tiempo despues se fueron estableciendo lineas de vapores entre este puerto y otros de Francia e Inglaterra; las obras del ferrocarril comenzaron a desenvolver en su derredor el ruidoso movimiento de la industria moderna; las maquinas, las razas, los idiomas extranjeros, invadiendo el terreno de los sacos de harina y de las clasicas carretas, lograron aclimatarse entre ellos; y ya comemos a la francesa, hablamos ingles, circulan por estas calles los generos de comercio en pesados exoticos carretones; el labrador de Cueto o de Miranda arrea su ganado a la voz de _"iallez!"_ con preferencia al indigena _"iarre!"_ Los ninos de pura raza inglesa, con los brazos descubiertos hasta el hombro, mal sujetas sus madejas de dorados rizos por el gracioso gorrito escoces, juegan en la alameda segunda a las _canicas_ con los granujillas de Becedo; y mientras estos, para ventilar la legalidad de una jugada, detienen a los primeros con un _"stop a little, please"_, pronunciado con la precision mas britanica, los nietecillos de John Bull, para que les sea permitido "quitar estorbos", se expresan con un _"sin fendis"_, o manifiestan su enojo con un _"no jubo mas"_ que envidiaria el callealtero de mas pura raza. La moderna necesidad de los banos de mar, dejando despoblado a Madrid los veranos, lleno de madrilenos nuestra capital; y su _buen tono_, convencido de que para vivir a la moda era preciso _salir_ a banarse dio en irse a Ontaneda a remojarse en sus nauseabundas aguas; pues no era cosa de largarse a otro puerto de mar cuando tenia uno de los mejores en su casa. El objeto era _salir_; la calidad de los banos importaba poco. Estas expediciones fueron aficionando a los santanderinos al veraneo; y este ano dos familias, y el siguiente cuatro, y el siguiente ocho, y asi sucesivamente, fuimos a parar a que los que pasaban julio y agosto en la ciudad, tenian vergueeza de confesarlo en septiembre a los que volvian tostados por el sol de nuestra campina. Para no cansarte, lector: hoy se cree rebajada en la opinion publica la familia acomodada de Santander que no tiene una casita de campo para pasar el verano en ella, o siquiera una huertecilla en las inmediaciones, que de, por lo menos, esparragos y flores en la primavera, y fruta en agosto, para poder decir al vecino:--"?Usted gusta?: son de mi huerta." El desdichado que ni esto tenga, alquila su choza al primer labrador de la comarca, y en ella tiene que resignarse a pasar el verano, si quiere ser considerado durante el invierno como hombre de pro. --iDichoso usted!--me han dicho algunos que pocos anos hace me miraban con cierta lastima, porque no era santanderino legitimo;--idichoso usted que puede pasarse la mitad del ano en la aldea! Para cuando se pongan en duda estas palabras, me reservo el recurso de citar pueblos enteros, como el Astillero de Guarnizo, compuesto de casas de campo, construidas, de cinco anos a esta parte, para residencia de verano de familias de Santander. Si la senora respetable a quien me he referido mas atras resucitara hoy, no creeria el cambio que han sufrido las costumbres de los de su comunion social. Pero vamos a cuentas. No estoy censurando esta nueva aficion de mis paisanos, que ya raya en mania; consigno un hecho sencillamente. Dos observaciones debo hacer, siempre con la mejor intencion, para gobierno de mis lectores: La distancia mas larga desde el centro de Santander al campo, se anda, a pie, en diez minutos. La localidad que abandonan en verano las familias que se van _al campo_, la aceptan como residencia _campestre_ los que huyen de otras capitales a la nuestra. Aunque de la union de estas dos verdades resulta una consecuencia que no aceptarian de buena gana los neocampestres montaneses, yo quiero prescindir de ella; pues vuelvo a repetir que estoy consignando hechos, y esto con el objeto de demostrar la gran revolucion operada en las costumbres de la sociedad de Santander en muy poco tiempo. No se extrane, pues, que me haya detenido a apuntar algunos detalles que, a primera vista, parecen ociosos. FOOTNOTES: [Footnote 20: No se olvide que esto se escribia en 1864. (_Nota del A. en 1885_.)] [Footnote 21: Por distraido que el lector sea, habra observado que, entre el principio y el fin de este libro, cambia bastante el modo de ver y de sentir el autor la vida campestre. Tiene esta inconsecuencia su disculpa en que las ESCENAS no se escribieron con un plan determinado ni en una sola sentada, ni son obra de la madura reflexion del filosofo, sino el fruto de los ocios de un muchacho impresionable. (_Nota del A. en 1885_.)] II _In illo tempore_, es decir, los mismos doce anos ha, pase yo una temporada en la lindisima villa de Comillas. Camillas, lector, en la costa, a seis leguas al Noroeste de Santander, tendida sobre el lento declive de un cerro, arrullada por un lado por el inquieto mar de Cantabria, y protegida por los demas por una suave cordillera de pintorescas colinas, era una poblacion verdaderamente deliciosa, no por sus condiciones topograficas solamente, pues bajo este aspecto hoy es mucho mas bella que entonces, sino por las especialisimas que concurrian en el caracter de su pequena sociedad. Empecemos por decir que sin una sola via de verdadera comunicacion con el resto del mundo, y a cinco leguas de distancia de la carretera nacional, era punto menos que inaccesible al trato de la moderna civilizacion. Este aislamiento perpetuo, tratandose de familias enlazadas entre si, como aquellas, por vinculos de parentesco o de una amistad intima, habia impreso en su vida el caracter de unidad y de sencillez, verdaderamente patriarcales, que seducia a los pocos forasteros que hasta alli llegaban. La clase acomodada, muy numerosa en proporcion de la pequenez de todo el vecindario, era lo suficiente ilustrada para hacer agradabilisimo su trato, sin el refinamiento que hoy distingue a la culta sociedad, con grave deterioro de los puros y santos afectos; y aunque los hijos de estas familias salian a las universidades y viajaban, llevando siempre consigo tan bello recuerdo de la madre patria, cuando a ella tornaban deponian de buen grado los resabios adquiridos en el mundo, y volvian a ser sencillos comillanos. De este modo, aquella sociedad era siempre apacible, carinosa y hospitalaria. Por mi parte, unido por estrechos lazos de parentesco a muchas de sus familias, creo tener en esta sola circunstancia motivo sobrado para evocar con satisfaccion estos recuerdos. Para pagar con ellos las horas de verdadero placer que aquel pueblo me ha proporcionado no serian bastante. Una noche oi decir a una venerable mujer que ya pasaba de los sesenta anos, que su mayor satisfaccion seria ver un coche. Otra senora, tan anciana como ella, le respondio: --Dios te libre de esas tentaciones. Yo quise una vez salir a ver un poco el mundo; y, con intencion de no parar hasta Santander, llegue a Torrelavega. Era dia de mercado, y estaba la villa, imadre de Dios!, que daba miedo. iCuanta gente! iQue ir y venir bestias, carros y diligencias! Te aseguro que aquello me espanto; dijeme: "esto no es para mi..."; y volvime a casa dando gracias a Dios por la paz que quiso concedernos en este bendito rincon. Para dar una idea del color verdaderamente local de la poblacion comillana, bastan estos dos ejemplos. La clase del pueblo, compuesta casi en su totalidad de marineros y pescadoras, era morigerada y nobilisima en sus instintos. Para ella el mundo era Comillas y su mar; y el mejor placer, despues de una misa solemne con "el organo nuevo", oir los relatos de algun licenciado de _barco de Rey_. Los mayores titulos de gloria de los comillanos eran haber dado la villa tres Arzobispos[22], muchos notabilisimos marinos y varios capitalistas riquisimos que, aunque residentes en Filipinas, Cadiz y otros paises tan apartados, demostraban a cada paso, con limosnas y presentes de todos generos, su amor al pueblo de su naturaleza; y sobre todo, haberse construido el magnifico templo que se levanta en la plaza, que, acaso, en su genero, es el mejor de la provincia, a expensas de los mismos comillanos. Un proverbio popularisimo entre ellos acabara de dar a conocer hasta que punto vivian dentro de si mismos y en sus elementos naturales, y lo lejos que estaban de pensar en que pudieran contagiarse algun dia del caracter moderno. Este proverbio era el siguiente: "Comillas sera Comillas por siempre jamas, amen". He dicho _era_, porque supongo que en la actualidad no se atrevera a repetirle, con fe a lo menos, ningun hijo de aquel pueblo. Veamos en que me fundo para creerlo asi. Seis anos hace volvi a Comillas. Una comoda y ancha carretera habia sustituido a la escabrosa y angostisima senda antigua: y en lugar de cabalgar sobre el peludo y escueto jamelgo que antes conducia por ella al viajero, tome un mullido asiento en una de las diligencias que se han establecido entre Torrelavega y la villa de los tres Arzobispos. A medida que a ella me aproximaba, iba desconociendo mas y mas el terreno, hallandole descarnado en muchos sitios, revuelto en otros, poblado de trabajadores y cruzado por zanjas, _trainwais_ y tuneles a cada instante. Buscando con mis ojos la primera casa del pueblo, que antes se destacaba sola, como un centinela avanzado de el, tuve que detener la mirada bastante mas atras, en un edificio del moderno estilo industrial, que arrojaba a borbotones por una alta chimenea el humo espeso del carbon de piedra. Era uno de los hornos de calcinacion del mineral de calamina que a la sazon se extraia (y sigue extrayendose) de las entranas de los cerros inmediatos. Mas adelante, caras barbudas con el sello frances mas puro; otras medio ocultas bajo la boina vasca, y otras indigenas, pero todas veladas por el polvillo amarillento de la calamina, pasaban rapidas por delante de las ventanillas del coche, que al cabo penetro en la primera calle de la poblacion. Aqui, como en la carretera, mil objetos que llamaban mi atencion por lo inesperados. En el portal en que en otros tiempos se sentaba a tejer sus redes un pescador, alisaba el mango de su azadon un fornido vizcaino; en el balcon en que antes vi a la familia de un pobre labrador desgranar las panojas de la ultima cosecha, fumaba en larga pipa un belga, calzado con altas botas de cuero; y en lugar del _cobertor_ tradicional y las madejas de estopa, colgaban de la soga de la _solana_ las bridas de un caballo y ancho gaban impermeable; a la puerta de una taberna estropeaba el castellano el tabernero para convencer a un aleman "cerrado", de que lo que le habia vendido por _gin_ no era, como parecia, rescoldo; en la plaza, donde paro el carruaje, circulaban entre la boina de los vascos y el gorro verde y colorado de los marineros de la poblacion, la leve _pamela_ de la Fuente Castellana, y entre la camiseta de bayeta verde y la blusa azul de los obreros, el brillante gaban de seda sobre el esbelto talle de las hijas del Manzanares y del Sena. Hablabase en un grupo el vascuence, en otro el frances, aqui el aleman y alla el ingles; y para colmo de mi sorpresa, el sombrio palacio de los Trasierra, sobre el punto mas elevado de la poblacion, y en otro tiempo cerrado y misterioso, como si dormitara entre los recuerdos de su epoca, habia abierto anchas puertas a la moderna luz y engalanado sus fachadas; y no descansaba como antes sobre escombros y zarzales, sino sobre ameno y florido campo; cultivado por diestro jardinero. En los pocos dias que pase en Comillas busque en vano lo que tan placentera me habia hecho en otro tiempo mi residencia en la misma villa. Todo se hallaba transformado alli. El pequeno puerto, casi inaccesible antes a las lanchas pescadoras, se habia reformado, penetrando ya en el buques de muchas toneladas y sobre el muelle en que unicamente se pesaba el pescado fresco en modesta _romana_, crujian las gruas y se revolvian con dificultad carros, basculas y trabajadores. Una comoda carretera facilitaba la subida desde este punto a la poblacion, y desmontes, murallas y demarcaciones, anunciaban nuevos proyectos de considerables reformas. Lo mismo que el de la villa, el caracter de su sociedad era nuevo para mi. _Touristas_ madrilenos, hombres politicos y altas jerarquias militares, damas modeladas en el mas genuino troquel del mundo moderno, invadian los salones en que ya se cantaban _duos y cavatinas_, y se bailaban lanceros y cuadrillas, y se amaba y se coqueteaba segun la flamante escuela. El Comillas clasico no existia ya: lo que yo estaba viendo era un pueblo industrial como otro cualquiera, favorecido, durante el verano, por una escogida sociedad de forasteros que habian impuesto a la clase indigena acomodada sus costumbres, como la industria habia reducido a sus exigencias los habitos patriarcales de la masa popular. Un frances encontro en una ocasion un pedrusco de calamina sobre aquellos terrenos; indago con cuidado, dio con un filon poderoso, formose una sociedad explotadora..., y he aqui la causa de tan repentina como radical transformacion. Y juzguese, en vista de lo que antecede, si podra decirse hoy de buena fe, como ayer se decia, por algun comillano del antiguo regimen, que por casualidad pareciese, desorientado entre el actual movimiento de su pueblo, "Comillas sera Comillas por siempre jamas, amen". FOOTNOTES: [Footnote 22: Hoy, con la reciente elevacion del senor don Saturnino Fernandez de Castro a la Silla episcopal de Leon, son cuatro los prelados hijos de Comillas. _(Nota del A. en 1876_.)] III Con el hallazgo del filon de aquella comarca, excitose en alto grado la ambicion de los montaneses; y errando muchos de brena en brena y de monte en monte, cavando aqui y revolviendo alla, resulto que la provincia entera era un verdadero tesoro de calamina, y que lo unico que se necesitaba para que todos fuesemos ricos, era dinero para explotarle. Por eso desde las montanas de Liebana hasta el valle de Reocin se denunciaron las entranas de la madre tierra; y buscando todos en ellas riquezas a montones, perdieron muchos las que tenian, y ganaron pocos, entre litigios y peleas, bastante menos de lo que habian sonado. Excusado es decir que los pueblos donde entro la piqueta del minero, han perdido, aunque no en tan alto grado como Comillas, su verdadero caracter local, y amoldadose a otras costumbres. Torrelavega, la primera y mas linda villa de la provincia, aunque sobre la carretera nacional y conteniendo desde muchos anos hace un comercio considerabilisimo, y, por consiguiente, de poblacion menos tipica que otras de la Montana, ha perdido tambien los pocos rasgos que la distinguian, cediendo a la influencia minera, y mas aun a la del ferrocarril que penetra en su jurisdiccion. Hoy es esta culta y bonita poblacion una digna sucursal de Santander. Por regla general, y para no molestar al lector, conste que alli donde el camino de hierro, o las industrias minera y fabril han penetrado; las costumbres clasicas montanesas no existen ya, o existen muy ajustadas al _espiritu moderno_. Pero estas localidades son rarisimas todavia en la provincia, por mas que en toda ella corra ya cierto airecillo de _ilustracion_...; y ahi esta mi humildisimo pueblo, a dos brincos de Santander, que no me dejara mentir; _Polanco_ (que de algo le ha de servir en este caso tener el _hijo_ alcalde, para darse tono); Polanco, digo, donde las mejores mozas se avergueenzan de vestir la plegada saya de pano rojo de ayer, y se ponen el desgarbado vestido de efimera indiana, sobre ipasmese el orbe!, sobre barruntos de mirinaque. Y con esto hemos llegado al verdadero asunto de estas ultimas paginas. Es muy posible que algun lector de mi libro, al distraer sus ocios por las bellas praderas de la Montana, quiera buscar en ellas los modelos de las escenas campestres que yo he pintado. Si no quiere cansarse en vano, si realmente desea encontrarlos, tenga presente cuanto queda dicho en las anteriores lineas de este capitulo: huya de toda comarca en que haya un _paso de nivel_, un _tunel_, una fabrica de tejidos _al vapor_ o un _horno de calcinacion_. Por alli ha pasado el espiritu moderno y se ha llevado la paz y la poesia de los patriarcas. Con esta precaucion respondo de que encontrara muy pronto a tio _Juan de la Llosa_ y companeros de robla, al mayorazgo _Seturas_ y convecinos, y a cuantos personajes de su estofa he tenido el honor de presentarle. Pero es preciso que no tarde mucho en emprender la expedicion. Al paso que hoy caminamos, dentro de pocos anos la industria habra invadido completamente estos pacificos solares, y entonces ya no habra tipos. La civilizacion moderna tiende a este fin, sin duda alguna. Los pueblos _ilustrados_ ya no tienen costumbres propias. Los de la Montana, cuando acaben de _ilustrarse_, no han de ser menos que ellos. En ese dia alcanzara algun exito este libro. Vivos hoy los originales de los retratos que encierra, y desprovisto de galas y de primores que le hagan, por si solo, aceptable a los ojos del publico, como deposito fiel de las costumbres de un pueblo patriarcal y hospitalario, no carecera de atractivo para la curiosidad de los nuevos explotadores del suelo virgen que me le ha dictado. INDICE Advertencia Santander (antano y ogano) El raquero La robla A las Indias La costurera (pintada por si misma) La noche de Navidad La leva La primavera Suum cuique El trovador La buena gloria El jandalo Arroz y gallo muerto El dia 4 de octubre "Un marino" Los bailes campestres El fin de una raza El espiritu moderno End of Project Gutenberg's Escenas Montanesas, by D. Jose M. de Pereda *** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK ESCENAS MONTANESAS *** ***** This file should be named 12627.txt or 12627.zip ***** This and all associated files of various formats will be found in: https://www.gutenberg.org/1/2/6/2/12627/ Produced by Stan Goodman, Virginia Paque and the Online Distributed Proofreading Team. Updated editions will replace the previous one--the old editions will be renamed. Creating the works from public domain print editions means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. Special rules, set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. 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